Cultura y sociedad

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Capitanes Intrépidos (1937)

    
     El señorito Harvey es maleducado y consentido. Su padre está siempre ocupado en sus negocios y se despreocupa de su educación que fía a los buenos colegios, el servicio doméstico y la amplitud en la paga mensual. Harvey es amoral, creído y soberbio con el prójimo, al que utiliza para sus fines egoístas, y demostrar su preeminencia social y económica sobre los demás.

      Tras su penúltima irresponsabilidad, su padre se lo lleva en un viaje trasatlántico en una cómoda embarcación donde el menor no deja de avasallar a los demás. El ejercicio de prepotencia termina quemando al prepotente que cae a las frías aguas oceánicas donde es rescatado por un marinero portugués enrolado en un pesquero de bacalao de Gloucester.
      La falta de empatía emocional de Harvey choca contra la dura vida del pesquero de altura donde todo está sometido a una rutina, un orden y un ejercicio de responsabilidad compartida entre todos sus tripulantes.   Durante los tres meses que dura la campaña del pesquero asistirá a un mundo desconocido donde se forjará un nuevo espíritu basado en el esfuerzo, el compañerismo y la solidaridad. Y, sobre todo, en apreciar el valor de las cosas sencillas, su servicio y utilidad. Que es necesario para tomar la sopa que ayude a tirar la basura de los desperdicios del barco, y que lo debe hacer conociendo la dirección del viento para que no le devuelva las tripas fermentadas de la basura.
      Harvey necesitaba cariño, ese que él no demostraba hacia ninguno de sus semejantes, porque lo desconocía y porque pensaba que se compraba todo con unas monedas. Aprende que existe sin más. Y sin más coste que la reciprocidad emocional y el respeto hacia los demás.
      Esa labor emocional deberá ser comprendida también por su padre, que, al ver como Harvey se ha transformado con la vida en el pesquero, teme perder el único cariño familiar que tenía, su hijo. Es una formación y aprendizaje compartido. Moralizante. Como todas las historias primigenias, como todos los caminos originales. Con cierta predestinación dentro del claro instinto reformador.

      “Capitanes intrépidos” fue dirigida por Victor Fleming en 19371 adaptando la novela homónima de Rudyard Kipling2. Manuel rescata a un peculiar “Jonás” al que enseña a pescar al volantín con respeto y responsabilidad. Harvey fue interpretado por la estrella infantil Freddie Bartholomew, y Manuel, el pescador preceptor, por Spencer Tracy, oscar al mejor actor por este papel. En el reparto, entre otros, destacan Lionel Barrymore (capitán del pesquero), Melvyn Douglas (padre), Mickey Rooney (hijo del capitán) y John Carradine (pescador). Las escenas cotidianas del pesquero son presentadas casi como un documental. El aprendizaje, el compañerismo y la forja de la responsabilidad es relatado como algo natural de la escuela que representa la vida. Manuel es un docente atípico, distinto al Aristóteles de Alejando Magno, o al Guillermo de Baskerville de Adso en “El nombre de la rosa”. Manuel es un preceptor de espíritu, de moralidad, compañerismo y valoración de los semejantes. Con la pesca, con sus artes, rescata al náufrago 'pescadito' de las procelosas aguas de la insensibilidad y le enseña a navegar por el mundo.


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2KIPLING, R.: Capitanes Intrépidos. Publicada en 1896 en época victoriana. Hay múltiples ediciones. Anaya S. A. y Círculo de Lectores. Barcelona. 1999. 216 páginas. Selección de Luis Alberto de Cuenca.

