Cultura y sociedad

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La visión de los otros

 


 

 

  "Ya desmayan los franceses, ya comienzan a huir.

     ¡Oh cuán bien los esforzaba ese Roldán paladín!

    —¡Vuelta, vuelta, los franceses, con corazón, a la lid!

     ¡Más vale morir por buenos, que deshonrados vivir!-"

   Romance que dice: Domingo era de Ramos. Sobre la batalla de Roncesvalles.

(Épica Medieval. Edición de Manuel Alvar)

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    Amín Maalouf escribió en 1989 Las cruzadas vistas por los árabes. En la introducción dice que los cronistas árabes no hablaban de cruzadas, sino de guerras o invasiones francas para referirse a las producidas por los occidentales, y más concretamente de los franceses, a los que denominaban frany.

     Según Maalouf, las crónicas árabes decían que el sultán turco recibió informaciones, hacia 1096, de la aparición de tropas de frany en el mar de Mármara, que asustaron a la población. 

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    “Señores, Emperadores y Reyes, Duques y Marqueses, Condes, Caballeros y Burgueses, y todos aquellos que queráis conocer las diferentes razas de hombres y la variedad de las diversas regiones del mundo… que así os la contará nuestro libro con claridad y buen orden, todo ello micer Marco Polo, sabio y noble ciudadano de Venecia…”

     Marco Polo. El libro de las Maravillas.

     Los venecianos constituyeron una república en el Mar Adriático que intervino en los intereses económicos de los estados del Mediterráneo Oriental recorriendo rutas comerciales durante siglos.

     El Cisma de la Iglesia de 1054 favoreció la alianza del Papado con los normandos y la dependencia de Bizancio con respecto a Venecia. Los bizantinos concedieron privilegios a la república marítima fundada legendariamente el 25 de marzo del 421 sobre el Rialto. Obtuvieron exención de impuestos comerciales; podía comerciar por casi todo el territorio bizantino a excepción del Mar Negro, Creta y Chipre; gozaban de un barrio con Iglesia y muelle en Constantinopla. 

     Venecia se encontraba en fase de crecimiento y aprovechó la situación para controlar el tráfico marítimo en el Egeo. Para evitar el monopolio veneciano, los bizantinos también concedieron derechos a otras repúblicas marítimas italianas como Pisa.

     Cuando llegó el momento de renovar los privilegios, los bizantinos pretendieron olvidarse de los venecianos, que respondieron atacando las islas del Egeo.

     La alianza entre Bizancio y los venecianos, acompañados de otros italianos, se complicó con la citada aparición de los cruzados en 1096, que intentaban liberar los Santos Lugares. 

     Los bizantinos, cosmopolitas guardianes del saber grecorromano, no comprendieron la muchedumbre de la cruzada popular de Pedro el Ermitaño, que les causó tal sorpresa que fueron casi desplazados hacia territorio turco donde murieron en su mayor parte tras atravesar el Bósforo.

     Bizancio se atribuía el mantenimiento del legado del imperio romano. Pero muchos de los occidentales que fueron a la segunda cruzada no rindieron vasallaje al emperador al atravesar los territorios que Bizancio detentaba.  

     A finales del siglo XIII, los frany o los cruzados fueron expulsados. Los turcos, además, conquistaron en 1453 Constantinopla. Incluso, en 1529 llegaron a Viena. Pero, sin embargo, desde el inicio de las primeras cruzadas, el mundo árabe, que había acabado el primer milenio como la civilización más avanzada intelectual y materialmente, se estanca. El centro del mundo comienza a desplazarse hacia el oeste.

     Para Maalouf, los árabes no controlaban su destino desde el siglo IX porque la mayoría de sus dirigentes eran extranjeros. Cuando llegan los cruzados, su ocaso se había iniciado, a pesar de mantener todavía la superioridad sobre los frany.

     El escritor franco-libanés señala que tampoco consiguieron unas estructuras políticas fuertes y estables. Los estados latinos o francos que se formaron en Oriente Medio gozaron de más estabilidad mientras duraron y, aunque los árabes reconocieron la existencia de mayor equidad en los territorios de los latinos, no se abrieron o aceptaron las ventajas que pudieran tener. Los cristianos decidieron aprender la lengua y costumbre de los territorios conquistados, los árabes se resistieron a aprender la lengua y costumbre de los invasores.

     Lo que aprendieron los cruzados en Siria, Sicilia o España fue utilizado en su posterior expansión. Los árabes comenzaron siglos de oscurantismo y decadencia. Según Maalouf se encerró en sí mismo y se puso a la defensiva.

