Cultura y sociedad

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Sermones, moradas, amistades y elegías.

     

Tudanca, valle del Nansa, desde la Casona en el mes de febrero. bmre.


     En los primeros días de enero aparecerá en la Revista Siembra de Manzanares una reseña del Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías

     Hay dos medicinas contra quien ignora: el tiempo y el conocimiento. Y otra, contra el que odia, el amor.


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      ¿Cuándo empezó la amistad entre José María de Cossío e Ignacio Sánchez Mejías?

     "A José del Río que recibí las fotografías con el intermedio de Sánchez Mejías..." . Carta de José María de Cossío a Gerardo Diego el 9 de agosto de 1920 desde Tudanca que revela que ya tenía la suficiente amistad con Ignacio para que hiciese de correo entre José del Río, Pick, y el señor de Tudanca. Cossío había viajado con la cuadrilla de Joselito, según el kilométrico que se guarda en la casona de Tudanca. Ignacio Sánchez Mejías fue banderillero de Rafael El Gallo y Joselito.

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     ¿Y la amistad entre Sánchez Mejías y Rafael Alberti?:

     El entusiasmo taurino de José María de Cossío, nueva amistosa adquisición de nuestras reuniones gongorinas me llevó una tarde a conocer, en el hall del Palace Hotel, a un tipo excepcional, que sería, luego de su horrorosa muerte, héroe de una de las mejores elegías derramada de pluma española: Ignacio Sánchez Mejías, tan sólo matador de toros en aquellos momentos. (Digo «tan sólo» porque poco más tarde llegó a ser autor dramático, y, con la asesoría de García Lorca, animador y empresario de una compañía de bailes españoles encabezada por su amiga Encarnación López, «La Argentinita»).  

     Así describía Alberti a Ignacio Sánchez Mejías en La arboleda perdida cuando lo conoció. Y evocaba su horrorosa muerte. La muerte fue un tema importante para García Lorca y Alberti. Vamos a relacionar esta idea de muerte con su poemario Sermones y moradas por alguno de ellos, empezando por la significación de la sangre y la visualización de la muerte.

     Según Casado, el concepto albertiano de la sangre ha de interpretarse como la propia conciencia, como el pasado no superado, que tira de él hacia lo más profundo, oscuro y desasosegante, como vemos en el poema Sermón de la sangre

     La edad terrible de violentar con ella las puertas más cerradas, los años más hundidos por los que descender a tientas, siempre con el temor de perder una mano o de quedar sujeto por un pie a la última rendija, esa que filtra un gas que deja ciego y hace oír la caída del agua en otro mundo, la edad terrible está presente, ha llegado con ella y la sirvo:

mientras me humilla, me levanta, me inunda, me desquicia, me seca, me abandona, me hace correr de nuevo, y yo no sé llamarla de otra forma:

Mi sangre

     ¿Es la bajada a los infiernos? ¿Es una vuelta al pasado? Casado ve que Alberti no desea que la vuelta al pasado sea un estancamiento que impida avanzar porque el infierno puede ser uno mismo.

     En Adiós a la sangre, el poeta dice:

     Sujetadme,

sujetad a mi sangre,

paredes,

muros que la veláis y la separáis de otras sangres que duermen.

¿Yo me decía adiós porque iba hacia la muerte?

     Y nos cuenta que se diferencia de otras sangres dormidas porque no les tortura el pasado y regresar a él. Y si se despide de su sangre, está emergiendo la muerte.

     La muerte emerge primero en los otros, pero poco a poco toma conciencia de la propia. En otro poema de Sermones y moradas, Espantapájaros, aparece esa preocupación de la muerte:

     Ya en mi alma pesaban de tal modo los muertos futuros

que no podía andar ni un solo paso sin que las piedras revelaran sus entrañas...

Se hace imposible el cielo entre tantas tumbas anegadas de setas corrompidas.

¿Adónde ir con las ansias de los que han de morirse? 

