"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos;... por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”. (Miguel de Cervantes).

José Castillejo, un manchego en la BBC

    

Servicio Latinoamericano-BBC

      Cuando en octubre de 1942 las tropas británicas lograron contener en El Alamein a las tropas alemanas y los americanos desembarcaron un mes más tarde en el norte de África, algo empezó a cambiar. En ese instante, en Europa Occidental, la percepción acerca del devenir de la Segunda Guerra Mundial vislumbró un final favorable a los aliados, confirmado con la derrota en Túnez, en mayo de 1943, del Mariscal Rommel cercado por tropas británicas y americanas. A ello se unía el freno al expansionismo japonés en el Pacífico y la victoria soviética en Stalingrado durante febrero de 1943.
Montgomery

     Durante la primavera de 1943, de los dos países del bando aliado europeo que habían conseguido mejorar el avance hacia una democracia parlamentaria liberal, Francia y Reino Unido, únicamente los de las islas habían resistido el ataque del régimen nazi y sus aliados del Eje. Entre los medios empleados por los británicos para contrarrestar el empuje hitleriano y sus medios de propaganda se pretende hacer hincapié en las emisiones en diversos idiomas de la BBC. En español y para España, hubo emisiones que pretendían mostrar la versión de los aliados y que se fue conformando según avanzaba hacia la victoria final. Colaboradores españoles de esas emisiones fueron, siguiendo a María Dueñas, Rafael Martínez Nadal, Salvador de Madariaga, Luis Araquistain, Luis Cernuda, Wescenlao Carrillo, Alberto Juménez Fraud, Natalia Cossio y José Castillejo Duarte. En el servicio para América Latina colaboraron Manuel Chaves Nogales, Arturo Barea o el padre del que fuera ministro y periodista Michael Portillo, Luis Portillo. En ocasiones con seudónimos para seguridad de los oradores y para el mantenimiento de las difíciles relaciones entre la dictadura de Franco y el imperio británico. De ello se encargaban el Foreing Office y el embajador español en Londres, el duque de Alba. 

     Las relaciones se mantuvieron por necesidad mutua debido al control marítimo británico del Estrecho como por las penurias comerciales de España para conseguir alimentos tras la guerra civil, como relata Moradiellos en Franco frente a Churchill. España y Gran Bretaña en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

     De estas emisiones radiofónicas ha quedado una que, por su interés histórico político, se pasa a comentar. El 25 de mayo de 1943, quien había sido secretario de la Junta de Ampliación de Estudios, JAE, José Castillejo Duarte se dirigió a los oyentes en España razonando las bondades del parlamentarismo inglés y su evolución a la democracia liberal sin una constitución escrita y con una aplicación positiva de la costumbre. 

     Fueron quince minutos que han quedado como una clase magistral de la defensa de la democracia liberal, de sus orígenes y del respeto a los antepasados y los que conviven con diferentes puntos de vista.

     El primer argumento que Castillejo plantea es la explicación, en 1943 con el auge de las dictaduras fascistas y comunistas, sobre qué motiva a los británicos para aborrecer la dictadura y amar la libertad. Castillejo lo basa en que los ingleses son productores y comerciantes y, aunque la dictadura pueda salvarles la vida, creen que carecen de la seguridad que les permite seguir creando o dando vida. Se podría recurrir a matar al tirano como han preconizado Salisbury o Mariana, más piensa Castillejo que no se acaba con las dictaduras matando tiranos, ni se acaba con las democracias matando demócratas. El primer argumento acaba con uno de los derechos más avanzados de la democracia: estar en contra de la pena de muerte o del tiranicidio.

     Desde el siglo XIII, los ingleses intentaron que ninguna fuerza fuera predominante, omnipotencia dice Castillejo, mediante la contraposición de fuerzas sociales el mantenimiento de un equilibrio que permitiese un orden jurídico ajeno a los vaivenes políticos. La peculiaridad del derecho británico, como la del derecho romano, es que no tiene un código como ocurre hoy en día en el sistema continental europeo. De hecho y de derecho, la compilación del derecho romano fue realizada por el naciente Imperio Bizantino como heredero del Imperio Romano de Oriente.

     Castillejo cuenta que los ingleses apreciaron que la voluntad divina era oscura, que la voluntad de los reyes solía ser frágil y que la voluntad del pueblo tendía a ser movediza. ¿Qué quedaba? Encontrar algo que fuera claro e inmutable. Y se recurrió a la voluntad de los muertos, la costumbre. Por eso el derecho inglés es consuetudinario. Habitual. Reincidente.

     Puede que sea algo antiguo, que parezca atrasado. En las películas británicas los jueces llevan unas pelucas que nos remiten a momentos pasados, pero los cerebros que las portan emiten sentencias que son ley. Ley que no es inmutable, que se modifica si se hace una mejor o cambian las circunstancias. Y siempre manteniendo relación con lo establecido por los antepasados.

     La voluntad del pueblo es soberana en democracia, aunque puede tomar decisiones sensatas o no. Serían insensatas si dependiesen de las normas que se dictasen el día anterior que impidieran la estabilidad o equilibrio. Y ese derecho efectivo el día siguiente, propio según Castillejo de las dictaduras, crea la destrucción de la irretroactividad de las leyes que solamente es posible si favorecen al reo. 

