Cultura y sociedad

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Esferas, ballenas y vientres proteicos

     


      No paraba de dar vueltas sin perder la compostura. El disco, en movimiento de rotación con la esfera terrestre, como la pantalla del móvil, conservaba su eje invariable aunque pretendiese cambiar la dirección de su soporte. ¡Maldito giroscopio! Foucault demostró la rotación de la Tierra.

    Gustan las formas arquitectónicas que se parecen a las esferas terrestres, parcial o totalmente. El Panteón de Agripa, en realidad obra terminada en época del emperador hispano Adriano hacia el 125 d. C, destaca más por su cúpula hemisférica que por su pórtico columnado. Con un espesor discontinuo que acaba en un ojo cenital, que conectaba con la naturaleza, de 9 metros de diámetro por el que entra tanto la luz como el agua según el variable clima. En Roma las cúpulas, las esferas, las formas redondeadas se repiten. El Coliseo, el Panteón, la cúpula de San Pedro, el Mausoleo de Augusto, Castel Sant'Angelo o Mausoleo de Adriano. Todo recuerda a la vida, especialmente si se construyen recordando a los que mueren. Lanzarse al ruedo, como recuerdo taurino, es buscarse la vida. Redonda.



     En cierto modo es un recuerdo que permanece en nuestra vida del origen del hombre en el vientre materno por su forma redondeada. Jonás estuvo dos veces en el vientre ajeno. Una vez durante el embarazo de su madre y otra cuando estuvo durante tres días, en prefiguración de la resurrección, en el vientre de la ballena que escupió al orante junto a vómitos de ámbar gris. El olor sería muy especial.

     No debería ser una ballena blanca, pues era la que buscaba el capitán Achab, pero era la que causaba un terror especial a los marineros por su níveo color. Los vientres han sido siempre fuente de creación y fuente de perdición.

     El titán inmortal Prometeo sufría cada salida del sol el ataque del ave monstruosa que devoraba su vientre eternamente por entregar el conocimiento del fuego a los humanos cuando era un privilegio de los dioses. Por las noches se regeneraba, y, al día siguiente, otra vez.

     Por el vientre embarazado nacemos y por el vientre hinchado podemos morir si solamente miramos nuestro ombligo.

    




    

Lágrimas en la lluvia y el moderno Prometeo

Cuando vi por primera vez Blade Runner, no percibí sensaciones que he ido apreciando con los años. En la película, en un futuro distópico, 2019, ahora, un cazador de recompensas buscaba una serie de robots tan evolucionados que parecían humanos. Los Nexus 6 eran replicantes tan perfectos que para descubrirlos eran sometidos a test de empatía o, tal vez, de ‘inteligencia emocional’ para que sus investigadores advirtieran comportamientos alejados de los humanos. Una vida que no era superior a cuatro años. En la película, seis replicantes se fugan en busca de su creador. Son creaciones prototipo de la biotecnología más avanzada, a las que el autor de la película dota de sentimientos semejantes a los humanos. Por el contrario, el cazador de recompensas es un humano con emociones y sentimientos escasos o muy controlados. Durante muchos años se ha debatido si era también un replicante. Podría ser amoral, podría…

El creador de los replicantes se siente abrumado por sus creaciones y las evoluciones posteriores. Es el doctor Frankenstein de Mary Shelley, que está perturbado por la creación del monstruo, que busca remedios a su desdicha, a su castigo, por querer ser como un dios moderno. Por esta razón, la inmortal obra de Mary Shelley, se titula Frankenstein o el moderno Prometeo.

En 1818, la conciencia humana se planteaba ya los límites del progreso humano, de las creaciones distintas, de lo abominable creado por los humanos, de los resultados de los experimentos científicos y de los excesos de la revolución industrial que con escasa protección de los obreros se desarrollaba en las islas británicas desde mediados del siglo XVIII.

Prometeo, titán inmortal, fue condenado a que su hígado fuera devorado por un águila todos los días. Como era inmortal, durante la noche, el órgano era regenerado, por lo que, al día siguiente, el águila volvía a consumir su hígado. Zeus le castigó por dar propiedades de los dioses a los humanos.

Al final de Blade Runner, como al final de Frankenstein, el replicante o la criatura muestra rasgos humanos o empatiza con ellos. Así, el monólogo final del replicante:
“Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.”*

Y el final, similar, de la novela de Shelley:
“Pronto se extinguirá el fuego que me atormenta. Ascenderé, triunfante, a mi pira y exultaré de júbilo en la tortura de las llamas. Lentamente su brillo se irá apagando y el viento esparcirá mis cenizas por el mar."**
Ambos tienen conciencia de su final, ambos saben del mal que han visto o causado. Su corto período de vida, el provecho que han intentado sacar de esa fugacidad y el reconocimiento de su caducidad, les hace fieramente humanos. Al final serán cenizas, o lágrimas en la lluvia.

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*SCOTT, R.: Blade Runner. Película Americana estrenada en 1982. Actores: Harrison Ford, Rutger Hauer, Sean Young, Edward James Olmos, M. Emmet Walsh, Daryl Hannah, William Sanderson, Brion James, Joe Turkel y Joanna Cassidy. Traducción del doblaje en español.

**SHELLEY, M.: Frankenstein o el moderno Prometeo. Unidad Editorial, Madrid, 1999. Página 239. Traducción de Manuel Serrat Crespo. En la edición que poseo dice ‘esparcerá’, un error de imprenta. Espero.

Ruphert, Luis Cobos, Francisco Nieva y Manuel Piña

       Lanza, 1-07-1986      Ruperto Murillo Ortega, Ruphert, murió en Valencia a principios de 2025. Natural de Tomelloso, se hizo famoso c...