Cultura y sociedad

Mostrando entradas con la etiqueta MarcaPersonal. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta MarcaPersonal. Mostrar todas las entradas

¿Envenenar por compasión o dar la puntilla?

Arsénico an old lace, 1944, Fuente: Wikipedia
      Cuando Cary Grant y Priscila Lane estrenaron la película “Arsénico por compasión”1, septiembre de 1944, los aliados habían desembarcado en Normandía, los alemanes retrocedían por varios frentes en Europa y los rusos, por el este, engullían a Polonia con los que tenían una mala relación. ¡Pobre Polonia! Durante esta guerra estuvo lejos de Dios y cerca de nazis y soviéticos.
      Las encantadoras tías de Mortimer Brewster, el protagonista de Arsenic an old lace, eran como esas mujeres mayores, con sus viejos encajes, con sus viejos modales, con sus eternos venenos, que daban la última oportunidad en la vida, que asesinaban con cariño, dulcemente, en una copa de vino, en un mundo brutal, a solitarios visitantes, a desheredados de la compañía, buscando un último amigo o un mínimo amor, un último suspiro, y un asegurado último viaje.
      En este momento, que, ingenuamente o no, se ha conseguido reducir las cuentas de las pensiones de nuestros mayores por el método del abandono en sus residencias o en sus casas, sin el cariño de sus familias, vuelvo la vista y el recuerdo hacia esas dulces y viejas envenenadoras de personas, que, utilizando un método agradable, eliminaban a los postulados huéspedes de su morada de forma definitiva en todos los sentidos y en todos los aspectos.
      En otra película, “Justino, un asesino de la tercera edad”2, un puntillero jubilado descubre un entretenimiento agradable y terrible, afín a sus actitudes, para que no le aparten de la vida social que no quiere olvidar, y, en definitiva, dejar su profesión habitual. Dar el último golpe de gracia de forma fulminante a unos animales que se encuentran en la escala de la evolución animal en su cima, utópica o distópica. Ese animal es el Homo sapiens anatómicamente moderno.
      Sus ideales, sus proyectos de vida son argumentos literarios y artificios cinematográficos que nos entretienen y divierten, pero también hacen meditar sobre el rincón apartado donde se reduce la vida de muchos mayores olvidados, que como los trastos viejos de la buhardilla, se acumulan unos sobre otros.
      Justino y las tías Brewster crean un mundo distinto, pero no distante de la realidad social que suele ser cruel con los que estorban, por innecesarios o por haber perdido la apariencia de los cánones ideales humanos. La puntilla y el arsénico se ejecutan con la compasión y el poder de la locura, por la falta de respeto y amor de la sociedad. Es irracional, exagerado. Todo por una compasión hacia los solitarios, todo por ir a Benidorm.
      Las ilusiones vanas y las compasiones ilimitadas parecen envoltorios de gran belleza pero de escasa profundidad. Fuego fatuo, artificio instantáneo. Es lo que hay. Algo por lo que vivir, algo por lo que amar, más algo por lo que se puede llegar a matar.
      En la película de Capra las adorables tías son trasladadas al mismo asilo donde llevarán a otro miembro de la familia que cree ser Theodore Rooselvelt, 20º presidente de Estados Unidos. Otra ilusión, otro deseo de emulación. Personajes que han creado su identidad para tener un lugar en la sociedad.
      No podemos confiarnos porque todo recuerda a algo cotidiano y profesional como la búsqueda de nuestra marca personal y un punto donde posicionar nuestra imagen en las redes sociales. Ser alguien o no ser nadie. Y conviviendo, sin darnos cuenta, en sociedad con múltiples y variados puntilleros y damas compasivas dispuestas o dispuestos a una ayuda mortal.
      Los útiles, los instrumentos, son frutos aportados por el desarrollo de la sociedad. Nada es nuevo porque proviene del desarrollo tecnológico y social de nuestra cultura. La puntilla, el vino, los venenos, la compasión malentendida, la búsqueda de un retiro mejor...
      "Memento mori."
______________________________________________________________________________
1Arsenic an Old Lace, Director Frank Capra. Popular comedia con grandes secundarios como Raymond Massey, Peter Lorre, Josephine Hull, Jean Adair y Edward Everett Horton.
21994, dirigida por La Cuadrilla, protagonizada por Saturnino García.

Actualizado 23-10-2025 20:32

El Neolítico, las industrias y las tecnologías. Revoluciones.



