Cultura y sociedad

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La Ley de Patrimonio Histórico-Artístico de 1933

 

     

Cristo de la agonía, de Juan Sánchez Barba, por Ricardo Orueta para Residencia. Enero-abril 1926. Residencia de Estudiantes.

     Uno de los problemas más apremiantes que padecía el patrimonio cultural español era la pérdida de bienes culturales que se venía produciendo durante tiempo atrás, y, especialmente, con las desamortizaciones y la falta de una conciencia nacional sobre dicho patrimonio. Cuando Ricardo de Orueta ocupa la Dirección de Bellas Artes en 1931, su actividad se dirigió a paliar este proceso, que además se había agravado con los conflictos que tenía el gobierno con las autoridades eclesiásticas.

     En un corto espacio de tiempo se publicaron varios decretos con medidas urgentes: En un Decreto de 22 de mayo de 1931 se limitaba la enajenación de inmuebles y objetos artísticos, históricos o arqueológicos de una antigüedad superior a cien años; en otro, de 27 de mayo de 1931, se autorizaba a las autoridades a incautar cualquier obra artística en peligro o indebidamente custodiada; el 4 de julio de 1931, otro prohibía temporalmente la exportación de objetos artísticos, arqueológicos e históricos; y, otro, de 20 de agosto de 1931, inhabilitaba a la Iglesia a vender o enajenar bienes.

     Era también importante la Ley de 10 de diciembre de 1931 que pretendía ordenar la exportación y enajenación de bienes histórico-artísticos, de acuerdo con el artículo 45 de la Constitución de 1931, que ya hablaba de tesoro cultural de la nación y que impide la enajenación de bienes que, entre los peritos en la materia, se considere de una antigüedad mayor a cien años, sin previo permiso del Ministerio correspondiente y mediante escritura pública. Se entiende objetos artísticos, arqueológicos e históricos.

     Fue un Decreto muy importante, asimismo, el de 3 de junio de 1931, que declaraba seiscientos noventa y ocho nuevos Monumentos que entraban a formar parte del Tesoro Artístico Nacional. Era la necesaria protección de bienes, muy limitada en derecho y cultura comparada con países de nuestro entorno europeo. Durante la dictadura franquista se trabajó en muchas provincias con los datos recabados en época republicana.

     Si contextualizamos sobre los orígenes de Ricardo de Orueta, esta actividad del nuevo director general de Bellas Artes refrendaba una labor intelectual de más de veinte años que tuvo unos inicios algo difíciles para los deseos del historiador. Veamos una carta que recibió en mayo de 1914 para contrastar su llegada como especialista en escultura del Siglo de Oro al Centro de Estudios Históricos y la Residencia de Estudiantes y que nos ayuda a comprender su dedicación y las trabas que encontró en un primer momento.

       El 24 de mayo de 1914 escribía Alberto Jiménez una carta a Ricardo Orueta intentando mediar con Elías Tormo, con la ayuda de José Castillejo, secretario de la Junta de Ampliación de Estudios (JAE). Orueta tenía dificultades con Tormo en el Centro de Estudios Históricos (CEH). Quería hacer un trabajo sobre Alonso de Berruguete y se le achacaba ligerezas en el trabajo sobre Pedro de Mena, que había dedicado a Jiménez Fraud y acababa de editar la JAE. Jiménez Fraud le defendió, aunque le pidió que fuese más diplomático:

     “Querido Ricardo: acabo de tener una conversación con Castillejo sobre tus asuntos del Centro. Ya te repetirá él lo que me dijo sobre las dificultades que se presentan a tu estudio de Berruguete: si hallas medio hábil para hacerlo, recabando de Tormo la independencia necesaria para viajes, etc., y al mismo tiempo no abandonas por completo los sepulcros, sometiéndote en ellos en absoluto a lo que Tormo te mande, facilitarás enormemente la solución. De no ser así, no te queda más remedio que hacer modestamente los encargos que te confíen y renunciar por mucho tiempo al Berruguete. Porque lo que veo absolutamente claro es que no debes prostituir el nuevo libro haciendo lo que haces; eso de ninguna manera: o dentro o fuera, pero nunca una solución falsa. Este es mi consejo, y por si puede traerte perjuicio y para tranquilidad mía de conciencia, conviene que digas a todos y muy particularmente a Castillejo, cómo fue mío también el otro consejo y por consiguiente toda la responsabilidad de las ligerezas que te imputan en la publicación del Mena. Yo tuve la duda (todos la tuvimos, incluso tú) de si estabas en justicia en el Centro u ocupando indebidamente un puesto: no se sabía si tu Mena era un buñuelo o un trabajo honrado, y yo tenía verdadera fiebre de que saliese al público tal como lo habías escrito y bajo tu entera responsabilidad y en condiciones ventajosas de presentación para atraer la atención de la crítica. No te dejé tranquilo para que, con la autorización escrita de Tormo y la verbal de Menéndez Pidal, te apresurases a dar el trabajo a la imprenta sin hacer más consultas dando estas por muy suficientes; para que en la imprenta hicieses volar la edición, temiendo que Acebal inventase inconvenientes al intervenir en la tirada, y veinte veces te recriminé por la lentitud con que llevabas todo. Si ha habido ahí pues falta de tacto o algún salto sobre los convencionalismos del Centro, a mí únicamente se deben y no tiene nada que ver con la dificultad de tu carácter, que le tendrás o no le tendrás, pero en este caso no intervino para nada.

