(Alma ausente, Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, Federico García Lorca)
No, nadie nos recordará.
Seremos un vago recuerdo, un pasado, una rémora. Nada, apenas una parte, tan solo un fragmento.
Cuando seamos un vaporoso y tenue silencio.
No, nadie nos recordará.
Cuando estorbemos, cuando sobremos, cuando seamos olvidados. Nuestras torpezas, nuestras desidias, sin nada apreciable. Nosotros mismos. Sin honor, ni dignidad, sin premio.
No, nadie pensará en la realidad que fuimos.
No, nadie nos recordará.
Ni los tibios surcos de la frente, ni los demacrados ojos, cuévanos visibles de nuestra antigua prestancia, nada valdrán. Acabados los huesos, inflamados, desgastados, nada; como diques, como puertos, con el último desmayo.
No, nadie nos recordará.
Pensará que fuimos ficción, un mito, un desengaño.
Y las manos, los dedos, las uñas. Agarrotadas como aves de corral. Anilladas, ganchudas, pobres; doloridas gavillas retorcidas. Volverán, crecerán con la coraza monstruosa y maestra del tiempo pasado. Sin dolor, sin pesar, sin memoria. Huesos de monda serán.
No, nadie nos recordará.
Polvo y ceniza aventado; céfiro fútil y fatuo a quien olvidar.
Podría haber perdido una pierna, podría vivir sin cuidado. Una vida, un reparo. Pero no. No quería muleta, ni apoyo, ni bastón, ni cayado. Un cuerpo entero, un imposible acabado.
No, nadie nos recordará.
La vida será un sinsentido, un desconocimiento, una madurez incompleta. No es vida, era muerte. Y prefirió su sabor a almendras amargas, al regusto de labios torcidos, a lenguas reventadas.
Y descansó sobre la piedra blanca; tras los espasmos finales arrebatados. Tras el Gólgota agonístico. Tras el ruedo final.
No, nadie nos recordará.
Solamente el poeta, quien elegante, gime palabras áureas llevadas por los suaves paisajes que flotan al ritmo de los primeros vientos de la humanidad.
Llanto por Ignacio Sánchez Mejías. Ediciones Casariego.
Hace unos meses se expuso en el Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías, Casa Malpica de Manzanares, una
muestra de las distintas traducciones, tanto históricas como raras o
extraordinarias, del Llanto por Ignacio Sánchez Mejíasde Federico
García Lorca. Esta exposición mostraba la repercusión internacional que
tuvo dicha obra, la fama que alcanzó García Lorca en su corta y truncada
vida, y el esmero que pusieron los distintos editores en esta obra desde un
primer instante.
Es por esta razón,
el cuidado y mimo de los editores al presentar un nuevo trabajo que no se tiene
otro remedio que hablar de un trabajo maravilloso sobre el Llanto publicado
en 1993 por Editorial Casariego S. L.[1]
Casariego hizo
una tirada de 1.750 ejemplares. Se va a reseñar el que hace el número 910. Los cien
primeros números fueron encuadernados en piel. Además, se numeraron los 55
primeros para los colaboradores de la obra, pero la presentación que se tiene
en mano tiene tapa dura en negro con letras del título en rojo y en amarillo
del autor. Igualmente, en rojo, la estampa o dibujo de un diestro y la
editorial que lo presenta.
La estructura de
la edición es la siguiente:
-Una introducción
de uno de los poetas mayores de la generación del 27: Jorge Guillén.
-El Llanto por
Ignacio Sánchez Mejías acompañado por las ilustraciones de Picasso.
-Una nota aclaratoria
del editor de las razones por las que se añade la edición facsímil de la obra.
-Y la edición facsímil.
En total 66
páginas. La edición facsímil no está numerada.
¿Qué cuenta
Jorge Guillén en la introducción?
En primer lugar,
que llanto, planto o elegía tienen un sentido similar que nos lleva hacia la conmoción
ante algo. El llanto es una elegía conmovedora, estructurada en cuatro
partes, con distintos nombres:
1.La
cogida y la muerte no tiene, según Guillén, una narración realista. La hora
de las cinco no puede abarcar todos los sucesos que se imaginan, aunque el
estribillo sea un gran acierto:
A
las cinco de la tarde
Eran las cinco en punto de la tarde…
… ¡Eran las cinco en todos los relojes!
¡Eran las cinco en sombra de la tarde!