     La preocupación por los otros muertos, obstáculo para volver al edén pasado, se ve también en la elegía que escribe por la muerte de Fernando Villalón, quien fallece con una última voluntad consistente en enterrarle con el reloj en marcha. Alberti utiliza este deseo para hacer el esquema de su elegía, que Casado cree, es algo posible, que influya en García Lorca a la hora de escribir Llanto por Ignacio Sánchez Mejías:

    "... para que a la una en punto desaparecieran las islas, 

para que a las dos en punto a los toros más negros se les volviera blanca la cabeza,

para que a las tres en punto una bala de plomo perforara la hostia solitaria expuesta en la custodia de una iglesia perdida en el cruce de dos veredas: una camino de un prostíbulo y otra de un balneario de aguas minerales,

(y el reloj sobre el muerto)

para que a las cuatro en punto la crecida del río colgara de una caña el esqueleto de un pez aferrado al pernil de un pantalón perteneciente a un marino extranjero,

para que a las cinco en punto un sapo extraviado entre las legumbres de una huerta fuera partido en dos por la entrada imprevista de una rueda de coche volcado en la cuneta,

para que a las seis en punto las vacas abortadas corrieran a estrellarse contra el furgón de cola de los trenes expresos, ..."

     Y así hasta las doce en punto:

     "... y para que a las doce en punto a mí se me paralizará la sangre y con los párpados vueltos me encontrara de súbito en una cisterna alumbrada tan sólo por los fuegos fatuos que desprenden los fémures de un niño sepultado junto a la veta caliza de una piedra excavada a más de quince metros bajo el nivel del mar..." 

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     Alberti, según La arboleda perdida, le recitó unos poemas a Ignacio, el nuevo amigo, tras ser presentado por Cossío:

     "Cossío, apasionado de mis versos, me pidió recitarlos inmediatamente, casi al mismo tiempo en que Ignacio me abrazaba y pedía a un mozo del hotel una buena botella de manzanilla... Comencé. Sánchez Mejías los escuchaba atento, abierta una sonrisa en su rostro viril...

     -¡Qué bruto!- comentó, interrumpiéndome, pero indicándome con la mano que siguiera. Concluido el recitado, le dije que aquella expresión, en boca de un hombre que había lidiado y dado muerte a más de setecientos toros, no sólo me parecía justa sino que me llenaba de orgullo"

     Después le leyeron un poema dedicado a otro torero, admirado por Bergamín, Cossío y Alberti. Y aquí apareció la rivalidad profesional con el Niño de la Palma, con un ¡Lástima de poema!

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     Ahora que llega otro diciembre pariente de los actos fundacionales sevillanos, es bueno recordar cómo se gestó la primigenia amistad de unos jóvenes idealistas en palabras de uno de ellos: 

     "Me parece oportuno recordar que la celebración sevillana de otros actos del centenario, si se pudo celebrar con el esplendor y las más sonoras campanadas que repercutirían en pocos años por todo el universo mundo de la lengua y la poesía, se hizo gracias a Cossío. Él, con su arte y 'aquel' para aunar aficiones, estamentos y voluntades, fue el que presentó a Ignacio Sánchez Mejías. Este insigne diestro fue el que ideo y sufragó la invitación al Ateneo de Sevilla, a la que sucederían por sus pasos contados las otras conmemoraciones del centenario y lo demás que siguió hasta su propia muerte, motivo de la más excelsa poesía. Si el toreo se ha cantado con verdadera elevación en nuestro siglo ha sido, por los poetas andaluces, Manuel Machado, Federico y Rafael Alberti, a los que andando los años había de incorporarse otro andaluz, otro sevillano o malagueño- Vicente Aleixandre- que en sus 'Diálogos del conocimiento' ha escrito un bellísimo y profundo poema absolutamente genial" (Gerardo Diego, "Boletín de la Real Academia Española, 1977).

     Concluyamos con un bucólico vídeo de la Casona de Tudanca, con menos barro que cuando se visitó, y recordemos a Pereda, Unamuno, José María de Cossío, José del Río 'Pick', Rafael Alberti, Federico García Lorca, que estuvieron por allí, entre otros, y, aunque no se ve en el vídeo, un retrato dedicado por Ignacio Sánchez Mejías que vaga por allí.

     


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     Referencias:

       - Alberti, R.: Sermones y moradas. Poemas: Sermón de la sangre; Adiós a la Sangre; Espantapájaros; Ese caballo ardiendo por las arboledas perdidas; Sermón de las cuatro verdades

       - Alberti, R.: «La arboleda perdida», Seix Barral y Círculo de Lectores, Barcelona, 1959-1975.

        - Gerardo Diego y José María de Cossío. Epistolario, Nuevas claves de la generación del 27. U. de Alcalá de Henares y Fondo de cultura económica. Alcalá de Henares. 1996.

