"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos;... por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”. (Miguel de Cervantes).

El pelirrojo de la playa de San Andrés

    

Torrijos con sus compañeros. El tercero a su derecha, Robert Boyd. Museo del Prado


     Siempre se atraviesa el mismo pasillo. Se puede dejar la mochila o el abrigo en consigna. A veces es necesaria una pequeña libreta, es posible que algo llame la atención. Tras pasar el arco, muestra el móvil, mira al paciente vigilante. No se olvida de ir al cuarto de baño. Puede estar nerviosa o intranquila, únicamente quiere ver un cuadro, el que más le impresiona del siglo de los golpes de Estado. Camina, atraviesa la tienda de la planta baja y el patio que conecta al edificio Villanueva. Va a mano izquierda hacia la sala 75. 

    Sagasta había encargado a Gisbert un cuadro político durante la regencia de la viuda de Alfonso XII. Un real decreto de Eugenio Montero Ríos a principios de 1886 pretendía que Don Antonio en París documentara con sus pinceles el ejemplo que había supuesto la defensa de las libertades en las playas de Málaga por Torrijos y sus amigos. Fernando VII había puesto final al Trienio Liberal con la ayuda de los Cien mil hijos de san Luis que entraron en Madrid dejando la marca de sus proyectiles en la Puerta de Alcalá. 

      La década final del que fuera deseado tuvo actos ominosos como el fusilamiento sin juicio por una conspiración originada en el exilio inglés del antiguo ministro de guerra del Trienio. Torrijos fue presa del engaño del gobernador de Málaga. Le ofreció el apoyo de las tropas de la ciudad si se desplazaba de Gibraltar a Málaga. Terminó apresado en las playas de Fuengirola cuando noviembre transitaba a diciembre en el año de gracia de 1831. Once días después cruzaron el arco de la vida a la muerte, fusilados en las playas de Málaga. 

      Antonio Gisbert vivía con 53, su madurez artística. San Andrés puso la arena y el fondo la iglesia de la Virgen del Carmen del momento crítico previo a la muerte. Todos los sentimientos previos posibles surgen ante nuestras miradas. Si cien ojos tuviéramos, no daríamos tiempo ni espacio para expresar la preocupación, el miedo, la rabia, la desesperación, el abrazo, el desafío, el rezo, los ojos vendados...

      Torrijos fue asido por dos compañeros. Su cuerpo, sin embargo, es la proa, con un paso más adelante que sus seguidores, su guía. En el centro de todas las cosas. 

     A su lado, en su madurez plateada, Francisco Fernández Golfín, noble liberal que había estado en el Oratorio de San Felipe Neri cuando los franceses tiraban bombas;  fue capturado con la vista perdida y fusilado con los ojos tapados.

     No corrió mejor suerte el burgalés Manuel Flores quien había sido presidente de las Cortes del Trienio y con la década ominosa pasó a Londres y en su tierra sufrió la confiscación de bienes. En el núcleo duro de la conspiración, murió queriendo el bien y la felicidad para su patria.

     Juan López Pinto era un profesor del Colegio de Artillería de Segovia que durante el Trienio Liberal ocupó cargos políticos y militares que le hicieron viajar exiliado por distintas ciudades de Europa cuando se cerró la puerta de las libertades en 1823. Desde su exilio de Pau, mantenía relaciones con el general Mina y otra gente del interior español. La amistad, las convicciones políticas y una carta de Torrijos decidió su suerte en la playa de san Andrés, santo identificado con el valor y martirizado en una cruz en forma de X, que en la iconografía cristiana se identifica con la humildad y el sufrimiento.

     Hay más personajes en el cuadro. Nos asombra el detalle de los caídos, el movimiento de sus cuerpos, los ojos tapados, el sombrero de copa, las manos atadas…

     Los frailes con sus hábitos marrones atienden a la cincuentena de fusilados. Los ojos se paran en quien los tiene cerrados: El pelirrojo de los liberales, el hombre de más altura. No parece español, ni aparentemente se puede imaginar sí es una licencia pictórica. Sin embargo, no olvidamos que es un cuadro de historia, que habrá una razón, un sentido. 

     Descubrimos que es Robert Boyd, el primer ser humano enterrado en el Cementerio Inglés de Málaga. Los frailes le asistieron y pretendieron que aceptara convertirse antes de su fusilamiento. Él era fiel a la iglesia anglicana y no aceptó cambiar de ideas. Las intenciones de los frailes eran varias. Podían pretender evangelizar a un británico en sus últimos momentos, pero había una finalidad más profunda. Morir en Málaga o en cualquier otra parte de España sin ser católico era un problema. Hoy nos parecería surrealista o inexplicable que queriendo enterrar en sagrado a un familiar o conocido del extranjero se practicasen conductas tales como ser enterrado verticalmente en la playa con la cabeza al descubierto, donde sería pasto de cualquier animal terrestre o marino. Fue el cónsul británico William Mark quien negoció con las autoridades españolas de la época la creación de un cementerio para protestantes anglicanos en Málaga. Previamente, había intervenido para pedir clemencia para el teniente irlandés Robert Boyd. Intentos infructuosos para este ciudadano que había arriesgado fortuna personal en el devenir político de Torrijos. Su cuerpo fue reclamado por las autoridades consulares británicas que cubrieron sus restos con la bandera.

     En la descarga de fusiles del pelotón, el liberal del pelo rojo no fue acertado porque cayó arrastrado por sus compañeros de suerte, casualidad que le abandonó cuando fue rematado de un tiro funesto. Como un héroe romántico. Cada año, la asociación Torrijos homenajea a Robert Boyd en el Cementerio Inglés, en recuerdo a la leal amistad con Torrijos.

Homenaje de la Asociación Torrijos a Robert Boyd


     La muerte del pintor Gisbert coincidió casi en los mismos días que Francisco Pi y Margall. Blanco y Negro, revista madre de ABC, publicó un obituario de dos personajes parte de la historia de España.

     De Gisbert se dice que fue el pintor de la libertad. Lo intenta recordar con uno de sus cuadros más famosos: La ejecución de los Comuneros de Castilla que resalta por su vigor y sentimiento. Cuando veinticinco años después pinta el Fusilamiento de Torrijos mantiene, dice Blanco y Negro, esa lozanía del alma y del pincel, conjugada con el saber de la edad.

La ejecución de los Comuneros de Castilla. Gisbert. Patrimonio del Congreso de España. 


 

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Referencias consultadas:

     —Blanco y Negro, 7 de diciembre de 1901. Página 2.

     —GIRÓN, E. y ARENAS, A.: La imagen del Cementerio Inglés de Málaga en los viajeros extranjeros.      

     —https://www.congreso.es/es/cem/patrhist  

     —https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/fusilamiento-de-torrijos-y-sus-compaeros-en-las/cc128630-425b-4752-a805-008d26556bbb 

     —Wikipedia.

     —Real Academia de la Historia: https://www.rah.es/  

     —https://www.malagaldia.es/2023/12/11/el-joven-teniente-robert-boyd-heroe-romantico/ 

     —https://www.torrijos1831.com/?p=3808



 

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