Cultura y sociedad

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Un nuevo corazón, un hombre nuevo

 


 

     “Tú, que me has oído lo que he cantado y lo que me dictó el apetito, la pasión o la naturaleza, oye ahora, con oído más atento, lo que me hace decir el Sentimiento y arrepentimiento de todo lo demás que he hecho, que esto lloro porque así me lo dicta el conocimiento y la conciencia, y esotras cosas canté porque me lo persuadió así la edad.”

      La vida está llena de tránsitos y cambios. En medio del valle de noviembre, no dirigimos a la punta de las fiestas de fin de año. Y de los cambios en la vida nos habla Quevedo en su Heráclito cuando espiritualmente mudó en su pensamiento mirando a la divinidad.

      Cuenta James O. Crosby1, uno de los muchos estudiosos de Francisco de Quevedo, que entre el verano y el otoño de 1613 marchó a Sicilia invitado por Pedro Téllez Girón, el gran duque de Osuna, que ejercía de virrey en la isla y con quien tenía amistad.

      En los primeros meses de 1613, cuando cumpliría 33, tuvo una especie de crisis espiritual, tal vez moral, que quedó reflejada en una serie de composiciones poéticas recogidas en el Heráclito cristiano, y segunda arpa a imitación de la de David. No se publicó en vida aunque fue dedicada a su tía materna, Doña Margarita de Espinosa.

      Heráclito era conocido en la Antigüedad como el oscuro y defendía el dinamismo como principio esencial que rige todas las cosas, como él no podemos bañarnos dos veces en el mismo río. Ese devenir continuo que hace que las cosas pasen de un contrario a otro. Fluencia y devenir revelan la armonía de los contrarios. Y esa armonía es el principio de todo, incluido lo divino2. También era considerado huraño, llorón o desdeñoso ante las aberraciones de los hombres. Rubens pinta a Heráclito como el filósofo que llora hacia 1636-16383.

      Esas lágrimas, que pueden indicar arrepentimiento, son las que hacen a Quevedo calificarse de heráclito cristiano por el cambio personal y lo refleja en una serie de salmos que recuerdan también al bíblico rey David. Rey, que tras conseguir dar muerte a Urías para poseer a Betsabé, luego, se arrepintió de sus pecados. Compuso, o se le atribuyen, unos Salmos que están incluidos en el Antiguo Testamento. Además, el rey David era tenido por un virtuoso del arpa4.

      Sin duda el más famoso de los salmos es (parte):

Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
de larga edad y de vejez cansados,
dando obediencia al tiempo en muerte fría.

Salíme al campo y vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados,
(y acaba)…
Hallé mi espada de la misma suerte;

mi vestidura de servir gastada;
y no hallé cosa en que poner los ojos
donde no viese imagen de mi muerte.”

(versión de 1613)

      El Madrid de los Austrias, su ciudad, recordaba en su expansión física con el derribo de sus muros a la caída de otras grandes ciudades de la Historia o la Literatura como Jericó, Cartago, Troya o Jerusalén. Y lo traslada al paso de los años con su avance hacia la muerte.


      Yo prefiero el primer salmo:

Un nuevo corazón, un hombre nuevo

ha menester, Señor, el Alma mía:

desnúdame de mí, que ser podría

que a tu piedad pagase lo que debo.

Dudosos pies por ciega noche llevo,

que ya ha llegado a aborrecer el día,

y que temo que he de hallar la muerte fría

envuelta en (bien que dulce) mortal cebo.

Tu imagen soy, tu hacienda propia he sido,

y si no es tu interés en mí, no creo

que otra cosa defiende mi partido.

Haz lo que pide el verme cual me veo,

no lo que pido yo, que de perdido,

aún no fío mi salud a deseo.

(Versión de 1613)

      Quevedo muestra su arrepentimiento de los errores cometidos, donde con resonancias clásicas a Dante habla de dudosos caminos de la noche que abandona y pide a Dios que le vuelva a insuflar una nueva vida y una nueva creencia.

      Estos salmos tienen un claro sentimiento religioso: “¿Dónde pondré Señor mis tristes ojos/ que no vea tu poder divino y santo?”; y tienen un componente visual al ser oído que recuerda al cambio que se produce por el fluir del río de la vida del filósofo citado y al tránsito final de la vida que relata Jorge Manrique en las Coplas por la muerte de su padre5

     Y, en realidad, fue la madurez que alcanzó al poeta.




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1QUEVEDO, F.: Poesía Varia. Edición de James O. Crosby. Catedra. Madrid. 1981. Páginas 15-27 y 95-133.

2REALE, G. y ANTISERI, D.: Historia del pensamiento filosófico y científico. I Antigüedad y Edad Media. Herder. Madrid. 2010. Páginas 42-45.

4Libro de los Reyes I y Salmos. Hay multitud de ediciones de la Biblia cristiana de distintas confesiones.

