El visitante reflexiona. Cree, desea, que, en el caso de alcanzar una reputación, fama y honor, sí extraordinarios, sea como resultado de buenas acciones y por el alcance de grandes cualidades, que hubiese conseguido personalmente.
Sabe el visitante que, al final, depende del toque final, del remate, del lazo que envuelve la manufactura, siendo, en sí, ya importante, pero el escaparate marca.
Anoche, el visitante asistía a una cata de aceite, en FERCAM, donde la sofisticación en la presentación del producto es tan relevante como la materia prima. Donde la calidad debe ser mostrada en su grado más superior, pero, piensa, que no debemos olvidar el trabajo de siglos, de abandonos y de olvidos. Y de nuevos comienzos, de nuevas rupturas del cordón umbilical, de nacimientos.
El visitante, que ha llegado al Museo del Molino Grande, recuerda la degustación del segundo y del tercer aceite, uno más afrutado y monovarietal, otro más complejo y propio de un coupage de dos aceitunas; el primero había sido áspero, imperfecto, denominado lampante y no apto para la comercialización sin ser llevado a refino y mezclado con las calidades virgen. Recuerda que los aceites de más calidad son el aceite de oliva virgen extra y el aceite de oliva virgen. Por cualquier error en la manufactura, o en el proceso de elaboración agrícola, en los controles de la almazara, en las heladas, en mil detalles pequeños, se pierde o devalúa la producción.
El visitante ha leído que en las Relaciones Topográficas de Felipe II, 1575, se indica que fue un molino de pan y aceite. Hubo una almazara. También que en el Archivo Histórico Nacional, sección órdenes militares, hay un documento que refrenda hacia 1616 la existencia de esa molienda de cereal y almazara de aceite con la propiedad de Don Pedro Fernández de Salinas. Situado en la madre nueva del río Azuer, casi al final de su destino. No había, no hay debate. El visitante había oído polémicas en otras instalaciones agrícolas. Como el caso de la villa romana de Villaricos, en Murcia, donde se intentaba delimitar en 2012 si se producía aceite o vino y que las investigaciones fueron favoreciendo al aceite, con el paso del tiempo. No era este el caso. Una construcción de casi quinientos años acreditada por los reinados de Felipe II y Felipe III con sendos documentos.
¿Cómo hubiera sido esa almazara? ¿Dónde habrían acabado sus restos? El visitante reelabora distintas y diferentes posibilidades. En el Alcázar de Jerez vio una almazara que parecía una antigua almazara de escaparate. Con una viga impresionante. Pero era producto de otra época y de otra pujanza.
Mira las tejas de la cobertura a dos aguas, observa el molino de cubo descansando de molienda de cereal y leguminosas durante siglos. Un pájaro se ha posado en la ventana. El arado, la siembra, la paciencia, el clima, la recolección, la trilla, el grano que hay que aventar para separar de la paja; El traslado para la molienda. La cultura del cereal.
El visitante oyó a su madre comentar que en los años cincuenta se alojaron en el Albergue de Turismo Jorge Mistral y Carmen Sevilla porque estaban rodando una película sobre segadores. Tal vez, también Raf Vallone. Indagando, encontró que en 1958 se produjo el hecho relevante que una película española optó por primera vez al Óscar. Esa película fue La Venganza, de Juan Antonio Bardem. Hay datos que vinculan el rodaje en Manzanares y Membrilla, entre otras localidades manchegas. El visitante quiere investigarlo.
Es el lazo. Une la tierra que le vio nacer. Camina despacio y mira el largo e infinito horizonte.
“Nada hubiese podido impedirme rodar este filme, pues mi amor al
cine es más fuerte que cualquier moral” Alfred Hitchcock, como
respuesta a los ataques a “La ventana indiscreta”1.
“La ventana indiscreta” es el título para España de “Rear
Window”, película de 1954, que podríamos traducir como 'ventana
trasera'. Relacionado con la intimidad de cada uno de nosotros, lo
que ocultamos. Nuestra vida privada. La ventana trasera del alma. Y,
también, lo que sucede cuando, llevados por la curiosidad, nos
implicamos en la vida de los demás intentando solucionar algo
terrible, o no, que ha ocurrido mientras miramos una colmena humana con
sus historias. Reparto: James Stewart, Grace
Kelly, Thelma Ritter, Raymond Burr, Judith Evelyn, Wendell Corey.
