Cultura y sociedad

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La generación del 27, una generación deportiva.

      

Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías/Biblioteca Lope de Vega

          La generación del 27. Una generación deportiva. Edicición y prólogo de José Antonio Mesa Toré y Alfonso Sánchez. M-R Libros artesanales. Centro cultural de la generación del 27. Málaga. 2003. 62 páginas. ISBN: 84-7785-549-8. Fichado entre 18-20 julio 2023.

 

     Esta es una breve reseña de un libro que hemos leído en el Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías, libro que refleja la relación de los escritores de la generación del 27 con el deporte. El libro gusta desde el primer momento por su aspecto rústico, artesanal, blanco, puro, como de primera lectura.

Buñuel Fuente:ABC., uso personal


     Aunque nacieron con el cine, la práctica de deportes fue otra constante moderna de los componentes de la generación del 27 que ilustra su trayectoria literaria y personal. 

     La actividad física fue algo que se fue introduciendo en las clases medias y altas de la burguesía liberal española desde la creación de la Institución Libre de Enseñanza en 1876 como sistema educativo con tendencias liberales ilustradas de progreso. En su momento, Francisco Giner de los Ríos propuso la práctica de viajes con ejercicio físico como parte de la educación. Estos desplazamientos solían realizarse a la Sierra de Guadarrama, entre Madrid y Segovia, como algo nuevo y complicado. Los medios de transporte, los caminos y carreteras eran obstáculos que había que superar, lo que constituía un aliciente más. Y, en definitiva, les permitía conocer y relacionarse con los habitantes de esas zonas que arrastraban atrasos de todo tipo, en una tierra de nueva frontera para la conquista cultural. Giner de los Ríos llegó a tener una residencia en las estribaciones de la sierra citada. 

     Pero no olvidemos a los actores de este libro pequeño y hermoso que practicaron deportes y que, además, lo contaron en sus obras literarias.

Giner de los Ríos. R. A. H.

     Siempre se dijo que hay humanos que son seres híbridos— mitad pez, mitad humanos—, que reman porque no pueden ser sirena o tritón. A Pedro Salinas le gustaba remar en Torrevieja cuando no había chiringuitos en la playa.

    Buñuel trasmitió la virilidad en la generación del 27, papel que luego pudo adquirir Ignacio Sánchez Mejías. Hombres de una pieza que lo mismo boxeaban que jugaban al polo, mientras bebían y fumaban, sin ton ni son.

Ignacio Sánchez Mejías. Imanol Sánchez

     De Concha Méndez se decía que ganaba campeonatos de natación o que cuando nevaba se deslizaba por las laderas de la Sierra de Guadarrama.

     Salvador Dalí hizo el servicio militar y, según contó a Federico García Lorca, practicaba dos deportes, atletismo y boxeo. Gerardo Diego contaba en su antología que Josefina de la Torre jugaba al tenis, deporte que también practicaba García Lorca, pero que le producía el mismo aburrimiento que el billar.

     Alberti iba a las carreras de caballos cuando sufrió un contratiempo de su enfermedad pulmonar que le llevó a pasar temporadas en Guadarrama. Su enfermedad le convirtió en literato cuando pensaba que iba a ser pintor. 

     Era una generación feliz, lúdica y vitalista que dejó joyas literarias como las que a continuación reseñamos y que el libro muestra. Son varios, puede que olvidemos a algunos, como la Elegía a un guardameta de Miguel Hernández o algún otro más. Haremos una selección de cinco autores amantes de la actividad deportiva:

Fernando Villalón. ABC

     Empezamos con Fernando Villalón, poeta, mago y ganadero que dedicó un poema al ciclismo y sus practicantes.

     ¿Sobre qué corcel cabalgas,

mozo del jersey grana...?

Que el aire que hiendes queda 

asombrado de tu audacia

Mozo del calzón prendido

el de la curvada espalda,

el de las muñecas rígidas, 

el de la testa en maraña.