Soldados musulmanes. Siglo XIII


     Oram Pamuk, premio Nobel turco, escribió Me llamo Rojo ambientado en 1591, cinco siglos después del inicio de las Cruzadas, donde se sigue denominando a los occidentales como francos. En la obra se habla de la dualidad pictórica que distinguía los occidentales de los orientales, entre la realidad y su significado/pensamiento/concepto, a la hora de pintar, por ejemplo, un árbol.

      Para un turco de finales del siglo XVI, la forma de pintar la realidad de los occidentales era degenerada. Según Pamuk, pintaban de tal manera la realidad de las personas que se les podía reconocer por la calle. Y tenían tal deseo por ser retratados que aparecían en retratos bíblicos que encargaban para las iglesias junto a los santos cristianos o participando de la resurrección de los muertos, cuando luego les podías observar por la calle mientras paseaban.

     Para saber más:

     — Maalouf, A.: Las cruzadas vistas por los árabes. Alianza Editorial. Madrid. 1989. 

    — Pamuk, O.: Me llamo Rojo. Versión Amazon Kindle. 1998.

    — Polo, M.: El libro de las Maravillas. Ediciones B, S. A. para Anaya. Barcelona. 1997.

    — Donado, J. y Echevarría, A.: La Edad Media: Siglos V-XII. Editorial Universitaria Ramón Areces. Madrid. 2009.

     — Épica Medieval. Edición de Manuel Alvar. Orbis. Barcelona. 1983.


    

La pérdida y el recuerdo

    
      El 21 de abril de 1898 el congreso de los Estados Unidos de América recibió la petición del presidente Mckinley para declarar la guerra a España tras la movilización propagandística de la sociedad estadounidense por distintos medios, destacando los empresarios de prensa Hearst y Pulitzer. Los restos del imperio colonial español eran Cuba, Puerto Rico y algunas islas del Pacífico, entre ellas, el archipiélago filipino.
      La pérdida emocional de los últimos vestigios de un imperio, ya residual territorialmente desde la segunda década del siglo XIX, planteó el cuestionamiento del sentimiento español, su situación política, sus problemas sociales, el papel de los poderes fácticos como el Ejército, la configuración del propio estado y  de su estructura económica.
      El regeneracionismo como consideración de España había comenzado antes de la crisis de 1898, más se constituyó en motor necesario al poner esta actualidad como foco de sus postulados. Fueron postulados o arbitrios, muchas veces contradictorios, presentados por intelectuales y escritores que mediante ensayos, artículos de prensa, conferencias y discursos proponían soluciones a los problemas de España. Algo parecido ocurrió, especialmente tras la derrota de Rocroi en 1643 y el reinado de Carlos II, y existente desde finales del siglo XVI y siglo XVII, con los arbitristas económicos relacionados con la Universidad de Salamanca.
      Considerar España como problema. España era un organismo histórico de sustancia etnocultural de base castellana, generada a través de los siglos; una realidad objetiva e irreversible que era mejorable. Conscientes del atraso, incidían en el mismo con el interés de llevar a cabo una modernización que recuperará la grandeza pasada. Como grandes taras señalaban la naturaleza oligarca y caciquil del sistema de la Restauración que se plasmaba en el atraso campesino, la escasa investigación científica y técnica, el pequeño desarrollo industrial, la pérdida del estatus como potencia europea y el analfabetismo e incultura que lastraba el desarrollo de los ciudadanos y élites intelectuales para que actuasen como transformadores de la sociedad. Como remedio se hacía una crítica al desarrollo del liberalismo español y su manifestación política, el parlamentarismo, llegando a proponer situaciones de excepción. Este movimiento influirá en pensamientos de derecha como el maurismo y de extrema derecha como el primoriverismo, el falangismo y el franquismo.  
     Otros, en otra perspectiva, fiarán las virtudes regeneradoras a la verdadera democracia con la asunción de la nación española e influyendo en republicanos y socialistas que evolucionan del regionalismo al autonomismo en el tránsito de la monarquía a la república. La cuestión regional estará también dentro de los planteamientos de  regeneracionistas1.
      El sistema de la Restauración fue incapaz de impulsar el desarrollo de la sociedad española en el momento en que se producía una expansión de las naciones capitalistas. Una crisis ideológica sobre la identidad de España, que Tuñón de Lara calificó de quiebra ideológica, pero que para González Cuevas no fue único en Europa porque a partir de 1890 Portugal renunciaba aparte de su imperio colonial, o con el primer fracaso italiano en la Abisinia y la derrota francesa de 1870 frente a Alemania. La crisis afectó, por tanto, a las ideologías dominantes, liberalismo y conservadurismo, y desarrolló, por ende, a otras ideologías desde la extrema derecha a la extrema izquierda. Surgió un conservadurismo radical donde lo nacional ocupaba un lugar prioritario y que se podría denominar como conservadurismo integral que en España tuvo un lento avance que se manifestó en el surgimiento de nacionalismos a partir de los regionalismos vasco y catalán como síntoma de la debilidad del sentimiento español tras la pérdida de las últimas posesiones territoriales fuera de la España actual2. Y, en otro espectro, influirán en el desarrollo de la dictadura de Primo de Rivera al final del reinado de Alfonso XII, en su promoción de desarrollo económico y modernización técnica.
      Como otra idea de España, se aportará por republicanos y socialistas, en el primer tercio del siglo XX, el intento de asentar una república española en la década de la Gran Depresión.
      El historiador marxista Hobsbawm calificó al imperio español, junto al portugués, de imperios preindustriales3 al mismo tiempo que supervivientes de la edad Moderna. La relación entre la metrópoli y las antiguas colonias se mantuvo a través de las relaciones basadas en una cultura hermanada por una lengua común, un comercio que nunca se rompió, pero que ya estaba dominado por los estadounidenses desde antes de la independencia como ha señalado Carlos Malamud4 indicando que en 1850 ya exportaba Cuba cuatro veces más al vecino americano que a España, y unos lazos familiares de emigrantes de ida y vuelta.
      El recuerdo sentimental de Cuba se plasma en la literatura de la Edad de Plata de la cultura española. Como ejemplo final, señalar que el impacto que causa Nueva York en Federico García Lorca es matizado al final de su viaje con el paso por Cuba como se aprecia en su poemario "Poeta en Nueva York", donde consagra su décima parte a la llegada a La Habana, siendo el poema “Son de negros en Cuba” muestra de ese cambio emocional tras dejar su estancia en Estados Unidos.