     Claro está que ni por un momento me arrepiento de lo hecho: ha quedado probado que ganas con creces tus 25 duros ya has aumentado la producción de la Junta con un trabajo interesante que es lo que en definitiva más importa. Y la experiencia posterior me ha demostrado (demasiado, por desgracia) que mis temores de que tu publicación hubiese sufrido enormemente de no hacerse como yo te aconsejaba, eran demasiado fundados.

     Da a leer esta carta a Castillejo cuando te llame para hablarte de este asunto. La precipitación con que hemos conversado hoy me ha impedido hacer lo que hace tiempo deseaba: reclamar la propiedad de mis errores y aciertos, pero que no enturbien la opinión que se tenga sobre otras personas.

     Tuyo”.[1]

      Tormo creía que Orueta no tenía talla suficiente para hacer un estudio sobre Berruguete. Ante José Castillejo medió Jiménez Fraud y Domingo de Orueta, hermano de Ricardo. La monografía de Berruguete, al final, se publicó en 1917 fuera del CEH, en la editorial Calleja[2]. Fue premiada por el Ateneo de Madrid. Orueta vivió en la Residencia de Estudiantes hasta 1936 donde fue tutor cultural de los jóvenes residentes.

     Con el tiempo se labró un sólido prestigio y entró en la Real Academia de San Fernando. Su discurso de aceptación fue contestado por Elías Tormo. Al llegar la 2.ª República fue nombrado, como hemos mencionado, director general de Bellas Artes, dirección en la que destacó su labor en la gestación de la Ley que, a continuación, reseñamos porque estuvo en vigor hasta 1985, con distintos regímenes políticos.

     Con la Ley de Patrimonio Histórico-Artístico de 1933, la conservación y tutela del del patrimonio se canalizó a través de la Junta Superior de Tesoro Artístico, constituida por representantes de las Academias de la Historia y de las Bellas Artes de San Fernando, la Dirección General de Aduanas, el Fichero de Arte Antiguo, el Museo del Prado, el Museo Arqueológico y de Artes Decorativas, el Patronato de Turismo, las Juntas de Museos, y catedráticos universitarios de la materia. Esta Junta se dividía en secciones: Monumentos histórico-artisticos, Excavaciones, Reglamento de Exportaciones, Museos, Catálogo e Inventario y Difusión de la Cultura Artística. Las Juntas Locales sustituían a las Comisiones Provinciales de Monumentos.

     El 1 de abril de 1932 se registró en las Cortes el proyecto de ley firmado por el ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, Fernando de los Ríos, que había contado con la colaboración de especialistas como Camón Aznar, Gómez Moreno, o Torres Balbás. El texto se votó el 12 de mayo de 1933 con una aceptación de amplio consenso- 228 votos a favor y 3 en contra-. En la Gaceta de Madrid se publicó el 25 de mayo de 1933. 72 artículos en cinco títulos, y un título preliminar.

Gaceta de Madrid, 25 de mayo de 1933

    

     El artículo 1.º es amplio, pero algo ambiguo. Si una obra tenía un valor indiscutible, no había que esperar cien años para no obstaculizar el tráfico de obras contemporáneas, aunque había restricciones a la exportación y comercio exterior. La ley, y de ahí su duración hasta 1985, era una buena construcción normativa. Se regulaba la organización administrativa, el régimen jurídico de los bienes muebles e inmuebles, la función de los Arquitectos conservadores de monumentos, el Inventario del Patrimonio Histórico Artístico, el fomento de los museos públicos y la persecución de infracciones. Es más, completaba la legislación de excavaciones de 1911. La tutela y conservación del patrimonio era competencia de la Dirección General de Bellas Artes con la colaboración de las habituales instituciones culturales consultivas citadas con anterioridad que asesoraban a la Junta Superior de Tesoro Artístico que también colaboraba en esta gestión.

     El principal instrumento para la protección de los Monumentos Histórico-Artísticos era su declaración como tal que ahora se hacía mediante decreto.