Creencia, mentalización y compromiso


     Dos mil quinientos nueve años después, un ser humano ha corrido una maratón por debajo de dos horas. En 1959 contaba el afamado periodista italiano Indro Montanelli en La historia de los griegos que Fedípides o Filípides, el mensajero enviado para anunciar en Atenas la victoria, cayó muerto, con los pulmones reventados, con un pundonor solo comparable, por su fuerza y valor, con el maratoniano Emil Zatopek, apodado ‘Locomotora checa’.
     Hoy es Eliud Kipchoge. Aunque su récord no sea homologado, alguien, un ser humano, ha recorrido una maratón en menos de dos horas. Creyó en sus posibilidades, se mentalizo y preparó su cuerpo, su mente, y prometió llevarlo hasta su fin, la meta y el crono por superar los límites humanos.
     Para cualquier trabajo, empeño o estudio se hace necesario tratar de cumplir tres premisas para poder solucionar los obstáculos que se presentan durante el cumplimiento de unos objetivos y/o proyectos:
     - Creer en el proyecto.
     - Conseguir una buena mentalidad personal y la del grupo que necesites, en el caso que pueda hacer falta.
     - Y el compromiso con el proyecto u objetivo hasta su definitivo cumplimiento.
     La batalla de Maratón, 490 a. C., se produjo durante las Guerras Médicas entre los griegos y el imperio persa. Fue la primera victoria griega. Para la conciencia cultural griega tuvo un significado de largo alcance, especialmente para los atenienses.

     La victoria en las Guerras Médicas afirma el sentimiento comunitario entre aristocracia (los jefes) y pueblo (sociedad) en la defensa de un objetivo común, su ciudad. Los atenienses tomaron conciencia, se mentalizaron, de su poder. A partir de este hito histórico, se desplegaron por el Egeo en defensa de los jonios. Su causa era justa, porque su régimen político era superior a la tiranía persa, con una organización más eficiente. Su causa era aún más justa porque los atenienses creyeron haber recibido ayuda divina. La participación del pueblo había sido decisiva por lo que, ahora, deseó participar en el gobierno de la ciudad. Y esta batalla contribuyó al aumento de la confianza en la inteligencia humana en la historia. En su historia. En suma, creyeron en sus instituciones, se mentalizaron o concienciaron en el servicio a la ciudad, y se comprometieron en un ideal de concordia dentro y fuera de la ciudad: en la ayuda al más débil, porque, además, todo esto y solo esto daba gloria y poder[i].
     Los ciudadanos de Atenas adquirieron confianza en las instituciones de su ciudad a partir de Maratón. Por la intervención de los hoplitas (milicia ciudadana) en la batalla se reconoció socialmente a este grupo. Se restructuró el mando militar de los atenienses. Y, finalmente, los participantes en la batalla fueron considerados como héroes dando comienzo a una época gloriosa en Atenas[ii].
     ¿Qué conclusiones podemos adquirir de lo ocurrido hace veinticinco siglos?
     Que cualquier persona, cualquier equipo, cualquier grupo humano para llevar a cabo sus proyectos debe analizar sí está preparado para su realización. Que debe creer en sus posibilidades, saber cómo se ha formado y que se sigue formando. Nunca es suficiente. Es la única forma de creer en uno mismo. Y conociendo sus propias limitaciones y cualidades y las del equipo en el que está o dirige. En definitiva, saber sí él, y las personas que están con él, son capaces, de llevar a cabo, a la práctica, los objetivos hasta el final. El compromiso.
     Un ejemplo más cercano y popular fue la creencia, mentalización y compromiso que tuvieron los jugadores de la selección de futbol de España cuando ganaron la Eurocopa de 2008. La labor del entrenador, Luis Aragonés, no fue exclusivamente la dirección de los partidos, fue de mucha más extensión emocional y mental. Desde 1964, España no había ganado ningún título internacional. Consiguió que un grupo de jóvenes deportistas creyeran en sus capacidades, les mentalizó para que superaran las adversidades y se adaptaran a las circunstancias, creyendo también en ellos mismos. Con una buena dirección del equipo, les situó en el campo de una forma determinada para que fueran más efectivos según sus cualidades, y con las victorias, con un futbol creativo, consiguió que su compromiso llegara hasta el final. Su objetivo: La gloria y el título internacional[iii].


[i] RODRÍGUEZ ADRADOS, F.: La democracia ateniense. Alianza Editorial. Madrid. 1975. Páginas 101-110.
[ii] FERNÁNDEZ URIEL, P.: Historia Antigua Universal II. El mundo griego. Universidad nacional de educación a distancia. Madrid. 2007. Páginas 396-397.

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