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1 DE LA GRANJA, J. L. , BARAMENDI, J. , ANGUERA, P.: La España de los nacionalismos y las autonomías. Síntesis. Madrid. 2001. Versión kindle. 1171-1212.
2 GONZÁLEZ CUEVAS, P. C.: Historia de las derechas españolas. De la Ilustración a nuestros días. Biblioteca Nueva. Madrid.2000. Páginas 187-220, sobre la crisis del 98.
3 HOBSBAWM, E.: La era del imperio, 1875-1914. Crítica. Buenos Aires. 2009. Página 66
4 MALAMUD, C.: Historia de América. Alianza Editorial. Madrid. 2013. Página 394.

El tormento, el éxtasis y la decadencia

    
      Había escrito unas letras sobre El tormento y el éxtasis1 (The agony and the ecstasy, 1965) de Carol Reed, que había visto otra vez con la pandemia actual, huyendo de la realidad, buscando en mi cultura europea y mediterránea un lugar ajeno a la pestilencia mortífera del virus que me impide comprender que la muerte de más de 1.300 sea presentada como la subida de una curva y no como la desgracia nacional que alguien, o algunos, deberán justificar donde corresponda.
      Entre tanto, no dejaba de recordar otra película, La gran belleza2 (La grande bellezza, 2013) de Paolo Sorrentino. Mientras escribía sobre el documental del inicio de la película sobre la vida de Migue Ángel, iba aderezando esa visión con el encuadre o contexto histórico del momento sobre los poderes políticos que luchaban en la Italia de comienzos del siglo XVI, los intentos de afianzar el carácter absoluto de las nuevas monarquías, de cuando el papado, aunque había perdido influencia política, se mantenía como árbitro de la política europea en muchos aspectos aunque se vislumbraba, por las críticas, la reforma en la distancia; enmarcaba el panorama con la intervención de las potencias europeas en Italia, en especial franceses y españoles. Y mi cabeza acababa, terminaba con el recuerdo de La gran belleza, y, su antecedente, La dolce vita3 (1960) de Federico Fellini.
      La película de Carol Reed recreaba el nacimiento y gestación de la cultura y el poder europeo moderno a través del arte con la ayuda de mecenas como los Médici y Julio II, que consiguieron concitar y descubrir a personalidades tan extraordinarias para nuestra civilización como Bramante, Miguel Ángel y Rafael Sanzio. Europa estaba en plena expansión en la era de los descubrimientos geográficos, los inicios de la revolución científica, la búsqueda de nuevos mercados comerciales, el desarrollo de los estados nacionales, y el gusto por la fama, el prestigio y la conquista.
      Pero yo me acordaba de las películas de Fellini y Sorrentino porque me trasladaban en qué estado se encontraba, de forma premonitoria, ese desarrollo cultural, económico, político y artístico de Europa tras cinco siglos de influencia. Y me dejaba el sabor amargo de la decadencia. La película de Sorrentino como la de Fellini profetizaban la pérdida de pujanza de lo europeo. Muy turístico, sí, y muy bello también. Sin embargo, decadente. Estamos viviendo de las rentas culturales tras siglos de pujanza.
      Tras la segunda guerra mundial, una Europa destruida intentó forjar un poder en el mundo mediante la creación de la Unión Europea superando los nacionalismos, consciente de su debilidad, orgullosa de su legado, y, obviamente, temerosa de la competencia.
      Creó un estado de bienestar envidiable con una zona de vida donde los servicios públicos atendían las necesidades de sus ciudadanos. Algo que era deseado por los países de otras geografías políticas del planeta. El tejido industrial y el poder mercantil se fue deslocalizando con el tiempo, traspasando su producción de forma mayoritaria a la cuenca oceánica del Pacífico y el Índico convirtiendo esta parte del mundo en el corazón de la economía, la ciencia y el progreso del mundo.