     La regulación de los distintos tipos de bienes constituye lo mollar de la ley. La pretensión era conseguir y garantizar que se produjera la conservación íntegra de los valores que habían justificado su inclusión en el patrimonio monumental histórico-artístico. Se extendía a calles, plazas, rincones, barrios, murallas, fortalezas y ruinas, que por su belleza, importancia monumental o recuerdos históricos puedan ser incluidos en la categoría de rincón, plaza, calle, barrio o conjunto histórico-artístico (art. 33). 

     El artículo 34 dictaba los casos de expropiación por causa de utilidad pública cuando un edificio o propiedad que impidiera la contemplación de un monumento histórico-artístico. Se hacía extensivo a todo lo que aminore su belleza o seguridad. Se creaba un Censo de edificios en peligro.

     El artículo 19 seguía los principios metodológicos que la Carta de Atenas de 1931 precisaba sobre la restauración que proscribía todo intento de reconstitución de los monumentos, procuraba, por todos los medios de la técnica, su conservación y consolidación, restauraba lo absolutamente indispensable y dejaba reconocibles las adiciones.

     En las excavaciones se siguió la Ley de 1911, como se ha citado, con el control de la Junta sobre las excavaciones subvencionadas; con la prohibición de cualquier excavación no autorizada; y la obligación de comunicar todo hallazgo, fuese no buscado o autorizado por la Junta, que podía conceder condiciones de estudio al descubridor o indemnizar para la adquisición.

     La reglamentación de los objetos muebles se centró fundamentalmente en el comercio y la exportación, con el control de la administración, que tendría derecho de tanteo. La exportación tendría muchas dificultades, por tanto. La Junta Superior del Tesoro era muy restrictiva en los permisos porque se pretendía la importación.


Gaceta de Madrid, 25 de mayo de 1933

   

     El legislador promovía, asimismo, la creación de museos mediante esta ley. Y relacionado con su gestión y la del patrimonio, la formación de catálogos e inventarios como algo primario y principal.

     El relator de la Ley fue Ricardo Orueta, quien se asesoró con los mejores especialistas del momento. Además, aunque hubo cambio ministerial de Marcelino Domingo a Fernando de los Ríos, y, de este, a los hermanos Francisco y Domingo Barnes, la continuidad de Ricardo de Orueta en la Dirección General de Bellas Artes (DGBA) mantuvo la orientación y actuación iniciada. 

     Debemos tener en cuenta que, en 1933, cuando Orueta deja de ser director general de Bellas Artes al llegar el gobierno radical cedista, no se dejó de contar con Orueta. La Ley de mayo de 1933 creaba la Junta Superior del Tesoro Artístico Nacional, la cual se encargaba del cumplimiento de las disposiciones de la norma, articulada en diferentes secciones y delegaciones locales, y dependiente de la DGBA. Un mes más tarde de cesar como director general, por acuerdo unánime, Ricardo Orueta fue nombrado presidente de la Junta Superior del Tesoro Artístico, el 23 de enero de 1934[3].

    La ley inauguró el interés público de los bienes culturales, con decidido intervencionismo estatal. Sobre la modernidad y audacia de la norma, podemos citar que influyó en la legislación italiana de 1939. Lo más evidente fue su vigencia, casi cincuenta años. 

     Luego están las rémoras. La ley carecía de algo muy importante: La teoría legislativa no se plasmó en una aplicación práctica diaria. Las obras restauradas y las excavaciones emprendidas fueron muy pocas para las competencias que se atribuían al Estado. El problema, como siempre, era presupuestario. Y el momento histórico no era fácil: España era un país de estructuras atrasadas, con los efectos de la crisis financiera de 1929, una guerra entre 1936-1939, una dictadura con los efectos de una posguerra, el desarrollismo urbanístico de los sesenta y la crisis del petróleo de los años setenta.

     La ley carecía de una disposición derogatoria de leyes anteriores, quedando vigentes en todo aquello que no se opusiese a la nueva redacción. La diversidad y dispersión legislativa decimonónica continuó.

     La fatiga de esta ley se hizo más visible con el desarrollismo de los sesenta del siglo XX con el crecimiento industrial y urbanístico de las ciudades[4].

     Para Salvador Guerrero, la llegada del institucionista Ricardo de Orueta a la DGBA supuso un indiscutible espaldarazo a la moderna administración de los bienes culturales de nuestro país. Su trabajo en el Centro de Estudios Históricos le avalaba y la influencia de la Institución Libre de Enseñanza también se reflejó en las tareas realizadas. Su trabajo recogía el testigo, asumiendo nuevos retos propiciados por los cambios sociales de cada tiempo, y daba continuidad a una tradición intelectual y una forma de trabajar que buscaba una sociedad más igualitaria y emancipada heredera de sus maestros de la Institución Libre de Enseñanza[5].  

