Cultura y sociedad

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Una gran pasión al servicio de una gran idea

 

   




    Han pasado 90 años de la muerte de Ramón y Cajal y recordamos aquí aspectos interesantes de su legado y su muerte.

     Ramón y Cajal estableció cuatro legados de 25.000 pesetas nominales cada uno para conceder cuatro premios: uno, anual, al mejor alumno de Anatomía de la Facultad de Medicina de Zaragoza; dos, para el alumno más sobresaliente de Histología y Anatomía Patológica de la Facultad de Medicina de Madrid; tres, a la mejor Memoria sobre Anatomía Patológica, Histología o Bacteriología en la Academia de Medicina de Madrid, bianual; y cuatro, al mejor trabajo de Psicología comparada de la Academia de Ciencias, bianual.[1]

     El premio Nobel lo recibió en 1906, compartido con Golgi[2]. Tal vez porque fue quien supo cómo utilizar el método del italiano para sus investigaciones. Método que no era utilizado o aprovechado por los demás científicos.

    El entierro de Ramón y Cajal fue anunciado como noticia en el cine Actualidades el 24 de octubre de 1934. El cine Actualidades había sido inaugurado en 1932, en la calle Gran Vía 48, Madrid. Ofrecía una sesión continua de 11 de la mañana a una de la madrugada, sin descanso, con precio único y asientos sin numerar, con películas de actualidad y culturales[3][4].

     Tras su entierro se celebraron sesiones necrológicas en su recuerdo. En el Instituto Nacional de Sanidad el 26 de octubre de 1934 participaron el ministro de Trabajo, el subsecretario de Sanidad, doctores y discípulos del científico y los hijos del fallecido[5]. El 29 de octubre anunció la Academia de Medicina que haría otra igual en su recuerdo.

    En la Gaceta, más tarde, se publicó la orden siguiente: La Fábrica Nacional de Moneda y Timbre procederá con urgencia a emitir una serie de sellos de Correos de 30 céntimos con la efigie de Ramón y Cajal; la validez de los mismos acabará el 31 de diciembre de 1934; las existencias sobrantes de esta serie que quedaran en poder de los representantes y expendedores de la Compañía Arrendataria de Tabacos y en la Fábrica nacional, se retirarían de la circulación  y destruidas por el organismo que los fabricó[6]. Desde el 1 de abril de 1934 hasta el 8 de noviembre de 1936, la Gaceta de Madrid, antecedente del Boletín Oficial del Estado, se denominó Gaceta de Madrid: Diario Oficial de la República[7].

     A finales de noviembre de 1934, el ministerio de Instrucción Pública dispuso para honrar la memoria de Ramón y Cajal que se reimprimieran todas sus obras[8]. Su sillón en la Real Academia lo ocupó Blas Cabrera y Felipe, el científico que ejerció de cicerone de Einstein[9] en su visita a España. En el momento de suplir a Cajal era el director de la Academia de Ciencias.

    En 1945 se anunció la inauguración del Museo Ramón y Cajal en el que estuvo el ministro de Educación Nacional José Ibáñez Martín en representación del régimen franquista. En sus palabras dijo “sentirse, en nombre del Gobierno del Caudillo, ejecutor del testamento de Ramón y Cajal…”[10]

     Gracias a su nieta, María Ángeles Ramón y Cajal, sabemos que su discípulo Tello fue destituido tras la guerra civil y no presidió el acto de inauguración del museo en una zona del Instituto Cajal; que también fue marginado durante largo tiempo Luis Ramón y Cajal, hijo del sabio histólogo. Con motivo del primer centenario de su nacimiento, 1952, se traslada la sede del Instituto Cajal a Velázquez 144, edificio más moderno, pero de menores dimensiones, lo cual va en detrimento del tamaño del museo, produciendo el almacenamiento en cajas de objetos de Ramón y Cajal. Con un nuevo traslado, calle Dr. Arce en 1989, el museo deja de existir. El artículo de su nieta, 2002, muestra su esperanza de la creación de un nuevo museo, que sea amplio, moderno y vivo; estimulante para los jóvenes como desearon sus originales creadores. Su testamento fue protocolizado en Madrid el 5 de marzo de 1935 en la notaría madrileña de D. José Criado y Fernández-Pacheco[11], natural de Manzanares (Ciudad Real).

     El respeto y la devoción hacia Santiago Ramón y Cajal en vida fue unánime. Como muestra incorporamos parte de la carta que le dirigió Alberto Jiménez Fraud, director de la Residencia de Estudiantes, el 8 de septiembre de 1926:

      Excmo. Sr. D. Santiago Ramón y Cajal

     Alfonso XII, 62

     Madrid

 

                                                                                               Madrid, 8 de septiembre de 1926

     Mi respetable amigo y jefe:

     Con el objeto de difundir la obra de la Residencia, dando a conocer en España y en el extranjero lo que en ella se hace bajo el Patronato de la Junta de Ampliación de Estudios, hemos creado una Revista cuyo primer número acompaña esta carta.