     El sistema político inglés parte de la base de la anterioridad del derecho a la autoridad y, más todavía, la democracia. En el medievo los británicos buscaban la justicia por medio de tribunales señoriales, del clero o de los sobornables burgueses. Cuando llegaron los normandos, antiguos vikingos civilizados en el norte de la actual Francia, establecieron tribunales ambulantes que fueran repartiendo justicia por el reino, unificando criterios, generando jurisprudencia. Un derecho común. Algo permanente como el tapiz de Bayeux que relata la conquista normanda de Inglaterra en el siglo XI. Tapiz utilizado en el cine por R. Fleischer en Los Vikingos para los créditos de la película. 


     Tribunales que en el siglo XX seguían llegando en trenes o coches. Siglos de justicia ajena a dictadores, parlamentos o pueblos que, en ocasiones, no la han respetado. Castillejo nos cuenta el revuelto siglo XVII inglés con el reinado de Carlos I, la utilización del tribunal de la cámara estrellada al servicio del absolutismo, la supresión del mismo por el Parlamento, la ejecución del rey tras una guerra civil. Una república siguió que se convirtió en una dictadura parlamentaria que colisionó con una dictadura militar. Y la restauración monárquica se consolidó a finales de siglo cuando se limitó el derecho de los reyes a nombrar jueces y se reguló la dificultad, las causas, para que fuesen removidos de sus puestos. 

     Señala Castillejo que los funcionarios británicos son responsables de sus actos aun siendo ordenados por un superior, lo que les capacita para negarse a cumplirlos si consideran que no son justos. Y que contrasta con el servilismo propio de las dictaduras. 

     Hace un guiño al fracaso de la historia política española de la casi primera mitad del siglo XX, al señalar que los países que tienen dictadura, pero temen la democracia, deberían mirar a la historia británica como espejo del tránsito hacia la democracia utilizando la libertad y la justicia. Y que ha sido otra vez, el siglo XX, cuando se ha roto este tránsito por los gobernantes tanto en dictaduras como en regímenes que aparentemente eran democráticos. El caso de la dictadura de Franco o Salazar, o la dictadura del proletariado soviética. 

     Castillejo acaba manifestando que una democracia con imperio de la ley no se hace en un día. Puedes votar un Parlamento, puedes elegir un jefe del Estado sea rey o presidente, pero un poder judicial ajeno a los partidos necesita años de servicio para el crédito y prestigio. Y que al tambalearse una dictadura, las soluciones son varias: la dictadura del proletariado tras una revolución; la reconciliación de los partidos políticos para ensayar una nueva democracia; o el surgimiento de un nuevo jefe que devuelva la libertad y restaure la ley.

     Era el 25 de mayo de 1943 y concluyó clamando por las ondas: ¡Naciones continentales, a elegir! 

      De la correspondencia que mantuvieron Alberto Jiménez Fraud y José Castillejo se desprende que ellos se fijaron, alabaron, el sistema de colegios británicos, college, para el establecimiento de la Residencia de Estudiantes. Castillejo con los medios del primer decenio del siglo XX, como secretario de la Junta, estuvo detrás del primer sistema de pensiones de estudiantes extranjeros, tanto de ciencias como de humanidades, para aprender los sistemas educativos o de investigación fuera de España, para que a su vuelta, estos pensionados trabajaran en nuestro país y desarrollaran la educación e investigación que habían aprendido. La Junta de Ampliación de Estudios fue el precedente de las actuales becas Erasmus y precedente, a su vez, del actual Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC. Cuando estalla la Guerra Civil en España, consiguió escapar de las checas y huir de España y, tras la Guerra Civil, fue depurado por la dictadura de Franco. En España, los intelectuales han sido perseguidos por los fanáticos.


 

          Para saber más:

     — De la correspondencia entre José Castillejo Duarte y Alberto Jiménez Fraud, que he podido consultar en la biblioteca del Archivo Museo Sánchez Mejías, se desprende la gran implicación que como secretario de la Junta tenía el primero, de su papel en la toma de decisiones, de la administración del dinero hasta el último céntimo, de su marcado carácter pedagógico. También he consultado las cartas de su primera juventud cuando conoce a Fernando Giner de los Rios y sus paseos por la sierra al norte de Madrid. Y a Manuel Bartolomé Cossío. Es el epistolario que edita David Castillejo Claremont, su hijo. La educación no confesional en España y el desarrollo de la investigación no sería posible sin la labor de este ilustre pedagogo.

     - Ramón Carande hace referencia a Castillejo varias veces. En las cartas con Jiménez Fraud, lo recuerda con agrado. Piensa que no se ha hecho justicia con su papel en la cultura española. Cree que la última vez que lo vio fue cuando la vida de los dos corrió peligro al inicio de la Guerra Civil. Y lo recordó en el homenaje que se hizo en el cincuentenario de la Residencia de Estudiantes, en la década de los sesenta del siglo XX.

 

    

 

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