     Como remate, volvamos al amigo malagueño que le llevó a la Residencia de Estudiantes, su director,  Alberto Jiménez Fraud. 

     Uno de los últimos recuerdos de Ricardo de Orueta en la memoria de un octogenario Jiménez Fraud- fallecería en 1964 con 81- se produce en una carta que envía en la primera quincena de marzo de 1963 al músico Jesús Bal y Gay, residente en México. Manuel Jiménez Cossío, hijo de Alberto Jiménez y Natalia Cossío, escribió a su padre preguntándole por la virgen que tenía en su despacho de la Residencia de Estudiantes porque quería que le informara sobre la razón de la misma y de quién o cómo había llegado a su mesa: Jesús Bal estaba interesado en la historia.

     Alberto Jiménez Fraud contestó de la siguiente manera a Bal:

     “Manolo me escribió (supongo que ya no estará ahí) que quería usted saber sobre la foto colgada al lado de mi mesa de despacho. Me la regaló, por supuesto, don Ricardo, y era de la Virgen de Belén, de Pedro de Mena, que estaba en la Iglesia de Santo Domingo en Málaga ¡y que fue destruida durante la guerra! Está al frente del libro de don Ricardo sobre Mena.”[6]



[1] JIMÉNEZ FRAUD, A.: Epistolario, 3 tomos. Edición dirigida por James Valender y José García-Velasco. Fundación Unicaja. Publicaciones de la Residencia de Estudiantes. Madrid. 2017. Carta de Alberto Jiménez a Ricardo de Orueta, 24 de mayo de 1914. Reseña Archivo Museo Sánchez Mejías 31-07-2025.

[2] CABAÑAS, M.: Ricardo de Orueta, guardián del arte español. Perfil de un trascendente investigador y gestor político del patrimonio artístico. En el frente del Arte. Ricardo de Orueta 1868-1939. Acción Cultural Española, Ministerio de Educación Cultura y Deportes Museo Nacional de la Escultura. Ayuntamiento de Málaga. Residencia de Estudiantes. 2014.

[3] CABAÑAS, M.: La Dirección General de Bellas Artes republicana y su reiterada gestión por Ricardo Orueta (1931-1936), en Archivo Español del Arte 82. Abril, 2009. Páginas 169-193.

[4]  GARCÍA, M.ª V, SOTO, V. y MARTÍNEZ, J:  El estudio del patrimonio cultural. Editorial Universitaria Ramón Areces. Madrid. 2017-2024.

[5] GUERRERO, S.: Ricardo de Orueta, la Ley del Tesoro Artístico Nacional de 1933 y los trabajos de conservación del patrimonio arquitectónico de la Dirección General de Bellas Artes durante la Segunda República, en En el frente del arte. Ricardo de Orueta 1868-1939. Acción Cultural Española, Museo Nacional de la Escultura, Ayuntamiento de Málaga, Residencia de Estudiantes, CSIC Y Ministerio de Educación, Cultura y Deportes. 2014. Páginas 182-195.

[6] JIMÉNEZ FRAUD, A.: Epistolario, 3 tomos. Edición dirigida por James Valender y José García-Velasco. Fundación Unicaja. Publicaciones de la Residencia de Estudiantes. Madrid. 2017. Carta de Alberto Jiménez Fraud a Jesús Bal y Gay, 1.ª quincena de marzo de 1963. Tenemos dudas de si la destrucción fue durante la guerra, 1936-1939, o,  más posible, en mayo de 1931, por una exposición que vimos a final del 2024, principio de 2025, en el Museo del Prado, en la que se mostró otra Virgen de Belén de Mena- era habitual series sobre el mismo tema- que pertenece a una colección particular, de la serie de la desaparecida de la I. de santo Domingo. Por la amistad de Jiménez Fraud, reproducimos su evocación de Orueta en la carta. Reseña Archivo Museo Sánchez Mejías, 13-08-2025.



22-08-25 0:00                Programación 15-22-28


Ricardo de Orueta, historiador_1

    

Ricardo Orueta. Archivo JAE. 


 

     ¿Quién era Ricardo Orueta?

 

     En una poesía de Gabriel Celaya encontramos una referencia a Ricardo Orueta y Duarte:

               ¡Más grande! Y, sin embargo, sin gestos ni aspavientos,

como aquella sonrisa buida que flotaba

en ti, Moreno Villa; como en Llorca, menudo,

humilde y laborioso, con su corbata blanca:

o en Ricardo Orueta con su amor: la belleza

visible en el atleta de la última Olimpiada.