La irrealidad simbólica
reúne sucesos que no sucedieron como el niño con la sábana, la espuerta
de cal, la paloma y el leopardo, las campanas de arsénicoy
de humo hasta una rotura de ventanas por el gentío. Hay según
el poeta, crítico y amigo una leve indicación al hecho en sí como muslo con
el asta o heridas quemantes, que laten bajo el estribillo que
imprime una gran eficacia patética que no se recuerda en ninguna otra elegía:
“¡Ay que terribles cinco de la tarde!” …
“las cinco en sombra.”
2.La sangre
derramada
Aunque García
Lorca no estuvo en el ruedo, ve la sangre sobre la arena cuando ya no hay nadie
en la plaza. Por eso invoca a los jazmines, a la vaca del viejo mundo y a los
toros de Guisando. Pero no quiere ver esa sangre:
¡Qué no quiero verla!
Surge de pronto,
según Guillén, la necesidad de un retrato del fallecido tanto espiritual como
psicológico que incide en que era como el primero entre todos, No hubo
príncipe en Sevilla, por su fuerza y prudencia, dentro del aire de Roma
andaluza. Persona y lugar. Armonía clásica.
A Jorge Guillén
le emocionan o conmueven los versos siguientes:
¡Oh blanco muro de España!
¡Oh negro toro de pena!
Le emocionan porque
contienen y potencian la idea de país, desde un punto de vista andaluz.
3.Cuerpo
presente.
El cuerpo
adquiere forma pétrea, activa, que coge simientes o nublados. Y más
cosas. Se pregunta Guillén sí la piedra es una tumba o simplemente una metáfora.
Lo dice por la cabeza de oscuro minotauro y porque la lluvia penetra
por su boca. Lorca nos pide contemplar el cadáver como un reto para
despedirlo.
Según Guillén
todo va juntándose: sueño, vela, reposo. Como una liberación imaginada. Nos queda
como consuelo la denominada incongruencia, según el introductor, cuando dice
que ¡También se muere el mar!, pero que nos remite a otros elementos de
la naturaleza.
4.Alma ausente.
Guillén ve que
el muerto ya está solo, que nadie le conoce, porque te has muerto para
siempre. Se enuncia una verdad general, deja al muerto en el cementerio. El
autor del poema, según Guillén, piensa en su mito, en su héroe, cuando estaba
vivo y relata su madurez superior a aquellos de su clase, insigne por su conocimiento, con
las palabras nobles y elevadas de un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Y termina:
Yo canto su elegancia con palabras que
gimen
Y recuerdo una brisa triste por los
olivos.
Guillén ve
caminando a Ignacio y Federico entre esos olivos.
El editor nos presenta
el Llanto con veintitrés ilustraciones de Picasso. Se hace una cata o selección:
En la página 5,
una cuadrilla con picador va a salir a la plaza.
En la página 8,
la suerte de banderillas.
En la página 13, la vista aérea de un colorido coso, fechado en 1-08-1957.
En la página 20,
un toro a carbón o emplaste.
En la página 24,
un torero levantado por un toro, en rojos y azules sobre fondo blanco y negro.
En la página 29,
el torero está envuelto en su capote mientras espera al toro como la vida y la
muerte.
En la página 31,
Pase ayudado en alto de un torero, sin toro.
En la página 33,
par de banderillas cara al toro.
En la página 36,
Cristo con corona de espinas.
En la página 44,
Virgen llorando fechada el 2-3-1959.
En la página 49,
torero clásico ¿rondeño? En gris y negro.
En la página 50,
como el final citado, un campo de olivos en negro y blanco[2].
Se hace aquí una
digresión para recordar que en la tesis de Peña Robledo[3] sobre Ignacio Sánchez Mejías
en ABC recordaba la teoría de Olano sobre la posible relación entre una primera
idea para el Guernica como recuerdo por la muerte de Sánchez Mejías, por
el impacto que tuvo. Y también la teoría que entronca a uno de los pintores deudores
y divulgadores del modo de pintar veneciano, el flamenco Rubens, por su cuadro Los
horrores de la guerra, visto de forma invertida y transformado por Picasso
en un tema taurino y doloroso, pero que coinciden con las deudas que tienen Las
señoritas de Avignon, 1907, con los desnudos de los pintores venecianos.
