Cultura y sociedad

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Asuán y el Templo de Debod

 

     

Templo de Debod. Fuente: Wikimedia


     

     Los catálogos de Manuel Piña aumentaban en cuidado y presentación conforme avanzaban las temporadas de presentación en las pasarelas. Uno de ellos se gestó en parte tras un viaje a Egipto en compañía de los pintores conocidos por CostusEn el Museo Manuel Piña se guarda una carta que expone el aliento que expulsa su alma para crear una nueva colección. La carta está firmada desde ‘Assuam’. De este viaje y colaboración se guarda también el diseño de una bata de cola pintada por Costus con un jardín ¿nilótico?, de flores y angelitos absortos ante la belleza. Este artículo se basa en cómo influye la diferente concepción de los bienes culturales a través del tiempo, qué inspira a un creador para llevar a cabo sus ideas y cómo apreciamos los ciudadanos tanto los bienes como las creaciones humanas.

     Muchos años antes a las creaciones de un diseñador de moda, se había hecho necesario constatar cómo se producía una toma de conciencia mayor ante sucesos relevantes en el mundo, como las campañas organizadas por la UNESCO para el traslado y conservación de los templos de Abu Simbel en Egipto a partir de 1960, o el salvamento del patrimonio de las italianas Florencia y Venecia cuando se produjeron las inundaciones de 1966, que tuvieron una respuesta internacional rápida y responsable.

     En el caso del país del Antiguo Egipto, la construcción de la presa de Asuán en 1954 conllevaba la desaparición bajo la obra civil de un número considerable de templos nubios entre Egipto y Sudán. El reclamo internacional ante este hecho fue atendido por un centenar de países. Hubo un acuerdo para que esos esfuerzos técnicos y económicos fueran viables. Y que se pudieran plasmar en el desmonte y traslado a cotas más altas que las que presuponía la construcción del embalse.

     Como agradecimiento por la colaboración, el gobierno egipcio de Nasser donó a los países participantes, entre ellos España, algunas destacadas piezas arqueológicas, en una operación que discutiríamos hoy con nuestros presupuestos actuales. Efecto de esta política fue y es la existencia del Templo de Dendur en el Metropolitan Museum de Nueva York y el Tempo de Debod en la madrileña calle Ferraz.

     No se olvida que por aquellos años también surgió la pretensión de potenciar la cooperación en la identificación y gestión de paisajes y sitios históricos de relevancia cultural que partía de la defensa estadounidense del patrimonio de sus grandes parques naturales, integrados en su patrimonio al mismo nivel que los objetos y documentos del patrimonio que Europa prestigiaba a mayor nivel. Esto fue el principio de la Convención de París de 1972 que establecía varias premisas. Entre ellas, que la desaparición o deterioro de un bien del patrimonio cultural y natural empobrece el patrimonio de todos los pueblos del mundo, y que toda la humanidad debe participar en su protección. Esta convención establecía como patrimonio cultural los monumentos de arquitectura, escultura, pintura y conjuntos o restos arqueológicos; los conjuntos, aislados o reunidos, que posean una arquitectura, unidad o integración con el paisaje con valor histórico, artístico o científico; y los lugares obra del hombre y la naturaleza junto a los lugares arqueológicos con valor histórico, etnológico, antropológico y estético.

     Lo destacable es que incluía, además, los monumentos naturales, producto de formaciones físicas y biológicas o el grupo de ellas; las formaciones geológicas que hayan constituido un hábitat para especies animales y vegetales; y los lugares naturales. Todos ellos necesitarían tener un valor universal excepcional desde el punto de vista estético, científico, o bien porque era necesaria su conservación o por su belleza natural.

     Uno de los periodistas más interesantes e importantes de la Transición y consolidación democrática española fue Luis Carandell. El último artículo que EL PAÍS publicó con su nombre tenía como título Debod. Señalaba el desconocimiento por la obra faraónica entre las personas. En el momento de publicación del artículo, se procedía a una de sus restauraciones. En Madrid, se quejaba, se tiene que  hacer obra para que alguien se fije en sus monumentos. Contaba el origen de la donación en 1968. Junto con el templo llegaron 3.000 piezas arqueológicas que enriquecieron el patrimonio nacional. Que detrás de estos desvelos estuvo uno de los arqueólogos más importantes de nuestra historia, Martín Almagro. De la orilla derecha del Nilo viajó hasta Madrid, dando una imaginaria mayor antigüedad a la ciudad porque fue construido en el siglo IV a.C. por el faraón de Merode, Azakheramón.

     El cuidado del Templo de Debod tuvo otro momento interesante en 1980. Contaba ABC, el 19 de junio de 1980, que el ayuntamiento de Madrid se planteaba restaurar el Templo con una partida de diez millones de pesetas. Había posturas divergentes para llevar a cabo esta acción. El arquitecto municipal Joaquín Roldán, jefe de la sección del Patrimonio Histórico-Artístico, era partidario de esa restauración porque creía que el clima de la capital era muy diferente al de su procedencia. Hablaba del castigo de las cornisas, de lo que habían perdido los bajorrelieves de la cara del templo que daban a la sierra.

