Cultura y sociedad

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La rueca de Las Hilanderas, la rueca del Museo del Queso Manchego

 

Las Hilanderas. Museo del Prado

      La gran presencia de obras de Tiziano, y otros venecianos, y las pinturas de Rubens en las colecciones reales y aristocráticas españolas influyeron de manera poderosa en el desarrollo del estilo de los pintores hispanos durante el siglo XVII.

     Esta influencia se vio limitada al retrato y la pintura religiosa. Apenas se realizaron pinturas mitológicas y se restringió el desnudo femenino. La excepción fue Velázquez, que realizó su carrera al amparo de Felipe IV y en contacto con las obras de Tiziano, Veronés y Rubens. En Las Hilanderas incorporó una referencia en la tercera escena del fondo al Rapto de Europa de Tiziano, que luego copió Rubens. Se conoce el desnudo de La Venus del Espejo, hoy en Londres. Y de temas de estudio anatómico basado en la mitología destaca su Marte, cuerpo y epidermis creíbles[1].

    Este intento de llevar al aspecto más humano y creíble lo vemos en Velázquez en Las Hilanderas. En la primera escena, las hilanderas mortales están paradas casi sin trabajar. Pero nos damos cuenta de la rueca. Está pintada en movimiento. Vemos también una escalera. La escalera de madera, de mano, nos lleva a la concepción en la tradición occidental como símbolo de progresión en el conocimiento. ¿Y la rueca?

     Se ha sugerido que es una referencia a la idea de Plinio de que la pintura alcanzó una de sus cotas más altas cuando Arístides fue capaz de representar la ilusión en movimiento. Esto encajaría con la idea de la posibilidad de superación infinita de las artes que plantea esta obra velazqueña[2].

     Si hubiera que elegir, por otra parte, un concepto en torno al cual se reúnen la idea de tejido, hilado, rueda, rueca, urdimbre y trama, ese concepto sería el tiempo. La rueca simboliza el tiempo, el comienzo y la conservación de la creación. Y, por otro lado, la actividad de hilar se ha relacionado con la luna, y de aquí, con la muerte y el destino[3]

     En el cuadro siempre se ha señalado la extraña representación de la luz, la ingeniosa colocación de las figuras, la extraordinaria plasmación de la rotación de la rueca, así como la perspectiva aérea. Había una creencia que decía que la escena representaba el trabajo cotidiano de la Real Fábrica de Tapices de la calle Santa Isabel. Incluso se ha hablado de un precedente de una instantánea fotográfica[4].

     Como se aprecia, la anciana y la joven no tejen. Además, no hay telares. Destaca la fantástica representación estroboscópica[5] del movimiento de la rueca, en cuya imitación Velázquez parece haber querido competir con el pintor Antífilo, autor del Taller de Hilanderas, que cita Plinio el Viejo en su Historia Natural. En él, tres elegantes damas, en un segundo término, contemplan el tapiz del fondo. Velázquez somete esta idea a un proceso de transformación y superación formal y conceptual. La victoria o empate entre Aracne, mortal, y Palas, diosa, no sería un castigo por la insolente humana o la del triunfo del arte sobre la artesanía. Sería el triunfo artístico de los modernos sobre los antiguos. El protagonismo de la rueca en movimiento, que introduce el transcurso del tiempo en la imagen, como Arístides habría hecho con las ruedas de una cuadriga, superaba a los antiguos y a los mitos artísticos de Tiziano y Rubens[6]

     La rueca del Museo del Queso Manchego de Manzanares, aun cuando no esté en movimiento, nos retrotrae a esa figura consistente en la descripción minuciosa de algo[7]: el trabajo y el tiempo de hilar, cardar y esquilar. Y a la superación, por el tiempo, de lo moderno sobre lo antiguo.

Museo del Queso Manchego de Manzanares. bmre.


    



[1] PORTÚS,J.: La mitología y el topos del desnudo femenino veneciano en el arte occidental, en El modelo veneciano en la pintura occidental, coordinado por URQUIZA, A. Y CÁMARA, A. Editorial Universitaria Ramón Areces. Madrid. 2015. Páginas 157-180.

[2] PORTÚS, J.: Las Hilanderas como fábula artística. En Prado Gal. 05. 1-12-05. Páginas 70-83.

[3] AUDUBERT, R.: Intertextualidad, urdimbre y trama en la Égloga III de Garcilaso y Las Hilanderas de Velázquez. En Lemir, 13 (2009): Páginas 347-373.

[4] HELLWIG, K.: Interpretaciones iconográficas de Las Hilanderas hasta Aby Warburg y Angulo Íñiguez. En boletín del Museo del Prado, 2004. Tomo 22. Páginas 38-55.

[5] El estroboscopio es un aparato utilizado para la observación de cuerpos en movimiento, haciéndoles visibles a intervalos y confiriéndoles inmovilidad aparente por ilusión óptica. https://dle.rae.es/estroboscopio?m=form. Es un precedente del cine, popular en el siglo XIX. Marías ve en Velázquez, tal vez, una idea inicial.

[6] MARÍAS,F.: Tiziano y Velázquez: Tópicos y milagros del arte. En El modelo veneciano en la pintura occidental, coordinado por URQUIZA, A. Y CÁMARA, A. Editorial Universitaria Ramón Areces. Madrid. 2015. Páginas 239-272.

