Cultura y sociedad

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Ernestina de Champourcín (3) en el Lyceum Club Femenino

Ernestina de Champourcín, Archivo General de la Administración



     Evocaba Ernestina en una entrevista concedida en 1996, aquel Lyceum Club Femenino del que formó parte activa, quitando importancia al lugar y el tiempo que ocupó y a la implicación que tuvo en el desarrollo de su creación:

     “No era nada especial. También en París y en Londres había Liceums Club. Nosotras copiamos la idea. Iban muchos hombres, el té era especial y muy barato… había salas de exposiciones, había salas de juego, pero no era exclusivamente femenino. Allí coincidieron muchas mujeres que habían frecuentado el Liceo de París, como Zenobia, como la mujer del ministro de Cultura… ahora no recuerdo su nombre. Invitábamos a los amigos y a las amigas. Lo que más les gustaba era la merienda, era muy buena y muy barata.”[1]

      Ella quería olvidar- ya nonagenaria, pero no desmemoriada- que había sido colaboradora directa del Lyceum Club desde sus inicios hasta el estallido de la Guerra Civil. Ella, que aspiraba a modernizar España a través de la educación, el club le brindó la oportunidad de canalizar sus deseos al organizar las actividades culturales.

     En abril de 1926, María de Maeztu presidió la asamblea que constituyó el Lyceum Club de Madrid en un local de la calle Miguel Ángel. Se pretendía crear un modelo cultural de inspiración krausista. María de Maeztu lo dirigiría. Las vicepresidencias las ocuparían Isabel Oyárzabal y Victoria Kent, la tesorería sería gestionada por Amalia Galarraga, la secretaría la organizaría Zenobia Camprubí y Ernestina de Champourcín y la vicesecretaría correría a cargo de Helen Philips. Habría dos presidentas de honor: La reina Victoria Eugenia y María del Rosario de Silva, duquesa de Alba.

     Desde sus inicios, el Club tuvo siete secciones. Ernestina perteneció a la sección de Literatura y Social, y, a partir de 1934, al establecerse las secciones de Ciencias e Hispanoamericana, Champourcín colaboró esporádicamente con esta última. Pese a la oposición de sus padres, pese a las críticas de su mentor Juan Ramón Jiménez, esposo de Zenobia, que no respaldaba este foro, Ernestina siguió y lamentó que Juan Ramón no quisiera participar en una conferencia.

     Ernestina no estaba asociada al Club por oposición paterna, pero se involucró en sus actividades. En la sección de Literatura se dedicó a atraer e invitar a personalidades del mundo de las letras. En la sección Social, su labor se dirigió en ayudar a mujeres y menores sin alfabetizar. En la sección Hispanoamericana, tuvo en cuenta sus nobles ancestros uruguayos que habían gestionado o regido territorios en América durante el periodo virreinal. Mantuvo, gracias a ello, relación con la médica Paulina Luisi, la poeta Alfonsina Storni o la actriz Berta Singerman.

      Otra sinergia positiva para Ernestina fue la red de contactos que estableció en el Lyceum: la hija del director del Museo del Prado, Fernando Álvarez de Sotomayor, Pilar,  le permitió asistir a la enseñanza de obras de arte del director y la poeta correspondía invitando a su hija a las exposiciones y recitales que daban tanto la Residencia de Señoritas como el Lyceum Club. Otro tanto ocurrió con las hijas del pintor José Pinanzo Martínez, Teresa y María Luisa, con quienes compartió tardes de café y visitas culturales. Ello redundó en una cultura más intelectual y profunda.

       En la sección de Literatura, uno de sus empeños fue el cuidado de la biblioteca del club. Tenían la dotación realizada por el matrimonio formado por María de la O Lejárraga y Gregorio Martínez Sierra. La casa ducal de Alba había aportado otra dotación libresca importante. Un total de doscientos volúmenes abarcaban diversas materias y destacaban por su pensamiento tolerante.