      El Templo conservaba un 30 % de sus piedras originales del siglo IV a. C. El resto eran procedentes de tierras salmantinas que habían dado un resultado estupendo, según el director del Museo Arqueológico Nacional (MAN).

     ¿Quién era el director del MAN? Martín Almagro, que fue el que trajo el templo a España. Cuando ABC se dirige al señor Almagro, su primera reacción fue de sorpresa y alegría porque había interés por el monumento. Pero no veía el fundamento de la inversión de diez millones de pesetas. Pensaba que el monumento se encontraba bien, que no le pasaba nada, y que podía informar al arquitecto municipal sobre su estado. Almagro dijo que lo importante era conservarlo porque los únicos templos egipcios del Occidente eran el de Estados Unidos y el de España. Italia y Holanda tenían obras de arquitectura incompletas, o situadas entre rocas, como el hipogeo egipcio que había en el Museo de Turín.
          Doce años antes, ABC recogía la noticia de la llegada de los restos del templo que habían salido del embarcadero de la isla de Elefantina. El redactor de la noticia, Jesús Ramos, contaba que se llegaba al templo desde el Nilo por una vía de acceso hasta la meseta, entre el desierto y el límite de las inundaciones. Allí estaba enclavado el primer pilono o puerta monumental, donde comenzaba una vía de acceso de cincuenta y cuatro metros y medio antes de llegar a la fachada, pasando por dos pilonos previos. En 1968 el problema era encontrar una ubicación adecuada. Se pensó en uno de los pantanos cercanos a Madrid, pero podría redundar en las visitas que se pretendía que tuviera. Elche se propuso como aspirante a su ubicación, arguyendo un clima similar. Pero, en Madrid, consideraban que debía quedarse en la capital.

     El templo de Debod era la primera estación de los peregrinos a Philae. Su culto, inicialmente dirigido a Amón, paso a Isis y, con los Ptolomeo griegos y la llegada de los romanos, fue superior en devoción al dios originario.

     La devoción por el mundo egipcio no era nada nuevo. El recuerdo de la expedición militar de Napoleón Bonaparte en 1798 quería rememorar las campañas de Alejandro Magno. Iba acompañado de cien sabios y estudiosos para investigar los monumentos y artes históricos. Fue el detonante de la egiptología de la Edad Contemporánea con los dibujos y planos de Vivant Denon y André Dutertre.

     En España, el MAN tiene una exposición hasta el 5 de octubre dedicada a un coleccionista, intelectual, viajero y diplomático que nació en 1855 y falleció en 1941, Eduard Toda, que nos remite a los viajeros y coleccionistas de la segunda mitad del XIX.

    El recuerdo de la visita a España de Howard Carter por medio del Comité Hispano-inglés presidido por el duque de Alba y con la mediación de Alberto Jiménez Fraud en la década de 1920 ya fue comentado en otra ocasión.

  No es por ello extraño el viaje de Manuel Piña y Costus a Egipto. Aunque es un libro “laudatorio”, Ricardo Carrero Galofré, hermano de Juan Carrero, miembro de la pareja Costus, cuenta que el viaje de Costus y Manuel Piña fue el 20 de octubre de 1987, con vuelta el 3 de noviembre. El viaje tuvo crucero incluido por el Nilo. Y añade que ‘por esas fechas’ (sin determinar) habían pintado un traje de novia por encargo de Manuel Piña, con angelitos de Enrique Naya en una tanda de volantes y con motivos florales de Juan Carrero en otra tanda.   

   

  

Manuel Piña. Fuente: Getty images

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     Para saber más:

-        Museo Manuel Piña, Casa de los Merino, Centro Cultural Ciega de Manzanares, Carmen 14, 13200, Manzanares, 926614056.

-        GARCÍA, Mª V., SOTO, V y MARTÍNEZ, J.: El estudio del Patrimonio Cultural. Editorial Universitaria Ramón Areces. Madrid. 2017.

-        https://whc.unesco.org/archive/convention-es.pdf

-        Debod EL PAÍS. 

-        ABC, 19 de junio de 1980, página 21.

-        ABC. 30 de noviembre de 1968, página 19.

-        El Egipto de Eduard Toda. Un viaje al coleccionismo del siglo XIX. Del 3 de junio al 5 de octubre de 2025. MAN.

-        https://blasmaesoruizescribano.blogspot.com/2022/11/tutankamon-en-la-residencia-de.html

-        https://blasmaesoruizescribano.blogspot.com/2025/01/tutankamon-en-la-residencia-de.html

-        CARRERO, R.: Juan, Enrique y yo. Mis Costus. Independently published. 2023. 160 páginas.


28-9-2025 8:00      Actualizado 1-10-2025 5:55

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