      Esta traslación geográfica del poder político había oscilado a lo largo de la historia desde el nacimiento de las civilizaciones orientales entre Mesopotamia y el Nilo, el mar Mediterráneo, después, y, a partir del siglo XVII, el Océano Atlántico.
      El poder de las naciones, el absolutismo, y el posterior auge de los Estados liberales había dotado a la vieja Europa de una influencia mundial que se quebró tras la aparición en el siglo XX de los Estados Unidos, Japón y la emergencia de China en sus últimos veinte años.   Algunos de estos países no tienen el bienestar social europeo, ni sus derechos políticos y sociales, ni el prestigio y fama de su cultura, pero han ido minorando el poder e influencia de una antigua forma de vida. La lucha por los avances científicos y técnicos, que, antes, monopolizaban los países de la Unión Europea, son compartidos, o poseídos, por otras zonas del mundo.
      El avance de los Estados Unidos fue asumido de manera más natural por la intervención salvadora en dos guerras fratricidas europeas, que adquirieron carácter mundial, porque los salvadores eran descendientes de los combatientes, que, en la segunda mitad del siglo XIX, se había desarrollado en la tierra conquistada por sus padres. Por el contrario, la competencia asiática les descolocó.
      Tenían una cultura milenaria que no era tan conocida ni tan vendida y prestigiada como la europea. No tenían los derechos políticos, sociales y económicos que habían pertrechado y fortalecido Europa durante los últimos doscientos años a través de la toma de conciencia de clase y el avance democrático. Pero ellos eran incansables, consistentes, comprometidos y adaptables. Su capacidad de trabajo, su avance científico, su capacidad de resiliencia, la admisión de sus posibilidades, y la emulación de todo lo que les rodeaba quebró el concepto de bienestar europeo a partir de la crisis financiera e inmobiliaria de 2007-2008, que ellos soportaron mejor.
      Ahora que estamos en medio la cuarentena de corona-virus, que solicitamos material de protección de China, o a sus empresas, que los países más afectados en la segunda quince de marzo de 2020 son las potencias culturales, políticas y económicas dominantes en los principios del siglo XVI (Italia, España y Francia), recuerdo de forma premonitoria el aire decadente de La dolce vita y La grande bellezza donde la despreocupación, lo superficial y lo evanescente emergía por todos lados en medio del recuerdo de lo conseguido por la civilización europea durante siglos o milenios.
      Cuando se produjo la epidemia de peste de mediados del siglo XIV, Boccaccio escribió El Decamerón4 donde relataba como unos jóvenes abandonaban la ciudad de Florencia y se reunían en una villa del campo huyendo de un virus mortífero del que se olvidaban con el deleite de cuentos agradables a los sentidos. Sé que lo primero, el desplazamiento, está prohibido porque los virus no conocen fronteras, pero lo segundo, leer o contar cuentos agradables a los sentidos, es un ejemplo de lo que brinda una cultura como la europea y sus creadores para evadirnos, de forma momentánea y eterna, de tanta muerte y desolación.
#Quédate en casa.
Colas para entrar en los Museos Vaticanos, fuente propia.
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Bodas de sangre

                       NOVIO ¿Quieres algo?                              MADRE Hijo, el almuerzo                               NOVIO Déjalo....