     Es deseo vehentísimo mío y de la Residencia entera honrar nuestra revista con algo que se refiera a usted, porque el temor a molestarle robándole su precioso tiempo me impide pedirle una colaboración, por corta que sea, para nuestra revista…”[12]

 

     Han pasado noventa años de la muerte de Santiago Ramón y Cajal, decíamos. Un mes antes de morir dejó escrito en su testamento que se repartieran a sus estudiantes, anualmente, dos obras suyas, Recuerdos de mi vida y Reglas y consejos sobre investigación científica. “Se es verdaderamente anciano, psicológica y físicamente, cuando se pierde la curiosidad intelectual”. El legado intelectual fue la síntesis de la voluntad y la inteligencia. La voluntad era tan educable como la inteligencia y consideraba que una obra grande, fuese arte o ciencia, era el resultado de una gran pasión puesta al servicio de una gran idea[13].


     En 2017, al mismo tiempo que el Archivo de Simancas, el Archivo de Santiago Ramón y Cajal y la Escuela Española de Neurohistología fue declarado Memoria del Mundo por la UNESCO con el propósito de facilitar el acceso y preservar su legado como patrimonio histórico documental de los pueblos y con el fin de la conservación entre todos los miembros del organismo internacional citado. 



[1] ABC, 18 de octubre de 1934, página 17.

[2] ABC, 18 de octubre de 1934, página 20.

[3] ABC, 24 de octubre de 1934, página 66.

[5] ABC, 27 de octubre de 1934, página 38.

[6] ABC, 2 de noviembre de 1934, página 31.

[8] ABC, 30 de noviembre de 1934, página 31.

[10] Abc, 20 de diciembre de 1945, página 51.

[11] RAMÓN Y CAJAL, M.ª. A.: Orígenes del Museo Ramón y Cajal, del Legado y sus vicisitudes. Revista española de Patología 2002. Vol. 35, n.º 4.

[12] JIMÉNEZ FRAUD, A.: Epistolario. Edición de James Valender, José García Velasco, Tatiana Aguilar-Álvarez y Trilce Arroyo. Fundación Unicaja y Residencia de Estudiantes. Madrid 2017. Reseña 15-12-2022 en Archivo Museo Sánchez Mejías.

[13] GARRIDO MORENO, E. y PUIG-SAMPER, M.A.: Santiago Ramón y Cajal. Hasta donde quieres llegar. Instituto de Historia-CSIC. Madrid. 2021.

El esfuerzo por ser mejor: Ramón y Cajal

    

Cerebelo. Ramón y Cajal. Uv. de Valencia.

—Me ha gustado mucho el libro. Tiene golpes muy buenos. Y, otra cosa me ha llamado la atención, el uso de él, como protagonista, no el yo o . Pásame ese libro.

     El cuidador no salía de su asombro ante la mujer que se colocaba la mascarilla de oxígeno. Estaba sentada en una silla de ruedas, inválida por un proceso degenerativo de huesos, que se había acrecentado por los tratamientos posteriores a un cáncer de mama.

     Jamás podría superar el esfuerzo que mostraba por saber más, por ser mejor. Cuando a ojos simples no merecía la pena, a sus ochenta y un años tenía un ansia de conocimiento que únicamente paró cuando la enfermedad dejó sin fuerzas su cuerpo. Fue un ejemplo para quienes la rodeaban.

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     Por diversos testimonios, este deseo de aprender, leer o investigar hasta el último instante, fue, tal vez, el rasgo más característico de Santiago Ramón y Cajal.

    Ramón Carande, en su Galería de raros atribuidos a Regino Escaro de Nogal[1], decía que Ramón y Cajal leyó de joven el Robinson Crusoe. Sintió “el noble orgullo de quien, en virtud del propio esfuerzo, descubre una isla salvaje llena de asechanzas y peligros, susceptible de transformarse, gracias a los milagros de la voluntad y del esfuerzo inteligente, en delicioso paraíso.”

     Gozó de una fama merecida. Hace unos días, en el Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías, leí algunas cartas sobre este reconocimiento.

     En 1926, la Residencia de Estudiantes presidida por Alberto Jiménez Fraud editó la revista Residencia para dar a conocer en España y en el extranjero la labor que se desarrolla bajo el Patronato de la Junta de Ampliación de Estudios. El presidente de esta, entre 1907 y 1934, era Santiago Ramón y Cajal. Se envió el primer número al premio Nobel con el pretexto de comunicarle adicionalmente el deseo de incluir en el segundo número una referencia al sabio, aunque no fuese una participación del investigador. Pero se hacía hincapié en la necesidad de que les facilitara documentos fotográficos o similares inéditos, no deseando molestarle con una colaboración por pequeña que fuera, sabiendo sus ocupaciones y edad. Pretendían obtener una fotografía hecha por su yerno, el fotógrafo José Padró. Y esta documentación sería guardada en archivo tras la publicación en la revista.[2]

     El artículo de J. F. Tello se publicó en Residencia e incluyó diecisiete ilustraciones con algunos retratos de Ramón y Cajal de Ricardo Orueta, fotogramas de la película documental ¿Qué es España?, y galardones recibidos durante su carrera. Documentos, todos ellos, relacionados con la Residencia de Estudiantes y el Laboratorio de Investigaciones Biológicas. Santiago Ramón y Cajal saludaba con fecha de 14 de septiembre de 1926.