Me interesa el final, cuando se produce el arrebato vengativo del
asesino, cuando toma conciencia de haber sido observado y descubierto
por un vecino. Es una escena rodada en un espacio artificial donde se
construye una comunidad de vecinos en torno a un patio y desde el piso de
un fotógrafo mirón con una ventana trasera como gran objetivo para
ver, pero donde luego será visto y puesto en peligro. El espacio
tiene un papel relevante. El tiempo es rápido y está relacionado
con la acción.
Un arrebato, sí, una pérdida de todo sentido que hace que el
espectador sea atacado por el actor. Los actores, que van vestidos
con ropa contemporánea a la época de rodaje y maquillaje normal.
Vestuario más especial para Lisa, por E. Head. Thorwald es un vecino
que descubre que es descubierto (Raymond Burr) y mira la mano de Lisa
(Grace Kelly) cunado descubre, que su secreto más íntimo, su crimen, es
conocido por L. B. “Jeff” Jefferies (James Stewart)2,
espectador que actúa, que observa, que vigila, y que indaga a través
de sus ojos y a través de su objetivo de fotógrafo, de una forma
casi panóptica, propone una hipótesis de lo visto. La cámara y el
mirón son vistas. Jeff no quiere ser descubierto. Enseguida se
disocian cámara y mirón porque se vuelve hacia el mundo del que
observa desde la ventana trasera. Dispone cómo puede salvar a su
amada Lisa que ayuda al que no creía, a su esquivo e imprevisible
enamorado. Da dinero a su enfermera Stella (Thelma Ritter), informa
de sus deducciones a su amigo detective (Wendell Corey). Nervioso y
excitado, le convence. Esta dilación informativa le hace perder
tiempo y, lo más importante, lo deja solo y vulnerable, a merced del
asesino vengativo, que, desesperado, sube las escaleras clavando sus
zapatos como si pusiera los clavos para fijar a su víctima, para
causar temor en su alma, que sabe que viene hacia él. Lo sabe tras
la llamada silenciosa y al observar que el piso de Thorwald está en absoluta
oscuridad, solamente con su ojo derecho, receloso, temeroso. Solo y
con poca luz. La iluminación resalta una frente sin sudor, tal vez
fría. Es consciente por la luz que entra por bajo de la puerta
cuando se apaga. Su miedo le pone en guardia. Aumenta el ruido de las
suelas de los zapatos, martilleando. Su arma es la capacidad de ver y así utiliza la luz, casi fuego, del flash aprendido en su trabajo. La luz
del fogonazo. Se coloca en la penumbra, en la oscuridad, junto a la
ventana trasera como compendio de su vida o muerte.
¿Qué quiere de mí? (con voz perentoria y enérgica, apenas hay
luz, pero sus ojos sí la reciben), pregunta el vecino asesino. La
cámara enfoca a Thorwald que cierra la puerta del piso, ya sin luz
que se había apagado cuando llegaba el asesino. Está confuso porque
está junto a quien sabe su vida casi también como él. Un mirón, únicamente un mirón.
Quien sabe todo o ha intuido todo. Aunque es un asesino, se siente
vigilado y descubierto. Y le ofrece dinero. Jeff sigue en la oscuridad,
en la penumbra, junto a la ventana trasera. Callado. Desconcierta al
oponente. Le pide que diga algo. Perplejo, no entiende la razón por
la cual Lisa, la mujer indiscreta, no le ha denunciado. Solamente quiere la alianza, su
alianza. Un anillo que puede unir la relación de Jeff y Lisa, un anillo que
condena a Thorwald como asesino.
Cuando le dice que el anillo ya está en la comisaría de
policía, lo razonable hubiera sido huir, esconderse, desaparecer,
pero se abalanza contra su mirón, quien le ha descubierto cómo es con una
luz real. Se intercambian y roban primeros planos.
Cuatro fogonazos de flash iluminan la estancia que permanece
oscura entre uno y otro oponente, únicamente resaltado,
inicialmente, por los ojos y gafas de Thorwald cuando entra en la
habitación, pero la conversación se produce en la penumbra. Cuando
empiezan los fogonazos se enfocan las caras de los oponentes. Una luz
blanca que se convierte en ámbar cuando se disipa. Tras el cuarto
fogonazo el atacante ya esta sobre el mirón que está impedido por un accidente, pero
se defiende, mientras puede, gritando a su amada. La cámara sale del
cuarto de la ventana trasera y vuelve al plano general del edificio
cuando llegan Lisa y el amigo policía. En la pugna rápida vence
el atacante mientras se dirigen en ayuda de Jeff. El patio y sus
vecinos se convierten de actores en espectadores, y la policía, Lisa
y la enfermera entran en la escena cruzando el patio para ayudar en
el momento postrero al fotógrafo que, todo ojos, ha descubierto al
asesino, y llegan a recoger su cuerpo cuando se estrellaba en el suelo.