           (Gabriel Celaya, poema dedicado a Alberto Jiménez Fraud) 

     En los datos que hemos buscado en el archivo de la Junta de Ampliación de Estudios (JAE) se guarda la siguiente ficha de Ricardo de Orueta, carpeta n.º 163, 7988:

     Don Ricardo de Orueta y Duarte, con domicilio en la calle Serrano, 36, de Madrid, entra como becario en el Centro de Estudios Históricos, en el grupo del señor Manuel Gómez Moreno, con asignación para viaje de investigación.1910-1911. 

      El 28 de abril de 1914 se acuerda por la JAE abonarle a Ricardo Orueta las fotografías de su trabajo sobre el escultor Pedro de Mena, tasadas por el señor Menéndez Pidal en 1.726 pesetas.

     En 1919 figuró como becario en el Centro de Estudios Históricos, con el señor Menéndez Pidal, con una asignación de 300 pesetas mensuales.

      En 1919-1920, continúa de igual forma y con el mismo haber.

     García-Velasco en el Epistolario de Alberto Jiménez Fraud nos da una breve reseña biográfica que resumimos:

     Ricardo de Orueta y Duarte nació en Málaga en 1868 y falleció en Madrid en 1939. Aunque estudió Derecho, ha sido más reconocido como historiador del arte. Su familia estuvo vinculada a la Institución Libre de Enseñanza. Su padre, Domingo Orueta era amigo de Francisco Giner y fundador de la Sociedad Malagueña de Ciencias Físicas y Naturales en 1872. En París estudia escultura en la Escuela de Artes Decorativas. Cuando su padre muere regresa a España y estudia Derecho. Fue amigo de Alberto Jiménez Fraud y de su grupo de amigos y conocidos (peña malagueña) en la Residencia de Estudiantes. En 1911 se encuentra en Madrid, residiendo con otros malagueños en la calle Serrano, donde ejercía como anfitrión. Empieza a trabajar en el Centro de Estudios Históricos en la sección de arte que dirigía Elías Tormo. En 1915, Jiménez Fraud le invita a alojarse en la Residencia de Estudiantes, calle Pinar, donde fue tutor encargado de visitas a museos y ciudades con interés artístico y participaba en los cursos de vacaciones para extranjeros.

     El sello del atleta rubio de la Residencia de Estudiantes fue idea suya. Una escultura del siglo V a.C. encontrada en la Acrópolis de Atenas que diseñó Fernando Marco.

Sello de la Residencia de Estudiantes. Residencia de Estudiantes

     En 1924, Ricardo Orueta entra en la Real Academia de Bellas Artes de
 San Fernando. Durante la II República fue director general de Bellas Artes. Entre sus fines estuvo la defensa del patrimonio español y el estudio de la escultura castellana del Siglo de Oro. Cuando entró en política pretendió preservar el patrimonio y evitar su expolio.

     Está detrás de la Ley de Tesoro Artístico de 1933. Esta ley siguió en vigor tras la Guerra Civil, con la dictadura de Franco y la Transición, gobierno de UCD y PSOE, hasta 1985. Fomentó la creación y renovación de los primeros museos. Y está detrás de la creación y realidad del Museo de la Escultura de Valladolid. Con la guerra, marcha con el gobierno a 
Valencia, pero vuelve a Madrid con el deseo de continuar sus trabajos en el Centro de Estudios Históricos. Mientras vivía en casa de su primo Francisco de Orueta le sobrevino la muerte en 1939.

     ¿Quién formaba la peña de Málaga o la peña malagueña?

     José Moreno Villa, Ricardo de Orueta, Manuel García Morente, Gustavo y Francisco de Orueta y Alberto Jiménez Fraud. En agosto de 1906, Unamuno se traslada a Málaga para dar tres conferencias dentro del plan de Giner de los Ríos de agitar conciencias en la España de provincias. Pretendía Giner incluso una especie de festival de la enseñanza. El encargado de agitar esas conciencias fue Alberto Jiménez Fraud. Traba amistad con Unamuno, amistad que tendrá extensión intelectual en la Residencia de Estudiantes. Giner juega fuerte y envía a su hombre en Granada, Fernando de los Ríos. Fernando de los Ríos fue el ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes que nombra director general a Ricardo Orueta en 1931, aunque ya lo era con Marcelino Domingo. Y Alberto Jiménez Fraud se ayuda en esos días iniciales de sus amigos de Málaga, que al llegar a Madrid seguirán cercanos a él.

     


     Ricardo Orueta, historiador

     Elegimos aquí dos muestras de su labor como historiador del Arte. Ricardo de Orueta se especializó en la escultura de la Baja Edad Media y la Edad Moderna. Una de sus páginas más interesantes las dedicó a la escultura del doncel de Sigüenza, de más hondura literaria. Se acompaña con una muestra del estudio del sepulcro de los marqueses de Santa Cruz, Viso del Marqués. 