     Durante su estancia en Tudanca, Alberti terminó Sobre los ángeles, pero compartió con José María de Cossió y Gerardo Diego la afición por el nuevo deporte de moda, el fútbol. El 20 de mayo de 1928 se disputó en el Sardinero el partido final de Copa entre el Barcelona y la Real Sociedad, partido de la más alta competencia, con espectadores de postín como Carlos Gardel. La actuación del guardameta húngaro azulgrana fue tan portentosa que inspiró a Alberti una oda que luego

Platko. Fuente: Picryl

apareció en el poemario Cal y Canto. Poema que el portuense dedicó a José Samitier, capitán del equipo de Barcelona:

     Nadie se olvida, Platko,

no, nadie, nadie, nadie,

oso rubio de Hungría.

     Ni el mar,

que frente a ti saltaba sin  poder defenderte.

Ni la lluvia. Ni el viento, que era el que más regía.

     Ni el mar, ni el viento, Platko,

rubio Platko de sangre,

guardameta en el polvo,

pararrayos.

     Concha Méndez había practicado varios deportes, pero se lució hablando de cómo vivió su visita a un estadio, donde nos muestra una mujer moderna como líder de un grupo de deportistas:

     Morena de luna vengo,

teñida de yodo y sal.

Allá quedó el mar de plata,

sus barcas y su arenal.

     En el Estadio me entreno

al disco y la jabalina.

Al verme jugar, sonríen

las aguas de la piscina.

     

Concha Méndez. Wikipedia

     La nadadora, el nadador, las nadadoras y nadadores han sido fuente de inspiración poética. Alberti recorría el Sena, el Támesis y el Tíber luchando entre el mar, la playa y el viento en su poema Nadadora, incluido en el poemario citado, Cal y canto. Salinas evocaba la navegación nocturna en el poemario Razón de amor con Nadadora de noche.

     Es Jorge Guillén quien brilla al contar/cantar la música de las nadadoras inglesas de Wellesley un 21 de marzo en el poemario Maremagnum:

     

Acordes al compás,
–Una música suena desde un mármol de orilla–
Los dos grupos de nadadoras
Desenvuelven figuras de salud,
Y como respondiendo al más
Sutil laúd
Posible sobrepasan –de un orden servidoras–
A la nunca sencilla
Naturaleza,
Ignorante del ritmo prodigioso
Donde empieza
–Cuna, taller y coso–
El ímpetu que asciende a esta belleza
Del movimiento exacto:
Regocijo del músculo obediente,
Qué gozo en el contacto,
Qué noble libertad por su corriente,
Piel todavía flor,
Carne que ya es amor,
Muchachas que son música en la mano
De nuestra primavera.
Las nadadoras, frente al sumo arcano,
Dirigen la armonía de la Esfera,
Maravillada por el cuerpo humano.
Las nuevas secciones de deportes 


      La poesía de Gerardo Diego, como ejemplo final, canta, cómo no, los deportes; los nuevos, los clásicos. Canta al balón de fútbol, canta al salto de trampolín, pero a nosotros nos gusta su gusto por las regatas del mar Cantábrico que las cuenta desde su niñez con ojos de novelas de aventuras de piratas, mientras se hace mayor. Los cántabros, sirenas o tritones, quieren dominar el mar, aunque tenga un peligro mortal:

Regatas, blancas regatas
de mi niñez novelera.
Abordajes de piratas
sobre la mar marinera.
Diminuto espectador
que con los ojos abiertos
vuelas en tu mirador
a otras playas y otros puertos,
persiguiendo desde el muro
las paralelas estelas,
sagitario del maduro
arco tenso de las velas.

A la marina ruleta
apuestas tu corazón
por el del aspa violeta
en el blanco grimpolón.
Aquel que pilota un hombre
con un ancla en el jersey,
el que lleva sobre el nombre
una corona de rey.

