"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos;... por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”. (Miguel de Cervantes).

Esferas, ballenas y vientres proteicos

     


      No paraba de dar vueltas sin perder la compostura. El disco, en movimiento de rotación con la esfera terrestre, como la pantalla del móvil, conservaba su eje invariable aunque pretendiese cambiar la dirección de su soporte. ¡Maldito giroscopio! Foucault demostró la rotación de la Tierra.

    Gustan las formas arquitectónicas que se parecen a las esferas terrestres, parcial o totalmente. El Panteón de Agripa, en realidad obra terminada en época del emperador hispano Adriano hacia el 125 d. C, destaca más por su cúpula hemisférica que por su pórtico columnado. Con un espesor discontinuo que acaba en un ojo cenital, que conectaba con la naturaleza, de 9 metros de diámetro por el que entra tanto la luz como el agua según el variable clima. En Roma las cúpulas, las esferas, las formas redondeadas se repiten. El Coliseo, el Panteón, la cúpula de San Pedro, el Mausoleo de Augusto, Castel Sant'Angelo o Mausoleo de Adriano. Todo recuerda a la vida, especialmente si se construyen recordando a los que mueren. Lanzarse al ruedo, como recuerdo taurino, es buscarse la vida. Redonda.



     En cierto modo es un recuerdo que permanece en nuestra vida del origen del hombre en el vientre materno por su forma redondeada. Jonás estuvo dos veces en el vientre ajeno. Una vez durante el embarazo de su madre y otra cuando estuvo durante tres días, en prefiguración de la resurrección, en el vientre de la ballena que escupió al orante junto a vómitos de ámbar gris. El olor sería muy especial.

     No debería ser una ballena blanca, pues era la que buscaba el capitán Achab, pero era la que causaba un terror especial a los marineros por su níveo color. Los vientres han sido siempre fuente de creación y fuente de perdición.

     El titán inmortal Prometeo sufría cada salida del sol el ataque del ave monstruosa que devoraba su vientre eternamente por entregar el conocimiento del fuego a los humanos cuando era un privilegio de los dioses. Por las noches se regeneraba, y, al día siguiente, otra vez.

     Por el vientre embarazado nacemos y por el vientre hinchado podemos morir si solamente miramos nuestro ombligo.

    




    

Las miradas peligrosas

     

Orfeo y Eurídice. Rubens. Museo del Prado


    

  

      La curiosidad ajena destrozó aquello que unía a dos amantes. Eurídice había muerto por la mordedura de una víbora cuando huía de Aristeo. Su enamorado Orfeo, desconsolado, se arriesgó bajando a los infiernos para suplicar a Hades, rey del inframundo, y su esposa Perséfone su devolución al mundo de los vivos. Con un bello canto logró vencer los obstáculos para el retorno que oponían Hades, Perséfone, Caronte y Cerbero. Hades le impuso la condición de no volver atrás la mirada para ver a su amada durante su vuelta al mundo de los vivos.

      La impaciencia, la curiosidad o el amor le impidió cumplir la condición impuesta. Miró su bello rostro y la perdió de forma definitiva1. Nuevamente desconsolado, siguió cantando incluso después de su muerte en esa ida y vuelta a los infiernos, catábasis, y pasar por un trance tan duro. La influencia de sus dotes cantoras y tranquilizantes de Orfeo fue tal que hoy se denomina orfeón a las sociedades de cantantes en coro sin instrumento. Y denomina Orfidal a un medicamento ansiolítico y relajante. Zeus permitió que su instrumento musical, la lira, fuera colocada por Apolo en el cielo, dando lugar a la constelación Lira2.

      La curiosidad acabó con la vida de la mujer de Lot3. Los ángeles habían avisado que la ciudad en la que vivían sería destruida, que Yahvé quería salvarles, pero dijeron que no debían mirar atrás durante su huida al monte para no perecer. Cuando salieron de la ciudad, Yahvé hizo llover desde el cielo azufre y fuego sobre Sodoma y Gomorra. Debido al estruendo de la destrucción o al espectáculo del fuego, la mujer de Lot volvió la vista para vencer su curiosidad e inmediatamente se convirtió en una estatua de sal. Esa curiosidad pudo matar, aunque es más probable que Yavé no quisiera que los humanos dominasen las distintas formas de destrucción, fuese diluvio o fuego. La sal en dosis adecuadas ha traído suerte y las formas antropomorfas de los bloques de sal en el Mar Muerto recuerdan que no mirar atrás puede ser síntoma de búsqueda de un futuro.

