Cultura y sociedad

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Los premios ex aequo

     

Gerardo Diego

     En el discurso de aceptación del premio Cervantes, Gerardo Diego contaba con cierta ironía que había sido premiado ex aequo con Jorge Luis Borges. El Jurado se había atascado en las deliberaciones sobre la persona que debía recibir el premio. El ministro de Cultura, Ricardo de la Cierva, era nuevo tanto en su puesto gubernamental como en la presidencia del jurado. No utilizó la espada de Alejandro el Grande para cortar el nudo gordiano y se decidió por el Rey bíblico Salomón. Hasta cierto punto. 

     Otorgó el premio a los dos candidatos finales, Borges y Diego, o Diego y Borges; y, esta es la diferencia, no dividió el premio económico, cinco millones de pesetas de 1979. Pagó esta cantidad a cada uno, duplicando el gasto del premio. 

     Ambos se conocían desde 1920, de la época del creacionismo y la revista Grecia, cuando se veían por el Café Colonial o la Cervecería Santa Ana de Madrid. Diego había estado en la boda de Norah Borges y Guillermo de Torre en la capital argentina. Durante sus estancias argentinas, según Gerardo Diego, pudieron hablar de lo divino y de lo humano desde la medicina uruguaya a Ignacio Sánchez Mejías pasando por Sor Juana Inés de la Cruz o Cansinos Assens. 

Obras Completas Gerardo Diego. Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías

     El premio Cervantes se había prestigiado rápidamente al otorgar el premio a grandes figuras del la generación del 27- Diego prefería grupo poético, sin éxito- como Jorge Guillén, Dámaso Alonso y Gerardo Diego, con la inclusión de Alejo Carpentier, famoso por El siglo de las luces, y Jorge Luis Borges, autor de Evaristo Carriego entre otras obras, que le situaban en el olimpo de las letras españolas de ambos hemisferios.

     Se daba una coincidencia. Gerardo Diego, en 1924-25, había ganado el premio Nacional de Literatura, también ex aequo, junto a Rafael Alberti. El portuense había recibido el Nacional de Poesía por Marinero en Tierra, y según el ABC, al quedar desierta la categoría de Teatro, se le asignó a un libro de versos de Diego, Manual de espumas, otra distinción Nacional.

Gerardo Diego- Soria

     ¿Explica la extensión que dedica Gerardo Diego a la aceptación del Premio Cervantes, 2241 palabras, en comparación con el discurso de aceptación de Borges, algo más de 500 palabras? Diego había recibido el premio Nacional de Literatura otra vez, sin compartir, en 1956 por Paisaje con figuras, editado por Papeles de Son Armadans (Camilo José Cela). En 1977 habían otorgado el premio Nobel de Literatura a Vicente Aleixandre en cierto modo como recompensa a toda esa generación de la edad de Plata. Por la edad, Diego ya recibiría más homenajes que premios. Era su oportunidad.

      Borges era admirado en su país, tenía millones de lectores en el mundo, pero estaba aceptando que debía resignarse a que la espera de un Nobel sería infructuosa, tal vez por su tibieza política; y cuando recibe el premio máximo en lengua castellana lo comparte con Diego, otra persona. Hay que reconocer que el discurso de Borges, siendo breve, es claro en su contenido. Cita a Alfonso Reyes, a Cervantes y a la dualidad de su personaje Don Quijote/Alonso Quijano por los efectos de las lecturas de caballerías de Amadís de Gaula y otros. Y equipara la labor de un Rey con la de un Poeta, que aceptan y cumplen un destino que no han buscado.

    Lo que demuestra esta vida es que compartir algo material o emocional es mucho más difícil de gestionar que el uso o significado que le damos a compartir en las redes sociales.

     Para saber más:

     -En el tomo VIII de las Obras Completas de Gerardo Diego se incluye el discurso de aceptación del Premio Cervantes como último artículo, páginas 1255-1261. Leído en Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías el 12-07-2023. Salvo error del autor de estas palabras, en las páginas 503-508 del tomo citado, Diego reconoce que Marinero en Tierra de Alberti tuvo más éxito que su Manual de Espumas tras la concesión del premio Nacional de Literatura en 1924-25.

     -La vanguardista revista Grecia fue publicada por Isaac del Vando Villar. En el siguiente enlace se indica dónde y cómo consultar sobre Grecia.

