"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos;... por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”. (Miguel de Cervantes).

Sobre 'Carmen' y 'Lola': la coronación de Dámaso Alonso

     

'Lola', de Sigüenza. BNE

Carmen y Lola eran obra de Gerardo. Carmen tenía una presencia bella, esbelta, tal vez desdeñosa. Representaba una mujer española sencilla que portaba en su mano flores o poesías. Era, sería, una revista chica de poesía española.

     Lola, al contrario de la cantábrica Carmen, era seguntina, menor y más directa en sus argumentos. Decía lo que callaba Carmen. Era amiga y suplemento. Lola nos contaba, nos contó, la dichosa coronación de Dámaso en Sevilla a finales de 1927, recordando a don Luis en su tercer centenario. 

     La brillante pléyade de poetas que acudió a Sevilla invitados al y por el Ateneo coronó en la Real Venta de Antequera a un nuevo diestro de las letras que había triunfado en la capital como discípulo de Menéndez Pidal en el Centro de Estudios Históricos. 

     El Sol había definido a los viajeros y poetas como “literatos madrileños de vanguardia”, tres adjetivos complementarios y puede que contradictorios. 

     Bergamín, Chabás, Guillén, Diego, Alonso, García Lorca y Alberti sonaban inicialmente a jugadores del nuevo deporte de moda, el "football", que practicaban hombres en pantalones hasta la rodilla con olor a linimento mentolado. 

     Tras los problemas del traslado a la sevillana capital de la poesía, estos amigos dedicaron dos noches a un grupo de amigos de Hispalis donde triunfó Alonso y donde se quedó sin voz, o sin palabras, Bergamín. Tal fue el éxito de Dámaso que bellas ninfas del Bétis salieron del río para felicitarle mientras hablaba y cuando cogía respiro llenando o rellenando con un poco de agua el vaso que más cerca tenía. Alonso, ante el elogio, sonrió. 

     Chabás siguió, prosiguió, con su prosodia levantina; Diego hizo defensa de la poesía acordando pergeñar, crear, a Carmen. Lorca y Alberti representaron un trozo de las Soledades gongorinas. 

    Siguió la lectura de poemas propios, y ajenos, de Guillén, Diego, Lorca y Alberti, donde mayor entusiasmo mostró Lorca, tras leer sus romances. Entusiasmo que provocó el desvestido de Adriano del Valle, puede que en un arrebato.

     Hubo, después, una exposición íntima de mapas astronómicos de la poesía. Lorca, protagonista, se asignó la estrella más luminosa acompañada de una cantidad irreal de satélites. Se cantó las ruinas de Nínive, el recuerdo de Babilonia, la memoria de Cartago. Hubo una noche surrealista en manicomios e islas adyacentes. Y, como colofón, una travesía en barco por el Betis.

https://www.realventadeantequera.com/

     Todos recordaron la fiesta en la Real Venta de Antequera. En medio o durante la comida aparecieron miembros del Ateneo, de la revista Mediodía y de la Universidad de Apolo; todos en una comisión. Pronunciaron un emocionante y razonado discurso. 

     Al concluir se depositó sobre las sienes de Dámaso Alonso, ruborizado, una corona de laurel que Ignacio Sánchez Mejías había cortado de un árbol cercano con la experiencia de quien ha recortado muchas cosas en varias vidas. Era un triunfo imperial. Sobrio y solemne.

     Finalizada la ceremonia, el rector de la Universidad de Apolo, Max Jacob Antúnez, disertó sobre el cante jondo de forma tan sencilla y brillante que se podía resumir en pocas palabras: dos y dos son cuatro. 

     ‘Lola’, de Sigüenza, contó un nuevo universo. 

     

'Carmen', de Gijón. BNE.


     
Para saber más:

        Gerardo Diego establece el canon de los poetas. En cierto modo es un notario de la pléyade de poetas. La lectura de sus Obras Completas es una labor clarificadora. He consultado las de Alfaguara en el Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías. Las revistas ‘Carmen’ y ‘Lola’ he podido consultarlas en la Biblioteca. Nacional.

     Amoros cuenta los hechos de Sevilla en Ignacio Sánchez Mejías, el hombre de la edad de Plata, ahora en una edición de bolsillo de Almuzara.

     La Real Academia de la lengua española tiene depositado el legado de Dámaso Alonso. Fue director durante catorce años. Y su labor como filólogo, además de su obra literaria, fue inmensa.

     

 

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