     Además, Champourcín consiguió establecer lazos con editores y personas relacionadas con el mundo editorial que le ayudaron a dar a conocer su obra. Empezó a realizar reseñas de autores conocidos, o que sería conocidos, como Lorca, Guillén, Juan Ramón, Concha Méndez y Carmen Conde.

     Tras la publicación de su primera obra, y con la ayuda de su mentor Juan Ramón Jiménez, comenzó a frecuentar tertulias literarias, conoció de primera mano las vanguardias, a los nuevos poetas, aquellos a los que leía. Aquellos a los que compraba sus libros en la librería de León Sánchez Cuesta, en la calle Mayor, donde le atendió en varias ocasiones Luis Cernuda. Procuraba, eso sí, asistir a la Residencia de Estudiantes donde los escuchaba y participaba en el Cine-Club que organizaba Gaceta Literaria.

Portada Reglamento Lyceum Club Femenino. BNE

     Invitó a Lorca en 1928, pero no acudió hasta febrero de 1929, con la circunstancia del posible suspenso de la conferencia por la oposición del cardenal Segura o el gobierno del Directorio de Primo de Rivera. Habló sobre “Imaginación, inspiración y evasión”. Su disertación tuvo eco en la prensa de la época. Concha Méndez también se atribuyó que García Lorca diese la conferencia en el Lyceum, así como la de Alberti. Lo cierto es que la Gaceta Literaria nombra a Ernestina y Pilar Zubiaurre como organizadoras de importantes conferencias en esas fechas.

     Sobre la famosa conferencia de Alberti, Palomita y galápago (¡No más artríticos!), hay una negativa inicial del poeta gaditano a dar una conferencia. Pero hubo un cambio de parecer en el portuense que estableció de nuevo contacto con Champourcín para hablar de poesía moderna el 10 de noviembre de 1929. Alberti apareció vestido de payaso, con una paloma y un galápago y criticó abiertamente a varios de los maridos de las socias del Club. Terminó pidiendo un voto de censura para la sección literaria. Ernestina estuvo a punto de dimitir, según contó a su amiga Carmen Conde. Ernestina escribio enn la Gaceta Literaria quitando hierro al suceso y Alberti envió después una carta de agradecimiento por permitirle dar la charla, destacando a Champourcín y Zubiaurre. Con los años, Ernestina se dio cuenta de que Rafael, el tonto de Rafael, les había tomado el pelo.

     En noviembre de 1928, a invitación de Champourcín, habló María Luz Morales, que firmaba en La Vanguardia como Felipe Centeno y escribía de una forma moderna sobre la feminidad en El Sol. Los ecos de la conferencia con reseñas positivas fueron recogidas en El Sol y La Vanguardia. Al final de su conferencia, Morales alabó a Ernestina.

     La conferencia de Alberti produjo la enemistad de algunas socias con Ernestina. Especialmente, las de mayor edad, como Carmen Baroja, y la defensa de las más jóvenes, como Concha Méndez.

     La oposición se hizo más fuerte a partir de los años treinta, especialmente con la conferencia de Ernesto Giménez Caballero sobre sexualidad. Con la República, hubo una división entre las personas que criticaban la politización del Lyceum, como Carmen Baroja, que lo abandonó, y las que consideraban que era demasiado conservador y burgués como Lejárraga o Concha Méndez. Hubo también un momento llamativo cuando Victoria Kent consigue la absolución de su defendido, Álvaro de Albornoz, implicado en el golpe de Jaca, en diciembre de 1930.

      Aunque estuvo involucrada en la organización de un homenaje a Mariana Pineda por su centenario, no asistió al acto porque la familia Champourcín se trasladó a La Granja entre mayo y octubre de 1931 con la intención de evitar que los hijos, Jaime con Renovación Española y Ernestina favorable a la República, participaran en actos políticos tras la quema de conventos en mayo de 1931. Volvió con el invierno y siguió organizando actos en el Lyceum: Recitales de poesía en el teatro Alkazar por Conchita Power, que leyó poesías de Ernestina con las de Garcilaso, Lope de Vega, Machado y Villalón. O la conferencia de Miguel de Unamuno en 1935 a cuenta de Raquel Encadenada.

