Abrumado
y mimbrado, como varita salicácea, que crece en las riberas,
era fuente de los ríos, de babeles. Sauce llorón, inútil y
grande; adorno de pie triste, monólogo insulso, cual
piedra, o rayo, quemada, rueda reticular rala, soy, al fin, osado
hueso roto.
Suena
Pergolesi al fondo, en calma oía Stabat Mater. Y un ruido lejano se
oculta al alma que, si existe, busca y huye, toca y siente, inmortal
e incrédulo.
Y
el indómito espíritu abraza empeños, que, lucha o aparta de
grandes disputas, ciertas o provocadas, producto fatuo de calambur
huído, a la calidad y dinero, disimulo y arreo, que ensilla mula,
caballo y asno.
Equinos
somos.
En
el equinoccio, la igualdad consigue, y lo natural crece, sin su
aprecio hoy.
Ni
Sol y Luna son asolados seres, lunáticos entes. Conviven. Pero,
también, compiten.
Escarabajos
peloteros, en estiercol bolas, sus huevos depositan. Casi como
humanos, con fines racionales, buscando límites.
Rachmaninov
leve, cuando Visperas oí, y cuando escarabajo vivió a su muerte y
al duro estiercol, joya preciada es. Amuleto de poder, escarabeo y
vida, protección distinguída de los antiguos egipcios.
Surgiendo de la materia, el poder de sobrevivir, del estiercol sale
hacia la vida eterna.
Al
fin resilente, su signo y señal, que era/es y significa, prueba
adaptable, muestra capaz, vida aceptable.
#Deslavazado #Conjunción
(Espero que le guste, amable lector. Sígame, si le place.)
- Hoy me he
levantado borgiano. No sé sí culto, pero sí curioso- se decía ufano mientras se
rascaba su barriguita de lechón porcino-. Se sentía bien, pero se daba cuenta que para
los demás se había convertido en un grano en el culo- alguno se lo decía sin
pudor-. El se decía- ¡Me palpo y sigo vivo! ¡Una paradoja! ¿Cómo sé que estoy vivo
si solo lo sé yo? ¿Lo sabrá más gente? ¿Esto es una paradoja, un acertijo, un
bucle o un misterio?
Sería una paradoja
mi existencia- reflexionaba en voz alta mientras Sabra le escuchaba pasmada- si
fuera contraria a la lógica[i],
una pura contradicción en toda regla, un real poco real, sin precio y fecha.
‘Sobremueres’[ii] decía
Borges en Cuaderno San Martín, estás
aquí, pero no estás.
Me gustaría-
seguía divagando- ser un acertijo y salir en la sección de crucigramas. Un
damero maldito, una sopa de letras que se convirtiera en sudoku o en alineación
de estrellas que, todas ellas, se alienaran. Un acertijo fácil muy difícil de
resolver. Tan fácil que pudieras dar un traspiés. Al final, la única pretensión
sería pasar el rato y, de paso, enredar y ser enrevesado. Lo que me gusta
enredar. Enredar me hace humano, decía con cara de botarate. Me gusta ser
enrevesado, que no me entiendan, que parezca que somos cultos.
- ¿En serio, Jorge?
Tonto del c… pareces en realidad. Eres oscuro, intrincado y difícil porque no sabes
la decisión que debes tomar. ¡Divagas más que vueltas da una peonza recién lanzada
por tus hijos!
- ¿Por qué no me
hablar? ¿Tú qué sabes de mis pensamientos mientras como pasteles, mejillones y este
elixir de holandas envejecidas que se convierte en brandy?
- Con esas
mezclas sé que tu estómago estará más agujereado que un queso ‘maasdam’. ¡Pasteles,
mejillones y brandy! ¿Por qué no te quedaste en Capadocia?
- No sé si eres
bucle o misterio. ¡Sabra, respóndeme! ¿Estoy vivo? ¿Soy un ente visible? ¿Soy
un acertijo desentrañable sin dificultad? ¿Vive Ocón de Oro?
- ¡Eres tonto! Y
eres entrañable porque das pena. Te aguanto todos los días desde que mi vida salvaste
del ataque de la bestia inmunda que asolaba mi reino. Ahora, ruego a Dios, al
que me convertiste, que vuelva la bestia. ¡Qué vuelva el dragón! Me salvas y me
condenas con tus disquisiciones. El reino te necesitas y tú te cuestionas, hora
a hora, tu vida y tu realidad. ¿Un acertijo? ¿Y tú gobiernas el reino de mis
antepasados? Con razón dicen nuestros vasallos y magnates que, para conocer a
Jorgito, dale un carguito. Ocurre que el carguito es ser rey. ¡Vístete! ¡aunque
sea de negro! Irás elegante. ¡Y gobierna!