La curiosidad, la vida y el amor sobreviven ante el arrebato
sinsentido del asesino. El final de la película revisa el vecindario
en distintos planos, en una escena final que probablemente influiría
en el dibujante Ibáñez y su 13 rue del percebe o en las comedias
de situación sobre vecinos.
El movimiento de la cámara va enlazando los lugares del patio,
da ritmo a la acción entre los oponentes y nos muestra todo el
escenario cuando salen y entran en escena los actores que salvan a
Jeff. El antagonista Thorwald habla poco o nada durante la película,
pero se entiende el miedo y la represalia que prepara con su mirada
y, a pesar de los fogonazos, empuja con embestidas. Jeff habla mucho
durante la película, pero es parco en palabras en la escena final
ante el vecino asesino.
Junto a la resolución del crimen, el anillo nos lleva al
rescate, tal vez, de la relación entre Jeff y Lisa. Y consigue
conectar la atención del vecindario como espectador, y ser partícipe,
de lo que sucede en él en este momento. Al final, como al principio,
la cámara enfoca la colmena humana del edificio, con sus historias,
su evolución desde el miércoles hasta el momento de la acción,
sábado.
En esta película se empieza a vislumbrar la
travesía entre actores y espectadores. De la pantalla
cinematográfica, donde interactúan, hacia el patio de butacas, o en
sentido contrario. En “El gran teatro del mundo” de Calderón de
la Barca se mostraba los entresijos de la vida como una obra de
teatro pues la vida es como un gran representación, y los actores actúan desde el vestuario dando un punto de vista distinto a la
escena. Esa ruptura se muestra tiempo después, en la década de los
ochenta, con ese paso de frontera, como ocurre en “La rosa púrpura de El
Cairo” de W. Allen, 1985, donde el actor se fija en la espectadora
y entra en relación con ella, traspasando la pantalla.
FUENTES CONSULTADAS:
-GUBERN, R.: Historia del cine. Anagrama. Barcelona. 2016.
-TRUFFAUT, F.: El cine según Hitchcock. Alianza Editorial.
Madrid. 1974.
-BORDWELL, D.: La labor inferencial del espectador en La ventana
indiscreta. Revista Acta poética 11. Otoño 1990.
-BORDWELL, D., STAIGER, J., y THOMPSON, K.: “La narración
clásica”, en El cine clásico de Hollywood. Estilo cinematográfico
y modo de producción hasta 1960. Paidós. Barcelona. 1997, páginas
26-45.
-PÉREZ MÉNDEZ, I. M.: Miradas desde el umbral: El voyeurismo en
la obra de Edward Hopper y Alfred Hitchcock. Arte y Sociedad Revista
Investigación. Número 13. Octubre 2017.
-SÁNCHEZ SÁNCHEZ, F.: Desde la coexistencia de modelos de
representación, hasta la cristalización de un nuevo modelo: La
ventana indiscreta. Fonseca, Journal of Comunication, n. 9
(Julio-Diciembre de 2014), pp. 175-206.
La curiosidad ajena destrozó aquello que unía a dos amantes. Eurídice había muerto por la mordedura de una víbora cuando huía de Aristeo. Su enamorado Orfeo, desconsolado, se arriesgó bajando a los infiernos para suplicar a Hades, rey del inframundo, y su esposa Perséfone su devolución al mundo de los vivos. Con un bello
canto logró vencer los obstáculos para el retorno que oponían
Hades, Perséfone, Caronte y Cerbero. Hades le impuso la condición
de no volver atrás la mirada para ver a su amada durante su vuelta
al mundo de los vivos.
La impaciencia, la curiosidad o el amor le
impidió cumplir la condición impuesta. Miró su bello rostro y la
perdió de forma definitiva1.
Nuevamente desconsolado, siguió cantando incluso después de su
muerte en esa ida y vuelta a los infiernos, catábasis, y
pasar por un trance tan duro. La influencia de sus dotes cantoras y
tranquilizantes de Orfeo fue tal que hoy se denomina orfeón a las
sociedades de cantantes en coro sin instrumento. Y denomina
Orfidal a un medicamento ansiolítico y relajante. Zeus
permitió que su instrumento musical, la lira, fuera colocada por
Apolo en el cielo, dando lugar a la constelación Lira2.
La
curiosidad acabó con la vida de la mujer de Lot3.