Michael Wolgemut. Lot huyendo de Sodoma

      En el frontón del templo de Artemisa en Corfú hay una enorme gorgona de casi tres metros cuyas espantosas facciones se consideraban eficaces para ahuyentar los espíritus malignos del templo. Esta gorgona era Medusa, cuyo destino fue ser decapitada por Perseo. Cuenta Graves que había sido una mujer hermosa descubierta por Atenea besando a Poseidón en su templo. Tamaña ofensa, aunque sea tan poca cosa a los ojos de hoy, fue castigado con la conversión en gorgona, un alado monstruo de feroz mirada, dientes terribles y serpientes como cabello. Cualquiera que le mirara perecía convertido en piedra. 

     Perseo era hijo de Danae y Zeus, que se había convertido en lluvia dorada. A petición de Polidectes y para que no molestara a su madre, se comprometió a matar a la Medusa. Con una serie de armas prestadas de los dioses, como el escudo pulido de Atenea que podía hacer de espejo curvo por el que podía ver la cara de Medusa de forma indirecta, cortó su cabeza con la afilada hoz prestada por Hermes y guardó su cabeza en el zurrón que obtuvo de las náyades.

     Perseo petrificó con la cabeza de Medusa a Atlas, que amenazaba con dejar de sujetar la bóveda celeste, dando lugar al macizo del mismo nombre, luego derrotó mediante la conversión en piedra al ejército del rey de Tiro y convirtió a Polidectes y su familia en piedra por seguir molestando a Danae4. Por un beso y una mirada todos quedaron petrificados.

Detalle Medusa. Templo Artemisa. Corfú.

 

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1OVIDIO: Metamorfosis. Bruguera libro clásico. Barcelona. 1984. Páginas 299-305.

2GRAVES, R.: Dioses y héroes de la antigua Grecia. Unidad Editorial. Madrid. 1999. Páginas 37-38.

3Libro del Génesis. Capítulo 19, versículos 1-29. Biblia. BAC. Madrid. 1981.

4GRAVES, R.: Obra citada. Páginas 98-101.

 

Hermes y Argos Panopte

      Hera estaba celosa de la infidelidad de Zeus. Encargó a Argos Panopte, el gigante de los cien ojos, que vigilara a una bella ternera porque creía que era la ninfa Io que había sido encantada por su esposo para engañarle tras seducir a su amante cubriendo la tierra de una densa y extensa neblina.

      Según Ovidio, la cabeza de Argos estaba rodeada de cien ojos, de los cuales, dos por turno se entregaban al sueño, mientras los demás vigilaban todo el tiempo fuese cual fuese su postura y situación.

      Como Zeus deseaba salvar a la ternera, ordenó a Hermes, el hijo de Maya por otro desliz, que adormeciera a Argos con la música de su caramillo y se presentó bajo el aspecto de un pastor. Argos le pregunta quién ha inventado el bello instrumento que suena tan bien y que lenta y blandamente le induce al sueño, y el descendiente de la atlántida Maya, el Mercurio romano, le cuenta que fue Pan cuando creyendo que tenía sujeta a la Náyade Siringe agarraba, en realidad, unas cañas del pantano porque así lo había solicitado la perseguida a sus hermanas ninfas. Pan suspiró amorosamente las cañas y el viento producido fue semejante a un bello lamento que le hizo declarar que sería la forma de comunicarse con Siringe y utilizó cera para juntar las cañas creando un nuevo arte, la música, que se expresaba con dulces notas.

      Mientras, el panóptico Argos había cerrado todos sus ojos adormecidos por la música y el relato, momento que Hermes aprovechó para cortarle la cabeza al guardián de la ternera que deja de iluminar el entorno con sus múltiples pupilas. Cuando Hera se entera, recoge sus ojos y los coloca en el pavo real al que está consagrada dotándole de un adorno semejante a las estrelladas perlas12.

      En el Museo del Prado la escena de Hermes y Argos es tratada por Velázquez y Rubens desde dos puntos de vista distintos. Velázquez representa el adormecimiento de Argos por Hermes3 en presencia de la ternera como un asunto pastoril, nada mítico, nada violento. Adornará junto con otras tres escenas mitológicas el Salón de los Espejos del Alcázar de Madrid y única superviviente de las cuatro al incendio de 1734.


     
     Argos deja la vigilia y pierde el poder de ver todo a todas horas. Lo que no sabe es que perderá la vida. Y este momento previo a la muerte es el que retrata Rubens, que plasma el prólogo a su decapitación siendo un momento de máxima tensión con la ternera expectante. Este cuadro del pintor flamenco formaba parte de la decoración de la Torre de la Parada, el pabellón de caza cercano al monte del Pardo, a la que el pintor contribuyó4

Mercurio y Argos. Rubens. Museo del Prado. Madrid

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1OVIDIO: Metamorfosis. Bruguera Libro Clásico. Barcelona. 1984 Páginas 29-34

2MARTÍNEZ DE LA TORRE, C., ALEGRE CARVAJAL, E.: Mitología Clásica e Iconografía Cristiana. Editorial Universitaria Ramón Areces. Madrid. 2010. Páginas 77-78

 

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