     En 1935 también dio una conferencia Luis Cernuda, poeta del 27, con quien había salido años antes. En junio de 1936, las socias del Lyceum Club le organizaron un té-homenaje con motivo de su poemario Cántico inútil y por la novela La casa de enfrente, elogiadas por la crítica[2].

     El club fue un centro creativo de mujeres burguesas, con ideas femeninas, que buscaban mejorar la educación de la mujer, con carácter constructivo, intentando conseguir su emancipación. Para Balló, Ernestina fue la más moderna del grupo.

     Se ha hablado de las semejanzas y diferencias entre las alavesas del Lyceum Club: María de Maeztu, directora de la Residencia de Señoritas y presidenta del Lyceum Club hasta 1928, y la poeta Ernestina de Champourcín. 

     Eran unas alavesas que gozaron de reconocimiento público en sus respectivas áreas de trabajo y quedaron relegadas al olvido en sus últimos años. Mujeres independientes, altruistas, con gran conciencia de su valía. Ambas fueron traductoras por su dominio de los idiomas. Tomaron el exilio y se vieron marginadas. María estuvo influenciada por el cambio ideológico de su hermano Ramiro, tanto por su participación en la Asamblea Nacional primorriverrista como por el asesinato de Ramiro de Maeztu en 1936, suceso que provocó su abandono de cualquier práctica política. 

     Ernestina tampoco habló de política tras el exilio, pero es conocida su conversión religiosa que hizo que su poesía tuviese un marcado misticismo. Una mujer de contrastes. Republicana de origen aristocrático, fue mirada con recelo por republicanos, y exiliada por motivos políticos, no hizo alarde de republicanismo a su regreso. Fue promotora de literatura de mujeres y de sus derechos, sin declararse feminista. Culta y elegante, no quería aislarse de quienes la requerían para hablar de poesía o para recibir su consejo[3].

     La vida de Ernestina estuvo marcada por la Guerra Civil. Era el momento de mayor madurez poética. No esperaba el golpe y la guerra. Madrid, el Madrid que admiraba su pareja, Juan José Domenchina, cambió ante sus ojos, se transformó súbitamente. Nadie sabia dónde estaba nadie… los yo de todos era ahora muy distinto con lo que no sabía cómo enfrentarse. En el 36 se casó con Domenchina y, tras varios pasos previos, el matrimonio Domenchina Champourcin llegó a México en 1939[4].

García Lorca y Alberti en 1926. ABC







[1] SANAHUJA, E., SANZ, T. y VARGAS, A.: Ernestina de Champourcín, entrevista. En DUODA Revista d’Estudis Feministes, núm. 10-1996.

[2] ESTEBAN CEREZO, M. ª D.: “¡Quién fuera Ernestina de Champourcín!” Contribución de la poeta en el Lyceum Club Femenino (1926-1936), Hispania Nova, 23, 2025. Páginas 153-172.

[3] AGUINAGA, M.: Dos ilustres alavesas en el Lyceum Club: María de Maeztu y Ernestina de Champourcin, Revista Cálamo FASPE n. º 66. 2018. Páginas 23-30.

[4] BALLÓ, T.: Las sinsombrero, sin ellas la historia no estaría completa. Espasa. Barcelona. 2016.  Archivo Museo Sánchez Mejías (lectura 6-6-2025)


    Entradas que contextualizan este artículo:
     - La obtención del sufragio femenino en España


 4-10-2025 20:23                                   Actualizado 5-10-2025 19:09

Ernestina de Champourcín_2 Misticismo y religiosidad.

