Cultura y sociedad

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Cartografía de Manzanares en tres instantes


  

Manzanares (786), 1887. Cartoteca IGN

     

     Tras la primera guerra carlista, 1833-1840, se tomó conciencia de la mala calidad de la cartografía existente en España. El General Espartero, el manchego que pudo reinar, propuso una comisión para el levantamiento del mapa de España. En 1953 se crea la Dirección de la Carta Geográfica de España en el Ministerio de Fomento. Poco tiempo después paso al Ministerio de Guerra.

     Entre los ingenieros que participaron en la Comisión del mapa de España se encontraba Ibáñez del Ibero y Frutos Saavedra, que habían diseñado un instrumento, la regla geodésica, que fue perfeccionado entre 1854 y 1857 por los franceses Brünner, y que, empezando por la medición de Madridejos, dio origen a la moderna cartografía española.

     Se ha buscado tres mapas a través de 66 años de historia para observar la cartografía de Manzanares, y mostrar la evolución de la medición cartográfica en escala 1:50.000 junto a la conversión urbana de una zona rural.

     En la carta 786 de Manzanares de 1887, todavía con Ibáñez del Ibero como Director del Instituto Geográfico y Estadístico, el crecimiento urbano de la localidad no había superado el obstáculo de la vía férrea. Se señala la ubicación del Molino Grande y Molino Chico, se observa cuál era la configuración del caz y la madre vieja del Río Azuer. Los límites este y noreste de la zona urbana llegaban a la Casa de Jacinto y la Casa Maeso, el Paredazo y la Charca, todas hoy terreno urbano. Tampoco se aprecian viviendas, solo casas en terreno rural; y, camino de la ermita del Cristo de las Agonías, topónimos como Casilla y Casa de Vega.

     La carta 786 de 1887 no tiene leyenda topográfica, pero posee el detalle de quienes se han encargado de las redes geodésicas de primer orden, ingenieros, y de segundo y tercer orden, los topógrafos. La altitud se toma ya con el nivel medio del Mediterráneo en Alicante. 

     Como detalle curioso, La Solana y Membrilla tienen una traza urbana casi idéntica, con probable número de habitantes, y mucho menor tamaño que Manzanares.

 

Manzanares (786), 1933. Cartoteca IGN

 

     En la carta, mapa, de 1933, en escala 1:50.000, cuarenta y seis años después, hay un aumento de viviendas en la zona de la Charca y Paredazo. En este caso tenemos ya leyenda topográfica en la carta y sabemos dónde hay zona de huertas junto al Molino Grande. Se sigue señalando el Molino Chico. No se ha traspasado la línea férrea para la construcción de viviendas urbanas continuadas, al menos en 1933.

     Hay un aumento de casas diseminadas con olivos, tierra de labor y erial de pastos. Casa Maeso y Casa de Jacinto siguen siendo los límites urbanos hacia el Este. Aparecen los primeros tendidos eléctricos.

     En la zona donde hoy se ubica el Parador Nacional de Turismo hay un topónimo que indica Parada del PNT. El autor del Mapa Topográfico Nacional de 1933 es la Dirección General del Instituto Geográfico, Catastral y de Estadística. Las longitudes están referidas al meridiano de Greenwich.

Manzanares (786), 1953. Cartoteca IGN


 

      El tercer mapa topográfico nacional 786 de Manzanares es de 1953. Realizado por la Dirección general del Instituto Geográfico y Catastral, y con escala 1:50.000.

     Se produce el crecimiento urbano cruzando la vía férrea. Desaparecen topónimos rurales como Molino Chico y Molino Grande. El crecimiento urbano de Manzanares es superior al de Membrilla y La Solana, que ya tiene una traza urbana superior a Membrilla. Señala la madre vieja del río Azuer que no se indicaba en los levantamientos de los anteriores mapas topográficos. No se indican zonas de huertas entre la madre vieja y el caz del Azuer. Se señalan zonas de labor y de regadío. Aparece la ubicación de la Plaza de Toros, sin topónimo, al igual que edificaciones cercanas, parecen indicar la ermita del Cristo de las Agonías y el Albergue de Turismo. El MTN 786 de Manzanares en 1953 tiene leyenda, como ya se había iniciado en el de 1933. El tendido eléctrico se sigue extendiendo.