     Puede que se haya producido, anterior a este relato,  algún momento más importante en la historia del planeta o en el largo camino hacia la humanidad. Pudo ocurrir cuando se acostumbró un primate a bajar del árbol y aprendió la marcha bípeda y erguida, o cuando fue desarrollando el aparato fonador para comunicarse o, tal vez, cuando los primeros homínidos dominaron el fuego. No. No es la intención.   
     Aquí, se contará desde el instante que los humanos empiezan a elaborar sociedades más complejas que las reuniones en las entradas de las cuevas o al abrigo de las inclemencias climáticas. Es la convivencia en sociedad. Y no se utilizará una terminología distinta a la clásica al utilizar el término ‘revolución’. Por manido, apreciado o desprestigiado que esté.  
     En la historia de la humanidad han influido tres revoluciones socioeconómicas de forma determinante: La revolución neolítica, la revolución industrial y la revolución tecnológica e informática. En el marco temporal, la revolución neolítica es un proceso de milenios, la revolución industrial atañe a los tres últimos siglos, con matizaciones, y la revolución tecnológica e informática es un proceso que se gesta en los últimos cuarenta años.
     La Revolución Neolítica parece definida por formas de vida campesina, que tiene como base económica principal la producción de alimentos vegetales y animales mediante la domesticación. Supuso un cambio en el medio geográfico con el reagrupamiento en poblados o aldeas. Se dejó de utilizar el desplazamiento y/o nomadismo de forma habitual, siendo la caza y recolección un complemento. Las razones de este modo de vida son varias. El cambio de las condiciones climáticas con el Holoceno, el aumento demográfico y el proceso cultural. El holoceno es el período interglaciar actual que abarcaría los últimos diez mil años. El aumento, que no presión, demográfico comportaría un incremento de las necesidades alimenticias y los avances culturales habrían creado sistemas complejos de sociedades que llevarían al hombre previo al Neolítico a adoptar métodos más eficaces que la recolección y la caza como medio de supervivencia. Parece asentada la idea del foco inicial en el Próximo Oriente desde donde, de forma lenta y paulatina, se iría difundiendo, en tiempos cronológicos de historia antigua, mediante relaciones tanto amistosas como de rivalidad, y que explicarían las diferencias cronológicas entre los distintos procesos de neolitización[1].  Como se ha mencionado, no se prescinde de actividades de caza y recolección, y la existencia de cerámica no se produjo desde el principio de este proceso. Los primeros yacimientos, aproximadamente antes del VI milenio a. C., se encuentran a los pies del Tauro y del Mediterráneo: Catal Hüyuk, Jericó y Muraybet. Se vieron favorecidos por precipitaciones anuales superiores a 250 mm que coadyuvó una agricultura sin irrigación artificial[2]. 
     La Revolución Industrial tuvo su origen en Inglaterra. Este proceso llevaba consigo una necesaria transformación agraria. Se produjo una especialización regional a escala nacional, entre zonas de agricultura rica y especializada, que producen para mercados exteriores e interiores, y zonas de suelo menos fértil, orientadas a la industria. La nueva agricultura retuvo mano de obra con un sueldo que impedía la emigración en zonas que se convirtieron en buenas compradoras de manufacturas, favoreciendo el mercado interior.
     Los mayores beneficios obtenidos a través de la especialización favorecieron la inversión en otras actividades como la industria y la mejora de las explotaciones.
     Los cambios fueron rápidos y profundos, a la vez que novedosos. Son transformaciones regionales. Donde se produce la pervivencia inicial de los gremios tradicionales que se encontraban en fase de decadencia. 
     Se produce un desarrollo de la industria capitalista con el proceso de la protoindustrialización donde el empresario dirige la operación y da unidad a las fases de financiación, reparto de trabajo, acabado y comercialización.
     En las dos últimas décadas del siglo XVII y durante el siglo XVIII, se llevó a cabo este proceso en Inglaterra. Las fuertes transformaciones industriales dependieron de factores previos como la existencia de compradores, comerciantes, empresarios y obreros, agricultura productiva, flujos financieros, etc. Inglaterra se veía favorecida por una mejor definición de los derechos industriales y comerciales, una mentalidad más abierta a la actividad industrial, un mercado interno sin barreras que se extendería al imperio colonial, y el comercio marítimo inglés. Se orientaba a crear una actividad libre, fuera de monopolios y restricciones. Los países del continente, con matices, orientaban su economía a actividades relacionadas con el prototipo del propietario rentista y la inversión en deuda pública. Después de esta inicial fase, vendrá una segunda dominada por la mecanización y transformación de las estructuras productivas, enlazando unos procesos con otros, retroalimentándose mutuamente. La aceleración del proceso, y de ahí el término revolución, se produce en el último tercio del siglo XVIII, sacando casi una ventaja de un siglo Inglaterra a Francia[3].  
