Cultura y sociedad

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La Cartuja de Miraflores. El cartujo y la ornamentación

     

La Cartuja de Miraflores. Autor

     Don Martín recibió la siguiente dedicatoria:

     “A la venerada memoria de mi viejo maestro de música, que pasaba sus sarmentosas manos, que tanto había pulsado pianos y escrito ritmos sobre el aire, por sus cabellos de plata crepuscular, con aire de galán enamorado y que sufría antiguas pasiones al conjuro de una sonata beethoveniana. ¡Era un santo!

     Con toda la piedad de mi devoción.”

     Hace más de cien años las pisadas de un caminante se deslizaron suavemente entre sauces y retamas camino del final de una tarde otoñal pintada de humores grises. Las laderas se modulaban rítmicamente con el alfombrado verde que cubría su amplia extensión. La niebla azul plomo comenzaba su efecto cortina de agua fina.

     El caminante tenía una sensación ambivalente entre tristeza y amargura. Los árboles se mecían y meditaban ante el espectáculo de la naturaleza y de los sentimientos que surgían tras hollar el suelo con las pisadas del calzado mientras luchaba contra el viento que hacía crujir las hojas caducas.

     Se cruzó con pocas personas. Tal vez unas mujeres que contrastaban su ropaje encarnado con los azules y grises plomizos del paisaje. A su derecha surgió el sendero que ascendía a la Cartuja. Sintió, sufrió, la ausencia de sol, o la soledad. Sufrió, sintió, la falta de riqueza pasional.

     Vio que todos los caminos estaban salteados de cruces. Cruces salpicadas de herrumbre. Entrevió que las iglesias guardaban las figuras de Cristo en lugares abandonados de los humanos y acogidas por el polvo. Cristos abandonados en su presencia y temerosos de fieles atemorizados.

     El caminante llegó a la explanada de La Cartuja. Le pareció un sombrío caserón que el ambiente helaba antes de llamar cuando esperaba la entrada. Un cartujo salió y le atendió mientras un chillido suave y continuo movía la puerta.

     San Bruno esculpido le llevó hacia la iglesia que se encuentra a la izquierda, donde se ubica un Cristo en el Calvario que manifiesta su dolor de siglos. Siloé aparecía más tarde.

Panteón Reyes de Castilla, detalle. Autor.

     En el centro del presbiterio cree ver una hoguera de mármol blanco. Gil de Siloé esculpió el panteón de los reyes de Castilla, Juan II y su mujer, que no parecen, o él así lo ve, como muertos. No indica, no sabe, o no recuerda, que fue su hija católica quien encargó esculpir el panteón de los reyes y el sepulcro de su hermano, el cual le parece soberbiamente realizado en su suave ritmo, en su severidad funeraria. Le embriaga el olor a incienso, la humedad del ambiente, el olor a cera quemada.

     Elogia la capacidad de Siloé de representar en los rostros de los reyes el cansancio y/o el desprecio en sus caras vueltas que parecen no querer verse.

      Unas palomas revolotean por los ventanales y observa como otro monje, rasurado y de mirada febril en unos ojos brillantes, se dirige al coro, se inclina varias veces y se ensimisma leyendo unas páginas.

     Cien años más tarde, otro caminante tiene otro sentido. El camino que recorre ya nada recuerda al de Impresiones y paisajes que recorrió Lorca.

     Camina desde la plaza de la Catedral en una mañana soleada y fría. La mayoría del camino está transitada de asfalto, coches y semáforos. Es un abril radiante. Al poco tiempo deja de sentir el frío inicial. Marca un ritmo acompasado y se encuentra con paisanos que deambulan por las calles y se esparcen por los paseos ordenados. Las laderas que vio Federico aparecen al final en medio de carreteras y autovías de circunvalación. Sí se repite el camino de subida hacia La Cartuja de Miraflores. Cambia la visión final de la explanada, ya cuidada y preparada para el turismo primaveral de la tercera década del veintiuno. Y cambia la cantidad de visitantes.