     Finalmente, se observa la ampliación continuada del viñedo que se apreciaba, veinte años antes, en 1933.

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Para saber más:

- https://www.ign.es/web/ctc-area-cartoteca  

- museosdemanzanares@manzanares.es

- https://www.instagram.com/museosdemanzanares/?hl=es 

- http://www.turismomanzanares.es/









 


 



Elogio del lapicero


  Recuerdo que compré una novela porque regalaban un lápiz de carpintero. No era un regalo, solamente un deseo. Y el libro había que pagarlo. El lápiz me pareció la prolongación de mi mano, mi pensamiento, mi manera de ser, mi actitud ante el papel.

      Cuando aún no sabía escribir, leía todo lo que caía cerca de mí. Quise subrayar mi primera lectura, pero no sabía qué era eso de señalar con una raya una letra, una palabra o un texto con la intención de llamar la atención sobre el texto o recordar la lectura seleccionada.

      “Acudid, señores, presto y socorred a mi señor, que anda envuelto en la más reñida y trabada batalla que mis ojos han visto. ¡Vive Dios que ha dado una cuchillada al gigante enemigo de la señora princesa Micomicona, que le ha tajado la cabeza cercén a cercén, como si fuera un nabo!... 

     ¡Tente, ladrón, malandrín, follón, que aquí te tengo y no te ha de valer tu cimitarra!”

      Don Quijote luchaba contra unos pellejos de vino y me reía, me sentía dentro de la escena, participando en las estocadas, mojado en vino y resbalando por la bodega, alcanzando el nivel de locura del hidalgo. Reía, reía. Sin parar. Casi lloraba.


     El primer lápiz garabateaba o manchaba la hoja, con trazos gruesos, haciendo la primera caligrafía. Luego comenzó, comencé, a realizar operaciones matemáticas; sumas y restas de tosca manera, luchando contra el papel. 

      No subrayé el Libro de los Jueces, aunque siempre me acordé de Gedeón, Sansón y Samuel.

     El lapicero cambiaba. Los primeros eran marrones, de mina gruesa, grafito de mala calidad; minas que se rompían con facilidad, que había que afilar con un sacapuntas de plástico verde turquesa.

     Tuve lápices de colores, pero para subrayar lo que leía, el lápiz de grafito negro:

     "Quince hombres van en el Cofre del Muerto.

      ¡Ay, ay, ay, la botella de ron!

      La bebida y el diablo dieron con el resto.

     ¡Ay, ay, ay, la botella de ron!"

     Subrayaba la canción mientras la cantaba con la misma entonación de Wallace Berry y Jackie Cooper en la película de 1934. Stevenson y La isla del Tesoro. El lápiz cobraba vida como extensión de mi pensamiento, de mi sueño y mi fábula mientras buscaba un mapa del tesoro y un barco velero.

     Y el lápiz buscaba una heroína y la encontró en Rosaura, caída del caballo cuando entraba en Polonia, sin saber que se encontraría con el hombre que vivía encadenado en un sueño: 

"Hipogrifo violento,
que corriste parejas con el viento,
¿dónde, rayo sin llama,
pájaro sin matiz, pez sin escama,
y bruto sin instinto
natural, al confuso laberinto
de esas desnudas peñas
te desbocas, te arrastras y despeñas?"

     Soñamos y jugamos con los sueños. Rosaura daba comienzo a la obra de Calderón, La vida es sueño; y los sueños, sueños son. El lápiz recordaba las cadenas.

     Siempre me había sorprendido la capacidad de hacer trazos en distintos oficios como el uso de la tiza de un sastre, el lápiz de los carpinteros y la tiza de un maestro en la clase.

       El lápiz nuevo es de sutil elegancia, un brillo plateado, tiene color. En el lateral, unas letras escritas, similares a las escritas a mano, dice Manzanares Ciudad de Museos

     Me ayuda a recordar, a pensar. Es una parte de mí. Una extensión de discernimiento. Del Quijote, de Sansón, de Jim; también de Rosaura, también de Tristram. De cualquier materia, de todas.


 

 








    





















Bodas de sangre

                       NOVIO ¿Quieres algo?                              MADRE Hijo, el almuerzo                               NOVIO Déjalo....