En el mes de
Rayab, en el año 94 de la Hégira (713 d. C.), Abd al-Aziz ibn Musa ibn Nusair,
hijo de Muza, firmó un pacto con el visigodo conde Teodomiro, que controlaba
una zona determinada de Murcia limítrofe con la actual Alicante. Los conquistadores
islámicos contaban con pocos efectivos y el territorio conquistado era extenso.
El acuerdo con los vencidos fue uno de los medios más eficaces para controlar
Hispania junto a la invasión militar. La debilidad del reino visigodo había posibilitado que territorios como
el de Murcia gozaran de autonomía. Con el pacto, se sometía a vasallaje al
territorio y se cobraban unos impuestos. A cambio se permitía mantener la
religión, propiedades y costumbres a los conquistados. El acuerdo fue algo
usual durante la expansión islámica. La desintegración del reino visigodo, la
pasividad de la población local hispana y la ayuda de la minoría judía coadyuvaron
en el éxito de la conquista de forma rápida. La costumbre del acuerdo había
sido practicada con anterioridad en el norte de África.
En el caso de no
aceptar el pacto, de sometimiento, se obligaba a la sumisión que les hacía
perder sus tierras, que serían ocupadas por musulmanes. Estos pactos se
llevaban a cabo durante la expansión militar. Con la llegada de sucesivas
oleadas de invasores, se produjo un reparto de tierras y los acuerdos fueron perdiendo
valor.
El pacto fue el
siguiente:
“En el nombre de
Dios, el Clemente, el Misericordioso. Edicto de Abd al-Aziz ibn Musa ibn Nusair
a Tudmir ibn Abdush [Teodomiro, hijo de los godos]. Este último obtiene la paz
y recibe la promesa, bajo la garantía de Dios y su Profeta, de que su situación
y la de su pueblo no se alterará; de que sus súbditos no serán muertos, ni
hechos prisioneros, ni separados de sus esposas e hijos; de que no se les
impedirá la práctica de su religión, y de que sus iglesias no serán quemadas ni
desposeídas de los objetos de culto que hay en ellas; todo ello mientras
satisfaga las obligaciones que le imponemos… no debe dar asilo a nadie que huya
de nosotros o sea nuestro enemigo; ni producir daño a nadie que huya de
nosotros o sea nuestro enemigo; ni producir daño a nadie que goce de nuestra
amnistía; ni ocultar ninguna información sobre nuestros enemigos que puede
llegar a su conocimiento. Él y sus súbditos pagarán un tributo anual”[i]
En los peores
momentos, ante una invasión, ante una catástrofe, hay un lugar para el pacto,
el acuerdo, y la capitulación. ¿Es necesario llegar hasta un momento tan
extremo para acordar con los desconocidos o contrarios? Teodomiro sabía que
debía aceptar las condiciones para sobrevivir, pero sabía que, con la permanencia
de los nuevos conquistadores, con el tiempo, aceptaría las costumbres de los
invasores. De hecho, una descendiente de Teodomiro se casó con uno de los
conquistadores.
En cualquier
negociación, es mejor llegar a un acuerdo, aunque tenga partes insatisfactorias,
con la condición de obtener en el futuro un rédito mayor.
El medievalista
Eduardo Manzano decía en una reseña al libro de Alejandro García Sanjuán La conquista islámica de la Península
Ibérica y la tergiversación del pasado, en el que se rebatían las inexactas
tesis de Olagüe sobre la llegada musulmana, que la conquista islámica fue real,
que se consiguió por la fuerza o por la capitulación, y que las
interpretaciones posteriores obedecían a los intereses de la política omeya.[ii]
En la práctica,
los habitantes de Hispania aceptaron las condiciones de los invasores como,
antes, habían aceptado a los godos. Además, vinieron más musulmanes que godos,
y estuvieron más tiempo.
[i] Ibn
Idari, Kitab al-bayan al-mugrib fi ajbar muluk al-Ándalus wa-l-Magrib, ed. y
trad. F. Maíllo Salgado. La caída del califato de Córdoba y los reyes de
taifas. Salamanca: Universidad, Estudios Árabes e Islámicos, 1993.
[ii] MANZANO,
E.: De cómo los árabes realmente
invadieron Hispania. AL-QANTARA, XXV 1, enero-junio 2014, páginas 311-319.
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