Manuel Altolaguirre alcanzó con la biografía
de Garcilaso de la Vega sus mayores dotes como prosista. Así lo afirma James Valender. Concha Méndez recordaba que comenzó a tomar notas sobre la biografía del poeta toledano durante su luna de miel en Málaga, durante junio de 1932. Había recibido un encargo de Espasa, que se publicó en marzo de
1933.
Escribió una biografía
de gran carga poética, contando con los datos disponibles, escasos, y, en
cierto modo, de manera íntima.[1] Es una visión contemporánea a los años treinta del siglo XX, no al momento de existencia del poeta renacentista, donde no había separación entre lo público y lo privado, y entre la espada y la cruz. Garcilaso venía de un mundo bajo medieval que pretendía volver a mirar a los modelos clásicos de la antigüedad. Pero su biógrafo proyecta sus ideas sobre el amor y el idealismo, desde una persona contemporánea, que ha leído a Becquer y Shelley. Aunque se aprecie una cierta dualidad. Veamos.
Altolaguirre muestra el héroe:
“Garcilaso
empuñó su lanza, fustigó su caballo y avanzó contra trescientos hombres que, al
ver tan temeraria locura, no podían comprender lo que les pasaba. No era un
hombre, era un ángel con espada de fuego, un jinete sobre oleadas de sol, sobre
cristales de nubes; era un devastador castigo. Deslumbrados, huyeron, cayendo
algunos por la torpeza con que escapaban, otros, heridos por los firmes golpes
del poeta, que al verse solo con los enemigos en fuga se serenó un momento." (página 143, obras completas de Manuel Altolaguirre, tomo II).
Escenifica eldesafío de los caballeros:
“Mas
de lo mejor de todo será excusar los grandes males y daños que suelen seguirse
de la guerra, adonde padecen ordinariamente los que no tienen culpa. Hagámoslo
nosotros de bueno a bueno; pongamos el negocio en las armas. Haga el rey campo
conmigo de su persona a la mía, que desde agora digo que le desafío y provoco,
y que todo el riesgo sea nuestro, cómo y de la manera que a él le pareciere,
con las armas que le plazca escoger, en una isla, en un puente, en una galera amarrada
en un río…, que yo confío en Dios, que como hasta agora me ha sido favorable y
me ha dado vitoria contra todos los enemigos, suyos y míos, me ayudará agora en
una tan justa causa.” (Desafío de Carlos V, emperador y rey de las
Españas, a Francisco I, rey de Francia. Página 145, Obras completas de Manuel
Altolaguirre, tomo II).
Muestra el amor de quien no le corresponde. Dijo Altolaguirre que los besos de Garcilaso fueron suspiros, besaba el aire de sus viajes, soñaba amor en su soledad guerrera... Entre los hierros de escudos... una flor blanquísima abría su corola y libertaba su perfume... y cuenta que Garcilaso cantó ese amor perdido en la Égloga I, que seleccionamos:
Por ti el silencio de la selva umbrosa,
por ti la esquividad y apartamiento
del solitario monte me agradaba;
por ti la verde hierba, el fresco viento,
el blanco lirio y colorada rosa
y dulce primavera deseaba.
¡Ay, cuánto me engañaba!
¡Ay, cuán diferente era
y cuán de otra manera
lo que en tu falso pecho se escondía!
Bien claro con su voz me lo decía
la siniestra corneja, repitiendo
la desventura mía.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. (Égloga I, Garcilaso de la Vega).
La muerte rondó y llegó en definitiva porque fue herido, desfigurado, con la lengua rota... Un hijo, su amante, su amigo habían fallecido:
“Garcilaso
cayó al foso. Su cuerpo, herido por tan rudo golpe, se revolvía en el barro,
haciéndolo más blando y más rojo con su sangre. Una suave niebla se levantaba,
un vapor de alma. Parecía que era el campo el que tenía que morir. Todo el vaho
de la tierra era un último suspiro. Entre barro y niebla estaba el poeta,
próximo a entrar en otro llano, en otros montes y otros ríos, en otros valles
floridos, donde vería a Isabel para siempre, sin miedo ni sobresalto de
perderla.” (Página147, Obras completas de Manuel Altolaguirre, tomo II).
Y fue llorado por la amistad. Soneto de Juan
Boscán a la muerte de Garcilaso de la Vega:
“Garcilaso, que al bien
siempre aspiraste,
Y siempre con tal fuerza le
seguiste,
Que a pocos pasos que tras el
corriste
En todo enteramente le
alcanzaste.