    


    

La primavera del mundo

 

    


¿Dónde está el origen de las cosas nuevas? ¿Dónde está la primavera del mundo? El momento de los prados nuevos, el tiempo en que todo fue dichoso porque nada había y todo surgió.

     García Márquez contaba en Cien años de soledad (1967) que, al principio, “El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo”.

     Puede que incluso no conociera un idioma en el que pronunciar dichas cosas porque no tenía con quien comunicarse. Piense en los humanos que cruzaron el estrecho de Bering durante la última glaciación ocupando la tierra que luego llamamos América, piense en las especies animales que encontraron, que habían vivido aisladas de los humanos. Lo fácil que fue vivir de su caza, que no hizo necesario el desarrollo de la ganadería hasta que llegaron los castellanos a finales del siglo XV, porque los animales no tenían miedo o prevención a estos nuevos seres venidos del hielo. Eran pocos humanos y llegaron a una tierra feraz poco ocupada donde solo fue necesario que surgiera la agricultura.

     Pedro Salinas, sí, Pedro Salinas, contó en La voz a ti debida (1933) la previa de ese origen:

     “¡Qué gran víspera del mundo!

No había nada hecho.

Ni materia, ni números,

Ni astros, ni siglos, nada.

El carbón no era negro

Ni la rosa era tierna.

Nada era nada, aún”

     La voz a ti debida debía su nombre a un verso de la Égloga III de Garcilaso de la Vega, el cual reflejaba con sentido diferente la expresión del amor perdurable incluso cuando se tuviese la lengua muerta y fría en la boca.

     Salinas, vivo, reivindicaba la propiedad del pasado para los nuevos enamorados, como si fueran los primeros, aunque ya hubiesen existido otros, que hubieran sido propietarios de ese pasado; y podrían cambiarle el nombre:

     No, el pasado era nuestro:

No tenía ni nombre.

Podríamos llamarlo

a nuestro gusto: estrella,

colibrí, teorema,

en vez de así, “pasado”;

     No todo fue bello y nemoroso. La búsqueda del Paraíso y su existencia tuvo vida, muerte y sueño. Fue un proceso de siglos que Rafael Alberti recuerda, partiendo de Milton, en Sobre los ángeles (1927-1928):

A través de los siglos,
por la nada del mundo,
yo, sin sueño, buscándote.
Tras de mí, imperceptible,
sin rozarme los hombros,
mi ángel muerto, vigía.
"¿Adónde el Paraíso,
sombra, tú que has estado?"

     La sombra ¿persigue? al humano cuando su ángel, si muerto, llegó a conocer el Paraíso que perdió y sigue buscando. Ese ángel o primer actor creador estuvo en ese primer instante. Milton cuenta en Paraíso perdido (1667) que:

“Estabas presente en el primer instante; desplegando como una paloma tus poderosas alas, cubriste el inmenso abismo y lo hiciste fecundo.”  

     Los ángeles vivos, y los muertos, luego sombras, asistieron al momento de la fecundidad y la desaparición del abismo. Calderón de la Barca evoca la Sombra como compañera del Príncipe de las tinieblas en el auto sacramental La vida es sueño (hacia 1673) porque había sido privada de acompañar a la Luz:

“Mira si con causa aquí

místicos sentidos dan

a mis rencores disculpa;

pues la Luz, por mi desgracia,

será imagen de la gracia

y la Sombra, de la culpa.”

     Y esto fue posible con la aparición del hombre en la Tierra, y luego en el Nuevo Mundo, donde todo estaba por estrenar y nombrar. El lugar donde vivieron aislados de las enfermedades que más tarde les diezmaron, y que, para crear defensas a los más antiguos habitantes, también habían mortificado en tiempos pasados, que no eran propiedad de nadie.

      Y porque en realidad todos los días se nace y se crea algo nuevo, desde el primer instante o momento, desde la creación del mundo como relata Calderón de la Barca, sí, Calderón de la Barca otra vez, en El Gran Teatro del Mundo:

“Tú, que siempre diverso,

la fábrica feliz del universo,

eres, primer prodigio sin segundo,

y por llamarte de una vez, tú el Mundo,

                     que naces como el Fénix”

      O con las creaciones humanas, artísticas o industriales, aunque no nos crean. Muchas veces pensamos, creamos y vivimos situaciones que difícilmente nacen o son creadas o creíbles. Se cuenta y se puede leer en las Obras Completas de Gerardo Diego la risa que causó entre sus amigos madrileños cuando FedericoGarcía Lorca contó que Diego estaba preparando las revistas Carmen y Lola hacia 1926-27. La memoria de Diego no era precisa y señalaba que el nacimiento del mundo o de sus obras necesitaba de un parto o pensamiento.

