Cultura y sociedad

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En tanto que de rosa y azucena.

      "En tanto que de rosa y azucena

se muestra la color en vuestro gesto,

y que vuestro mirar ardiente, honesto,

enciende al corazón y lo refrena;

                          y en tanto que el cabello, que en la vena

del oro se escogió, con vuelo presto,

por el hermoso cuello blanco, enhiesto,

el viento mueve, esparce y desordena;

        coged de vuestra alegre primavera

el dulce fruto, antes que el tiempo airado

cubra de nieve la hermosa cumbre.

        Marchitará la rosa el viento helado,

todo lo mudará la edad ligera,

por no hacer mudanza en su costumbre."

 

    La biografía de Manuel Altolaguirre sobre Garcilaso de la Vega cuenta que, cuando asistieron a la boda del Emperador y Rey Carlos de Gante con Isabel de Portugal en Sevilla (1526), conocieron al embajador de la señoría de Venecia, Andrea Navagero, con el que trabaron amistad Juan Boscán y el poeta toledano. Pero no fue hasta una estancia posterior en Granada donde el embajador les persuadió de emplear la métrica italiana en la lengua castellana mientras paseaban por el Generalife. Navagero recitó algunos de los poetas italianos, lo cual impresionó a Garcilaso y Boscán.

     Los hechos fueron relatados en una epístola que envió el poeta barcelonés a la duquesa de Soma. Navagero fue además un observador de la realidad española del XVI con su Viaje por España

     Boscán tradujo El Cortesano de Baltasar de Castiglione, que define al cortesano o caballero perfecto del Renacimiento. La traducción fue repasada por Garcilaso.

     Un soneto era y es una composición poética que consta de catorce versos endecasílabos distribuidos en dos cuartetos y dos tercetos. Los cuartetos riman, en general, ABBA ABBA, y en ambos deben ser unas mismas las consonancias. En los tercetos pueden ir estas ordenadas de distintas maneras, CDE CDE o CDE DCE.

     Se debe recordar que los versos son ese conjunto de palabras que están sujetas a cadencia y medida, o solo a cadencia. Que una estrofa es un conjunto de versos ordenados de forma igual que conforman una composición poética. 

     El soneto XXIII de Garcilaso de la Vega, que hemos reproducido al principio de este escrito, desarrolla, según Ana Suárez, el mito horaciano del carpe diem, a partir de la invitación a una joven para que disfrute de toda su juventud y su belleza.

     Esta idea de aprovechar el tiempo, porque pasa rápido se vio también en El club de los poetas muertos de Peter Weir donde se instaba a no perder el tiempo porque no era recuperable.


          Ha sido una constante en el pensamiento occidental la rapidez del paso del tiempo, su fugacidad, la necesidad de aprovecharlo mientras dura y pensar que no somos eternos.

     Carpe diem fue un tema muy repetido en la literatura latina, literatura de la que beben los escritores renacentistas. De Horacio, Ausonio y Marcial pasa a Petrarca, y de aquí a los poetas de la Península Ibérica como Garcilaso de la Vega. Petrarca consideró a los autores clásicos como vivos, contemporáneos a él, y su estilo, moderno. Su Cancionero (1470) gozó de gran fama desde su publicación. En él publicó sonetos, canciones y otras poesías de diferentes métricas en lengua vulgar (italiano) y no en latín. La influencia en Europa fue enorme.

     El soneto reseñado al principio nos relata en los dos cuartetos la belleza de una mujer, sus cualidades estéticas: “de rosa y azucena… la color en vuestro gesto” (rostro); “mirar ardiente… clara luz… tempestad serena” (ojos, mirada); “cabello… vena del oro… hermoso cuello blanco” (pelo); y “hermoso cuello blanco”. Describe el ideal de belleza bajo medieval y renacentista. Una belleza áurea, rubia y etérea. Recuerda el canon clásico griego. Canon que atraviesa las culturas medievales. Recuérdese que los omeyas andalusíes buscaban esposas y concubinas del norte de la península, preferentemente rubias. 

     Pero en los dos tercetos se torna pesimista tanto que quiebra la alegre descripción de los cuartetos. Una mirada triste a lo efímero y su destrucción. Tanto que el mero hecho de “coged… el dulce fruto” sea ya fuente marchitable. Aquí ya es “tiempo airado”

     El último terceto es la confirmación del final de todas las cosas. Un “viento helado” marchitará las rosas; la fugacidad es nombrada “edad ligera”; y acaba con un ambiguo “por no hacer mudanza en su costumbre”, puesto que todo cambiará, desaparecerá, menos esa costumbre. Se pasa de la alegre primavera al viento helado. El reflejo de las estaciones como paso de la vida.

     La fugacidad de la vida es reflejada de forma tranquila, sin mucha emoción, sin mucha tragedia. Se exhorta, se sentencia, se juzga. No se ama y se asume la muerte.

