"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos;... por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”. (Miguel de Cervantes).

La procesión del equinoccio de primavera

     

Vía Procesional, detalle.

      “Yo, Nabónido, el gran rey, el rey fuerte, el rey del universo, el rey de Babilonia, el rey de los cuatro ángulos, el cuidador de Esagila y Ezida, para quien Sin y Ningal en el vientre de su madre decretó un destino real como su destino, el hijo de Nabû-balâssi-iqbi, el príncipe sabio, el adorador de los grandes dioses, yo:...Al comienzo de mi reinado eterno, me enviaron un sueño, Marduk, el gran señor, y Sin, la luminaria del cielo y del inframundo, estaban juntos. Marduk habló conmigo: “Nabónido, rey de Babilonia, lleva tus ladrillos en tu caballo de montar, reconstruye a Ehulhull y haz que Sin, el gran señor, establezca su residencia en medio de ella.” Cilindro de Nabónido.

 Cilindro de Nabónido

      Cuentan que Nabonido, rey de la Babilonia caldea, la dinastía que dio un prestigio sin igual a la milenaria ciudad, abandonó la ciudad más famosa de Mesopotamia para instalarse, 552 a. C., en la comercial Teima en Arabia, ciudad que en la Biblia relacionan con la reina de Saba. Se cree que, durante los diez años que permaneció en ese oasis, se intentó preparar contra el creciente poder persa, no confiando mucho en los babilonios ni en el clero dominante de Marduk, aunque también podía ser que, en esa zona de Arabia, se desarrollaba un creciente poder económico por su minería y el control de las rutas comerciales que relacionaban el Creciente Fértil con el sur de Arabia y el Índico. Durante su ausencia dejó como gobernante de Babilonia a su hijo Belshazaa, el rey Baltasar del Libro bíblico de Daniel, pero, debido a su ausencia, no se celebró la fiesta de Año Nuevo en la que se leía el Poema babilónico de la Creación y se celebraba la procesión por el equinoccio de primavera. La procesión recorría la Vía de las Procesiones y pasaba por la Puerta de Isthar.

     La Babilonia caldea fue un poder temporal breve, 625-539 a. C., pero alcanzó una alta cima artística, dotando a la capital de un esplendor sin igual, que inspiró e influyó durante siglos. Nabopolasar se independizó del poder asirio y su sucesor Nabucodonosor II (604-562 a. C. ) dotó de prosperidad con una hábil labor constructiva que magnificó Babilonia con obras como la Vía de las Procesiones y la puerta de Isthar. El soberano caldeo aunaba conquistas y construcciones como evidencia de prestigio y poder económico.

      Cada una de las puertas de la ciudad (8) daba acceso a una vía dedicada a una divinidad protectora. La Vía de las Procesiones estaba situada al norte, atravesaba de forma longitudinal la ciudad, tenía una clara función política y ceremonial que, por la Fiesta de Año Nuevo, realizaba un desfile durante unos centenares de metros entre muros decorados de frisos de ladrillos vidriados con representaciones de leones símbolos de la diosa Isthar. Había una zona de circulación entre dos zonas de espectadores, a modo de aceras. Al fondo, la puerta de Isthar, de estructura doble, correspondiendo al doble encintado de la muralla, con vestíbulos interiores, y se coronaba por torreones con almenas. Al igual que en las paredes de la Vía Procesional, estaba decorada con ladrillo vidriado y policromado, con relieves de toros y dragones híbridos, amarillos y blancos, sobre el fondo azul turquesa, como en la vía procesional, y en honor a las deidades locales.

Puerta de Isthar, detalle.

      La Babilonia caldea se nutrió en sus orígenes en el mundo sumerio, más pacífico que el asirio, dando solidez a unas construcciones, bellas, dotadas de simbolismo, con referentes a los dioses de la ciudad de ciudades. Durante ese período efímero, se reunificó el poder mesopotámico, comunicando el golfo Pérsico con el Mediterráneo, junto con áreas de Anatolia, creando un tráfico comercial que regará Babilonia de ingentes recursos. En la Vía Procesional, 120 leones de fauces abiertas presenciaban en relieve como desfilaban sus ciudadanos. En esa procesión anual se renovaba, con el equinoccio primaveral, el matrimonio o contrato entre el rey y la sacerdotisa con el fin de asegurar la fertilidad de las cosechas y evocar el origen del mundo. La procesión era la vertiente pública de la celebración. El rey desfilaba con la deidad de la ciudad en un momento  único, contemplado por los habitantes de la ciudad, que abarrotaban la vía. Detrás de los dioses y el monarca, que llegaba tomar la mano del dios, seguían las altas autoridades, los botines de guerra y los prisioneros. 

