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Las cráteras griegas de la necrópolis ibera de Piquía

 

    

Cráteras griegas. Necrópolis de Piquía. Instituto de Arqueología Ibérica. Universidad de Jaén


     A principios de febrero de 2025 recibimos un correo electrónico desde Jaén con la siguiente noticia remitida por don Luis Larramendi Lostau:

   Me encuentro en estos días iniciales de un frío febrero en la ciudad que huele a aceite y pone tapas abundantes con vinos de muchas denominaciones de origen. Como había recorrido media piel de toro, me senté allí donde el calor era propicio y pedí un vino de mi tierra, Rioja alavesa, mientras degustaba un plato típico de nombre llamativo, "carne a la suegra". Una amable camarera me contó que a doscientos metros le había llamado la atención una exposición distinta que no debía dejar de ver en Jaén

     La camarera hacía referencia a la exposición del ajuar funerario del príncipe de Arjona en el Museo Íbero de Jaén[1]. Animado y dispuesto, cuando tomé el café, me dirigí a presenciar la forma en que se contaba la antigua historia del enterramiento de un príncipe ibero en el siglo I a.C., cuando la dominación romana estaba casi concluida y la romanización avanzada.

     La necrópolis ibérica de Piquía se encuentra en el término municipal de Arjona (Jaén), en el denominado “Camino Antiguo de Arjonilla”, visible desde Arjona y sobre el "oppidum" ibérico[2].

     El hallazgo era sorpresivo y sorprendente. El origen del ajuar encontrado se debía a una avalancha de agua producida en 2010 que hizo aflorar algunas tumbas de la necrópolis. De urgencia actuó el Centro Andaluz de Arqueología Ibérica de la Universidad de Jaén[3]. Se excavó una superficie aproximada de 150 metros cuadrados y se dató aproximadamente en el siglo I a.C. la existencia de este área funeraria en torno a una cámara funeraria.

     La tipología de las tumbas era diversa, pero tenían el rasgo común del mantenimiento de la tradición ibera de la incineración, aun cuando debo resaltar que la conquista romana llevaba presente un siglo en esta zona, y los ritos romanos eran distintos.

     Pude informarme y me contaron que habían encontrado la siguiente variedad de enterramientos: Pequeñas fosas y cistas con escaso ajuar junto a tumbas de mayor dimensión; Columbarios alterados por los efectos del agua indicada anteriormente; Cámaras funerarias de diferentes dimensiones elaboradas con lajas de arenisca y mampostería trabajada; y dos cámaras funerarias con área de respeto, una, con estructura para rituales de libación y múltiples enterramientos, y, otra, una cámara principesca, en piedra, con materiales iberos, romanos, diez recipientes abiertos, un carro, y, lo más llamativo, siete cráteras griegas fechadas entre finales del siglo V y IV a.C. Este hallazgo reflejaba una situación particular, cuando los iberos ya no eran dueños de su tierra por la dominación romana y cuando lo más bello encontrado fue creado maravillosamente siglos atrás.


Tumba principesca. Necrópolis de Piquía. Instituto de Arqueología Ibérica. Universidad de Jaén
 

     Las cerámicas de figuras rojas brillaban de manera especial. Eran excepcionales porque representaban un programa iconográfico articulado, con sentido narrativo,  de una escenografía épica que no es solamente masculina, pues se complementaba con un ideal femenino que puede aludir a una pareja que celebraba un enlace, fundador o no, que transmitía el linaje aristocrático del lugar.

     Los temas aluden a la divinización del héroe Heracles, la boda, el banquete, el baño nupcial de Helena, el matrimonio entre Paris y Helena, y la ofrenda de Dioniso. Escenas míticas que recuerdan la construcción del ideal aristocrático, con la imagen griega, de perduración al rememorar el pasado y la conciencia larga del tiempo.

     Me dijeron que estos vasos podrían estar vinculados a un panteón familiar previo, trasladado a una nueva necrópolis, en un intento de legitimar las siguientes generaciones de un linaje, sobre las cenizas de los antepasados. Era el rescate de la memoria familiar.

     Lo más curioso es que esta cámara principesca fue saqueada en época antigua, que fueron enterrados de nuevo y se llevó a cabo rituales de compensación y reparación de origen romano, donde se observan restos de animales- ovino, cerdo y vaca-, acompañado de restos de un ánfora Dressel 1B de vino. Se llevaron la joyería, pero no las cerámicas griegas, por falta de aprecio y valor o por destrucción y robo apresurado[4].

     Espero que ustedes aprecien esta información en su justa medida. No tanto por mi dedicación, no tanto por el Museo Ibero, no tanto por las cuestas de Jaén, sino por el recuerdo de un linaje ibero en decadencia que guardó entre sus tesoros más preciados unos objetos de máxima belleza que legitimaban su origen, aunque fuese de otra cultura.

     Hemos reproducido, meses después y a petición suya, con cierta distancia temporal, la carta electrónica que nos envió, cumpliendo sus deseos, con la esperanza de la continuidad de los viajes y noticias de don Luis Larramendi Lostau.



[2] Ruiz, A. Molinos, M. Rísquez, C., Gómez, F. y Lechuga, M. Á. (2015): "La cámara de Piquía, Arjona", en A. Ruiz y M. Molinos (coord.): Jaén, tierra ibera. 40 años de investigación y transferencia. Universidad de Jaén. Jaén: 357-374.

[4] Ruiz, A. Molinos, M. Rísquez, C., Lechuga, M. Á y Gómez, F. (2018): "La cámara de Piquía. La tumba de un príncipe tardío". Catálogo de la exposición La Dama, el Príncipe, el Héroe y la Diosa. Consejeria de Cultura. Junta Andalucia. 69-89.



2-8-2025 19:32 Actualizado 21:39

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