     "La estatua representa a D. Martín recostado sobre un montón de laureles, en el que apoya el codo derecho; tiene las piernas perezosamente cruzadas y un libro abierto en las manos. Viste armadura de piezas rígidas en los brazos y piernas, y una cota de mallas bajo otra tejida con tiras de cuero le defienden el cuerpo; sobre los hombros lleva una capa echada atrás, con la cruz de Santiago en el centro, y cubre su cabeza por un casquete bajo el que asoma el cabello, sedoso y largo hasta los hombros, y recortado el flequillo por delante, según la moda del tiempo..." (El doncel de Sigüenza).

El doncel de Sigüenza. Wikipedia

     Orueta popularizó entre los residentes de la calle Pinar el doncel de Sigüenza que decoraba sus habitaciones con reproducciones de su escultura.

     "Se encuentran colocados estos dos sepulcros en uno y otro frente al crucero, mirando las estatuas al altar mayor. Son monumentos sencillos y serios, aunque algo secos y fríos, formado cada uno por dos columnas dóricas y un frontispicio, que encuadran un arco, y dentro de éste las estatuas, que rezan de rodillas en un reclinatorio..." (Los marqueses de Santa Cruz, María de Figueroa y Álvaro de Bazán). 

     Obras destacadas de Ricardo de Orueta fueron sus trabajos sobre Pedro de Mena, Alonso de Berruguete, Gregorio Hernández y la obra sobre la escultura funeraria de Ciudad Real, Cuenca y Guadalajara, de 1919, rescatada en nueva edición en 2000.  

    Ricardo Orueta, político en Bellas Artes

    Cuando fue director general de Bellas Artes, dio permiso a la Residencia de Estudiantes para que comenzaran las obras de su Sala de Conferencias. A continuación incluimos la carta que envía a Alberto Jiménez Fraud:

     "18 de julio de 1931

 

Sr. D. Alberto Jiménez Fraud

     Mi querido amigo:

     Le acompaño a usted la comunicación al presidente de la Junta de Ampliación de Estudios autorizando el comienzo de las obras de la Sala de Conferencias de esa Residencia. Usted me hará el favor de hacerla llegar a sus manos.

     Ha estado esta mañana el señor Arniches, al que he leído dicha comunicación, por lo cual quedan ustedes enterados todos aquellos a quien el asunto interesa.

     Las obras pueden, pues, comenzar inmediatamente.

     Les saluda su afmo. Amigo.

     q. s. m. e. (que su mano estrecha)"


     La reforma del salón de conferencias o auditórium fue reseñado en la revista Arquitectura en su número 169 de mayo de 1933. El arquitecto que participó en esta reforma fue Carlos Arniches, hijo del dramaturgo del mismo nombre y cuñado de Eduardo Ugarte (La Barraca) y José Bergamín. Arniches, con alguno de sus socios, colabora en el diseño de los nuevos Albergues de Turismo, como el de Manzanares, Ciudad Real, como arquitecto del Patronato Nacional de Turismo. Y como se puede apreciar, Ricardo Orueta adopta el tono de alta autoridad del gobierno de la República, manteniendo la cordialidad de trato con sus antiguos compañeros de la Residencia. En este caso, Alberto Jiménez Fraud y José Castillejo.


     



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      Para saber más:

      - JIMÉNEZ FRAUD, A.: Epistolario, 3 tomos.  Edición dirigida por James Valender y José García-Velasco. Fundación Unicaja. Publicaciones de la Residencia de Estudiantes. Madrid. 2017. Reseña 31-7-2025 Archivo Museo Sánchez Mejías.

     - Ricardo de Orueta, La escultura funeraria en España. Ciudad Real, Cuenca y Guadalajara. Proyecto Lucena. Ediciones AACHE. 2000

    - Archivo de la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE).

     - PÉREZ-VILLANUEVA TOVAR, I.: Ricardo de Orueta en la Residencia de Estudiantes. Acción Cultural Española 2014. Ministerio de Cultura y Deportes. Museo Nacional de la Escultura. 


8-08-2025 21:40 Actualizado 10-08-2025 9:42

José Castillejo, un manchego en la BBC

    

Servicio Latinoamericano-BBC

      Cuando en octubre de 1942 las tropas británicas lograron contener en El Alamein a las tropas alemanas y los americanos desembarcaron un mes más tarde en el norte de África, algo empezó a cambiar. En ese instante, en Europa Occidental, la percepción acerca del devenir de la Segunda Guerra Mundial vislumbró un final favorable a los aliados, confirmado con la derrota en Túnez, en mayo de 1943, del Mariscal Rommel cercado por tropas británicas y americanas. A ello se unía el freno al expansionismo japonés en el Pacífico y la victoria soviética en Stalingrado durante febrero de 1943.
Montgomery