Espectador, no ha lugar
a que goces tus novelas.
Ya no es tiempo y en la mar
agonizan las estelas.

Deja que juegue —y que ría
la frivolidad naval.
Tu vida será algún día
una regata mortal.

Trainera en Santander

 

Margarita Xirgu en Pino Montano

     

Margarita Xirgu en Pino Montano 1916

       No se sabe qué fue antes. Sí el gusto por la escenografía taurina que la Xirgu tenía, o la admiración que los "Gallos" tenían por la eximia actriz.

     En la primavera de 1916 se encontraba en Sevilla actuando con su compañía cuando Margarita Xirgu recibió la visita de los hermanos Álvarez Quintero. Le ofrecieron una versión de la Marianela galdosiana que se estrenaría en otoño en el teatro de la Princesa madrileño. 

     Durante su estancia sevillana fue agasajada por Rafael y José Gómez, los Gallos, en su residencia de Pino Montano. Un año antes había conocido, según contaba la conocida actriz, a Ignacio Sánchez Mejías, que había contraído matrimonio con la hermana pequeña de estos toreros. 

     La afición teatral de los hermanos Gómez Ortega, la afición taurina de la Xirgu, nos muestra las interacciones que hace un siglo existían entre distintas aficiones, pasiones o artes. La famosa actriz sintió la muerte de Joselito en 1920. Pero su pasión por el mundo taurino y su componente escenográfico al aire libre perduró, como se muestra en la fotografía de 1946 con Juan Belmonte en una finca de Lima.

Margarita Xirgu y Juan Belmonte 1946 Lima


No te conoce nadie... Alma ausente-Llanto por Ignacio Sánchez Mejías

 

 


 

 

“No te conoce nadie. No. Pero yo te canto.

Yo canto para luego tu perfil y tu gracia.

La madurez insigne de tu conocimiento.

Tu apetencia de muerte y el gusto de su boca.”

(Alma ausente, Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, Federico García Lorca)

 

     No, nadie nos recordará

     Seremos un vago recuerdo, un pasado, una rémora. Nada, apenas una parte, tan solo un fragmento. 

     Cuando seamos un vaporoso y tenue silencio.

     No, nadie nos recordará.

     Cuando estorbemos, cuando sobremos, cuando seamos olvidados. Nuestras torpezas, nuestras desidias, sin nada apreciable. Nosotros mismos. Sin honor, ni dignidad, sin premio.

     No, nadie pensará en la realidad que fuimos.

     No, nadie nos recordará.

     Ni los tibios surcos de la frente, ni los demacrados ojos, cuévanos visibles de nuestra antigua prestancia, nada valdrán. Acabados los huesos, inflamados, desgastados, nada; como diques, como puertos, con el último desmayo. 

     No, nadie nos recordará.

     Pensará que fuimos ficción, un mito, un desengaño.

     Y las manos, los dedos, las uñas. Agarrotadas como aves de corral. Anilladas, ganchudas, pobres; doloridas gavillas retorcidas. Volverán, crecerán con la coraza monstruosa y maestra del tiempo pasado. Sin dolor, sin pesar, sin memoria. Huesos de monda serán.

    No, nadie nos recordará. 

     Polvo y ceniza aventado; céfiro fútil y fatuo a quien olvidar.

     Podría haber perdido una pierna, podría vivir sin cuidado. Una vida, un reparo. Pero no. No quería muleta, ni apoyo, ni bastón, ni cayado. Un cuerpo entero, un imposible acabado. 

     No, nadie nos recordará.

     La vida será un sinsentido, un desconocimiento, una madurez incompleta. No es vida, era muerte. Y prefirió su sabor a almendras amargas, al regusto de labios torcidos, a lenguas reventadas. 

   Y descansó sobre la piedra blanca; tras los espasmos finales arrebatados. Tras el Gólgota agonístico. Tras el ruedo final.

    No, nadie nos recordará. 

