Cultura y sociedad

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La búsqueda del tejido inconsútil

    
      Nací en una casa que se sumergía en el tiempo recordando una sastrería. Jugaba viendo como las gallinas picoteaban el grano mientras las sastras calentaban las planchas con ascuas y veía como con una tiza, que diseñaba tejidos imaginarios, hacían trazos reales que luego se recortaban en el tejido. Elaboraban, cosían, marcaban, tomaban bajos, medidas. Hacían trajes.
      Y observaba como otros vendían tejidos. Todo era naturalmente así.   
    Gente de pequeños oficios conformaron mi conciencia familiar. Carniceros, tenderos, agricultores, sastres, telefonistas. Gente sencilla. Trabajadores.
      Ya en la cuna jugaba con mis piernas, gateando en el aire, dibujando figuras, simulando de forma mágica como alternaban su posición, colocando la pierna derecha en el inicio de la extremidad izquierda y la pierna izquierda en el inicio de la extremidad derecha.

      Intercambiables como un ilusionista en una cuna de madera a los tres o cuatro años. Alcancé mi madurez con tres años cuando nació mi hermano y esta madurez se forjó con el nacimiento de mi hermana pequeña. Al contrario que Peter Pan, deseaba crecer, más arriba y más ligero, con una espada de madera y risueño.
      Había conocido los tejidos desde el origen de mi conciencia, y consciente, los distinguía en todas sus hechuras, en todas sus composiciones. De igual modo, creía en la bondad y la hermandad de todos los seres del planeta por lo que pretendí descubrir un tejido que pudiese gustar a todos y que fuese elaborado sin suturas ni costuras. Inconsútil.
      El diseño de una prenda sin suturas, sin costuras, de una pieza, había sido el fin más preciado, el objeto más deseado, producto de alquimias, ingenio de quimeras, y búsqueda de piedras filosofales.
    Pedí consejo al sastrecillo valiente. Había derrotado a las moscas que se tomaban su mermelada, ¡a siete de un golpe!, y que, con su valentía y su temeridad, venció a todos los gigantes; y, gracias a su astucia, dominó la cornada del unicornio y la embestida del jabalí. Pero se había coronado rey al casarse con la princesa y estaba asumiendo la forma de valor que exige el poder y ya había olvidado su vida de sastre, por lo que su valentía no era útil para encontrar la tela que no necesitaba suturas ni costuras para elaborar un traje.
      Desolado, me dirigí a los dos sastres que habían confeccionado el traje invisible del emperador. Me hablaron de su diseño. Sus trajes eran únicamente visibles por personas aptas para su cargo o con un grado de sabiduría considerable. Me pareció lo más acercado a la búsqueda de la piedra filosofal. Pero fue una visita infructuosa. Era obvio que no tenía costuras, puesto que el tejido estaba compuesto de la vanidad de los seres humanos, de la soberbia de los hombres poderosos, de la charlatanería de los truhanes y de las componendas creadas por la convivencia y la supervivencia social. Un traje etéreo, mental y claramente artificial que se destruía con la inocente palabra de un niño.
      Estaba desesperado. Era imposible encontrar ese tejido. Algodones, lanas, sedas, linos. Tencel. Poliéster, rayón, licra... Nada. Nada servía. En algún momento había que entrelazar hilos, al menos una mínima sutura, o como mal menor una etiqueta cosida, un botón prendido. No comprendía la situación hasta que me di cuenta. No era la elaboración del tejido en sí. Era su capacidad para no perder la unidad de su composición lo que le hacía inalterable y permitía su consistencia.
      Me ayudó el niño inocente que había indicado que el rey estaba desnudo. Podía elaborar cualquier traje para el rey, para su país, de la forma que quisiera la mayoría, con los colores que fueran más aceptados, tras las preguntas libres de todos los conciudadanos, sin trabas, con el acuerdo de todos los sastres del reino. Una vez elaborado el traje, sería la prenda sin costuras, sin suturas. Y ese tejido nunca sería dividida como no lo fue la prenda inconsútil más famosa de todos los tiempos1, porque su ruptura o su reparto indicaba la falta de unidad entre todos los seres que creían en algo, en alguien, o en alguna cosa.

      En realidad, el tejido inconsútil no lo encontré jamás. Siguió siendo un deseo, una quimera, un sueño, una ilusión. Una esperanza. Aquello que nos queda como último recurso de amparo en momentos difíciles, de resistencia.
#QuédateEnCasa 
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1En el Evangelio del apóstol Juan (Juan, 19, 23-24) se dice que la túnica sin costura de Jesús fue la única prenda no repartida en trozos entre los soldados en el Calvario siendo echada en suerte para adjudicarla integra. Para los primeros cristianos era un signo de unidad entre ellos.

