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Eneas porta a Anquises-Rafael Sanzio |
Eneas fue un héroe mitológico troyano, hijo de Afrodita y Anquises, que,
según Virgilio, fue antepasado de Rómulo y Remo, conectando de esta manera los
orígenes de Roma con la divinidad[i].
Abandonó la ciudad de Troya y en su periplo, tras pasar por Cartago, llegó al
Lacio. Rafael Sanzio lo inmortalizó en los Museos Vaticanos y Bernini en la
Galería Borghese, acompañado por su padre e hijo.
En el siglo XV
hubo un humanista italiano, Eneas Silvio Piccolomini (1405-1464), que alcanzó
la dignidad papal como Pío II, 1458-1464. Vivió la conmoción que supuso
en el mundo europeo la toma de Constantinopla en 1453 por Mehmet o Muhammad II,
sultán del imperio turco, originarios de Anatolia donde tradicionalmente se
ha situado la ciudad de Troya. Un nuevo poder había destruido el imperio
bizantino, heredero del imperio romano de Oriente, y la ciudad de Constantino
era dominada por un nuevo “troyano”. Pio II escribió su propia biografía y
escogió su nombre por el epíteto pío que acompaña a Eneas en la obra de
Virgilio[ii].
Unos años después
de su muerte salió a la luz una carta de Pío II a Mehmet II en la que le
instaba a abandonar el islam y abrazar el cristianismo. Por la erudición del
autor y el destinatario, la epístola ha sido objeto de múltiples estudios. Su
posible datación se sitúa en 1461 y, por su profundidad, supera los límites de
una carta para llegar a la consideración de estudio o tratado.
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El rapto de Europa-Rubens |
Pío II halagaba
a Mehmet II con las virtudes que conseguiría al convertirse al cristianismo, pues sería una especie de primus inter pares entre los reinos conocidos. Sobre
esta carta hay otra copia de peor calidad en la Biblioteca de Madrid. Y hay
versiones menos conciliadoras como la existente en el British Museum: “A ti el sobervioso, comparado con Lucifer…”.
Está datada en 1464, pocos meses antes de la muerte de Pío II[iii].
Cuando fue
elegido papa trató de aglutinar a los gobernantes occidentales ante la amenaza
turca, pero, en la práctica, se confirmó la desunión y el desinterés de la
Europa política, que vivía más pendiente del auge de las naciones estado de la
modernidad que en la defensa común del continente. Lo que si se aprecia es una
defensa de un modelo de civilización con la aparición del Humanismo y el Renacimiento
junto a la defensa de la dimensión religiosa. La cruzada medieval se transforma
en la lucha entre un modo de civilización europeo y lo que se considera, desde
el punto de vista europeo, barbarie. Pío II pasa por ser uno de los humanistas
precursores del europeísmo[iv].
A Vasari (1511-1574) se atribuye la
acuñación de la palabra Rinascita
(renacimiento) y a Voltaire (1694-1778) denominar Renaissance al período de transición entre la Edad Media y la
Modernidad como reproducción de lo antiguo junto con la renovación de algo creativo
y novedoso. Un renacer ligado a intereses humanistas que proponían como ideal
al hombre clásico, donde surge el espíritu de la filosofía moderna. Del
teocentrismo medieval se pasaba al antropocentrismo moderno.
Los factores que
contribuyen al cambio de época fueron variados. Hubo acontecimientos culturales
como el Concilio de Florencia-Ferrara de 1438 al que acudieron sabios
bizantinos conocedores de la lengua y filosofía griegas que ellos compartían, o
la inmigración de estos sabios a Italia tras la caída de Constantinopla en 1453, que produce un impulso del estudio de los textos griegos, puntal básico del
desarrollo del Humanismo.
Otro factor
decisivo fue la aplicación de los descubrimientos científicos. La época de los
descubrimientos geográficos y la búsqueda de nuevas rutas tras la caída de
Constantinopla y el reparto del mundo por el tratado de Tordesillas se produjo
gracias a los avances en la cartografía, las técnicas de navegación y el empleo
de la brújula.