     Según Gerardo Diego, a la hora del té o de las copas, Federico, que tenía fama de divulgar historias fabulosas que luego se demostraban como realidad, dijo:

     “- ¿Sabéis que Gerardo va a publicar una, mejor dicho, dos revistas? La una se va a llamar Carmen y la otra Lola.

    - ¡Ja!, ¡Ja!, ¡Ja!, ¡Ja!, ¡Ja!”

    La verdad, relata Diego, era que las revistas estaban pensadas con seguridad en 1927, en la primavera del mundo de ese año, y el primer número nació a finales de ese año con un papel rosa.

     La paradoja de esta historia es que las revistas fueron nombradas antes de nacer durante el té o las copas de unos jóvenes poetas que crearon un nuevo mundo de las letras, la generación del 27.

     Para saber más:

     -Las Obras Completas de Gerardo Diego tienen ocho tomos. Están editadas por Alfaguara, Madrid, en el año 2000 con introducción y edición de José Luis Bernal. Se leyó el 6 de Julio de 2023 en el Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías, de Manzanares. El artículo de Gerardo Diego rememora cómo se nombraron sus revistas. Aparece en el tomo IV, páginas 431-432. Originalmente fue publicado el 26 de septiembre de 1976 en el diario Arriba.

Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías


    -El título de esta entrada aparece en el prólogo de Fábulas mitológicas en España, de José María de Cossío. El libro esta dedicado a Gerardo Diego y el prólogo está escrito por Dámaso Alonso. La obra es de 1952, editada por Espasa-Calpe, aunque no fue lectura nueva hasta que se pudo ver o nombrar el 7 de julio de 2023.

 

 

 

 

    

 

 

 

 

 

Sobre 'Carmen' y 'Lola': la coronación de Dámaso Alonso

     

'Lola', de Sigüenza. BNE

Carmen y Lola eran obra de Gerardo. Carmen tenía una presencia bella, esbelta, tal vez desdeñosa. Representaba una mujer española sencilla que portaba en su mano flores o poesías. Era, sería, una revista chica de poesía española.

     Lola, al contrario de la cantábrica Carmen, era seguntina, menor y más directa en sus argumentos. Decía lo que callaba Carmen. Era amiga y suplemento. Lola nos contaba, nos contó, la dichosa coronación de Dámaso en Sevilla a finales de 1927, recordando a don Luis en su tercer centenario. 

     La brillante pléyade de poetas que acudió a Sevilla invitados al y por el Ateneo coronó en la Real Venta de Antequera a un nuevo diestro de las letras que había triunfado en la capital como discípulo de Menéndez Pidal en el Centro de Estudios Históricos. 

     El Sol había definido a los viajeros y poetas como “literatos madrileños de vanguardia”, tres adjetivos complementarios y puede que contradictorios. 

     Bergamín, Chabás, Guillén, Diego, Alonso, García Lorca y Alberti sonaban inicialmente a jugadores del nuevo deporte de moda, el "football", que practicaban hombres en pantalones hasta la rodilla con olor a linimento mentolado. 

     Tras los problemas del traslado a la sevillana capital de la poesía, estos amigos dedicaron dos noches a un grupo de amigos de Hispalis donde triunfó Alonso y donde se quedó sin voz, o sin palabras, Bergamín. Tal fue el éxito de Dámaso que bellas ninfas del Bétis salieron del río para felicitarle mientras hablaba y cuando cogía respiro llenando o rellenando con un poco de agua el vaso que más cerca tenía. Alonso, ante el elogio, sonrió. 

     Chabás siguió, prosiguió, con su prosodia levantina; Diego hizo defensa de la poesía acordando pergeñar, crear, a Carmen. Lorca y Alberti representaron un trozo de las Soledades gongorinas. 

    Siguió la lectura de poemas propios, y ajenos, de Guillén, Diego, Lorca y Alberti, donde mayor entusiasmo mostró Lorca, tras leer sus romances. Entusiasmo que provocó el desvestido de Adriano del Valle, puede que en un arrebato.