- Siempre lo
mismo, reina mía- Los ojos de Sabra era rayos de tormenta eléctrica-. Todos los
días igual. Es como un bucle temporal y melancólico. Es como una caída del
caballo constante. Un Saulo de Tarso que se cisca la cabeza y los metatarsos.
¡Todos los días! Padeciendo o disfrutando de la revelación divina. Camino de
Damasco, ¡todos los días! Quiero salir de este reino. ¡Ya! Yo era soldado
romano, caballero cristiano, defensor de entuertos. Ser rey me ata. Las
obligaciones diarias. Yo era un caballero. Los caballeros vamos de aventura.
Defendemos a las damas en peligro, entuertos que haya que resolver, esperas y
vigilias nocturnas al calor del fuego en un bosque, …
- ¡Alto, alto,
listillo! Tu no me defiendes nada más que a mí y nuestro reino. ¡Y de aventuras
y aventuritas, nada de nada! ¡Me has dejado preñada cuatro veces! ¡Cuatro! ¡En
los aposentos reales no das tantas vueltas, Jorge! Reinar consiste en tomar
medidas. Y se debe reinar todos los días. No es un bucle. Tienes a los
habitantes del reino con necesidades y alguien debe ejercer, con responsabilidad,
para que todos sean atendidos. Tú quieres ser rey para requebrar damas porque
ya me ves gorda después de los partos y no soy deseable a tus ojos como cuando
me libraste del dragón. Y quieres pasar el rato como un rey sin cargas, pero con
cargo. Con todo lo bueno, pero sin decidir porque sabes que a unos beneficiará
y a otros perjudicará. Y quieres caer bien a todos, ¡algo imposible!, y,
además, quieres libertad para beber, comer y holgar. ¿Dónde queda gobernar,
tomar decisiones, arriesgarte? Tienes miedo, eso es. Mucha lancita y mucho
escudo, pero te arrugas impartiendo justicia. ¡Y la barriga que estás echando!
¿en serio, Jorge? ¡Menos cochinillo y más trabajillo!
- Querida Sabra,
mi amor, este reino de dos mil años me abruma, me agarrota y me frustra. No sé
por qué misterio permanecemos eternamente en este reino. ¿Obedecemos a un plan
divino?, ¿diabólico?, ¿ambos planes concurren? Y vine por una vida. Y llevo
miles de ellas. Gobierno a seres que veo como nacen, crecen, se aman, conviven,
y, al final, mueren. Y así desde hace dos mil años. No somos dioses ni humanos.
No encajamos. Somos un misterio por resolver, un bucle antiguo y taciturno, un
acertijo cuántico, un pensamiento fenomenológico. Tal vez una paradoja
temporal. Tenemos dos mil años y aparentamos cuarenta y cinco. Seríamos casi
viejos hace dos mil años y jóvenes en el siglo XXI. Anclados en un reino de
difícil ubicación y temporalidad. No entiendo tu realismo en un mundo que no es
real.
- Tú lo has dicho
antes. Somos tan supervivientes que estamos sobremuertos. No tenemos fin y
nuestro único propósito es ayudar a los que sufren o disfrutan del llamado
“valle de lágrimas”. Tu querido Borges decía también que “Ese disperso amor es
nuestro desanimado secreto. Una cosa invisible está pereciendo del mundo, un
amor no más ancho que una música.[iii]”
Nuestra vida es
un misterio- Sabra, sancha, transcendía con realismo- que algún día desentrañaremos,
como los augures de la antigua Roma en las grandes epopeyas de nuestros
antepasados. El misterio, el bucle, el acertijo, la paradoja es que estamos
aquí, pero estamos. ¿Te enteras, Jorge? Mientras no se resuelva…hagamos algo de
provecho.
- Veo que tú eres
una paradoja, un acertijo, un bucle y un misterio porque eres capaz de resolver
los míos- Sabra no se decidía entre ser comprensiva o ir en busca de la bestia.
Y siguieron
enredando y desenredando ovillos como Ariadna, como Penélope. Eternamente, como
Aracne en el cuadro de Velázquez. Y no comieron perdices. ¡No! Todos los días
aparecía de un sitio desconocido una fuente con pasteles de diferentes sabores,
una fuente de mejillones frescos y unas botellas de brandy Peinado solera 120
años. Su hígado, él de los dos, se regeneraba cada noche para ser maltratado
cada día. Y así. Por los siglos de los siglos.
