Hay una página de France24 que denomina,
con ironía, Brexit para dummies[i],
que ilustra la increíble conjunción de acciones, muchas de ellas desafortunadas,
que ha llevado a Reino Unido a negociar la salida del club europeo.
Desde el
referéndum convocado por el primer ministro David Cameron (23-06-2016), el Brexit ha
destrozado la brillante historia política de una de las democracias más
antiguas del mundo. La dimisión de la secretaria de Trabajo, Amber Rudd,
motivada por discrepancias con el premier Johnson sobre la política de salida
de la Unión Europea, y la expulsión de 21 parlamentarios conservadores que
votaron tres veces, como la negación de San Pedro, contra las medidas de su
líder[ii],
ha sido un síntoma más de la crisis institucional de Gran Bretaña.
Henry Kamen[iii]
decía de Winston Churchill, en un prólogo a sus discursos, que tendía a hablar
en un modo lento y bronco, apenas el tipo de voz que permite el éxito en la
oratoria. Sin embargo, sabía dirigirse a la audiencia, y preparaba con tiempo
sus textos para conseguir el mayor efecto. Sus discursos más memorables eran
dirigidos a un público limitado o al micrófono. Era un maestro de las palabras.
El político británico recibió el premio Nobel de Literatura. Kamen señalaba que
una vez dijo Churchill: “La nación tenía el corazón de león, yo tenía la suerte
de aportar el rugido”[iv].
Churchill tuvo la
virtud de prever las situaciones que podían producirse y una capacidad de
análisis de los conflictos muy acertada. Durante los años treinta del siglo XX
avisó del peligro nazi. Pronunció un discurso el 24 de septiembre de 1936 en
París cuando la democracia francesa tenía un gobierno del Frente Popular presidido
por Léon Blum. Defendió la vitalidad de la democracia liberal parlamentaria
asediada por los totalitarismos de uno y otro signo con estas palabras:
“Hay tres clases
de naciones en el mundo en la actualidad. Hay naciones gobernadas por nazis;
hay naciones gobernadas por los bolcheviques; y hay naciones que se gobiernan a
sí mismas…Yo afirmo que, antes de someternos a tal opresión, no hay esfuerzo
que no estemos dispuestos a asumir. Nuestra causa es justa. Nuestro derecho es
impecable.”
Enrique
Moradiellos habla de la grandeza y fuerza de convicción que habría de hacer
famoso al político años después en tiempos más dramáticos. Y que evocaba las
fuentes clásicas que le habían forjado intelectualmente (Filípicas[v]
de Marco Tulio Cicerón)[vi].
Esa falta de preparación que se aprecia hoy en día en la mayoría de los
políticos.
Roy Jenkins
(1903-2003) fue un político e historiador británico que ocupó la presidencia de
la Comisión Europea entre 1977-1981. Como historiador fue autor de una elogiada
biografía de Gladstone y, sobre quien aquí nos importa, Churchill.
El 4 de junio de
1940, el primer ministro pronunció en la Cámara de los Comunes las siguientes
palabras: “Combatiremos en Francia. Combatiremos en los mares y en los océanos.
Combatiremos con confianza y fuerza creciente en el aire. Defenderemos nuestra
isla, no importa lo que cueste. Lucharemos en las playas, lucharemos en las
pistas de aterrizaje, lucharemos en los campos y en las calles, lucharemos en
las colinas; nunca nos rendiremos.”
¿Encontraríamos
hoy alguien con semejante capacidad de convencimiento? Lo dudo
Para Jenkins,
laborista moderado que terminó al final de su vida en los liberales demócratas decía sobre su oratoria y discursos,
“su elocuencia… no solo se ajustaban al estado del ánimo del momento, sino que
han sobrevivido durante seis décadas grabados en la memoria de muchos que
entonces eran jóvenes y son viejos ahora. Fueron inspiración para la nación y
una catarsis para el propio Churchill. Levantaban sus ánimos y así generaban
aún más energía”[vii].
Al final de la biografía concluye:
“considero a Churchill, con todas sus peculiaridades, sus indulgencias, su
ocasional puerilidad, pero también su genio, su tenacidad y su persistente
capacidad, acertado o equivocado, con éxito o sin éxito, una persona que se
salía de lo corriente, el ser humano más grande que jamás habrá ocupado el
número 10 de Downing Street.”[viii]
Cuando vemos el
panorama británico, o el europeo, no se encuentran políticos que agarren los
problemas y se enfrenten a ellos. Cuando la radicalidad se ha instalado en
todos los partidos, cuando no se soluciona, sino que se complica, la sensación
de orfandad lo inunda todo.
Políticos como el
antieuropeo Farage, el posibilista Cameron o el populista Johnson, palidecen
ante la figura de Churchill. Su país está en un callejón sin salida y no dicen
la verdad. Es, también, el languideciente final de un país que fue imperio. Una
situación que los españoles tuvimos en el largo siglo XIX. Gran Bretaña
languidece desde el final de la segunda guerra mundial. Una de las primeras
democracias juega la partida del Brexit hacia una salida que reducirá su valor
en el mundo.
España está
jugando una partida complicada desde hace cuatro años. Es momento de pensar si
hay voluntad de convivir o, no obstante, la radicalidad y el personalismo gana
la partida.
Churchill supo
ver, en los años treinta del siglo XX, los problemas de los totalitarismos, y,
después de la segunda guerra mundial, avisó de los peligros del telón de acero
en los países ocupados por la Unión Soviética.
No sé cuánto de
visión de futuro, suerte o profecía hubo en el político británico más
importante de la edad contemporánea. Los hechos, la historia, lo confirmaron.
[i] https://www.france24.com/es/20190412-brexit-dummies-reino-unido-euroesceptico
Brexit para torpes.
[iii] Nacido
en 1936, reside en Barcelona. Historiador. Hispanista, autor de obras de
historia moderna como las biografías de Felipe II y el duque de Alba o de una monografía sobre la inquisición.
[iv] KAMEN,
H.: Prólogo de Sir Winston Churchill, debemos defender nuestra isla cueste lo que
cueste y otros discursos. El Mundo y PDA. Madrid. 2008. Páginas 9-11.
[v] CICERON,
M. T.: Filípicas. Discursos contra
Marco Antonio en el 44 a. C. en el que ve un peligro contra Roma su actuación. Cicerón
titula la obra por admiración a Demóstenes y su crítica a Filipo de Macedonia.
[vi]
MORADIELLOS, E.: Franco frente a
Churchill. Península. Barcelona. 2005. Páginas 15-16.
[vii]
JENKINS, R.: Churchill. Península y
Folio. Barcelona. 2001. Página 681.
[viii]
JENKINS, R.: Obra citada. Página
1008.
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