La acampada de #septiembre


     En #septiembre, en el parque de las Dehesas de Cercedilla, solía hacer un tiempo agradable para las acampadas. Con algunos amigos de la facultad se dirigía a pasar el fin de semana. La tienda de campaña se instaló en un claro del bosque. El final del verano de 1983 terminaba pleno de calor y esperaba en un bosque con dehesas boyales de vacuno vigilado por ganaderos a caballo. Recordaba como estuvo a punto de tirar la leche del desayuno que estaba preparando cuando una vaca enorme atravesó el campamento. Pacífica, puede ser, pero miraba con desprecio. Era la dueña de la dehesa. Cinco o seis metros por detrás, a caballo, iba el ganadero con su garrocha.
     - Buenos días.
     - Hola
     - ¡La leche!
     - Jeje, dijo el jinete, disfrutando de las torpezas de los invasores de sus terrenos.
     Descubrió la fabulosa combinación culinaria de las galletas maría con fuagrás cuando ya no quedaba pan, la lentitud con la que pasaba la vida cuando miras el mundo de forma alegre y confiado, aunque no estuviera trabajando. Por la noche, después de bocatas de chorizo, salchichón o queso acompañado con vino tinto de Madrid, se cantaba, se contaban historias, amores y deseos. Se hablaba de literatura y cine.
     Se habló del último año, frenético como todos los de la transición y consolidación democrática. En octubre del 82 tuvo la suerte de recibir clases de Historia del Derecho Español por Gustavo Villapalos[i], de Derecho Constitucional por Jorge de Esteban[ii] y de Derecho Natural por Gregorio Peces-Barba[iii].
     A finales de octubre con los compañeros de residencia asistió al mitin final de campaña del partido que ganó las elecciones en 1982. En el descampado que había entre Medicina y Biológicas se dispuso un acto con actuaciones musicales y políticas. Recordaba el ensayo de Miguel Ríos, que ya era un clásico, cantando el “bienvenidos”[iv] adaptado a los seguidores del acto. Veinte meses antes se había producido un intento de golpe de estado y la expectación consistía en saber cómo de cerca estaría de la mayoría absoluta del moderado partido socialista, influenciado por la socialdemocracia germana, de González y Guerra. Las actuaciones se fueron sucediendo. Las musicales en el inicio. Las políticas se produjeron hacia el final. Los organizadores no sabían como interrumpir a Enrique Tierno, alcalde de Madrid, que se alargaba en su discurso. Cuando acabo, salió Felipe González, cerca de las doce, a cerrar la campaña, y el clamor fue ensordecedor. Parecía que la ciudad universitaria y otros barrios de la capital se agrupaban en el deseo de la victoria de su líder.
    UCD se desintegró por sus luchas internas. El PSOE alcanzó 202 diputados y la década de los ochenta dominó la política española. La transición acababa, comenzaba la consolidación democrática con sus reformas y reconversiones, y la joven democracia se afianzaba con la entrada en 1986 en las comunidades europeas. El lugar de la UCD fue ocupado por el AP de Manuel Fraga. Una larga travesía del desierto se presentaba a la derecha hasta alcanzar el poder en 1996, tras la refundación (1989) en el PP, influencia de la democracia cristiana alemana. Durante la transición y consolidación democrática la influencia germana fue muy potente. Venían a España los franceses Giscard d’Estaing o Mitterrand, nos daban ánimos y negocios, pero el papel de los alemanes Brandt y Kohl en la formación y ayuda de los partidos que estructuraban el estado era innegable. Los franceses fueron importantes cuando se dieron cuenta que ETA era una banda terrorista y que les beneficiaba tener un vecino y socio con estabilidad[v].
     Durante 1982, tras las elecciones de 28 de octubre, llegó a España el Papa Juan Pablo II, con un gobierno que se quería marchar y un futuro gobierno que quería entrar.
     El papa[vi] era una novedad porque parecía que el obispo de Roma era patrimonio italiano. Provocaba una curiosidad casi cinematográfica en todos los países que visitaba. Un papa polaco, viajero, que sonríe, aunque diga casi lo mismo. Llegó el 31 de octubre de 1982 con gran expectación, mucho público, con un gobierno en funciones, de UCD, y un futuro gobierno que había salido vencedor de las elecciones y que fue presentado como tal. Un movimiento de masas increíble lleno las calles de la nueva democracia española. Una visita de éxito que contrastó con la posterior de Reagan[vii] en 1985. Caceroladas y movilización. Con la perspectiva de los años, Reagan parece un moderado al lado del ruidoso y populista Donald Trump.
     Todavía era idealista, emocional. Creía en la posibilidad de cambiar el mundo. Ilusamente pensaba que se produciría por un mayor acceso a la cultura que ayudaría a la posible igualdad social. Creía en el efecto demiúrgico de la democracia y el acceso a la educación.
     Las expectativas y los deseos se enfrentaban a la realidad. La aprobación de la constitución había sido posible por el consenso, consenso que no equivalía a la consecución de un mundo perfecto. Equivalía al mayor ejercicio de convivencia y tolerancia de la edad contemporánea. Pudo haber constituciones mejores en un momento determinado, pero no estaban refrendadas por tantas fuerzas políticas ni por una participación y aprobación tan alta. Llegado a este punto, era necesario hacer reformas económicas y sociales que una constitución podía reflejar como derechos, pero que debían sustanciar leyes aprobadas. Y en cumplir, por los ciudadanos y sus instituciones, y hacer cumplir, por los funcionarios y la administración, lo legislado.    
     El desencanto y la racionalidad no estaban presentes. Cuando abandonó Cercedilla la tarde del domingo le embargaba el inefable placer del mundo bucólico de la sierra, de las risas y las bromas, del