     El paralelismo entre Gran Bretaña y el resto de Europa no se produjo ni en el tiempo ni en el espacio. El carácter autónomo y completo de proceso británico no se reprodujo en Europa donde convivió con zonas agrarias y pervivencias sociales antiguas. Incluso en procesos tan acelerados como el alemán o en países de dimensión reducida como Bélgica, con el mantenimiento de una economía dual. Si se compara con el resto del mundo, salvo la excepción de Estados Unidos, Japón o algunas zonas del continente hindú, Europa fue el área por excelencia del nuevo capitalismo surgido de la revolución industrial. A pesar de la existencia de economías atrasadas en el sur y este de Europa, muestran rasgos fundamentales de la economía moderna en ciertas áreas urbanas e industriales[4].  
     El cambio fundamental que produjo la revolución industrial fue la transformación de una sociedad estamental (estatus por nacimiento) en una sociedad de clases (estatus por bienes materiales) con la consecuencia fundamental del auge y poder de la burguesía, la aparición y toma de conciencia del proletariado y la consolidación del capitalismo[5].
     El capitalismo que surge de la revolución industrial no está regulado por los gobiernos y se rige sólo por las leyes del mercado. El proletariado empleado sufre la lacra del hacinamiento, la insalubridad y los salarios inadecuados a la carga de trabajo. Con la presión social y las publicaciones de pensadores sociales y socialistas, los gobiernos empezarán a tomar medidas. El proletariado se organizará en sindicatos de oficios, base de los sindicatos de clase. Hasta 1830-1840 no se empiezan a manifestar de forma coordinada con el ludismo.
    Y el capitalismo se desarrolla, se ha desarrollado, con períodos de crisis. A la crisis de 1847, le sucedió la revolución de 1848 donde se solicitaban medidas políticas democráticas, pero al mismo tiempo se hacían estudios sobre el origen de la revolución en la crisis económica y comercial (Marx y Engels, Manifiesto Comunista). Fue también la gran eclosión de los nacionalismos con las posteriores unificaciones de Italia y Alemania. En el siglo XX la crisis bursátil de 1929; en los años setenta, la crisis del petróleo; y, a principios del siglo XXI, en 2007-2008, la crisis financiera con el estallido de la burbuja inmobiliaria.
     Otros fenómenos adversos de la revolución industrial son la contaminación y sus efectos en el clima y medio ambiente. Y las dificultades para reducir las emisiones entre países desarrollados, en vía de desarrollo o sin controles medioambientales.
      Finalmente, nos encontramos en la Revolución Tecnológica e Informática desde inicios de los ochenta del siglo pasado. Hunde sus raíces en el descubrimiento del teléfono (Antonio Meucci, 1854, aunque patentado por Graham Bell) y la televisión (John Logie Baird, 1926), en los desarrollos y sinergias entre estos dispositivos, generalizando este largo proceso, en concepción contemporánea, el uso del ordenador personal a partir de 1980.
     Fui consciente de la importancia de este proceso a principio de la década de 1990, tras un accidente de coche. Bajó un camionero de su vehículo con lo que parecía un zapato pequeño y lo utilizó para llamar a los servicios de emergencias para una atención rápida a los siniestrados. Eran los teléfonos móviles. Y su utilidad. Y, después, para los momentos de ocio.  
     La generalización de internet para ordenadores personales y, para todo tipo de dispositivos, ha cambiado la forma de las relaciones sociales. La aparición de las redes sociales ha creado un mundo nuevo donde posicionamos nuestra marca personal antes que en otro foro o plaza mayor.   
     Profesionalmente nos presentamos en LinkedIn. Socialmente, en multitud de redes sociales, destacando Facebook, Twitter e Instagram. Utilizamos servicios de mensajería instantánea como WhatsApp, o semejantes. Hemos creado un mundo virtual donde se crean nuevos puestos de trabajo. Pero también, desaparecen otros, tradicionales, relacionados con el trato directo con las personas, con lo que las relaciones sociales cambian. Estamos conectados con personas de distintas partes del mundo y no vemos a nuestro vecino o familia en meses. Continuaría con más cambios como en las formas de comprar o ver el entretenimiento, los viajes o el acceso a la cultura.Pero acabo con la siguiente recomendación:
    Suban a este tren virtual, lo pueden perder y nadie vendrá a por ustedes.  


[1] MUÑOZ AMILIBIA, A. M. (coord.): Prehistoria Tomo II. UNED. 2007. Madrid. Páginas 9-19.
[2] PÉREZ LARGACHA, A.: Historia antigua de Egipto y del Próximo Oriente. Akal. Madrid. 2007. Páginas 59-69.
[3] GONZÁLEZ ENCISO, M.: ‘La transformación de la economía’, en la obra coordinada por RIBOT, L.: Historia del Mundo Moderno. Actas. Madrid. 2010. Páginas 467-501
[4] KEMP, T.: La revolución industrial en la Europa del siglo XIX. Martínez Roca. Barcelona. 1987. Páginas 17-50.
[5] MARTÍNEZ, J. (coord.): Historia Contemporánea. Colección Crónica. Tirant Lo Blanch. Valencia. 2006. Página 48.

El marqués de la Vega-Inclán

      Marqués de la Vega-Inclán, Sorolla, Wikimedia       En mayo de 1925, Alberto Jiménez Fraud escribió a María de Maeztu para comunicarle...