      Garcilaso murió joven. Según relata Altolaguirre de forma heroica, pero arriesgando más de lo debido, por solventar unas ofensas al rey y a España que provocaron su ira. Solo, se dirigió a la fortaleza de Muey recibiendo saetas y/o flechas, mientras intentaba subir la altura de las almenas. En un momento dado un soldado francés le dio una fuerte pedrada. Cayó en el foso, moribundo. 

Tumba de Garcilaso de la Vega. Toledo.

     La reacción de las tropas del emperador fue vengar al soldado poeta. Tomaron la fortaleza, que quedó destruida y demolida. Sus habitantes recibieron un castigo severo. Un grupo de veinte jóvenes fue eliminado.

     Horacio nos proponía que aprovecháramos el día porque no podíamos fiarnos del mañana. En Garcilaso el día se consume mientras se aprovecha el momento.

     

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Publicada 6/11/2023 19:57

 


 

El humanismo de Eneas y la idea de Europa


Eneas porta a Anquises-Rafael Sanzio

     Eneas fue un héroe mitológico troyano, hijo de Afrodita y Anquises, que, según Virgilio, fue antepasado de Rómulo y Remo, conectando de esta manera los orígenes de Roma con la divinidad[i]
     Abandonó la ciudad de Troya y en su periplo, tras pasar por Cartago, llegó al Lacio. Rafael Sanzio lo inmortalizó en los Museos Vaticanos y Bernini en la Galería Borghese, acompañado por su padre e hijo.
     En el siglo XV hubo un humanista italiano, Eneas Silvio Piccolomini (1405-1464), que alcanzó la dignidad papal como Pío II, 1458-1464. Vivió la conmoción que supuso en el mundo europeo la toma de Constantinopla en 1453 por Mehmet o Muhammad II, sultán del imperio turco, originarios de Anatolia donde tradicionalmente se ha situado la ciudad de Troya. Un nuevo poder había destruido el imperio bizantino, heredero del imperio romano de Oriente, y la ciudad de Constantino era dominada por un nuevo “troyano”. Pio II escribió su propia biografía y escogió su nombre por el epíteto pío que acompaña a Eneas en la obra de Virgilio[ii].
     Unos años después de su muerte salió a la luz una carta de Pío II a Mehmet II en la que le instaba a abandonar el islam y abrazar el cristianismo. Por la erudición del autor y el destinatario, la epístola ha sido objeto de múltiples estudios. Su posible datación se sitúa en 1461 y, por su profundidad, supera los límites de una carta para llegar a la consideración de estudio o tratado.
El rapto de Europa-Rubens
     Un asunto en el que parece haber consenso doctrinal es que no fue finalmente enviada a Mehmet II. Pero, del mismo modo, gozó de gran difusión a posteriori, y fue traducida a los principales idiomas europeos, entre ellos al español. La copia en español que tiene más reputación por el tipo de escritura y la calidad del traductor es la que está depositada en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid. Este copista si creyó el envío definitivo a su destinatario, y que, además, la leyó con atención y respeto. Eneas Silvio Piccolomini, Pio II, demostraba un profundo conocimiento de los fundamentos de la religión de Mahoma pues los detalla, negro sobre blanco, para luego refutarlos en comparación con la religión que el papa profesa. Para ello se cree que utilizó escritos sobre polémicas cristiano-musulmanas de humanistas como Nicolas de Cusa, Juan de Torquemada (no confundir con su sobrino Tomás), y, tal vez, Juan de Segovia.
      Pío II halagaba a Mehmet II con las virtudes que conseguiría al convertirse al cristianismo, pues sería una especie de primus inter pares entre los reinos conocidos. Sobre esta carta hay otra copia de peor calidad en la Biblioteca de Madrid. Y hay versiones menos conciliadoras como la existente en el British Museum: “A ti el sobervioso, comparado con Lucifer…”. Está datada en 1464, pocos meses antes de la muerte de Pío II[iii].
     Cuando fue elegido papa trató de aglutinar a los gobernantes occidentales ante la amenaza turca, pero, en la práctica, se confirmó la desunión y el desinterés de la Europa política, que vivía más pendiente del auge de las naciones estado de la modernidad que en la defensa común del continente. Lo que si se aprecia es una defensa de un modelo de civilización con la aparición del Humanismo y el Renacimiento junto a la defensa de la dimensión religiosa. La cruzada medieval se transforma en la lucha entre un modo de civilización europeo y lo que se considera, desde el punto de vista europeo, barbarie. Pío II pasa por ser uno de los humanistas precursores del europeísmo[iv].
      A Vasari (1511-1574) se atribuye la acuñación de la palabra Rinascita (renacimiento) y a Voltaire (1694-1778) denominar Renaissance al período de transición entre la Edad Media y la Modernidad como reproducción de lo antiguo junto con la renovación de algo creativo y novedoso. Un renacer ligado a intereses humanistas que proponían como ideal al hombre clásico, donde surge el espíritu de la filosofía moderna. Del teocentrismo medieval se pasaba al antropocentrismo moderno.
     Los factores que contribuyen al cambio de época fueron variados. Hubo acontecimientos culturales como el Concilio de Florencia-Ferrara de 1438 al que acudieron sabios bizantinos conocedores de la lengua y filosofía griegas que ellos compartían, o la inmigración de estos sabios a Italia tras la caída de Constantinopla en 1453, que produce un impulso del estudio de los textos griegos, puntal básico del desarrollo del Humanismo.
     Otro factor decisivo fue la aplicación de los descubrimientos científicos. La época de los descubrimientos geográficos y la búsqueda de nuevas rutas tras la caída de Constantinopla y el reparto del mundo por el tratado de Tordesillas se produjo gracias a los avances en la cartografía, las técnicas de navegación y el empleo de la brújula.
     El control del uso de la pólvora fortaleció al poder real frente al feudalismo nobiliario. La revolución científica que se produce con el siglo XVI configuró una imagen heliocéntrica del universo y unas nuevas formas de investigación física con las aportaciones de Galileo, Kleper y Newton, que influiría también en disciplinas filosóficas. La aparición de la imprenta favoreció la expansión cultural con el acceso a los clásicos por los humanistas, y a la difusión de los textos bíblicos por todos los reformadores religiosos[v].
     Estos reformadores se harán más visibles a partir de Lutero en 1517, con la reforma inglesa (1531) que proclama a Enrique VIII jefe de la iglesia anglicana, y a la creación de la compañía de Jesús (1539) como preludio del Concilio de Trento[vi].
     Política y socialmente, se consolidan los estados nacionales y las monarquías absolutas, surgen las burguesías urbanas y se desarrolla el capitalismo comercial.
           Decía Miguel Batllori que la existencia del Renacimiento en España tuvo unas características intrínsecas y cronológicas, comunes a otros renacimientos europeos como el retorno al clasicismo como forma de cultura, un sentido de resurgimiento político y un aliento juvenil del ser humano. Consideraba que no fue una fractura total con el Medievo, sino una superación sobre nuevos postulados. La fractura fue menos violenta como se aprecia en el gusto por lo popular en el romancero popular y medieval, en humanistas como Santillana, Nebrija, Fernando de Rojas, Juan Valdés, y el Brocense. Paralelo al renacimiento literario surge un renacimiento filosófico, científico, teológico y místico, que no abandona definitivamente la concepción cristiana medieval, pero presenta caracteres nuevos como la independencia de pensamiento, una reacción al formalismo de la última escolástica, una sed de alcanzar las fuentes más genuinas, un interés por la pedagogía, las ciencias naturales y la perfección de la forma, tanto en latín como en castellano[vii].
     Es esta perfección de la lengua castellana, evolucionando del latín, la que se impone en la península, sustituyendo en el Mediterráneo al catalán, y será la nueva lengua de las tierras que se descubran en el Occidente. Esta primera unidad de pensamiento se busca fuera de España, en concreto en Roma, y por obra de dos personalidades: el embajador de Juan II de Castilla en Nápoles ante Alfonso de Aragón, Fernando de Córdoba (1423-1486), escolástico en doctrina y erudición, que escribe obras platónicas de cuño renacentista y obras de búsqueda de unidad de pensamiento. Y hay otra gran personalidad: Antonio de Nebrija (1442-1522). Por su gramática latina (1492), sus comentarios de autores clásicos, su tratado pedagógico, y su pensamiento sobre la lengua castellana como compañera del imperio (1492) en los albores de su difusión mundial[viii] con la paulatina conversión en español.