 

Fuente: Biblioteca virtual Miguel de Cervantes

     Ernestina de Champourcín regresa de vez en cuando a España desde que enviudó. A finales de los sesenta, en uno de estos viajes, le entregó a Gerardo Diego el libro póstumo de Domenchina junto con Cartas cerradas, un libro que el santanderino ensalzó. Lo calificó de bello, desnudo y entregado. Eran cartas escritas a Dios, con el que ella habla o establece la relación. Cuando se acuerda de Domenchina, su marido, lo afirma en relación con la armonía de cielos y tierra, en una unidad divina en todo. Para Ernestina y para Diego la poesía era tal cuando tenía misterio. Debía tener gracia- en el sentido religioso-. Tal vez, las dos cosas. Aunar lo humano y lo divino. En la luz y en las sombras. Veía, intuía, a Ernestina en su periodo religioso más profundo. Percibía a Champourcín llena de misterio y de Gracia, ahora con mayúsculas. La época final de la vitoriana estaba marcada, según su antólogo, por la confesión humilde, el abandono del lucimiento personal, el ascetismo, que no olvidaba el uso de formas y palabras sensuales. Cosas que no necesitaba ante la verdad de un corazón, ante las tentaciones que asaltan a los creyentes, a esa relación que establecen con Dios mediante una carta que se abre para pocos y se entrevé para todos.

     Citamos aquí una poesía que Ernestina escribió a Juan José Domenchina por su muerte, recordando también aquel ciprés de Silos de Diego:

 Y te quise traer un ciprés de Castilla

Que hundiera sus raíces hasta tocar tus huesos:

Castilla que cantaste y amaste con locura

Cuando faltó a tus pies su barbecho fecundo.

     Raíces en lo hondo; copa esbelta en el cielo.

No ese ciprés de Silos que Gerardo cantara,

Sino un ciprés aún tierno que creciese a tu vera

Señalando al que pase la ruta que seguiste.

     Así todos verían al levantar los ojos,

Que ya no estás ahí donde tu nombre queda,

Porque el ciprés, cual índice de verdor y esperanza,

Guiaría su vista a tu verdad inmutable.

     ¡Qué guardia de cipreses en la tarde de oro!

Y me acordé de ti y de aquellos poemas;

Y de los que, después, colmaste de ese Amor

Que te acunó la muerte.

Yo te quise traer un ciprés de Castilla.

¿Para qué? Me pregunto. ¡Si ya la tienes toda[1]!

     Tanía Balló, cuando empezó a investigar sobre Ernestina de Champourcín, tuvo cierta prevención porque todo le llevaba a que la poeta en sus últimos años había acabado en el Opus Dei. Le costó superar sus prejuicios, reconocer su negatividad, porque debía conocer a la mujer, a la intelectual, la poeta, ante la que debía quitarse el sombrero. Ante una mujer que había vivido una tercera España. Aquellas personas que sufre en el momento de madurez personal, profesional y poéticamente, que se encuentra sin pensar con una guerra en julio de 1936. Con la más odiosa de las guerras, la guerra civil. Desapareció su vida madrileña. 

      Es también cuando en noviembre de 1936 se casa con Domenchina, colaborador de Azaña. Con su marido se marcha de un Madrid inseguro para ella, señalada en un momento dado por sus orígenes aristocráticos, y termina en el exilio mexicano en 1939. Gracias a su trabajo como traductora pudo viajar. Domenchina acabó con depresión en México, no se adaptó a la dureza del exilio. Ella fue la que organizó allí sus vidas. Viajó a Estados Unidos a reencontrarse con Juan Ramón y Zenobia en varias ocasiones. Y en uno de esos viajes, su vida espiritual se iluminó religiosamente por medio del fraile trapense Thomas Merton, quien tenía un fondo místico elevado y un lenguaje actual, lo que permitió a Ernestina solucionar una crisis mística que le embargaba.