Por otra parte,
como indican diferentes estudios, como el de Fátima Halcón o Álvaro Martínez Novillo,
no era extraño el tema taurino a Picasso, como a cualquier español desde
finales del siglo XIX y buena parte del siglo XX. Y claro, en una persona nacida en
Málaga en esta época[4].
El editor,
volviendo a la edición de Casariego, añade la reproducción facsímil del manuscrito
que se custodia en el Museo Casa de Tudanca que perteneció a José María de Cossío.
El lector, y el curioso, podrá observar las diferencias y variaciones entre el
manuscrito original y el texto final publicado. Es decir, se puede ver cómo fue
el proceso creativo.
García Lorca
termina la impresión en marzo de 1935 con las ilustraciones de José Caballero
en Ediciones El Árbol para Cruz y Raya. El poema fue leído en público en el
Teatro Español y, en abril, en el Alcázar de Sevilla. El manuscrito dedicado
llega en mayo a Cossío con el dibujo de un Arlequín llorando. Está expuesto en
el centro de la sala principal de la planta baja cubierto por unas vitrinas y
se puede apreciar la dedicatoria a Cossío y el dibujo del arlequín. En el libro,
la reproducción facsímil, sin numerar, supuestamente según se ha podido
comprobar, serían las páginas 52 a 66.
Como es sabido,
hay una dedicatoria anterior a la que hace a Cossío en el manuscrito. Es la
dedicatoria siguiente:
[1] GARCÍA
LORCA, FEDERICO: Llanto por Ignacio Sánchez Mejías. Ilustrado por Pablo Ruiz
Picasso. Editorial Casariego. Ediciones de Arte, fascículos y bibliofilia.
Madrid. 1993. Ejemplar 910. ISBN: 84-86760-34-8. Libro propiedad de Gloria Patón
Fernández-Pacheco, coordinadora de Museos de Manzanares. Depositado en Archivo
Museo Ignacio Sánchez Mejías.
[3] PEÑA
ROBLEDO, E. M.: Ignacio Sánchez Mejías según el diario ABC. Tesis doctoral en
la Universidad de Burgos dirigida por P. Ojeda Escudero. Páginas 203-213
[4] HALCÓN, F.:
Picasso y el ruedo. Sobre su idea de plaza de toros. En Laboratorio de Arte 29,
2017.
MARTÍNEZ
NOVILLO, A.: Reseña sobre Picasso Toros y toreros en Revista de Estudios
Taurinos, Número1, 1994.
GÁMEZ JIMÉNEZ,
R.: El Guernica de Picasso como recurso didáctico. En el Centro virtual
Cervantes, Actas XLI (AEPE)
En
la Casa Museo de Tudanca, tras pasar por un porche que eleva el inmueble sobre
un camino con derecho de paso vecinal, se puede ver adherida a la pared una
basna.
La
basna era una especie de medio de transporte de forma triangular, semejante a
un trineo porque carecía o carece de ruedas, que los ganaderos del Valle del
Nansa utilizaban para bajar la hierba de los prados de las altas cumbres
cantábricas. Los caminos irregulares, las dificultades montañosas, las acusadas
pendientes impedían el traslado de la verde hierba tras la siega en verano. Un
carro no podía ser manejado en esas condiciones.
La basna era de
capacidad inferior a un carro, pero más manejable, como si fuera un deslizador.
Construida de maderos de haya, podía tener un largo de 2,25 metros de largo y
1,90 metros de ancho en su armazón externo. Se entrelazaba con maderas más
delgadas, tarmas, hasta diez, y se anudaban con varas de avellano. Unos equinos
tiraban del ingenio. Práctico, sencillo, buscando el trabajo bien hecho para
guardar la hierba para los animales.
Casa Museo de Tudanca. bmre
En Tudanca había un
acuerdo en el concejo para ayudarse entre todos, el “prau concejo”,
por el cual se sorteaba entre los vecinos la siega del prado comunal,
repartiendo porciones de terreno, suertes, labor que se iniciaba con una
fiesta a la que se asistía para celebrar el acontecimiento. Sobre el uso de la
basna escribieron Miguel de Unamuno durante una estancia en la casona de
Tudanca, José María de Pereda, quien ambientó Peñas Arriba en dicho
edificio, y José María de Cossío, propietario y alma de la casa biblioteca.