Rafael Alberti en Guadarrama

Fuente: Biblioteca Nueva,  1968

   

 

     Cuenta Robert Marrast, hispanista estudioso de Rafael Alberti, que el portuense comenzó a escribir poesía en marzo de 1920, tras la muerte de su padre, en un momento donde lo fúnebre y lo romántico le influían a la vez. 

     La poesía de León Felipe también es elegida por el enfermo, a quien había escuchado en el Ateneo. 

     Alberti había nacido en 1902:


'tu cuerpo/ 

largo y abultado/ 

como las estatuas del Renacimiento/

 y unas flores mustias/ 

de blancor enfermo'1


      Inicialmente, por invitación de su hermano Vicente, colaborará en el negocio familiar de representación comercial de la bodega Osborne. Una noche, mientras disfrutaba con una amiga de una carrera de caballos, tiene un esputo de sangre que un especialista de pulmón diagnosticó como “Adenopatía hiliar con infiltración en el lóbulo superior del pulmón derecho”, enfermedad a la que dedica unos poemas radiográficos en honor de su pecho vencido. 

     Hay quien dice que fue su pasión desmedida por pintar al raso quien le produjo esta enfermedad pulmonar. Sea pasión femenina o pictórica, se vio abocado al reposo.

      En esos meses de pausa obligada, fraguó su vocación poética junto al afán lector de clásicos y contemporáneos, junto al conocimiento de revistas de vanguardia. Sin pausa, sin prisa.

     De mayo a octubre de 1921 comienza a residir en San Rafael de Guadarrama, acompañando primero a su padre y, luego, como terapia curativa individual. Entre esas cumbres va abandonando la vocación pictórica por la poética. 

    Durante los veranos de 1922 a 1924 reside en San Rafael, mientras perfecciona su poesía, y los poemas de esos veranos alumbran el libro que iba a llamar Mar y tierra, pero que una vez publicado se llamará Marinero en Tierra2, premio nacional de Literatura 1924-25.

      Su vocación poética se forjó durante veranos en el interior, en las montañas de la Sierra de Guadarrama, lejos del mar. Curado de su enfermedad, salió más reflexivo y, tal vez, más melancólico y sosegado. Basaba sus raíces poéticas en recuerdos religiosos con los de El Puerto de Santa María de su niñez. Los poemas de 1920-21 se encuadraban en la corriente ultraísta que, poco a poco, abandona para ir incorporando la huella del neopopularismo que se extendía por los jóvenes poetas del círculo madrileño, que, como Federico García Lorca, publicó en 1928 Romancero Gitano:


'Antonio Torres Heredia/ 

Camborio de dura crin,/ 

moreno de verde luna/ 

voz de clavel varonil3'.


      Durante su estancia en San Rafael de Guadarrama había leído el Libro de Poemas de García Lorca, de los que le impresiona las composiciones de corte simple, popular y musicables. Leerá también al poeta del Siglo de Oro, Gil Vicente:


'La caza de amor/ 

es de altanería:/ 

trabajos de día, / 

de noche dolor.'4


      Poeta que le recomienda un nuevo amigo, Dámaso Alonso, junto al Cancionero musical del siglo XV y XVI de Barbieri5.

      Si se lee Marinero en tierra se aprecian esas apelaciones a la infancia


'Nadie sabe Geografía, /

 mejor que la hermana mía/ 

-La anguila azul del canal/

 enlaza las dos bahías6',


      o, a la vida marinera y la visión del mar, que no la inmersión en él:


'El mar. La mar./ 

El mar, ¡Sólo la mar!/.

 ¿por qué me trajiste, padre, a la ciudad?7',


      y la religión popular que impregna el poemario con tintes neopopularistas y presencia de las vanguardias de la época


'¡Contigo, Rafael Arcángel, /

 Patrón de los caminantes!/ 

Chinita blanca del río,/

 Se me ha perdido mi amante.8'


      Son poemas de falso optimismo, en los que el pesimismo late y se evoca como un tiempo perdido, nostálgico y desolado. 

     Con la enfermedad pierde la infancia, alcanzando la madurez. Y ese tono festivo o infantil de los poemas refleja el tiempo que no volverá.


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1ALBERTI, R.: Marinero en tierra, La amante, El alba del alhelí. Clásicos Castalia. Madrid. 1982. Apéndice 1º, página 263. Edición de Robert Marrast.

2ALBERTI, R.: Obra citada. Páginas 77-144.

3GONZÁLEZ, A. : El grupo poético de 1927. Taurus. Madrid. 1979. Página 216.

4MICÓ, J. M. y SILES, J. : Paraíso cerrado. Poesía en lengua española de los siglos XVI Y XVII. Galaxia Gutenberg y Círculo de Lectores. Barcelona. 2003. Página 29

5CASADO HERNÁNDEZ, M.: Oscuridad y exilio interior en la obra de Rafael Alberti. Tesis doctoral dirigida por Díez Fernández, J. I. Universidad Complutense de Madrid. Facultad de Filología. 2015. Páginas 37-50.

6ALBERTI, R.: Obra citada. Página 109.

7ALBERTI, R.: Obra citada. Página 118.

8ALBERTI, R.: Obra citada. Página 121.

 

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