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Sufragistas en los años 20. Museos de Manzanares |
En la Casa Malpica, en tiempo de siega, se exhibe la mies que germinó en el voto femenino.
El camino al voto comienza con el recuerdo de 1921 como hito reivindicativo de la primera manifestación sufragista realizada por la Cruzada de Mujeres Españolas, presidida por Carmen de Burgos, figura destacada del feminismo español. La declaración de 1921 era consecuencia de las reivindicaciones expresadas en la Alianza Internacional para el Sufragio de las Mujeres (Ginebra, 1920). Propugnaba la capacidad femenina para expresar sus derechos en el espacio público como ciudadanas iguales al hombre.
El sufragio femenino hunde sus raíces en la Convención de Seneca Falls de 1948, año reseñable porque coincide con el manifiesto de Marx y Engels y la revolución de 1848 conocida como la primavera de las naciones o de los pueblos.
El sufragismo femenino se caracterizaba en sus inicios por su internacionalismo e interclasismo. A partir de estas premisas básicas, se pretendían mejoras en el acceso al trabajo de la mujer, una mejor educación, la posibilidad de administración del patrimonio personal, la eliminación de la prostitución y la superación de ese techo de cristal que impedía acceder a todo tipo de profesiones. En este punto hemos de recordar como el avance del sufragio femenino estuvo relacionado en el medio oeste americano con la capacidad de gestión y administración de bienes de las pioneras de los Estados Unidos.
Carmen de Burgos. Get Archive |
Aunque hubo propuestas parlamentarias en 1877,1907 y 1908, durante la Restauración, no será hasta los inicios de la II República, 1931, cuando la actuación decidida de Clara Campoamor logre el voto femenino en España.
La exposición recoge la lucha de esa generación de mujeres mediante el trabajo de las investigadoras complutenses Araceli Martínez Esteban y Nieves Hernández Romero.
La ruta a seguir nos lleva primero a la Convención de Seneca Falls de 1848, donde se destaca la labor de las abolicionistas por la esclavitud Lucrecia Mott y Elizabeth Cady Stanton para solicitar el voto femenino en Estados Unidos. Tras reseñar el Congreso Pedagógico de 1892, conocemos las pioneras españolas, entre las que destacan Emilia Pardo Bazán, Concepción Arenal e Isabel Muñoz Caravaca.
Carmen de Burgos. Colombine fue la primera corresponsal de guerra. Colombine tuvo un matrimonio difícil. Colombine era Carmen de Burgos, que escribió La malcasada- no confundir con la película de 1926 de Francisco Gómez Hidalgo-, donde cuenta la experiencia de esos años. Pero aquí nos interesa su labor como presidenta de la Cruzada de Mujeres Españolas que convocó la manifestación de 1921. Mediante encuestas, con anterioridad, había propugnado el derecho al divorcio (1903). Su convencimiento sobre la necesidad del sufragio femenino fue gradual y en 1906 propuso en El heraldo de Madrid otra encuesta para conocer la opinión de sus lectores sobre el derecho al voto de las mujeres.
Carmen de Burgos se basó los postulados de la Alianza para el Sufragio de las Mujeres y preparó la primera manifestación, jalón reseñable en el largo camino hacia la consecución del sufragio. El 31 de mayo de 1921, una representación de la Cruzada de Mujeres Españolas se concentró en la entrada del Congreso de los Diputados y entregaron un manifiesto con sus solicitudes. Al día siguiente, hicieron lo mismo en el Senado. Una mezcla de simpatía, pero, también de condescendencia, fue la reacción de los poderes públicos que recibieron sus propuestas.
Antes de llegar al debate de las cortes unicamerales republicanas hubo debates sobre la abolición de la prostitución, y surgieron clubes como el Lyceum Club Femenino presidido por la pedagoga María de Maeztu, directora de la Residencia de Señoritas, bajo la influencia de la Institución Libre de Enseñanza. A ellas, y a otras, se unieron mujeres como María Lejárraga (o María Martínez Sierra) o Isabel Oyarzábal (Isabel de Palencia).
Y llegamos a la consecución del voto femenino tras los debates en las Cortes y el comprometido empuje de Clara Campoamor durante las jornadas de treinta de septiembre y uno de octubre de 1931. El artículo 36 reflejaba la igualdad de voto entre los sexos. El derecho a votar y el derecho a ser elegida, que incluía el acceso a cargo público. Era, fue, un debate intelectual entre las élites dirigentes e instruidas. No había una extensión de las asociaciones feministas de forma amplia. La mayoría de las mujeres españolas estaban ajenas a estos logros, por lo que fue gradual el clima favorable a la incorporación de la mujer a la esfera de actuación pública.
La labor, muchas veces solitaria, de Clara Campoamor se orientó al bienestar de las mujeres y de la infancia. Murió exiliada en Suiza en 1972. Todos los días debería ser reivindicada.
Clara Campoamor. Wikimedia. |