     Hubo, después, una exposición íntima de mapas astronómicos de la poesía. Lorca, protagonista, se asignó la estrella más luminosa acompañada de una cantidad irreal de satélites. Se cantó las ruinas de Nínive, el recuerdo de Babilonia, la memoria de Cartago. Hubo una noche surrealista en manicomios e islas adyacentes. Y, como colofón, una travesía en barco por el Betis.

https://www.realventadeantequera.com/

     Todos recordaron la fiesta en la Real Venta de Antequera. En medio o durante la comida aparecieron miembros del Ateneo, de la revista Mediodía y de la Universidad de Apolo; todos en una comisión. Pronunciaron un emocionante y razonado discurso. 

     Al concluir se depositó sobre las sienes de Dámaso Alonso, ruborizado, una corona de laurel que Ignacio Sánchez Mejías había cortado de un árbol cercano con la experiencia de quien ha recortado muchas cosas en varias vidas. Era un triunfo imperial. Sobrio y solemne.

     Finalizada la ceremonia, el rector de la Universidad de Apolo, Max Jacob Antúnez, disertó sobre el cante jondo de forma tan sencilla y brillante que se podía resumir en pocas palabras: dos y dos son cuatro. 

     ‘Lola’, de Sigüenza, contó un nuevo universo. 

     

'Carmen', de Gijón. BNE.


     
Para saber más:

        Gerardo Diego establece el canon de los poetas. En cierto modo es un notario de la pléyade de poetas. La lectura de sus Obras Completas es una labor clarificadora. He consultado las de Alfaguara en el Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías. Las revistas ‘Carmen’ y ‘Lola’ he podido consultarlas en la Biblioteca. Nacional.

     Amoros cuenta los hechos de Sevilla en Ignacio Sánchez Mejías, el hombre de la edad de Plata, ahora en una edición de bolsillo de Almuzara.

     La Real Academia de la lengua española tiene depositado el legado de Dámaso Alonso. Fue director durante catorce años. Y su labor como filólogo, además de su obra literaria, fue inmensa.

     

 

Andrés Fernández de Andrada y la 'Epístola moral a Fabio'

     

Epístola moral a Fabio. Flickr.com

      A finales de octubre de 1612, Andrés Fernández de Andrada, escribió la
Epístola moral a Fabio, poesía mayor en español, que forma parte de todas las antologías1 del Siglo de Oro y que ha influido en autores contemporáneos del siglo XX como María Zambrano, Jorge Guillén y Luis Cernuda. 

     Entronca con la huida de la fama, el rechazo a las riquezas del mundo, y el paso de, y por, la vida, tan presente en poetas como Jorge Manrique (Coplas a la muerte de su padre), Fray Luis de León (Canción de la vida solitaria).Y, también, en el capítulo LXXIV de la 2ª parte de Don Quijote de la Mancha de Cervantes o el pintor Valdés Leal2 ( In ictu oculi).

      La idea de cansancio del imperio asoma desde comienzos del siglo XVII. La idea de crisis fue tomada de los historiadores de los precios por la caída de los indicadores económicos. El flujo de plata se hallaba ligado al comercio americano, que alcanza su máximo hacia 1608-1610, y comienza a tener un serio descenso en la década de 1620. Otro comercio de la época, la trata de esclavos, también tiene un descenso entre 1620-1650, dentro del ascenso continuado de este tráfico hasta 17503.

      La autoría de Fernández de Andrada fue muy debatida hasta 1875, momento en el que Adolfo de Castro encontró el manuscrito S, que permitió atribuir a este autor casi desconocido una obra excepcional. Su obra es reducida, su vida poco conocida, representación de la huida de la fama y las riquezas que el texto presenta. De los catorce manuscritos existentes, cinco lo atribuyen al capitán Andrés Fernández de Andrada, tres a Bartolomé Leonardo de Argensola, uno a Lupercio Leonardo de Argensola y otro, por nota marginal, a Francisco de Medrano. Otros cuatro no designan autor. Se sigue aquí al magnífico estudio de Dámaso Alonso. Las autorías, la firmas de autor, que deciden, estaban antes de las ramificaciones. O bien, como segunda posibilidad, se ha producido independientemente en textos distintos. Y para un autor casi desconocido. Para Dámaso Alonso, la atribución a Fernández de Andrada no podía enriquecer a nadie. Y que él sabe que lo que si existen son falsas atribuciones a Góngora4. Habla, obviamente, con conocimiento, por su estudio (Góngora y la literatura contemporánea, 1926, premio nacional de literatura) y su tesis doctoral sobre Góngora.