     Nabónido, el último rey de los caldeos, ha pasado por ser uno de los primeros arqueólogos. Descubrió una inscripción de Naram-Sin, hijo de Sargón, de 1700 años antes, de otro tiempo, de otro instante, de otra forma de ser. La ungió con aceite, le hizo ofrendas, colocó una inscripción propia y las dejó, ambas, en el lugar original donde la encontró. 

     La influencia de la opulencia de Babilonia inspiró durante siglos todas las artes, entre ellas el cine. En 1916, una de las escenas más brillantes de "Intolerancia" de Griffith rememoraba la caída de Babilonia.



Bibliografía:

-KINDER H. y HILGEMAN W.: Atlas Histórico Mundial (I). De los orígenes a la Revolución Francesa. Akal/Istmo. Madrid. 2006. Página 31

-MARTINEZ DE LA TORRE C., GÓMEZ LÓPEZ C y VIVAS SAINZ I.: Arte de las grandes civilizaciones antiguas: Egipto y Próximo Oriente. Editorial Universitaria Ramón Areces. Uned. Madrid. 2012. Páginas 343-345.

-PÉREZ LARGACHA, A.: Historia antigua de Egipto y del Próximo Oriente. Akal. Madrid. 2007 . Páginas 435-436.

-PODANY, A.: El Antiguo Oriente Próximo. Una breve introducción. Alianza Editorial. Madrid. 2016. Páginas 178-180.

-Griffith.: Intolerancia. 1916. La caída de Babilonia

 

El poblado junto a la falsa pirámide

    


      Fruto de una vivencia religiosa, el arte egipcio era una experiencia colectiva y, generalmente, anónima. Los artesanos vivieron durante parte de su vida en poblados cercanos a las construcciones de sus mandatarios. Para evitar los saqueos desde tiempos predinásticos, como uno de los motivos, se comenzó a separar la tumba del templo funerario, puede que desde Amenofis I (1525-1504 a. C.). El recuerdo de este faraón fue venerado por los artesanos que convivieron en el poblado de Deir el-Medina, desde la dinastía XVIII, con el Imperio Nuevo. 

     Junto al Valle de los Reyes, en Tebas, la ciudad donde construyeron tumbas los faraones, y cercano al Valle de las Reinas y el Valle de los Nobles, se edificó esta comunidad cuyos restos arqueológicos han aportado una información importante sobre la vida cotidiana del Egipto imperial.

      Unos trabajadores privilegiados respecto al resto de la sociedad egipcia. En este valle de los artesanos se acomodó un poblado organizado en torno a una calle principal con eje norte-sur, en forma de rectángulo de ángulos mellados, abigarrados, y en busca de un futuro más próspero, al menos desde Tutmosis I (1504-1492 a. C.). Unas empalizadas de piedra, a modo de murallas, recubrían esta planificada estructura poblacional más o menos ordinaria. No había espacios de separación entre unos artesanos y otros, ni entre unas y otras de sus familias. Se observa variadas medidas en los habitáculos dependiendo de la categoría del artesano.

      Son hileras de casas dispuestas en torno a calles paralelas a la principal. Las murallas tenían dos puertas. Los ostraka, bocetos rápidos sobre trozos lisos de piedra caliza o restos de vasija encontrados en yacimientos, informan de los proyectos de estos trabajadores cualificados. Por la estrechez de los habitáculos debió existir escasa privacidad,  solamente posible escapando a la montaña (Qurnet Murai), y una necesaria logística para obtener recursos básicos como el agua,  que se encontraba alejado del Nilo, y alimentos.

   Además de ostracas, los papiros y documentos nos dicen que este poblado estaba situado a la izquierda del Nilo, que tuvo diferentes periodos de actividad, sería abandonado en época amarniense, siendo la ramesida la más habitada. Pese a la reverencia especial a Amenofis I, no hay restos que acrediten su fundación, salvo que acarrearía más trabajo, que agradecerían.

Bibliografía:

-PÉREZ LARGACHA, A.: Historia antigua de Egipto y del Próximo Oriente. Akal. Madrid. 2007. Páginas 327-328 y 362.

-MARTINEZ DE LA TORRE C., GÓMEZ LÓPEZ C y VIVAS SAINZ I.: Arte de las grandes civilizaciones antiguas: Egipto y Próximo Oriente. Editorial Universitaria Ramón Areces. Uned. Madrid. 2012. Páginas 41-42 y 180.

-PARRA, J. M.: La vida cotidiana en el antiguo Egipto. Titivillus. 2016. Epub. Páginas 285-294.

-PÉREZ-ACCINO PICATOSTE, J. R. Topografía de la legitimidad: Paisaje y Arquitectura como metáfora a comienzos de la XVIII dinastía egipcia. Dirigida por Jesús Urruela Quesada. Universidad Complutense de Madrid. Facultad de Geografía e Historia. 1998. Páginas 146-177.

 

La fiesta del español

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