     Autocares de estudiantes y jubilados descargan a primera hora hacia la puerta de entrada. Los cartujos no atienden a los visitantes. Los cartujos moran abstraídos, mientras seglares atienden la entrada y recuerdan que pueden dar un donativo al salir porque la entrada es gratuita. Se ven valiosos atuendos, estatuas sagradas y se recuerda el expolio que en la zona hicieron los franceses, que nos enseñaron la codificación civil napoleónica y “se llevaron” el patrimonio español. Al caminante de hoy le sigue maravillando los panteones de los reyes de Castilla y el Infante Alfonso. Se fija en las pequeñas estatuas que resaltan los reyes muertos, yacentes. Una parece que le interroga. Se queda pensativo, como soñando. Le despierta una turbamulta de estudiantes que se preguntan cuánto falta para la comida a las once de la mañana.

     El caminante se dirige a la salida. Da un óbolo a San Bruno para el sostenimiento del lugar, hermoso y relajante. Decide recorrer el camino andado y marchar hacia Las Huelgas por si aún encuentra sitio. En el camino repondrá fuerzas por medio de una morcilla y vino.

     Federico García Lorca visitó la Cartuja de Miraflores, según cuenta en Impresiones y paisajes. El libro fue publicado hacia 1918. La dedicatoria fue dirigida a su maestro de música, Martín D. Berrueta. Ya colaboraba en revistas de vanguardia. En diciembre de 1918 escribió en Grecia, en su primer número, que “el artista lo primero que debe tener en cuenta para la mejor comprensión de su alma es el primer golpe de vista o sea el conjunto del monumento, pero para expresar sus pensamientos y su intención filosófica, se vale de la ornamentación, que es lo que habla gráfica y espiritualmente al que lo contempla…”  

Panteón del Infante Alfonso. Autor.

 
 

     Para saber más:

     GARCÍA LORCA, F.: Obras completas.

     GRECIA, Revista de vanguardia. Isaac del Vando Villar fue su fundador. Consultada/Reseñada 14-12-2022 en el Archivo Museo Sánchez Mejías. La edición que se maneja está realizada por BARREDA LÓPEZ, J. M., en 1998, por medio del Centro Cultural de la Generación del 27 de Málaga. Se editaron 50 números entre diciembre de 1918 y noviembre de 1920. En esta edición se incluye también el Manifiesto Vertical de Guillermo de Torre. Isaac del Vando Villar es una de las semblanzas de la Galería de raros, por extraordinarios, de Ramón Carande. El artículo de Federico García Lorca se titulaba Divagaciones de un cartujo. La ornamentación.


Un aire de 'Grecia' andaluza

     

Grecia, 1-07-1920 


      La revista literaria Grecia se publicó entre el doce de octubre de 1918 y el 1 de noviembre de 1920. Se editaron cincuenta números con artículos de nuevos autores que cuestionaban a sus mayores de la cultura.

     El padre de la revista fue Isaac del Vando Villar, quien desde Sevilla, esa Roma andaluza, cultural y ciudadana, publicaba sobre vanguardias artísticas y literarias. En su primer número pretendía ser las mil y una noches de las revistas literarias, según decía su colaborador más habitual, Adriano del Valle, y se invocaba la Vía Láctea en la época en la que se queman los rastrojos. 

     En las ediciones de papel actuales, acompañando los cincuenta números de Grecia, se añade el manifiesto de Guillermo de Torre sobre ultraísmo.

La mujer de la mantilla. Norah Borges en Grecia.


     Aunque mi conocimiento sobre los números de Grecia sea inicial, hay ciertas notas que han permitido crear en mi cabeza varios caminos que se bifurcan y vuelven a encontrarse. 

     Isaac del Vando tuvo su semblanza en el libro de raros, por extraordinarios, de Ramón Carande, de quien humanamente decía que en el Madrid babilónico de 1936-1939, cuando todo faltaba, se desvivía por ahorrarme amarguras y privaciones. Carande cita a Guillermo de Torre, el cerebro de la mejor época de la editorial argentina Losada, cuando declaraba que la revista Grecia fue la revista más interesante del primer periodo ultraísta. Herederos o seguidores de uno de sus colaboradores más habituales, Cansinos Assens, el nombre de la revista se atribuye a otro de sus colaboradores, Miguel Romero Martínez, especialista en letras clásicas. En su primer número colaboraba un joven llamado Federico García Lorca.