Dámaso Alonso. Flickr.com

      La epístola está escrita en setenta y siete tercetos que rematan, según la costumbre, en un cuarteto final (205 versos) para evitar el rompimiento final de la cadena de rimas:

Ya, dulce amigo, huyo y me retiro

de cuanto simple amé: rompí los lazos;

ven y sabrás al alto fin que aspiro

antes que el tiempo muera en nuestros brazos.


     Para María Zambrano, es un pequeño tratado filosófico en el que la moral se hace poética, tratado filosófico nutrido por la filosofía de Séneca, donde, además, hay un reproche al Imperio contra sus afanes de mantenimiento perpetuo. La idea de tiempo, su aprovechamiento, y la muerte, que llegará, están muy presentes. Para ella, esta composición es una meditación, una guía, un tratado, una confesión y un poema. Una justificación.5 6


      El autor, sevillano y militar, tuvo gran amistad con el veinticuatro Alonso Tello de Guzmán (se piensa que es Fabio), nombrado hacia 1612 corregidor en México y casado con María de Mendoza. Siguió a su amigo a Nueva España, ocupando cargos menores en la Administración, llevando una vida tranquila, en pueblos pequeños, haciendo actos piadosos, y manteniendo los deseos de la epístola. Falleció hacia 16487.


                                      



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Notas:

1MICÓ, J.M. y SILES, J.: Paraíso Cerrado. Poesía en lengua española de los siglos XVI Y XVII. Nueva Galaxia Gutenberg y Círculo de Lectores. Barcelona.2003. Páginas 469-476.

2En la primavera de 2022 hubo una antológica de Valdés Leal en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.

3PALOP RAMOS, J. M.: La crisis del siglo XVII en Historia del Mundo Moderno, coordinada por RIBOT, L. Actas. Madrid.1992. 1ª reimpresión, 2010. Páginas 317-342.

4FERNÁNDEZ DE ANDRADA, A.: Epístola moral a Fabio y otros escritos. Edición, estudio y notas de Dámaso Alonso. Real Academia Española. Madrid. 2014.

5MUÑOZ COVARRUBIAS, P.: Dos lecturas de la Epístola moral a Fabio después del exilio de 1939. Revista de El Colegio de San Luis. Nueva Época. Año IX, número 18. México. Enero a abril, 2019. Páginas 259-281.

6SÁNCHEZ MECA, D.: Historia de la filosofía moderna y contemporánea. Dykinson. Madrid. 2010. Páginas 665-668

 

Cuando todavía eramos débiles

    
      -...Porque cuando todavía eramos débiles, Cristo, a su tiempo, murió por los impíos...

      El sacerdote inició el responso a la entrada del cementerio municipal. Asistían tres familiares, separados, con la boca y las manos tapadas, ocultas, huyendo del aire infecto, del miedo infecto, del pavor sin fin. No pudieron entrar en el cementerio hasta el momento que la funeraria llevó el féretro. El trámite sería rápido. Si era creyente, se esperaba un rato más hasta la llegada del religioso que rezara el responso. Ella, la muerta, condenada a muerte en su vejez por covid19, hubiese querido un oficio fúnebre muy religioso, como ella. Sus familiares hubiesen respetado sus convicciones. Un entierro largo, cantando por sus monjitas, con el sonsonete melodioso del último trance.

      -...pero Dios probó su amor hacia nosotros en que, siendo pecadores, murió Cristo por nosotros...

      Uno de los familiares le preguntó al sacerdote qué texto sagrado estaba leyendo. Le dijo que Romanos, la epístola de San Pablo. El apóstol que había abrazado el cristianismo tras su caída del caballo. Él, que se estaba cayendo del caballo diariamente, bruscamente, incrédulo, él.

     -...porque si, siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, reconciliados ya, seremos salvos en su vida1...

