Cultura y sociedad

"Escaleras", por Ramón Gómez de la Serna y José Caballero

 

    

"Las lavanderas", José Caballero para "Yerma", 1934. MNAE, Teatro Español

     

     Ramón Gómez de la Serna y José Caballero colaboraron en la revista Cruz y raya en mayo de 1935. Ramón publicaba una pieza teatral en tres actos que se titulaba Escaleras. Obra que era ilustrada por un joven y talentoso onubense que se consagró en esos años colaborando con figuras consolidadas como Gómez de la Serna y Federico García Lorca. José Caballero cumplía en junio de 1935 veinte años. En 1934 había realizado el cartel de Las lavanderas de Yerma por encargo de Federico. Pintó unas mujeres de tamaño monumental con cabezas pequeñas y brazos extendidas en predominantes líneas curvas cargadas de feminidad. Los blancos, los azulados, los tonos piel, contrastan entre las formas desgarbadas y el cabello al vuelo sin sujeción. Mujeres ajenas a la tragedia final.

     Caballero había estado colaborando en aquellos años con La Barraca, el grupo de teatro universitario que introdujo un nuevo concepto escénico de teatro experimental. Influido por el surrealismo, trabaja además con Lorca en la obra Llanto por Ignacio Sánchez Mejías para el que pinta o ilustra una yuxtaposición de elementos de diversa índole que conforman una escena abigarrada de marcado carácter onírico. José Caballero realizó más obras relacionadas con el mundo taurino. Y el surrealismo llegó a Caballero por su relación con personalidades como Vázquez Díaz, Alberti, Neruda y Lorca. Una edición especial a la revista Cruz y Raya publicó, en ediciones El Árbol, este poema con los dibujos de José Caballero.

José Caballero, "Llanto por Ignacio Sánchez Mejías", de García Lorca, Museo de Huelva

    

     Para Ramón pintó un mundo ficticio en una obra irreal de felicidad y desgracia que reseñamos a continuación

     La decoración representa un portalón antiguo, entrada de un caserón de una sola planta dividida en dos pisos, cada uno con su escalera, que muere en la puerta de entrada de cada uno de ellos. A la sombra de esas dos escaleras, en la oscuridad del portal, se sucede la llegada de los personajes.

     Muchas veces no se verá más que el personaje que sube y el retumbar sonoro de la escalera, marcado ruido de cajones en el que resuena el eco de los sarcófagos.

     El azar de este acto y de esta decoración significa que siempre al subir unas escaleras jugamos un poco la suerte de nuestro destino. En la elección de la una y la otra de estas dos escaleras se cifra, como se verá, la desgracia o la felicidad. Por eso el tono de trueno de los tacones ha de repercutir angustioso en el corazón del espectador.

     Las dos puertas son iguales, puertas antiguas, junto a las que pende el cordón de las viejas campanillas. Las dos puertas se abren y se cierran tan de prisa, que no dejan rastro de suposición para saber qué pasa dentro.

     Un hombre envuelto en una bufanda, una señora fatigada, dos mendigos que se marchan, un joven con tipo de cine, la muchacha del velillo, la bella no premiada, la mujer que llora, el caballero serio con hongo, los amorosos Enrique y Luisa que suben por distintas escaleras, entran en una de las puertas sin saber de la felicidad o la desgracia. Todos guiados por un anuncio deseable.

     En el interior de la casa de la felicidad está el hombre de la bufanda que la cambia por una flor amarilla en el ojal, la señora fatigada sin fatiga y caballero del hogo sin preocupaciones y feliz.

 

José Caballero, "Escaleras", Ramón Gómez de la Serna, "Cruz y Raya", mayo 1935.

 

 

           Del espacio de felicidad no se sale nunca. Nadie sabe dónde está la puerta por la que entró. Nadie enferma… nadie irá al médico… Todo es alegría.

Luisa llora sin Enrique porque entró por una puerta distinta a la casa de la alegría. Nada le consuela. Ni un galán joven, ni su futuro niño, ni las cuidadoras del lugar, ni un poeta ocasional… Una colegiala entra pensando que estará en el colegio de las vacaciones sin fin. Luisa, enamorada sin amor, provoca que aparezca la Suprema de la casa de la alegría.

     La alegría no puede hacer olvidar su desgracia porque su alma salió por otra escalera. La Suprema acepta finalmente que lleven a Luisa a la casa de la Desgracia.

José Caballero, "Escaleras", Ramón Gómez de la Serna, "Cruz y Raya", mayo 1935.

 

 

     La casa de la Desgracia tiene decoración plomiza y poca luz. Allí llegaron el caballero de la barba gris, el joven con tipo de cine, la muchacha del velillo, la bella sin premio y la señora que lloriquea. Allí está la paciencia producto de la impaciencia; allí se acaba la esperanza porque no hay nada que esperar. Ni siquiera el tormento. Las mujeres ya no deben estar alegres ni causar interés en otras personas. Una mujer de pelo blanco asegura que tras teñir su pelo ya no tiene esa obligación. Ni bodas por su hipocresía. Sólo el silencio. Y la posibilidad de dormir. El silencio es su fortuna.

 

José Caballero, "Escaleras", Ramón Gómez de la Serna, "Cruz y Raya", mayo 1935.

 

     La resignación inunda la estancia. No hay puerta de salida. No lloverá jamás. Enrique, el enamorado, está desesperado y sueña con ser un ratón. Tratan de consolarlo diciendo que ella le olvidará en la casa de la Felicidad.

     De pronto suena la campanilla. Nunca había sonado. Al menos no lo había hecho en siglos. Es Luisa. La han dejado salir porque temían que corrompiese la casa de la Felicidad. Lo único incorruptible es la desgracia.

 

José Caballero, "Escaleras", Ramón Gómez de la Serna, "Cruz y Raya", mayo 1935.

 

     Conducida con los ojos vendados, ha llegado a la casa de la Desgracia para encontrarse con el hombre que quiere. Cuenta que allí… sobra la felicidad. Ella había encontrado el amor, la felicidad no está más que el reino oscuro del corazón. Enrique le dice que un amor sin incertidumbre es capaz de salvar a todos los náufragos de un naufragio. Sin darse cuenta han llevado la alegría a la casa de la Desgracia gracias al amor.

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       - Revista Cruz y Raya, mayo de 1935, páginas 147-182. José Bergamín era el director de la revista de afirmación y negación. Era editor de obras de sus compañeros de la generación del 27, como fue el caso de Llanto por Ignacio Sánchez Mejías.

       - Sobre Ignacio Sánchez Mejías y su planto o elegía: Archivo Museo Sánchez Mejías, casa Malpica, calle Monjas, 12, 13200 Manzanares. Teléfono 926614056. 

      - De José Caballero se puede contemplar obras en el Museo de Huelva, en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y en otros, como el Museo ICO, Museo Nacional de Artes Escénicas, en Madrid, y en provinciales, como el de Valladolid y Oviedo. Sus primeras colaboraciones pudieron producirse en la revista onubense La Rábida. Y en el Monasterio de la Rábida, en aquellos años, conoció a Vázquez Díaz, autor de los frescos en honor al descubrimiento de América.  Se ha buscado la documentación en estos museos durante los tres últimos años.

        




30-10-2025 16:48  Actualizado 17:35 Inacabada

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