sol a media tarde o amaneciendo. ¿Los problemas? Los problemas, la realidad, para el lunes.


[i] Rector de la Universidad Complutense de Madrid (1987-1995), consejero de la Comunidad de Madrid (1995-2001). Historiador del derecho de gran potencia intelectual.
[ii] Catedrático de Derecho Constitucional, embajador en Italia (1983-1988), miembro fundador del diario El Mundo en 1989. Cosmopolita y constitucionalista brillante.
[iii] Catedrático de filosofía del derecho, ponente de la Constitución de 1978, presidente del Congreso de los Diputados (1982-1986) y rector de la Universidad Carlos III (1989-2007). Intelectual que recomendaba leer la Biblia como libro de cultura más allá de la posible religiosidad que se pudiera tener.
[v] Libros sobre la transición y consolidación democrática hay muchos. Clásicos iniciadores como el de Javier Tusell, 1999, siguen siendo interesantes porque tuvieron parte protagonista: La transición española a la democracia editado por Historia 16 con algo más de 200 páginas.
[vi] https://www.conferenciaepiscopal.es/JuanPabloII/spain/primero.htm Juan Pablo II visitó cinco veces España. La primera, por novedosa la más importante, fue entre el 31 de octubre y permaneció en España hasta el 9 de noviembre de 1982.

El G4 y el juego del Dominó


     Era la reunión del G-4. Separados por bloques, aún no habían llegado al momento de enfrentar su fuerza de forma violenta porque, todos, temían la ruptura que llevara al caos y desaparición.

    Como en la historia de la humanidad, al principio, habían compartido lo que la naturaleza les ofrecía. Habían sido carroñeros, cazadores, recolectores. Aprendieron a vivir en común en un sitio determinado cuando domesticaron animales y plantas. Con el tiempo establecieron unas sociedades más complejas, con un aparato burocrático, unos representantes diplomáticos, un sistema defensivo eficiente, una educación que resaltara los valores propios y que remarcaran más las diferencias que las semejanzas, y habían establecido unos límites entre los territorios de cada grupo para que no fueran permeables a los comportamientos de unos y otros.      

     Como vivían en distintos territorios, el sol, el frío y la lluvia fueron moldeando los distintos habitantes. Y así, unos eran morenos, otros rubios, unos con ojos verdes y otros con ojos negros. Unos más altos y otros más bajos. Y claro, más gordos y más flacos. Y no hablemos de la belleza…

     Pronto empezaron las disputas territoriales. El origen fue incierto. Unos dicen que fue por los límites territoriales, otros aseguran que fueron los derechos de paso, el cruce del puente o el acceso al mar. En la práctica, cuando buscas un pretexto, lo encuentras. Porque se busca la preeminencia, la fama, el poder, lo deseado o envidiado.  Razones que, inicialmente, no se arguyen. Se guardan como la última ficha, con la que se pretende dominar.

    El planeta estaba dividido en cuatro regiones geopolíticas: los caballeros dominaban el Norte; los escribanos, el Sur; los sacerdotes, el Este; y los gregarios, el Oeste.