         - CASADO, M.: Oscuridad y exilio interior en la obra de Rafael Alberti. Tesis doctoral, Facultad de Filología, UCM dirigida por DÍEZ, J. I., Madrid, 2015. 307 páginas.

         - DIEGO, G.: Obras Completas. Tomo VIII, Artículo escrito en 1977, tomo 57, número 212, Boletín de la Real Academia Española. Nota 31-5-2024 Archivo Museo Sánchez Mejías.

       




           17-11-2025 23:44  Actualizado 20-11-2025 17:33


La ciudad dividida por un río

     

El Danubio a su paso por Budapest. Wikimedia.

     El Danubio es uno de los ríos más caudalosos de Europa. Nace en la Selva Negra alemana y desemboca en el Mar Negro (Ponto Euxino), por Rumanía.

     En la llanura del Danubio medio se encuentra Hungría. En este país, la recepción de la cultura española es minoritaria. Hace poco viajaban dos turistas húngaros que se encontraban por España. Recalaron en medio de Castilla-La Mancha. Más concretamente, en Manzanares. Visitaron la Casa Malpica, lugar en el que se encuentra el Museo del Queso Manchego y el Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías.

     Dicen que hablaban un español casi perfecto, con un leve acento, que parecía indicar que se dedicaban a la enseñanza del español o habían realizado estancias en España durante algún tiempo. Ellos contaron que eran ingenieros de telecomunicaciones, que habían aprendido español en su juventud y que seguían ahondando, mediante lecturas y viajes, el conocimiento de la cultura española. 

     Según parece, se sintieron halagados cuando, al indicar que vivían en Budapest, les dijeron que era la ciudad dividida por un río, el Danubio. También les llamó la atención la existencia de un museo sobre un intelectual torero. 

    Su atención fue en aumento cuando supieron que el intelectual sevillano había escrito un libreto, con pseudónimo, sobre una revista musical que renovaba los ballets clásicos y flamencos en los años treinta del siglo pasado colaborando con Encarnación López (La Argentinita), Falla y García Lorca. A este último sí le conocían, pero el músico y la bailarina eran desconocidos para ellos. 


     Contextualizando, otra persona, les dijo que Falla tenía una fama similar a Béla Bartók y que García Lorca era conocido por sus obras internacionalmente antes de su trágica muerte. Sin muerte trágica, era semejante a la fama conseguida por el escritor húngaro Peter Esterházy, que se había consagrado internacionalmente con Armonías celestiales cuando este siglo daba comienzo, teniendo en cuenta que todas las comparaciones son, pues, arriesgadas.

     La emoción de los turistas aumentó con el conocimiento de la variada y compleja vida cultural del primer tercio del siglo XX, recogida en el Archivo Museo. Hizo que los viajeros húngaros reprodujeran a otro lugareño, quien les indicó dónde podían comer, un video de unos de estos ciudadanos del mundo recitando a Juan Ramón Jiménez en la plaza Mayor de Madrid.

     Olvidaron estos informantes la estrecha relación entre España y Hungría gracias a un deporte de masas. En el primer tercio del siglo XX siempre se recordará el poema que Rafael Alberti escribió al portero húngaro del Barcelona, Franz Platko

     Según parece, hace referencia a los tres partidos del campeonato de copa del Rey celebrados en la primavera de 1928 que se jugaron en El Sardinero. Asistieron José María de Cossío y sus huéspedes en Tudanca, Rafael Alberti y el cantante de tangos Carlos Gardel, que tenía gran amistad con el capitán del Barcelona, Samitier




     Alberti relata, escribe, la prodigiosa actuación del portero marcada por el ritmo con sus pausas del reglamento deportivo de los dos primeros encuentros de esta final. El ausente, en esta ocasión, fue Gerardo Diego, quien manifestó por carta a Cossío que había sentido perderse esta final que calificó de epopeya.  

 

“Ni el mar, que frente a ti saltaba sin poder defenderte.

Ni la lluvia. Ni el viento, que era el que más rugía.

Ni el mar, ni el viento, Platko,

rubio Platko de sangre,

guardameta en el polvo,

pararrayos.”

 

     Tras el mundial de 1954, cuando unos brillantes húngaros fueron subcampeones, y, sobre todo, con el final trágico de la revolución húngara de 1956, muchos de estos futbolistas jugaron al fútbol en los campeonatos españoles. Los más famosos: Puskas en el Real Madrid y Kubala en el Barcelona. 