     Durante la primavera de 1943, de los dos países del bando aliado europeo que habían conseguido mejorar el avance hacia una democracia parlamentaria liberal, Francia y Reino Unido, únicamente los de las islas habían resistido el ataque del régimen nazi y sus aliados del Eje. Entre los medios empleados por los británicos para contrarrestar el empuje hitleriano y sus medios de propaganda se pretende hacer hincapié en las emisiones en diversos idiomas de la BBC. En español y para España, hubo emisiones que pretendían mostrar la versión de los aliados y que se fue conformando según avanzaba hacia la victoria final. Colaboradores españoles de esas emisiones fueron, siguiendo a María Dueñas, Rafael Martínez Nadal, Salvador de Madariaga, Luis Araquistain, Luis Cernuda, Wescenlao Carrillo, Alberto Juménez Fraud, Natalia Cossio y José Castillejo Duarte. En el servicio para América Latina colaboraron Manuel Chaves Nogales, Arturo Barea o el padre del que fuera ministro y periodista Michael Portillo, Luis Portillo. En ocasiones con seudónimos para seguridad de los oradores y para el mantenimiento de las difíciles relaciones entre la dictadura de Franco y el imperio británico. De ello se encargaban el Foreing Office y el embajador español en Londres, el duque de Alba. 

     Las relaciones se mantuvieron por necesidad mutua debido al control marítimo británico del Estrecho como por las penurias comerciales de España para conseguir alimentos tras la guerra civil, como relata Moradiellos en Franco frente a Churchill. España y Gran Bretaña en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

     De estas emisiones radiofónicas ha quedado una que, por su interés histórico político, se pasa a comentar. El 25 de mayo de 1943, quien había sido secretario de la Junta de Ampliación de Estudios, JAE, José Castillejo Duarte se dirigió a los oyentes en España razonando las bondades del parlamentarismo inglés y su evolución a la democracia liberal sin una constitución escrita y con una aplicación positiva de la costumbre. 

     Fueron quince minutos que han quedado como una clase magistral de la defensa de la democracia liberal, de sus orígenes y del respeto a los antepasados y los que conviven con diferentes puntos de vista.

     El primer argumento que Castillejo plantea es la explicación, en 1943 con el auge de las dictaduras fascistas y comunistas, sobre qué motiva a los británicos para aborrecer la dictadura y amar la libertad. Castillejo lo basa en que los ingleses son productores y comerciantes y, aunque la dictadura pueda salvarles la vida, creen que carecen de la seguridad que les permite seguir creando o dando vida. Se podría recurrir a matar al tirano como han preconizado Salisbury o Mariana, más piensa Castillejo que no se acaba con las dictaduras matando tiranos, ni se acaba con las democracias matando demócratas. El primer argumento acaba con uno de los derechos más avanzados de la democracia: estar en contra de la pena de muerte o del tiranicidio.

     Desde el siglo XIII, los ingleses intentaron que ninguna fuerza fuera predominante, omnipotencia dice Castillejo, mediante la contraposición de fuerzas sociales el mantenimiento de un equilibrio que permitiese un orden jurídico ajeno a los vaivenes políticos. La peculiaridad del derecho británico, como la del derecho romano, es que no tiene un código como ocurre hoy en día en el sistema continental europeo. De hecho y de derecho, la compilación del derecho romano fue realizada por el naciente Imperio Bizantino como heredero del Imperio Romano de Oriente.

     Castillejo cuenta que los ingleses apreciaron que la voluntad divina era oscura, que la voluntad de los reyes solía ser frágil y que la voluntad del pueblo tendía a ser movediza. ¿Qué quedaba? Encontrar algo que fuera claro e inmutable. Y se recurrió a la voluntad de los muertos, la costumbre. Por eso el derecho inglés es consuetudinario. Habitual. Reincidente.

     Puede que sea algo antiguo, que parezca atrasado. En las películas británicas los jueces llevan unas pelucas que nos remiten a momentos pasados, pero los cerebros que las portan emiten sentencias que son ley. Ley que no es inmutable, que se modifica si se hace una mejor o cambian las circunstancias. Y siempre manteniendo relación con lo establecido por los antepasados.

     La voluntad del pueblo es soberana en democracia, aunque puede tomar decisiones sensatas o no. Serían insensatas si dependiesen de las normas que se dictasen el día anterior que impidieran la estabilidad o equilibrio. Y ese derecho efectivo el día siguiente, propio según Castillejo de las dictaduras, crea la destrucción de la irretroactividad de las leyes que solamente es posible si favorecen al reo. 