[i] MARTÍNEZ DE LA TORRE, C., GONZÁLEZ VICARIO, M.T., y ALZAGA RUIZ, A.: Mitología Clásica e Iconografía Cristiana. Editorial Universitaria Ramón Areces. Madrid. 2010. Páginas 126-127.
[ii] DONADO VARA, J., ECHEVARRÍA ARSUAGA, A. y BARQUERO GOÑI, C.: La Edad Media: Siglos XIII-XV. Editorial universitaria Ramón Areces. Madrid. 2009. Páginas 214 y 259. 
[iii] GONZÁLEZ CASTRILLO, R.: La epístola de Pio II a Mehmet II en versión castellana. Anaquel de estudios árabes II. 2000. Páginas 333-338.
[iv] GINZO FERNÁNDEZ, A.: Eneas Silvio Piccolomini (Pío II) y su concepción de Europa. Anales del seminario de historia de la filosofía. Vol. 28. (2011). Aceptado 28-01-2010. Páginas 71-100.  
[v] Entiendo por reformador tanto iglesias protestantes como los concilios de la iglesia católica.
[vi] SÁNCHEZ MECA, D.: Historia de la filosofía moderna y contemporánea. Dykinson. Madrid. 2010. Páginas 14-16.
[vii] BATLLORI, M.: Humanismo y Renacimiento. Ariel. Barcelona. 1987. Páginas 43-44.
[viii] BATLLORI, M.: Obra citada. Páginas 46-48.

Irene Polo, Hollywood en España, 1930

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