     J. F. Tello relataba la gran estima que se tenía del investigador fuera de nuestras fronteras con reconocimientos múltiples que iban desde 1891 al ser nombrado miembro de la Real Academia de medicina de Estocolmo a la Academia de Ciencias de Viena en fechas recientes a la publicación del artículo. Todo ello porque Cajal había encontrado los hechos que habrían de cambiar las ideas existentes sobre la constitución del sistema nervioso hacia 1888, año señalado como cumbre por el científico. Relataba su famoso viaje a Berlín tras la publicación en español, francés y alemán de sus investigaciones en artículos científicos. También los premios en Francia. Y su viaje a Estados Unidos en 1899, al año siguiente de la guerra con este país, donde fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad Americana de Worcester.

     Gran Bretaña, Italia, Bélgica, Venezuela, muchos países reconocieron su prestigio científico que alcanza su cima con el premio Nobel en 1906. Cajal, como autodidacta, era un caso insólito en España que terminó por reconocer sus métodos y sabiduría con la creación del Laboratorio de Investigaciones Biológicas en 1905. Entre 1895 y 1905 fue elegido miembro de la Real Academia de Ciencias, la Real Academia de Medicina y la Real Academia Española de la Lengua.[3]

     En 1935, un año después de su fallecimiento la revista Cruz y Raya quiso homenajear a Ramón y Cajal. La revista Cruz y Raya estaba dirigida por José Bergamín, miembro de la generación del 27. En su primera etapa, que es la que nos interesa, apareció en 1933 y se dejó de editar con el comienzo de la guerra civil.

     En el número de octubre de 1935, esta revista, que se definía como de afirmación o negación y se editaba en Madrid, tenía una sección llamada Cristal del Tiempo. Había intentado sin éxito un artículo de alguno de sus colaboradores que hiciera una semblanza de recuerdo sobre el famoso padre de la neurociencia moderna, pero  consiguió el artículo de un científico húngaro, M. von Lenhossék, reproducción de uno publicado en la revista alemana Die Naturwissenschaften el 19 de julio de 1935.

     Lenhossék rememora la historia científica de Ramón y Cajal, su peripecia vital, la importancia científica de su obra a ojos del resto de la humanidad y nos presenta al final al ser humano, trabajador y esforzado que en uno de sus trabajos publicados tras su muerte, Les preuves objetives de l’unité anatomique des cellules nerveuses, manifiesta en su introducción que no trata de ofrecer un trabajo polémico, sino hacer una breve descripción de aquello que él ha visto en el transcurso de sus cincuenta años de investigación. Este científico húngaro considera que es casi imposible reflexionar sobre la teoría de la enfermedad y degeneración del sistema nervioso sin el concepto de neurona, que se debe a Cajal. Y que este hecho perduraría a través de los tiempos.[4]

     Y ha perdurado en la cultura popular, o en los medios audiovisuales a través de los tiempos. Citar dos ejemplos. En España, se ha repuesto varias veces, y permanece en el archivo de RTVE, la serie Ramón y Cajal: Historia de una voluntad, enero de 1982, dirigida por José María Forqué y protagonizada por grandes actores de la época como Adolfo Marsillach, Verónica Forqué y Fernando Fernán Gómez, entre otros. Serie de nueve capítulos más un documental introductorio.


     Años más tarde, en 2016, en el capítulo 16 de la sexta temporada de la serie The big bang theory, el científico Sheldon Cooper encarga a su ayudante Alex que compre los regalos que podría ofrecer a su novia. De estas compras sale un cuadro con una forma arbórea muy bella que gusta tanto al científico que se la queda para él. Es un grabado firmado de una neurona realizado por Ramón y Cajal al que denominan padre de la neurociencia moderna. 

     Nada más.




[1] CARANDE, R.: Galería de raros atribuidos a Regino Escaro de Nogal. Alianza Editorial y Sociedad de Estudios y Publicaciones. Madrid. 1983. Página 328.

[2] Carta de Alberto Jiménez Fraud a Santiago Ramón y Cajal de 8 de septiembre de 1926 y de Santiago Ramón y Cajal a Alberto Jiménez Fraud de 9 de septiembre de 1926 y 19 de febrero de 1927. Epistolario de Jiménez Fraud. Editado por James Valender y José García Velasco. Fundación Unicaja y Residencia de Estudiantes. Madrid. 2018. Consultado en el Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías 15-12-2022.

[3] Revista Residencia. Número 2. Mayo-agosto 1926. Publicada por la Residencia de Estudiantes. Páginas 114-122.

[4] VON LENHOSSÉK, M.: Santiago Ramón y Cajal (1852-1934). Sección Cristal del Tiempo de la Revista Cruz y Raya. Octubre. 1935. Impresa en Madrid por S. Aguirre. Páginas 105-115.

 

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