Dime, ¿por qué tras ti no me llevaste
Cuando de esta mortal tierra
partiste?
¿Por qué al subir a lo alto
que subiste
Acá en esta baxeza me dexaste?
Bien pienso yo que si poder tuvieras
De mudar algo lo que está
ordenado,
En tal caso de mí no te
olvidaras.
Que, o quisieras honrarme con tu lado,
O, a lo menos, de mí te
despidieras,
O si esto no, después por mí
tornaras.”
(página 149, Obras completas
de Manuel Altolaguirre, tomo II).
Los actos de heroísmo fueron una de las fantasías más recurrentes en la prosa de Altolaguirre. Según Valender están presentes en los capítulos de una novela inacabada, El paraíso destruido, en el que utiliza a un autor apócrifo que para el autor de su edición refleja la aguda conciencia que tenía Altolaguirre del carácter imaginario del yo que todo escritor va creando. Pensamos que, con su cálamo o su teclado, quiere, y queremos, emular al creador de Cide Hamete Benengeli.
Se comenzó a escribir el 29 de octubre de 2023 y se publicó el 18 de enero de 2025
[1]
ALTOLAGUIRRE, M.: Obras Completas, tomo II. Edición de James Valender. Bella Bellatrix, Istmo, Madrid. 1989.
GARCILASO DE LA VEGA: Poesías Castellanas Completas. Edición de Elías L. Rivers. Clásicos Castalia. Barcelona. 2021.
Soneto XI Garcilaso traducido por Drummond, 1616. Copia personal
En junio de 1932 Concha Méndez y Manuel Altolaguirre se casaron. A su boda acudió lo más granado de la intelectualidad madrileña de la época.
Un año más tarde, en octubre de 1933, con una beca de la Junta de Ampliación de Estudios Altolaguirre y Méndez marcharon a Londres— la carta de méritos para ser becario dirigida a la JAE está publicada en el epistolario de Manuel Altolaguirre (editado por James Valender), la cual leímos en octubre de 2022 en el Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías—. Unos meses antes habían perdido el primer hijo que esperaban.
Durante su estancia británica publicaron la revista 1616, por el recuerdo tradicionalmente aceptado del año en que mueren Cervantes y Shakespeare. Se editaron diez números en inglés y español, pero hoy en día se recuerda en muy pocas biografías de Méndez y Altolaguirre. La excepción puede ser el hispanista británico que vive en México, James Valender.
No fueron los autores del Quijote y Hamlet los que aparecieron en las páginas de esta revista. Del Renacimiento y Barroco surgió uno de los poetas apreciados por Altolaguirre: Garcilaso de la Vega (1501?-1536).
En su número dos aparecen tres sonetos del
toledano y la traducción que hizo otro poeta inglés renacentista:
William Drummond of Hawthornden (1585-1649). Uno de ellos fue el soneto XI:
SONETO XI HERMOSAS ninfas, que en el río metidas contentas habitáis en las moradas de relucientes piedras fabricadas y en colunas de vidrio sostenidas; agora estéis labrando embebecidas o tejiendo las telas delicadas, agora unas con otras apartadas, contándoos los amores y las vidas; dejad un rato la labor, alzando vuestras rubias cabezas a mirarme, y no os detendréis mucho según ando; que o no podréis de lástima escucharme, o convertido en agua aquí llorando podréis allá de espacio consolarme.
En el número tres ofrecían ya traducidos al inglés unos versos de Lope de Vega, San Juan de la Cruz era traducido en el número cuatro con su Llama de amor viva, The living flame of love.
En el número cinco aparecía el Adonais de Shelley. Unos versos de La Diana de Jorge de Montemayor en el 8:
What changes here, o haire, I see, since I saw you! How ill fits you this greene to weare, for hope the colour due! Indeed, I well did hope, though hope were mixte with feare, no other shepheard should have scope once to approch this heere.
(Cabellos, ¡cuánta mudanza he visto después que os vi, y cuan mal parece ahí esa color de esperanza! Bien pensaba yo, cabellos, aunque con algún temor, que no fuera otro pastor digno de verse cabe ellos)
Méndez y Altolaguirre apreciaban a los clásicos y los publicaron junto a sus contemporáneos. Aleixandre, Alberti, García Lorca y Cernuda aparecieron también en los diez números publicados entre 1934 y 1935. Manuel Altolaguirre fue, además, autor de una biografía de Garcilaso de la Vega.