    Con el fin de solucionar las divisiones entre ellos, decidieron establecer reuniones en un terreno neutral. Por acuerdo unánime fue elegido el salón de la Escuela Hípica del Norte.

     Como medio de relajación se pensó en partidas de dominó entre los principales representantes de las zonas del mundo. Se enseño el dominó a quien lo desconocía. Se les dijo que era un juego de mesa con 28 fichas de forma rectangular de color blanco por la cara y negro por el envés o base, que la cara blanca se dividía en dos cuadrados con puntuación de cero a seis, que, correlativamente, la más baja, era el doble cero y la mayor, el sexto doble. Que el jugador que tuviera doble de sextos comenzaba la partida y, en el juego siguiente, comenzaría el jugador que estuviese a la derecha del que salió con esa ficha. Que las fichas sin número se les llama blancas y a las de igual número, dobles. El juego se podía realizar en solitario, pero, por acuerdo de los representantes diplomáticos, se consideró acertado jugar por parejas de forma alternativa mediante un sorteo libre, directo y secreto celebrado ante notario. Que ganaba la partida la pareja que primero se quedaba sin fichas, ya juegue individual o por parejas, y que se sumaba la puntuación de las fichas sobrantes a favor de los vencedores, y se solía dividir entre diez para asignar los puntos.

     Gana cada tanto quien llegaba a 30 o 40 puntos. Y se jugaba al mejor de tres o cinco tantos. En caso de no poder poner fichas a pesar de quedar en la mesa, el llamado cierre, la ronda se adjudicaba al que llevaba menos puntos de los jugadores o parejas. En el caso de igualdad de puntos, sería nulo el juego. En dudas irresolubles, se sometería a los tribunales internacionales del dominó con sede en el Palacio Judicial del Sur y, en su defecto, a los oráculos y plegarias de las monjas recluidas en el cenobio del Este.

     Como jugadores de dominó acompañantes de las delegaciones políticas, los caballeros del Norte enviaron a su mejor jinete, el que guiaba la caballería. Los sacerdotes eligieron al contable de su universidad de Teología del Este, que se distinguía por su fluido verbo y su hábil ingeniería financiera. Del territorio del Sur enviaron al mejor de sus escribas porque redactaba con bellas letras y gráciles cálamos. Y los gregarios del oeste no supieron a quién mandar, no tenían experiencia, porque era el último territorio libre y lo eligieron por votación por el método de insaculación. Fueron los únicos democráticos y enviaron al recepcionista del mejor hotel del Oeste.

     Desde ese momento, las delegaciones de los cuatro territorios del planeta iban acompañadas de sus jugadores de dominó que dedicaban todo su tiempo a ensayar jugadas, planear posibilidades e inventar variables del juego. Estudiaban a los jugadores de cada equipo, y pensaban en sus formas de juego.

    Siempre que encallaban las delegaciones políticas, se organizaban torneos de dominó. Se podía jugar por separado, hacer sorteos y jugar por parejas. Tras apuntar las victorias o las derrotas, se celebraban  fiestas como las antiguas victorias militares en las guerras que habían asolado el mundo desde los inicios de vida en común. Los habitantes de las respectivas partes del mundo, cuando ganaban, convocaban triunfos y festejos, y el jolgorio duraba hasta la madrugada.

     Por efecto de estas celebraciones, en los territorios vencedores, hubo un aumento de la natalidad, especialmente cuando se produjo la crisis del coltán y del petróleo.

     Durante esa crisis, con las negociaciones rotas por grandes diferencias, en un punto de imposible avance, se organizó un campeonato de dominó que fue tan disputado que acabó con el tanto de la partida decisiva, en el momento de empate a veintinueve sobre treinta, y se produjo un cierre final a sextos. Hubo que contar los puntos dos veces y venció la alianza entre el Norte y el Sur por un solo punto.

     Con la celebración de esas fiestas, nueve meses más tarde, se produjo un aluvión de nacimientos de niños sureños, futuros escritores de fina caligrafía, y niñas norteñas, dominadoras de la doma y salto hípico. Como contraste, en las estadísticas de los institutos demoscópicos del Oeste y del Este, tras su alianza en la partida de dominó, no hubo registros de recién nacidos, pero se produjo un repunte del alcoholismo entre los eremitas del Este y de suicidios entre los gregarios radicales del Oeste.