Los ángeles habían avisado que la
ciudad en la que vivían sería destruida, que Yahvé quería
salvarles, pero dijeron que no debían mirar atrás durante su huida
al monte para no perecer. Cuando salieron de la ciudad, Yahvé hizo
llover desde el cielo azufre y fuego sobre Sodoma y Gomorra. Debido
al estruendo de la destrucción o al espectáculo del fuego, la mujer
de Lot volvió la vista para vencer su curiosidad e inmediatamente se
convirtió en una estatua de sal. Esa curiosidad pudo matar, aunque es
más probable que Yavé no quisiera que los humanos dominasen las
distintas formas de destrucción, fuese diluvio o fuego. La sal en dosis adecuadas ha traído suerte y las formas
antropomorfas de los bloques de sal en el Mar Muerto recuerdan que no
mirar atrás puede ser síntoma de búsqueda de un futuro.
Michael Wolgemut. Lot huyendo de Sodoma
En el
frontón del templo de Artemisa en Corfú hay una enorme gorgona de
casi tres metros cuyas espantosas facciones se consideraban
eficaces para ahuyentar los espíritus malignos del templo. Esta
gorgona era Medusa, cuyo destino fue ser decapitada por Perseo.
Cuenta Graves que había sido una mujer hermosa descubierta por
Atenea besando a Poseidón en su templo. Tamaña ofensa, aunque sea tan
poca cosa a los ojos de hoy, fue castigado con la conversión en
gorgona, un alado monstruo de feroz mirada, dientes terribles y
serpientes como cabello. Cualquiera que le mirara perecía convertido
en piedra.
Perseo era hijo de Danae y Zeus, que se había convertido en
lluvia dorada. A petición de Polidectes y para que no molestara
a su madre, se comprometió a matar a la Medusa. Con una serie de
armas prestadas de los dioses, como el escudo pulido de Atenea que
podía hacer de espejo curvo por el que podía ver la cara de Medusa
de forma indirecta, cortó su cabeza con la afilada hoz prestada por
Hermes y guardó su cabeza en el zurrón que obtuvo de las náyades.
Perseo petrificó con la cabeza de Medusa a Atlas, que amenazaba con
dejar de sujetar la bóveda celeste, dando lugar al macizo del mismo
nombre, luego derrotó mediante la conversión en piedra al ejército del
rey de Tiro y convirtió a Polidectes y su familia en piedra por
seguir molestando a Danae4.
Por un beso y una mirada todos quedaron petrificados.
Detalle Medusa. Templo Artemisa. Corfú.
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1OVIDIO:
Metamorfosis. Bruguera libro
clásico. Barcelona. 1984. Páginas 299-305.
2GRAVES,
R.: Dioses y héroes de la antigua Grecia.
Unidad Editorial. Madrid. 1999. Páginas 37-38.
Marta Sanz, de www.blogdeldia.org, me envía, amablemente, un enlace con los anuncios más curiosos de internet, que son, en sí, auténtico compendio de sociología humana y una forma de entender como somos los seres humanos cuando queremos vender algo, lo convertimos en un producto publicitario, y producimos, o queremos producir, una serie de relaciones públicas. El enlace es el siguiente: https://www.tablondeanuncios.com/anuncios-curiosos-publicados.php Aparentemente nos hemos vuelto, por suerte, tan amantes de los animales que les dotamos de comportamientos humanos. ¿Seguro qué los demás animales lo desean? ¿Con esta pregunta caigo en el mismo error? Los negocios de feretros, ¡ojo, no usados!, la venta de leche materna, el "tráfico de billetes falsos", los carteles disuasorios de alarmas inexistentes, la venta de iglesias como casas particulares, las réplicas de títulos universitarios, en fin, nos muestran que hemos avanzado mucho en los medios de venta y publicidad pero nuestro cordón umbilical y nuestro ADN nos retrotrae al patio de Monipodio de "Rinconete y Cortadillo", donde la picaresca campa a sus anchas, ahora también en internet, junto al antiguo patio o plaza o la temible navaja albaceteña como método de seguro en la Sevilla del Siglo de Oro de la literatura española. Y esa afición que todos tenemos por coleccionar y acumular cosas, que sobran y no se sabe, cuando ya están acumuladas, entonces, qué hacer con ellas y las ponemos en venta de la manera más chusca o, tal vez, original. Desde libros a coches, pasando por cristos mutilados y balas de cañón. Luego están los anuncios claramente fraudulentos, engaños, suplantaciones, que son compendio de lo mejor y lo peor de nosotros, de nuestra miseria y nuestra mugre. Pero con cierta ternura como el que se ofrece como heredero. Finalmente, como epílogo, el anuncio más compartido, según se dice, en Facebook y Twitter: - Buscamos redactores para colaborar sin remuneración.