"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos;... por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”. (Miguel de Cervantes).

Un dulce ruido de alas revolotea


     Un dulce ruido de alas revolotea, espolvoreando partículas diminutas de luz ámbar y esmeralda, esencias de sueño y deseo. Esparce rutilantes ráfagas de rayos irisados que alumbran y ciegan las entrañas del alma, el vientre de la ballena y la luz de la linterna en la oscuridad.

      Estoy en medio de un mundo sin luces, sin aire, sin vida, que me impide ver, que no me deja respirar, que no me deja vivir.

     Enclaustrado, en una caverna, salgo a percibir lo imaginado.  En el tiempo, enclaustrado, busco un instante por donde alterar el curso de cada momento. Mi numen me ha abandonado. Desorientado, firme, falta de oriente. El curso del lugar y momento no tiene sentido.

     El alimento espiritual busca sénecas y bueros, máximas, meninas y escaleras.

     Miltón sacó su satán para impedir, por envidia, la vida idílica de los primeros seres que nos poblaron, seres inferiores a él. Quiso que padecieran porque eran iguales a su otro yo, el dios de todos.  Padecerían por ser la imagen de quien los creó. Ese fue su castigo. Y su salvación. Padecer y disfrutar con el dolor.

     Cuando abandonaron el Edén, la falla del Rift se quiso separar del continente llenando de agua el mar Rojo y las aguas del Jordán, descendiendo hasta las cataratas Victoria, deseando que los homínidos evolucionaran buscando como sobrevivir. Sobrevivir les hizo humanos. Como Miltón dijo acabaron su inocencia “asidos de las manos y con inciertos y lentos pasos, siguieron a través del Edén su solitario camino[i]”.

      ¿Qué somos? Estatuas de un cuadro, tal vez. Al principio de “Las Meninas” de Buero Vallejo[ii], las figuras de los cuadros de Menipo y Esopo charlan y discurren, no como ellos, sino como sus modelos Martín y Pedro. No son pinturas porque -dicen- escupen, hablan o callan según va el viento. Son inmateriales. Son intemporales. Han transcendido de la realidad. Tal vez un sueño. El sueño de la vida o el sueño eterno.

     El sueño de maya inspiró a Calderón para la vida es sueño. No discernimos por el velo de maya. Hasta que no lo retiramos, no revelamos lo real de lo ilusorio. El tejido de maya, siempre un tejido, nos aparta, nos mantiene en un mundo de ilusión cercano al karma, no real. Cuando despertamos del sueño, podemos padecer o disfrutar. Salimos del paraíso y de la ilusión de un sueño cuando nos rebelamos ante lo que nos oprime y atenaza, y cuando revelamos el velo o la tela que nos impide proseguir nuestras vidas.  

     Una máxima[iii] de Séneca decía " - Pues ¿para quién aprendí yo estas cosas?- No temas haber trabajado en balde si para ti las aprendiste.”

     El consuelo de esta vida es el conocimiento. De personas, de culturas, de perspectivas. Trabajas pensando que no tiene provecho alguno, pero te equivocas, siempre hay un resquicio por donde conocer y por donde callar lo que sabes, lo que aprendes y lo que ves.

     La abeja reina es reina porque manda a sus zánganos, tal vez. A alguno le da más responsabilidad para conocerle mejor. La abeja reina no sabe que, además de los zánganos, le observan. Los apicultores. El oso goloso. Observan. Desean. Callan, pero observan. Se relamen. Nada se hizo al azar.

     Incluso si huele a azahar, limones y lavanda. Un sueño, una realidad.

     Siempre nos quedará Emma Stone bailando en La, La, Land[iv].






[i] MILTON, J.: El paraíso perdido. Espasa Calpe. Madrid. 1984.

[ii] BUERO VALLEJO, A.: Historia de una escalera y Las Meninas. Espasa Calpe. Madrid. 1984.

[iii] SÉNECA, L. A.:  Tesoro de máximas, avisos y observaciones. Círculo de Lectores. Barcelona. 1999.

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