El camino al valle que envuelve Tudanca se hace a través de carreteras autonómicas intrincadas
que serpentean las montañas cántabras donde se entremezclan las amplias zonas
boscosas con pequeños lugares, escasamente habitados, diseminados por los concejos. El tiempo
se para en el espacio, dimensionando las nevadas cumbres y los rítmicos andares de los
vaqueros que llevan sus rumiantes a buscar el pasto.
Valle del Nansa desde Cabezón de la Sal. Fuente: G. Michelín
José María de Cossío heredó de antepasados indianos esta casona. Durante
años recibió a todo tipo de personas en su vivienda a pesar de las dificultades
de acceso, y convirtió esta antigua casa señorial en un depósito bibliográfico
de valor incalculable, donde las primeras ediciones de publicaciones se guardan
en la caja fuerte por su valor y se exhibe la plata, que palidece ante la
cultura.
Allí recibía todas las revistas culturales de las vanguardias del siglo
XX, como “Cruz y Raya” o “Revista de Occidente”, guardaba una correspondencia epistolar numerosa con la intelectualidad de su época, trabajaba para Espasa Calpe, …
En este sitio acabó Rafael AlbertiSobre los ángeles, autor que al final de su vida regresó para un homenaje por esa estancia. Aquí, finalmente y con otras joyas literarias, se
guarda el primer Llanto por Ignacio Sánchez Mejías de Federico García
Lorca, escrito a mano. Acompaña un dibujo de un arlequín llorando de pena. Se cree que su autor fue también el poeta granadino. Está escrito en tinta negra, salvo unos versos a lápiz. La dedicatoria: A mi queridísimo José María. Esta es la verdadera y única dedicatoria que le hago con el recuerdo y el amor de nuestro Ignacio. Federico.
La Barraca, con Lorca a la cabeza, representó una obra de teatro en el patio alfombrado por un verde césped de la casona hacia 1933.
Valle del Nansa. bmre.
Para saber más:
— No se puede aparcar dentro de Tudanca al ser un conjunto histórico artístico.
— Es necesario llevar calzado adecuado para caminar en zonas con barro y paso de ganado vacuno.
— Es necesario llevar bebida o comida, no hay restauración.
— Desde Santander, el camino es muy bueno hasta Cabezón de la Sal, pero a partir de aquí hay muchas curvas, carreteras de montaña y posibilidad de cruce de animales domésticos, asilvestrados y salvajes.
— Además de la casa museo de Tudanca, gestionada por las instituciones cántabras, sobre el Llanto sobre Ignacio Sánchez Mejías hay mucha bibliografía en el Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías de Manzanares.
El Llanto por
Ignacio Sánchez Mejías de Federico García Lorca ha sido
representado por distintos artistas de diferentes disciplinas
ejerciendo una gran fascinación desde su composición realizada, en un breve espacio de tiempo, tras la muerte del amigo en agosto de 1934.
La noche que
Yerma llega a las cien representaciones, su primera actriz, Margarita
Xirgu, queda impactada cuando oye recitar al poeta la elegía por
primera vez en público. La recita con un paulatino aumento de voz
llegando a declamar voceando, o gritando, intentando transmitir el
dolor por el amigo fallecido. Años más tarde, ya un recuerdo esa velada, Margarita grabará1
la elegía de Lorca en la colección Los Poetas2
junto al Romancero Gitano.
El gran actor
Francisco Rabal3
puso su voz grave y profunda para trasmitir la inmortalidad conferida
a Sánchez Mejías por Lorca. El sentido, la interpretación, se
convirtió en modo y sirvió de vehículo interpretativo para otros y
fue incluido en espectáculos para su emisión grabada como ocurrió
en 2016 en el celebrado Teatro Arriaga de Bilbao con motivo del
veinticinco aniversario como cantante de la soprano Ainhoa Arteta
donde cantó canciones populares españolas que había escrito
Federico y se reproducía La sangre derramada. El espectáculo
recibía el nombre de La voz y el poeta4.
Traspasando
fronteras, los argentinos Alfredo Alcón, actor, y Julio Bocca,
bailarín, presentaron en el Luna Park de la capital bonaerense un
espectáculo5
en 1997 donde se recitaba y bailaba la elegía. Es conocida la pasión
argentina por Lorca6.
Se podrían
citar más, muchos más. Gabriela Ortega Gómez, sobrina de Sánchez
Mejías, el cantante Enrique Morente, el poeta José Luis Rico, el
Ballet Flamenco de Andalucía han recitado, cantado y bailado el
Llanto por Ignacio Sánchez Mejías como forma de representación.