El
21 de abril de 1898 el congreso de los Estados Unidos de América
recibió la petición del presidente Mckinley para declarar la guerra
a España tras la movilización propagandística de la sociedad
estadounidense por distintos medios, destacando los empresarios de
prensa Hearst y Pulitzer. Los restos del imperio colonial español
eran Cuba, Puerto Rico y algunas islas del Pacífico, entre ellas, el archipiélago filipino.
La
pérdida emocional de los últimos vestigios de un imperio, ya
residual territorialmente desde la segunda década del siglo XIX,
planteó el cuestionamiento del sentimiento español, su situación
política, sus problemas sociales, el papel de los poderes fácticos
como el Ejército, la configuración del propio estado y de su
estructura económica.
El
regeneracionismo como consideración de España había comenzado
antes de la crisis de 1898, más se constituyó en motor necesario al poner esta actualidad como foco de sus
postulados. Fueron postulados o arbitrios, muchas veces
contradictorios, presentados por intelectuales y escritores que
mediante ensayos, artículos de prensa, conferencias y discursos
proponían soluciones a los problemas de España. Algo parecido
ocurrió, especialmente tras la derrota de Rocroi en 1643 y el
reinado de Carlos II, y existente desde finales del siglo XVI y siglo
XVII, con los arbitristas económicos relacionados con la Universidad
de Salamanca.
Considerar España como problema. España era un
organismo histórico de sustancia etnocultural de base castellana,
generada a través de los siglos; una realidad objetiva e
irreversible que era mejorable. Conscientes del atraso, incidían en
el mismo con el interés de llevar a cabo una modernización que
recuperará la grandeza pasada. Como grandes taras señalaban la
naturaleza oligarca y caciquil del sistema de la Restauración que se
plasmaba en el atraso campesino, la escasa investigación científica
y técnica, el pequeño desarrollo industrial, la pérdida del
estatus como potencia europea y el analfabetismo e incultura que
lastraba el desarrollo de los ciudadanos y élites intelectuales para
que actuasen como transformadores de la sociedad. Como remedio se
hacía una crítica al desarrollo del liberalismo español y su
manifestación política, el parlamentarismo, llegando a proponer
situaciones de excepción. Este movimiento influirá en pensamientos
de derecha como el maurismo y de extrema derecha como el
primoriverismo, el falangismo y el franquismo.
Otros, en otra
perspectiva, fiarán las virtudes regeneradoras a la verdadera
democracia con la asunción de la nación española e influyendo en
republicanos y socialistas que evolucionan del regionalismo al
autonomismo en el tránsito de la monarquía a la república. La
cuestión regional estará también dentro de los planteamientos de regeneracionistas1.
El
sistema de la Restauración fue incapaz de impulsar el desarrollo de
la sociedad española en el momento en que se producía una expansión
de las naciones capitalistas. Una crisis ideológica sobre la
identidad de España, que Tuñón de Lara calificó de quiebra
ideológica, pero que para González Cuevas no fue único en Europa
porque a partir de 1890 Portugal renunciaba aparte de su imperio
colonial, o con el primer fracaso italiano en la Abisinia y la
derrota francesa de 1870 frente a Alemania. La crisis afectó, por
tanto, a las ideologías dominantes, liberalismo y conservadurismo, y
desarrolló, por ende, a otras ideologías desde la extrema derecha a
la extrema izquierda. Surgió un conservadurismo radical donde lo
nacional ocupaba un lugar prioritario y que se podría denominar como
conservadurismo integral que en España tuvo un lento avance que se
manifestó en el surgimiento de nacionalismos a partir de los
regionalismos vasco y catalán como síntoma de la debilidad del
sentimiento español tras la pérdida de las últimas posesiones
territoriales fuera de la España actual2.
Y, en otro espectro, influirán en el desarrollo de la dictadura de Primo de Rivera al final del reinado de Alfonso XII, en su promoción
de desarrollo económico y modernización técnica.
Como
otra idea de España, se aportará por republicanos y socialistas, en
el primer tercio del siglo XX, el intento de asentar una
república española en la década de la Gran Depresión.
El
historiador marxista Hobsbawm calificó al imperio español, junto al
portugués, de imperios preindustriales3
al mismo tiempo que supervivientes de la edad Moderna. La relación
entre la metrópoli y las antiguas colonias se mantuvo a través de
las relaciones basadas en una cultura hermanada por una lengua común,
un comercio que nunca se rompió, pero que ya estaba dominado por los
estadounidenses desde antes de la independencia como ha señalado
Carlos Malamud4
indicando que en 1850 ya exportaba Cuba cuatro veces más al vecino
americano que a España, y unos lazos familiares de emigrantes de ida
y vuelta.
El
recuerdo sentimental de Cuba se plasma en la literatura de
la Edad de Plata de la cultura española. Como ejemplo final, señalar que el
impacto que causa Nueva York en Federico García Lorca es matizado al
final de su viaje con el paso por Cuba como se aprecia en su poemario
"Poeta en Nueva York", donde
consagra su décima parte a la llegada a La Habana, siendo el poema
“Son de negros en Cuba” muestra de ese cambio emocional tras
dejar su estancia en Estados Unidos.
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1 DE
LA GRANJA, J. L. , BARAMENDI, J. , ANGUERA, P.: La España de los
nacionalismos y las autonomías. Síntesis. Madrid. 2001. Versión
kindle. 1171-1212.
2 GONZÁLEZ
CUEVAS, P. C.: Historia de las derechas españolas. De la
Ilustración a nuestros días. Biblioteca Nueva. Madrid.2000.
Páginas 187-220, sobre la crisis del 98.
3 HOBSBAWM,
E.: La era del imperio, 1875-1914. Crítica. Buenos Aires.
2009. Página 66
4 MALAMUD,
C.: Historia de América. Alianza Editorial. Madrid. 2013.
Página 394.
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