     Una vez terminado el campeonato, se retomaron las negociaciones del G4. Se llegó a un acuerdo sobre el coltán y el petróleo para un reparto más justo de la riqueza, una explotación más acorde con el ambiente y la biodiversidad, y unas mejoras económicas de los trabajadores de las explotaciones mineras. Se consiguió, en definitiva, armonizar un espacio de respeto común entre vendedores y usuarios, que facilitó una conciencia mayor del trato entre seres humanos.   

    Al apreciar que, en momentos de gran dificultad, se conseguían momentos de distensión con un juego de mesa llamado dominó, surgió un prospero nicho de mercado al calor de los juegos de mesa. En todos los territorios del planeta se fomento el arte de las fichas blanquinegras. Era necesario estar preparado para la próxima crisis en las relaciones del G4. Si fallaban las negociaciones políticas, habría que celebrar un sorteo para dividir el planeta en dos grupos. No se obligaba a repetir los equipos, no era necesario mantener las mismas alianzas. Entraba en función aspectos de convivencia diplomática y relaciones comerciales. Los escribanos hacían muchos trabajos a los gregarios y los sacerdotes gustaban de montar a caballo después de aprender en la escuela hípica del Norte. Los caballeros contrataban a gregarios por su fidelidad y los sacerdotes eran como el buen pastor para los gregarios.

     Pero un día todo fracasó. No fue el coltán, ni el petróleo, o la deforestación de los bosques del planeta. Tampoco la desidia de unos o la prepotencia de otros.

     Fue durante la crisis nuclear del Este. No se llegaba a un acuerdo de desnuclearización, y, al mismo tiempo, no se elaboraba una propuesta de planes de desarrollo que permitieran vivir sin tener que recurrir a energías que causasen un daño irreparable al planeta por errores de almacenamiento, conservación o uso. En ese momento, el líder político de los caballeros del Norte, el pelirrojo de la trompeta, propuso un descanso para madurar las ideas. Y, mientras tanto, un campeonato mundial de dominó.

     A esta propuesta se avino el líder del Este, que, en el fondo, quería prosperidad en su territorio, pero le molestaba que los del Norte y los del Sur le dijesen que no podían contaminar pues ellos lo habían hecho durante tres siglos. Sabía que era malo, pero sus ciudadanos le exigían tener la misma riqueza que los caballeros, los escribanos y los sacerdotes habían tenido desde siglos anteriores.

     En el sorteo fueron agrupados los del Norte con los del Oeste. Y los del Sur con los del Este. Nunca hubo una disputa tan acerba[i]. En una ateridora[ii] noche de invierno, los jugadores acervaron[iii] sus fichas, las repartieron y comenzaron a jugar el último juego. Iba dominando el equipo Sureste contra en Noroeste. El Norte había pasado dos veces, aunque su compañero del Oeste había salido primero, era líder, en el juego y no había perdido ninguna oportunidad de colocar sus fichas. Los del Sureste llevaban un juego seguro que les dirigía a la posible victoria en el primer momento de debilidad del Oeste.

     De pronto, el jugador del Norte gritó:

     - ¡Trampas, tramposos! Falta una ficha, el Este ha escabullido una ficha. Siempre igual, se da la libertad a quien no la merece y, nada, libertinaje, ¡tramposos!

     El jugador del Este se levantó, con la mirada puesta en su acusador, el jugador del Norte, y, con una calma y sangre fría desconcertante, dijo:

     - Trampas habéis hecho siempre vosotros. Desde no compartir el desarrollo con los demás seres humanos a establecer diferencias humanas cuando todos somos iguales. Queréis que no fabriquemos armas nucleares y no elimináis las vuestras. Queréis que sigamos siendo como los rebaños de ovejas. Obedientes y sumisos. Nosotros no hemos hecho trampas. El mundo es un juego de trampas. Y vosotros, los creadores.

     Al día siguiente, el planeta explotó con varias armas nucleares porque no supo afrontar el penúltimo juego: la convivencia. Y porque 
no supo evitar su razón de ser: la supervivencia.





[i] Desapacible, cruel. https://dle.rae.es/?id=0NqFOKa

[ii] El filólogo José María Valverde utilizó esta palabra no registrada por la RAE en la traducción que hizo del Moby Dick de Melville. Tras la #RAEconsultas dijo que era posible su uso, pero anecdótico. De aterir.


[iii] Acervar con v significa amontonar.

Irene Polo, Hollywood en España, 1930

      Irene Polo y Buster Keaton. Archivo Nacional de Cataluña. Licencia Creative Commons        Irene Polo fue una de las primeras periodi...