      Los níveos y ocultos sepultureros del cementerio hablaban, mientras esperaban la llegada del féretro, de sus problemas, de su olvido, de lo poco que se estima el trabajo que hacen, sepultados por el pico, la curva y la meseta de los contagios, por la falta de medios y medidas, por el escaso peso de los que pesan y miden, por el retraso, por el fárrago y el piélago abrumador de noticias solapadas para que cueste llegar a su labor mortuoria, que certifique esa otra cuenta de la que no quieren hablar, la de los muertos, la de su respeto, la de su honor, la del recuerdo, la de su despedida...
      No, no se quiere ver el abandono en que se depositan los restos humanos en un campo municipal. Los familiares estaban impresionados por el momento, por la circunstancia, por los ropajes de protección de los enterradores, de blanco leviatán, con máscaras trompadas para protegerse de cualquier posible emanación de la descomposición y podredumbre de los fallecidos, y de nuestra propia podredumbre, de nuestro propio temor. El miedo a nuestro propio virus, el miedo a la incomprensión, el miedo a perder toda seguridad.

      -...Porque ninguno de nosotros para sí mismo vive y ninguno para sí mismo muere...

      En menos de veinticuatro horas se lleva a cabo el enterramiento como medida sanitaria. Cuando los familiares llegaron al hospital ya estaba introducida en un saco negro, fúnebre, en una sala cerrada, hermética y sola. Sellada en su barca final. Hasta que no llegó el trabajador de la funeraria, no se abrió el mortuorio hospitalario. Llovía y los familiares esperaban a rellenar el papeleo de la muerte, que atracase un Caronte moderno bajo el agua purificadora, lluvia que parecía limpiar toda mácula del aire, toda polución ambiental que emanaba de la entrada del hospital que se abría en contadas ocasiones cuando llegaba algún enfermo urgente con miedo a que le atendieran superior al dolor que traía tras tropezar haciendo carreras en el salón de su casa durante el confinamiento. Todo era penoso. Salió un sanitario cubierto de blanco leviatán...


      -...En fin, sea que vivamos, sea que muramos, del Señor somos. Que por esto murió Cristo y resucitó, para dominar sobre muertos y vivos2...

      El trayecto hasta el hospital recorría un paisaje apocalíptico, desolador, vacío. Las calles habían crecido sin nadie y estaban ocupadas por la ponzoña del virus, por la imprevista manifiesta, por los espectros residuales de hombres, mujeres y niños que habían dejado su reflejo en el aire, en las pisadas, en sus exhalaciones convertidas en nubes, en los rayos de sol reflejados. Era la desesperación por un rápido contagio, por un veloz empeoramiento, por la noticia del conocido enfermado, por aquellos a los que no se podía ayudar. Inermes, indefensos, clamantes.

      -...Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos en Él3...

      Nada más terminar el responso se trasladó el féretro a su tumba, preparada para ser sepultada en cemento y ladrillos, tapada rápidamente con la losa de su lápida, el granito de su roca final que aplastara el recuerdo y el drama existente. Los sepultureros tal vez querían aplausos. O solo reconocimiento.
      Los familiares, personas libres en el cementerio, volvieron al confinamiento domiciliario. Recordaban el comienzo del poema de Dámaso Alonso: “Si vais por la carrera del arrabal, apartaos, no os inficione mi pestilencia4”. Habían olvidado el amor entre los humanos porque no sabían quiénes eran los pestilentes. Y volvían a su cárcel personal por su propio miedo a lo desconocido.
      La clausura propiciaba un mundo irreal, paralelo y similar a la perspectiva que se vive en “La invención de Morel” de Adolfo Bioy Casares donde la soledad, los recuerdos o las querencias se entrecruzan. Ideas, pensamientos, ideas. Uno de los familiares comentó que Ortega y Gasset prologó la edición de Emilio García Gómez de “El collar de la paloma” del cordobés Ibn Hazm (994-1063), donde decía que 'la cara es el hontanar donde brota el amor como tal5'. Ahora, por ir tapados, no había tal. 


 
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1Romanos, 5, 5-10
2Romanos, 14, 7-9.
3Romanos, 6, 8.
4ALONSO, D.: Hijos de la ira. Poema 'De profundis'. Austral. Madrid. 1983. Página 143-144. Poemario publicado en 1944.
5IBN HAZM: El collar de la paloma. Alianza Editorial. Madrid. 1989. Edición de Emilio García Gómez. Prólogo de José Ortega y Gasset. Página 25. Tratado sobre el amor y los amantes en la Córdoba andalusí.

Bodas de sangre

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