El control del
uso de la pólvora fortaleció al poder real frente al feudalismo nobiliario. La
revolución científica que se produce con el siglo XVI configuró una imagen
heliocéntrica del universo y unas nuevas formas de investigación física con las
aportaciones de Galileo, Kleper y Newton, que influiría también en disciplinas
filosóficas. La aparición de la imprenta favoreció la expansión cultural con el
acceso a los clásicos por los humanistas, y a la difusión de los textos bíblicos por todos los
reformadores religiosos[v].
Estos
reformadores se harán más visibles a partir de Lutero en 1517, con la reforma inglesa (1531) que proclama a Enrique VIII jefe de la
iglesia anglicana, y a la creación de la compañía de Jesús (1539) como preludio
del Concilio de Trento[vi].
Política y
socialmente, se consolidan los estados nacionales y las monarquías absolutas,
surgen las burguesías urbanas y se desarrolla el capitalismo comercial.
Decía
Miguel Batllori que la existencia del Renacimiento en España tuvo unas
características intrínsecas y cronológicas, comunes a otros renacimientos
europeos como el retorno al clasicismo como forma de cultura, un sentido de
resurgimiento político y un aliento juvenil del ser humano. Consideraba que no
fue una fractura total con el Medievo, sino una superación sobre nuevos
postulados. La fractura fue menos violenta como se aprecia en el gusto por lo
popular en el romancero popular y medieval, en humanistas como Santillana,
Nebrija, Fernando de Rojas, Juan Valdés, y el Brocense. Paralelo al
renacimiento literario surge un renacimiento filosófico, científico, teológico
y místico, que no abandona definitivamente la concepción cristiana medieval,
pero presenta caracteres nuevos como la independencia de pensamiento, una
reacción al formalismo de la última escolástica, una sed de alcanzar las
fuentes más genuinas, un interés por la pedagogía, las ciencias naturales y la
perfección de la forma, tanto en latín como en castellano[vii].
Es esta
perfección de la lengua castellana, evolucionando del latín, la que se impone
en la península, sustituyendo en el Mediterráneo al catalán, y será la nueva
lengua de las tierras que se descubran en el Occidente. Esta primera unidad de
pensamiento se busca fuera de España, en concreto en Roma, y por obra de dos
personalidades: el embajador de Juan II de Castilla en Nápoles ante Alfonso de
Aragón, Fernando de Córdoba (1423-1486), escolástico en doctrina y erudición, que
escribe obras platónicas de cuño renacentista y obras de búsqueda de unidad de
pensamiento. Y hay otra gran personalidad: Antonio de Nebrija
(1442-1522). Por su gramática latina (1492), sus comentarios de autores
clásicos, su tratado pedagógico, y su pensamiento sobre la lengua castellana
como compañera del imperio (1492) en los albores de su difusión mundial[viii]
con la paulatina conversión en español.
[i] MARTÍNEZ
DE LA TORRE, C., GONZÁLEZ VICARIO, M.T., y ALZAGA RUIZ, A.: Mitología Clásica e Iconografía Cristiana.
Editorial Universitaria Ramón Areces. Madrid. 2010. Páginas 126-127.
[ii] DONADO
VARA, J., ECHEVARRÍA ARSUAGA, A. y BARQUERO GOÑI, C.: La Edad Media: Siglos XIII-XV. Editorial universitaria Ramón
Areces. Madrid. 2009. Páginas 214 y 259.
[iii] GONZÁLEZ
CASTRILLO, R.: La epístola de Pio II a
Mehmet II en versión castellana. Anaquel de estudios árabes II. 2000.
Páginas 333-338.
[iv] GINZO
FERNÁNDEZ, A.: Eneas Silvio Piccolomini (Pío II) y su concepción de Europa. Anales
del seminario de historia de la filosofía. Vol. 28. (2011). Aceptado 28-01-2010.
Páginas 71-100.
[v] Entiendo
por reformador tanto iglesias protestantes como los concilios de la iglesia
católica.
[vi] SÁNCHEZ
MECA, D.: Historia de la filosofía
moderna y contemporánea. Dykinson. Madrid. 2010. Páginas 14-16.
[vii]
BATLLORI, M.: Humanismo y Renacimiento.
Ariel. Barcelona. 1987. Páginas 43-44.
[viii]
BATLLORI, M.: Obra citada. Páginas
46-48.
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