     La lista de autores que publicaron en los cincuenta números es amplía. No pretendo hacer una relación extensa. Eso sí, mencionaré algunos relacionados con la que luego fue la generación del 27 o que por su importancia literaria o artística me permitan llegar al final de estas pocas palabras.

     Lorca estuvo en el número uno. Cansinos Assens en casi todos los números, como Isaac del Vando y Adriano del Valle. Entre otros, destacar a Gerardo Diego, Guillermo de Torre; Pedro Garfias, con un interesante texto sobre el cinematógrafo, Juan Larrea, Eugenio Montes; traducciones de Apollinaire, Picabia o Cocteau; Jacques Edwards y Vicente Huidobro; alguna colaboración de Adolfo Salazar en los últimos números, al mismo tiempo que el futurista Marinetti.

Palcos, Norah Borges en Grecia.

     En los últimos números, cuando la publicación se hace en Madrid, colaboraron Ramón Gómez de la Serna y Ramón María del Valle-Inclán. 

     Llegado a este punto, debo señalar la participación de los hermanos Borges, Norah y Jorge Luis. En especial, en este momento, la de Norah, por su rara, por extraordinaria, belleza plástica. 



     Jorge Luis Borges había publicado en el número 37 Himno del mar, que había dedicado a Adriano del Valle. En el número 38, su artículo Paréntesis pasional acababa con Ya las tinieblas se han dormido. Es en este número cuando el director de la publicación menciona a Norah Borges, artista plástica que denomina pintora ultraísta que muestra figuras que son como fruta madura y pesada que colgase del gran árbol del sol. Y que pinta por intuición, desdeñando todos los preceptos y todos los módulos hasta hoy aceptados por la generalidad de los pintores.

     Sus primeros grabados en la revista fueron El pomar y el ángel del violoncelo, en el número 41, el 29 de febrero de 1920. La impresión que causó fue tan importante como demuestran los artículos y dibujos dedicados a Norah, como ejemplo, Adriano del Valle en su Poema sideral, o Guillermo de Torre con El arte candoroso y torturado de Norah Borges

     La portada del número 43 tenía ya un dibujo de una amazona a caballo realizado por Norah, que incluía además La mujer de la mantilla en la página 14, de una sensibilidad exquisita. El número 44 traía una portada con una visión del viaducto abigarrado de viviendas y unos adanidas en la página 8. A partir de este momento, aparecerán en las siguientes publicaciones mujeres, palcos, o una madonna. Más adelante, un paisaje de Mallorca, o figuras de mujeres que parecen atormentadas o disparatadas. En un artículo de su hermano escritor sobre Rusia, plasma la muchedumbre como una masa en la que se difuminan los individuos.

     Bailarinas y edificios o paisajes sin posible identificación dan paso en el último número, 50, de la revista a una obra llamada Maternidad, dedicada a Lucía Sánchez Saornil, donde impera lo femenino con la madre sedente acompañada por otra mujer expectante, otro niño, destronado, y un perro vigilante. 

     A este raro, por extraordinario, atractivo plástico contribuye la impresionante actividad intelectual que sostuvo Norah y su familia, especialmente Jorge Luis, y la vida en común que mantuvo con Guillermo de Torre.

 

Portada de Grecia 1-09-1920

     Para saber más:

     —En el Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías se puede preguntar para consultar la edición en papel de la revista Grecia. Para mayor facilidad contactar telefónicamente con 926614056. O a través de redes sociales de Museos de Manzanares. He utilizado, tras la consulta en el museo, el formato descargable que se puede buscar en la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional. (15-20 diciembre 2022)

     -CARANDE, R.: Galería de raros atribuidos a Regino Escaro de Nogal. Alianza Tres. Madrid. 1983. Páginas 373-376.  

     —El título de esta entrada parafrasea un verso del canto La sangre derramada de Llanto por Ignacio Sánchez Mejías de Federico García Lorca: Aire de Roma andaluza.

    

Bodas de sangre

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