[7] https://dle.rae.es/%C3%A9cfrasis



21-09-2025 22:10 actualizado 22:46

El arte de tejer la lana: Las Hilanderas

     

“Las Hilanderas o La Fábula de Aracne”. Velázquez. Museo del Prado

      Zeus bajó del Olimpo y decidió pasearse convertido en toro, mugiendo entre los novillos, en el camino de la más fresca hierba. Era un toro blanco, musculoso, de pequeños y deslumbrantes cuernos, atrayente y relajante. Lleno de paz y armonía. Se mezcló entre las reses de Agénor y atrajo la atención de Europa, su hija, razón última de la transformación y deseo del rey de los dioses.

     Europa admiró la belleza del toro blanco. Temerosa al principio, no pudo resistir la tentación de acercarse al noble toro. Poco a poco. Primero le ofreció flores para que las recogiese con su blanca boca. El toro, enamorado del sol y de la luna, empezó a besar las bellas manos de la pastora Europa. La res retozaba en la blanda y fresca hierba. Corría y se agitaba excitada hacia la suave arena. El toro se quedó quieto y le ofreció su noble pecho; agachó sus bellos cuernos para que le impusiera guirnaldas de entrelazadas flores.

     La tierna Europa se atreve a montarse en el lomo de la pacífica res. El toro no se lo piensa. Es Zeus y tiene a Europa en su grupa. Avanza hacia la arena, entra en las olas del mar cercano, moviendo sus falsas patas de toro. Europa, asustada, ve alejarse la tierra y se agarra a los cuernos para no hundirse en el agua. Comprende que ha sido raptada. Engañada.

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“El rapto de Europa”. Rubens. Museo del Prado


      Aracne había conseguido acreditarse en su trabajo sin tener una ascendencia o posición linajuda. Destacaba por el oficio y la clase conseguida en el arte de tejer la lana.

     Originaria de Lidia, era hija del tintorero Idmon de Colofón, especializado en los tintes de púrpura, el color de los altos dignatarios. La destreza en los tejidos de lana era tal que a su casa de Hipepas se trasladaban algunas Ninfas que trabajaban los viñedos del monte Timolo o aquellas que nadaban en las aguas del río Pactolo. 

     Sus vestidos y su modo de trabajo eran muy apreciados porque Atenea le había enseñado el oficio. Aracne había dado un paso más. Lo había convertido en un arte. Al manifestar Aracne que ella había convertido en arte el oficio que la diosa le había enseñado, Atenea le retó, aceptando que podía ser vencida por la alumna, en reconocimiento tácito del renombre que había alcanzado la tejedora fenicia.

     Atenea se disfrazó de anciana, con arrugas y bastón. Se acercó a Aracne y la reconvino para que aceptase la superioridad de la diosa, aunque ella fuera la mortal que mejor trataba la lana. Aracne respondió enfadada al consejo de la anciana y se quejó porque Atenea no había acudido al desafío.

     Atenea se quita el disfraz, Aracne enmudece de pronto, pero fiel a su palabra, se sobrepone y se enfrenta a la hija de Zeus. 

     Aracne tejió,  entre otras obras, a Europa cuando fue raptada por Zeus en forma de toro, a través del mar. Europa, el toro y el mar parecían verdaderos. 

     Atenea tuvo que reconocer su maestría, pero la envidia le corrompió y rompió las telas de Aracne. Le dolió porque todas hacían referencia a las debilidades de los dioses. Aracne se temió un último final ante su cólera. Recibió tres o cuatro golpes en la frente con la lanza del monte Citoro. 

    Se creía morir. En un último instante, la diosa se calmó o se apiadó y con una menor, pero terrible sentencia, quedó convertida en araña, madre de todas las tejedoras del mundo, que no respetaron a los dioses y que reclamaron el arte de sus manos.

     Estas dos escenas principales, el rapto de Europa y el desafío de la fábula de Aracne, se desarrollan en un taller de hilanderas en el cuadro de Velázquez La fábula de Aracne o Las Hilanderas (1655-60). Las hilanderas conversan, ajenas a las disputas de los dioses. Trabajan, preparan hilos, mueven la rueca. Maravilla ver la habilidad de Velázquez para captar el instante del movimiento de la rueca. 

     Son tres escenas. El rapto recoge una obra original de Tiziano, que ya no está en el Prado. Se exhibe, por suerte, una copia fabulosa de Rubens. Otra realidad. Atenea aparece revestida con su armadura antes de castigar a Aracne, por su soberbia o por su independencia.

     Cuando se tiene la suerte de acudir al Museo del Prado, al llegar a las salas de Velázquez, los visitantes se arremolinan cerca de Las Meninas. En ese caso, hay algunos de ellos que se dirigen a una de las salas contiguas en dirección a la salida de Murillo y pueden admirar este cuadro junto a Mercurio y Argos y un Marte maduro, con espléndido estudio anatómico. Todos de don Diego.


 

     Para saber más:

     —Metamorfosis de Ovidio. Introducción y notas de Antonio Ruiz de Elvira. Bruguera Clásicos. Barcelona. Reedición de 1984. Páginas 70-71 y 163-169. 

     —Museo del Prado. Las Hilanderas o La fábula de Aracne. Sala 015A. 

Ruphert, Luis Cobos, Francisco Nieva y Manuel Piña

       Lanza, 1-07-1986      Ruperto Murillo Ortega, Ruphert, murió en Valencia a principios de 2025. Natural de Tomelloso, se hizo famoso c...