    En estas letras se defraudará a los que piensen que se hará a partir de este momento un detallado informe futbolístico. Nada es más arriesgado que hablar de historia del fútbol cuando no se conoce el tema con profundidad. Y que dichos conocimientos están más relacionados con las tardes de partido compartidas con sus mayores como vínculo afectivo.

Bandera húngara sin escudo símbolo revolución 1956. Wikipedia

     Se conoce, claro, el éxito que tuvieron en el fútbol español. Del final de la vida de Puskas poco se puede informar. De la vida de Ladislao Kubala se tiene más información. Por medio de unos comerciantes textiles de Castilla-La Mancha se tiene noticia de un lugar que solía frecuentar: El Hotel Vila de Calella en Barcelona. Aseguran que Kubala, que llegó a seleccionador nacional, tenía amistad con los dueños y que alguna vez lo vieron durante los viajes que realizaban en el último tercio del siglo XX para negociar con fabricantes textiles catalanes.

     Hoy, por suerte, hay hispanistas húngaros que analizan la recepción de la obra de autores de la Edad de Plata en la intelectualidad de su país. 



      

"Los que doman los caballos", Ignacio Sánchez Mejías

     

Muerte de Hipólito. Wikipedia

     Cuenta Ovidio que Hipólito fue desterrado porque Teseo, su padre, creyó que había seducido a Fedra, su madrastra. Hipólito había sido fiel a su padre y a Diana, la diosa cazadora. Como su nombre indica era el que desata los caballos: guerrero y cazador.

     Desterrado, huye con sus caballos y cuando recorre las riberas del mar de Corinto, una gigantesca ola se levanta. De esta ola surge un toro que arroja enormes chorros de mar por la nariz y la boca. Los caballos de Hipólito se asustan, despeñan el carro, que se deshace al chocar con un tronco, e Hipólito muere destrozado. Por la fidelidad demostrada, Diana le devolvió la vida con la ayuda de Esculapio, y para preservarlo de toda envidia, le dio nuevo aspecto y le tuvo a su lado como Virbio, siendo Hipólito. Vivió de otro modo, tras la resurrección de Esculapio y la diosa cazadora.

     “Yo he visto lluvias grises correr hacia las olas, / levantando sus tiernos brazos acribillados.”

     El tema fue tratado, según José María de Cossío en Fábulas mitológicas en España, por Gabriel de Henao Monjaraz, aunque considera que basó sus fuentes más en Eurípides y Séneca que en Ovidio, obviando la resurrección o pervivencia del recuerdo de Hipólito

Ilustración para el Llanto de Ignacio Sánchez Mejías. José Caballero. Museo de Huelva. Ceres. Uso personal

    Cada 13 de agosto se celebra en el santoral cristiano a San Hipólito. Cada 13 de agosto se recuerda en México la caída de Tenochtitlan en 1521 cuando los soldados castellanos de Cortés con la mayoritaria ayuda de las tropas de Tlaxcala, Texcoco y otras culturas prehispánicas derrotaron al imperio mexica que les sojuzgaba. De ahí surgió el México novohispano, el Virreinato de la Nueva España. Y el mestizaje que dio origen al México actual. Tras la destrucción de Tenochtitlan, surgió algo nuevo.

     Llamativa resulta la fecha de la caída del imperio mexica en el día de San Hipólito porque, si seguimos el sentido etimológico de Hipólito, el que lleva los caballos o los guerreros, los caballos no existían en América. La representación simbólica de los guerreros caía, obviamente, del lado de los europeos. La elección del día pudo ser buscada o utilizada tras la batalla. Y las primeras impresiones, tras su llegada, produjeron la sensación de ser una misma persona, caballo y jinete. 

     Cada 13 de agosto se recuerda la muerte, tras agonía, de Ignacio Sánchez Mejías en 1934. La prefiguración de su muerte había sido percibida por sus amigos. Relata Andrés Amorós que Federico García Lorca había confesado a Pura Ucelay que el torero le había anunciado su propia muerte al volver a los ruedos.

      Yo quiero ver aquí los hombres de voz dura./Los que doman caballos y dominan los ríos… Delante de este cuerpo con las riendas quebradas.