     El sistema político inglés parte de la base de la anterioridad del derecho a la autoridad y, más todavía, la democracia. En el medievo los británicos buscaban la justicia por medio de tribunales señoriales, del clero o de los sobornables burgueses. Cuando llegaron los normandos, antiguos vikingos civilizados en el norte de la actual Francia, establecieron tribunales ambulantes que fueran repartiendo justicia por el reino, unificando criterios, generando jurisprudencia. Un derecho común. Algo permanente como el tapiz de Bayeux que relata la conquista normanda de Inglaterra en el siglo XI. Tapiz utilizado en el cine por R. Fleischer en Los Vikingos para los créditos de la película. 


     Tribunales que en el siglo XX seguían llegando en trenes o coches. Siglos de justicia ajena a dictadores, parlamentos o pueblos que, en ocasiones, no la han respetado. Castillejo nos cuenta el revuelto siglo XVII inglés con el reinado de Carlos I, la utilización del tribunal de la cámara estrellada al servicio del absolutismo, la supresión del mismo por el Parlamento, la ejecución del rey tras una guerra civil. Una república siguió que se convirtió en una dictadura parlamentaria que colisionó con una dictadura militar. Y la restauración monárquica se consolidó a finales de siglo cuando se limitó el derecho de los reyes a nombrar jueces y se reguló la dificultad, las causas, para que fuesen removidos de sus puestos. 

     Señala Castillejo que los funcionarios británicos son responsables de sus actos aun siendo ordenados por un superior, lo que les capacita para negarse a cumplirlos si consideran que no son justos. Y que contrasta con el servilismo propio de las dictaduras. 

     Hace un guiño al fracaso de la historia política española de la casi primera mitad del siglo XX, al señalar que los países que tienen dictadura, pero temen la democracia, deberían mirar a la historia británica como espejo del tránsito hacia la democracia utilizando la libertad y la justicia. Y que ha sido otra vez, el siglo XX, cuando se ha roto este tránsito por los gobernantes tanto en dictaduras como en regímenes que aparentemente eran democráticos. El caso de la dictadura de Franco o Salazar, o la dictadura del proletariado soviética. 

     Castillejo acaba manifestando que una democracia con imperio de la ley no se hace en un día. Puedes votar un Parlamento, puedes elegir un jefe del Estado sea rey o presidente, pero un poder judicial ajeno a los partidos necesita años de servicio para el crédito y prestigio. Y que al tambalearse una dictadura, las soluciones son varias: la dictadura del proletariado tras una revolución; la reconciliación de los partidos políticos para ensayar una nueva democracia; o el surgimiento de un nuevo jefe que devuelva la libertad y restaure la ley.

     Era el 25 de mayo de 1943 y concluyó clamando por las ondas: ¡Naciones continentales, a elegir! 

      De la correspondencia que mantuvieron Alberto Jiménez Fraud y José Castillejo se desprende que ellos se fijaron, alabaron, el sistema de colegios británicos, college, para el establecimiento de la Residencia de Estudiantes. Castillejo con los medios del primer decenio del siglo XX, como secretario de la Junta, estuvo detrás del primer sistema de pensiones de estudiantes extranjeros, tanto de ciencias como de humanidades, para aprender los sistemas educativos o de investigación fuera de España, para que a su vuelta, estos pensionados trabajaran en nuestro país y desarrollaran la educación e investigación que habían aprendido. La Junta de Ampliación de Estudios fue el precedente de las actuales becas Erasmus y precedente, a su vez, del actual Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC. Cuando estalla la Guerra Civil en España, consiguió escapar de las checas y huir de España y, tras la Guerra Civil, fue depurado por la dictadura de Franco. En España, los intelectuales han sido perseguidos por los fanáticos.


 

          Para saber más:

     — De la correspondencia entre José Castillejo Duarte y Alberto Jiménez Fraud, que he podido consultar en la biblioteca del Archivo Museo Sánchez Mejías, se desprende la gran implicación que como secretario de la Junta tenía el primero, de su papel en la toma de decisiones, de la administración del dinero hasta el último céntimo, de su marcado carácter pedagógico. También he consultado las cartas de su primera juventud cuando conoce a Fernando Giner de los Rios y sus paseos por la sierra al norte de Madrid. Y a Manuel Bartolomé Cossío. Es el epistolario que edita David Castillejo Claremont, su hijo. La educación no confesional en España y el desarrollo de la investigación no sería posible sin la labor de este ilustre pedagogo.

     - Ramón Carande hace referencia a Castillejo varias veces. En las cartas con Jiménez Fraud, lo recuerda con agrado. Piensa que no se ha hecho justicia con su papel en la cultura española. Cree que la última vez que lo vio fue cuando la vida de los dos corrió peligro al inicio de la Guerra Civil. Y lo recordó en el homenaje que se hizo en el cincuentenario de la Residencia de Estudiantes, en la década de los sesenta del siglo XX.

 

    

 

El Museo Nacional de la Escultura de Valladolid

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