Era la maldición
del dragón. Lo mataron manchándose con su sangre. Su sangre les condenó
eternamente a vivir. Sangre que les hacía conocer el lenguaje de los pájaros y
las serpientes, herederos de los grandes animales del Cenozoico. Una eternidad.
Un dulce ruido de alas revolotea,
espolvoreando partículas diminutas de luz ámbar y esmeralda, esencias de sueño
y deseo. Esparce rutilantes ráfagas de rayos irisados que alumbran y ciegan las
entrañas del alma, el vientre de la ballena y la luz de la linterna en la
oscuridad.
Estoy en medio de un mundo sin luces, sin
aire, sin vida, que me impide ver, que no me deja respirar, que no me deja
vivir.
Enclaustrado, en una caverna, salgo a
percibir lo imaginado. En el tiempo,
enclaustrado, busco un instante por donde alterar el curso de cada momento. Mi
numen me ha abandonado. Desorientado, firme, falta de oriente. El curso del lugar
y momento no tiene sentido.
El alimento espiritual busca sénecas y
bueros, máximas, meninas y escaleras.
Miltón sacó su satán para impedir, por envidia,
la vida idílica de los primeros seres que nos poblaron, seres inferiores a él.
Quiso que padecieran porque eran iguales a su otro yo, el dios de todos. Padecerían por ser la imagen de quien los creó.
Ese fue su castigo. Y su salvación. Padecer y disfrutar con el dolor.
Cuando abandonaron el Edén, la falla del
Rift se quiso separar del continente llenando de agua el mar Rojo y las aguas
del Jordán, descendiendo hasta las cataratas Victoria, deseando que los homínidos
evolucionaran buscando como sobrevivir. Sobrevivir les hizo humanos. Como Miltón
dijo acabaron su inocencia “asidos de las manos y con inciertos y lentos pasos,
siguieron a través del Edén su solitario camino[i]”.
¿Qué somos? Estatuas de un cuadro, tal
vez. Al principio de “Las Meninas” de Buero Vallejo[ii],
las figuras de los cuadros de Menipo y Esopo charlan y discurren, no como
ellos, sino como sus modelos Martín y Pedro. No son pinturas porque -dicen-
escupen, hablan o callan según va el viento. Son inmateriales. Son
intemporales. Han transcendido de la realidad. Tal vez un sueño. El sueño de la
vida o el sueño eterno.
El sueño de maya inspiró a Calderón para
la vida es sueño. No discernimos por el velo de maya. Hasta que no lo
retiramos, no revelamos lo real de lo ilusorio. El tejido de maya, siempre un
tejido, nos aparta, nos mantiene en un mundo de ilusión cercano al karma, no
real. Cuando despertamos del sueño, podemos padecer o disfrutar. Salimos del
paraíso y de la ilusión de un sueño cuando nos rebelamos ante lo que nos oprime
y atenaza, y cuando revelamos el velo o la tela que nos impide proseguir
nuestras vidas.
Una máxima[iii]
de Séneca decía " - Pues ¿para quién aprendí yo estas cosas?- No
temas haber trabajado en balde si para ti las aprendiste.”
El consuelo de esta vida es el
conocimiento. De personas, de culturas, de perspectivas. Trabajas pensando que
no tiene provecho alguno, pero te equivocas, siempre hay un resquicio por donde
conocer y por donde callar lo que sabes, lo que aprendes y lo que ves.
La abeja reina es reina porque manda a sus
zánganos, tal vez. A alguno le da más responsabilidad para conocerle mejor. La abeja
reina no sabe que, además de los zánganos, le observan. Los apicultores. El oso
goloso. Observan. Desean. Callan, pero observan. Se relamen. Nada se hizo al
azar.
Incluso si huele a azahar, limones y
lavanda. Un sueño, una realidad.
Siempre nos quedará Emma Stone bailando en
La, La, Land[iv].
[i] MILTON,
J.: El paraíso perdido. Espasa Calpe. Madrid. 1984.
[ii] BUERO
VALLEJO, A.: Historia de una escalera y Las Meninas. Espasa Calpe. Madrid.
1984.
[iii]
SÉNECA, L. A.: Tesoro de máximas, avisos
y observaciones. Círculo de Lectores. Barcelona. 1999.