Thomas Mertón. Fuente: Flickr

       Esa fe le ayudó a volver a escribir: Presencia a oscuras. Y en 1952 esa llamada a la fe cristiana le lleva al Opus Dei. Y esa búsqueda de Dios se incrementa con la viudedad y el aumento de la soledad. La literatura y las actividades sociales llenan su vida. Colabora en la promoción de revistas literarias y asociaciones de mujeres, que recuerdan a su época del Lyceum Club Femenino[2].

     Ernestina de Champourcín mantuvo correspondencia con José María Escrivá de Balaguer. No le contestó a Ernestina hasta la octava carta, cuatro dedicatorias y una postal. Recibe cartas a través de personas interpuestas de la orden, en este caso, mujeres. En una visita a México de Escrivá de Balaguer en mayo junio de 1970 ya se tiene conocimiento de la obra poética de Ernestina por Escrivá de Balaguer porque confiesa que le ayuda a rezar. Hacía 1972 se produce otro encuentro cuando ya empieza a volver a España Ernestina. Fue en el colegio del Opus Dei, Tajamar, durante una tertulia de su fundador.

     Vamos a citar una de ellas, la última antes del fallecimiento de Escrivá de Balaguer, reflejo de la religiosidad de la poeta:

     Madrid, Navidad de 1974

     La Virgen lava pañales;

San José cuida del Niño.

¡Qué corriente de Amor fluye

Desde la casa hasta el río!

     Hay un zagal rezagado

En la mitad del camino,

Porque contempla entre sueños

Lo que el ángel ha dicho…

     Y la corriente de Amor

Envuelve al mundo dormido…

     Al dorso escribe: Con mis mejores oraciones por su intención y todo mi afecto

     Ernestina de Champourcín les desea UNA FELIZ NAVIDAD Y UN AÑO NUEVO LLENO DE PAZ Y DE AMOR

     Madrid 1974.[3]

Escrivá de Balaguer. Fuente: Wikimedia.

     Como ha señalado Helena Establier, la corporalidad es un motivo estructurador de la poesía de Champourcín en distintas etapas de su carrera literaria. En su juventud, el cuerpo fue un elemento de transgresión poética, consecuencia de las vanguardias y de la afirmación de su yo femenino. En su madurez de los años treinta se manifiesta de forma explícita en un anhelo de plenitud que busca la transcendencia hacia el mundo externo e interno, con la pasión de la conexión con otro. Tras la guerra y la tristeza del exilio, se matiza por la prevalencia del sentimiento religioso. Un anhelo de espiritualidad. Ya no es tanto el cuerpo, sino su alma. Su cuerpo inmaterial. 

8-6-2025 20:21 Actualizado 9-6-2025 9:18

[1] DIEGO, G.: Obras Completas. Tomo VIII. Edición de José Luis Bernal. Alfaguara. Madrid. 2000. 27/5/2025 Archivo Museo Sánchez Mejías. La poesía religiosa de Ernestina, publicada en Panorama Poético Español, 2 de enero de 1969.

[2] BALLÓ, T.: Las sinsombrero. Sin ellas la historia no está completa. Espasa. Barcelona. 2016-2017. Páginas 229-250. 27/05/25 a 4/06/25 Archivo Museo Sánchez Mejías.

[3] RODRÍGUEZ TOVAR, A.: La correspondencia postal entre Jossemaría Escrivá de Balaguer y Ernestina de Champourcín, en STUDIA ET DOCUMENTA, RIVISTA DELL’INSTITUTO STORICO SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, 19-2025. Roma.


Ernestina de Champourcín_1

 

Paulo para Cosmópolis, marzo 1930

     Es conocido el olvido y la soledad de muchas personas cuando el tiempo y el polvo cubren sus vidas. Durante la transición, Rosa Chacel tuvo que escribir guiones para la televisión. Gloria Fuertes, tras la fama televisiva de los años 70-80, ha sido olvidada para las generaciones del siglo XXI. Saqué de una biblioteca "Versos Incompletos" de Gloria Fuertes. Nadie, ni yo mismo, se había interesado en los últimos 25 años por leer este libro de poesía. Lo mismo ocurrió con Domenchina y Ernestina de Champourcín. Domenchina llegó a ser secretario de presidente Azaña durante la II República y los comienzos del exilio hasta la muerte de Manuel Azaña. Champourcín, en su viudedad y tras la vuelta definitiva, se quejaba en los últimos años de vida madrileña, en la transición y consolidación democrática, del olvido de la gente.