     Gerardo Diego escribió el 17 de junio de 1967 un artículo en Abc que titulaba Trampa para cazar gacelas en el que contaba como vio a Ignacio mermado de facultades unas corridas antes de la de Manzanares. Al levantarse de un pase rodilla en tierra con gran esfuerzo presintió la tragedia que le amenazaba. Cuenta en ese mismo artículo, que años antes durante la feria de abril sevillana fue huésped de Sánchez Mejías. El anfitrión llamó un taxi para la vuelta a Pino Montano, el taxista no le oyó, y se lanzó tras el vehículo con tal presteza que le alcanzó, mientras que Gerardo Diego no pudo resistir la velocidad del sevillano y acabó con la lengua fuera. 

     La agonía de su muerte fue su metamorfosis. Al igual que Esculapio resucitó a Hipólito por su fidelidad a la diosa cazadora, Diana, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Gerardo Diego, José María de Cossío, Benjamín Péret, Miguel Hernández, Fernández Ardavín, José del Río y otros más, dieron vida a otro Ignacio. El ser mítico. Lo resucitaron en otra forma. Además, Ignacio Sánchez Mejías era un consumado jinete y jugador de polo. Un nuevo guerrero. Y, como a Hipólito, le embistió un toro.

     En el año 2000 contaba en la Revista de Estudios Taurinos el profesor Grosso que fue a dar una conferencia en El Cairo sobre Ignacio Sánchez Mejías. Los egipcios creían que nunca había existido, que era un personaje de ficción.

El amigo mitificado

     Cuando escribe en Abc (Madrid 9 de julio de 1968— Sevilla 16 de julio de 1968) sobre el acto al que asiste en Manzanares con José María de Cossío en 1968, Gerardo Diego habla de mística. Recuerda la Medea de Séneca— Unamuno en Mérida. (Se recuerda por quien escribe esta entrada que Gabriel de Henao había usado como fuente a Séneca, entre otros, para su Hipólito, y que Unamuno fue autor de una versión de Fedra, la madrastra de Hipólito). Y es en ese artículo donde confiesa cuál fue la fecha en la que vio la prefiguración de su muerte. Fue en la plaza de Santander. Un cinco de agosto de 1934, con un gran éxito final. Le dio un abrazo cuando se subía en el coche en dirección a La Coruña. No lo volvió a ver más como persona. Lo siguió viendo vivo en la literatura y sus recuerdos.

      No te conoce nadie. No. Pero yo te canto./Yo canto para luego tu perfil y tu gracia./La madurez insigne de tu conocimiento.”

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     Para saber más:

     —Sobre Hipólito en Metamorfosis de Ovidio: En el libro XV, entre la muerte de Numa y la metamorfosis de Eugenia.

     —Sobre Gabriel de Henao: En las páginas 487-490 de Fábulas mitológicas en España de José María de Cossío.

     —Sobre la conquista de México, Hugh Thomas. Este autor tiene también un libro sobre el tlatoani de la llegada de Cortés: Yo Moctezuma. También José Luis Martínez. Obras generales sobre la Historia de América: Se ha manejado los manuales de Carlos Malamud y Leslie Bethell. 

     —Sobre Ignacio Sánchez Mejías: Obviamente, el Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías, Casa Malpica de Manzanares: Desde la tesis de Susana Teruel que recuerda las diferentes composiciones poéticas dedicadas tras su muerte hasta la variada obra personal del diestro.

     —Sobre la versión mítica de Ignacio Sánchez Mejías: GROSSO, M.: Ignacio Sánchez Mejías: la pasión por vivir. Una mirada sobre el hombre. Revista de Estudios Taurinos. Nº 11, Sevilla, 2000, páginas 201-214.

     —Los artículos de Gerardo Diego en Abc han sido leídos en el Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías. Ignacio en Manzanares el 18 de julio de 2023. Trampa para cazar gacelas, dos días antes, el 16 de julio de 2023. En Obras Completas_Prosa_Tomos IV-VIII de Gerardo Diego.

     —Los versos responden al canto tercero y cuarto, Cuerpo presente y Alma ausente de Llanto por Ignacio Sánchez Mejías de Federico García Lorca.

     —Andrés Amorós habla sobre la idea de muerte que tuvo García Lorca sobre el regreso a la tauromaquia de Sánchez Mejías en la biografía Ignacio Sánchez Mejías, el hombre de la edad de Plata.


   

    

     

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