     Lorente y Neira en  "Doce escritores contemporáneos", al estudiar a Federico García Lorca y la generación del 27, señalan que no podemos seguir ignorando a las mujeres del 27: Concha Méndez, Ernestina de Champourcín, María Teresa León, Carmen Conde con las pintoras Maruja Mallo- su evolución se puede entrever en el Museo Reina Sofía-, Ángeles Santos o Remedios Varo, por ejemplo. Estaban situadas en el panorama poético y en la prensa escrita. Ocultas tras la guerra en que se defendió una mujer tradicional. Ellas, con su creación y sus acciones, habían defendido su dignidad y búsqueda de emancipación. Tal vez el precedente de la rehabilitación sea la elección de Carmen Conde como académica de la Lengua Española en 1978.

     Ernestina de Champourcín aparece en la segunda edición de la Antología de poetas españoles contemporáneos de Gerardo Diego. En 1934, únicamente dos mujeres se citan en la nómina de poetas seleccionados: Josefina de la Torre y Ernestina de Champourcín. Según Tania Balló, la aparición de Champourcín se debe a Juan Ramón Jiménez, con quien la poeta tenía amistad, y la aparición de Josefina de la Torre fue influida por Pedro Salinas. No aporta pruebas. Y no sabemos si Gerardo Diego aceptó las sugerencias sin criterio propio. Tampoco aparece en la lista de poetas Carmen Conde, pero sí la tenía en aprecio en los años cincuenta porque utiliza de consulta para documentarse sobre Gloria Fuertes la antología de poesía femenina española de la que fue primera mujer que ocupó una silla en la RAE. La inclusión en las listas muchas veces es producto de las circunstancias del momento, un mundo de hombres, donde pocas mujeres podían destacar, y donde no podemos juzgar desde hoy, en el primer cuarto de siglo XXI, las posibilidades de desarrollo de derechos de la mujer en el primer tercio del siglo XX, sin voto femenino hasta 1933 o con una realidad social que consideraba que las obras literarias de algunas mujeres solamente podían ser escritas por hombres.

      Ernestina trató de reivindicar los derechos femeninos, a no ser relegadas a las páginas de sociedad o femeninas en los periódicos. Participó en el Lyceum Club Femenino, que dirigió María de Maeztu. A Ernestina se le culpó de una polémica conferencia que dio Rafael Alberti en dicho club- Palomita y Galápago ¡No más artríticos!-, que relata el portuense en La arboleda perdida, y que Tania Balló recuerda también por medio de Carmen Baroja, miembro del Lyceum de una generación mayor que Champourcín y que da una idea negativa de Ernestina y Juan José Domenchina, quien fue su esposo. Alberti, al contrario, está agradecido a Ernestina por las declaraciones que aparecieron junto a las suyas en La Gaceta Literaria.

      Dentro de la lucha por los derechos femeninos estaba el ocupar puestos en el periodismo que salieran de las páginas femeninas o de sociedad. Es conocida la importancia que tuvieron como corresponsales de guerra Carmen de Burgos y Sofía Casanova. Aquí citaremos en este caso una reseña de Ernestina de Champourcín en las páginas de literatura de la revista Cosmópolis que fundó Enrique Meneses Puertas, padre del conocido fotoperiodista Enrique Meneses, y descendiente de los plateros Meneses.

     Escribía Champorucín sobre la literata francesa Marcelina Desbordes-Valmore. Esta poeta fue llamada por Lucien Descabes “Nuestra Señora del Llanto”, Verlaine le reservó un lugar entre sus “Poetas malditos”. Ernestina establece una conversación neorromántica con la poeta decimonónica porque Mujeres de ayer, de hoy, a través del tiempo y las costumbres, ¿no existirá un punto único, trascendental, cuya desnuda fuerza acerque nuestras manos?...

     La poeta francesa mostraba su extrañeza en la conversación atemporal con su colega española sobre el conocimiento de su obra en España. Asombro que se extendía a la buena biblioteca que nuestra poeta poseía. En el XIX no era posible. Se hizo literata gracias a las lágrimas que provocan- o provocaban- su sonrisa.

     La vida de una mujer francesa en la primera mitad del XIX no fue fácil. Su infancia no ayudó a su formación artística. Debutó en la adolescencia en los teatrillos de un puerto para recaudar dinero para viajar a Guadalupe con su madre, buscando la acogida de un pariente, quien había fallecido, como su madre también lo hizo allí. Volvió con lo justo a Francia, donde siguió trabajando como actriz y cantante. Relata sus amoríos con La Touche, variables y complicados. Él removió su alma cuando fue perdiendo su voz para dedicarse a la poesía. Ella solamente pudo amar una vez.

      Ernestina no comprende su segundo matrimonio. Nada le aportaba, no lo necesitaba: La mujer que no encuentra al compañero debe andar sola, confiando orgullosamente en sus propios recursos. La poeta francesa le dice que ella vivía un siglo antes, que su marido era bueno y lo quería. Pero que hoy se llama tontos a los buenos. Que su poesía revela los medios de la época, escasos, sin usar palabras lejanas a las conversaciones diarias. Las mujeres del siglo XX tienen mejores armas y la obligación de superarse, realizarse plenamente. Champourcín pone estas palabras suyas en la boca de la poeta francesa como un mandato inexcusable. 

           En el epistolario de Manuel Altolaguirre hay una carta coral con la que cerramos este primer capítulo de Ernestina. Una serie de intelectuales se encontraba en la costa malagueña, entre Málaga y Gibraltar, cuando escribieron a Ernestina de Champourcín y Juan José Domenchina. Los remitentes: Dámaso Alonso, Manuel Altolaguirre, Carlos Bousoño, Gerardo Diego, Antonio Oliver y Carlos Rodríguez-Spiteri. Junio de 1950. Unos están México, otros en España, tiempo de exilio. La distancia no impide el cariño y el recuerdo. Incluso la querencia casi paternal de Dámaso. 

     

Placa en calle Barquillo donde vivió Ernestina. Ayuntamiento de Madrid.


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     Bibliografía consultada:

     BALLÓ, T.: Las sinsombrero. Reseña 27-5-2025 Archivo Museo Sánchez Mejías. Espasa. Barcelona. 2016.

     Revista Cosmópolis, marzo de 1930, página 75-76.

     DIEGO, G.: Obras Completas, tomo VIII. Se ha referenciado dos artículos de Panorama Poético Español, ambos leídos en mayo-9 y 27- de 2025 en Archivo Museo Sánchez Mejías. El primer artículo sobre Gloria Fuertes y el segundo sobre Ernestina de Campourcín. Alfaguara. Madrid. 2000. Edición de José Luis Bernal.

     ALTOLAGUIRRE, M.: Epistolario. Residencia de Estudiantes. Madrid. 2005. Edición de James Valender. Reseña 3-11-2022 ISM.

      LORENTE, A. y NEIRA, J.: Doce escritores contemporáneos. UNED. Madrid. 2017-2021.

 ALBERTI, R.: La arboleda perdida. Círculo de Lectores. Barcelona. 1976. Páginas 259-262.

     28-05-2025 9:36       Actualizado 30-05-2025 18:40

1986. Ruphert, Luis Cobos, Paco Nieva y Manuel Piña.

       Lanza, 1-07-1986      El 23 de junio de 1986 daba comienzo la III Semana de la Provincia de Ciudad Real. Se había trabajado con algo ...