     Solamente el poeta, quien elegante, gime palabras áureas llevadas por los suaves paisajes que flotan al ritmo de los primeros vientos de la humanidad. 



La Residencia de Estudiantes en la calle Pinar. Los altos del Hipódromo

 

    

 

     

Residencia de Estudiantes. Wikipedia

     
“Querido Castillejo: Dividiré mi carta en dos partes: Residencia y Patronato… 
     Residencia. Anteayer (7 de julio de 1913) conseguí, después de muchos esfuerzos, que se firmase la orden de deslinde y amojonamiento de los terrenos del Hipódromo. Ahora falta que Velázquez no la haga dormir… que Gato no ponga mala voluntad… yo trataré de enternecerle el corazón…(para)… autorizándonos para construir en dicho terreno… El ministro sigue blandito y según dice embobado con la Residencia, y de eso aprovecharé yo mañana para hacerle una visita… Alba, a quien he escrito dando todos los datos… me contesta por medio de Guillén que lo tomará con interés[1]…”

     La Residencia de Estudiantes iniciaba en esos momentos el proceso para su traslado de la calle Fortuny a la calle Pinar, en los Altos del Hipódromo, que después serían denominados por Juan Ramón Jiménez “La colina de los chopos”.

      La carta del director de la Residencia de Estudiantes nos habla del arquitecto Ricardo Velázquez Bosco[2] (1843-1923), presidente de la Junta Facultativa de Construcciones Civiles y próximo a Giner de los Ríos, colaborando en el boletín de la Institución Libre de Enseñanza. Trabajó como delineante y dibujante en la restauración de la Catedral de León. Fue autor del Palacio de Velázquez y el Palacio de Cristal en el Parque del Retiro de Madrid (1883), actualmente área expositiva del Reina Sofía; estuvo detrás de la restauración de Santa Cristina de Lena; realizó la intervención definitiva del Monasterio de la Rábida, en las vísperas de las celebraciones colombinas y que luego sería el cobijo de los frescos de Vázquez Mella. A partir de 1892 se le sitúa restaurando la Mezquita de Córdoba, en el redescubrimiento de Medina Azahara entre 1909 y 1923, en la recuperación global del entorno de la Alhambra y el Palacio de Carlos V, etcétera. Entre sus continuadores y discípulos, Torres Balbás y Flórez, uno de los arquitectos de la Residencia de Estudiantes.

     Carlos Gato Soldevilla[3] (1879-1933) fue arquitecto y catedrático de la Escuela de Arquitectura de Madrid, autor, entre otras obras, del efímero Pabellón del Ministerio de Fomento (1907) para la Exposición de Industrias Madrileñas del Retiro. Probablemente, sería uno de los deseados para encargarle la obra en un primer momento.

     El ministro embobado con la Residencia era Joaquín Ruiz Jiménez (1854-1934), breve ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes en el Gobierno de Eduardo Dato, entre febrero y junio de 1913. Ha pasado a la historia por ser el político que más veces ha sido alcalde de Madrid (4) en cortos periodos de tiempo que no superaron los dos años, lo cual no fue óbice para conseguir el ensanche de la calle de Peligros o la terminación de un tramo de la Gran Vía. En lo que respecta al cambio de ubicación de la Residencia de Estudiantes, la memoria de la Junta de Ampliación de Estudios (JAE) de 1912-1913, en sus páginas 330-331, cita que “por Real Orden de 11 de Agosto de 1913, refrendada por el señor ministro Joaquín Ruiz Jiménez, se autoriza la construcción de los edificios de la Residencia de Estudiantes en los terrenos que el Ministerio de Instrucción Pública poseía en los altos de la derecha del Hipódromo”. Joaquín Ruiz Jiménez fue padre del político Joaquín Ruiz-Giménez Cortes[4], ministro de Educación Nacional en la dictadura franquista, caído en desgracia tras los sucesos de 1956 entre miembros universitarios del SEU y estudiantes contrarios al régimen. Alumno de José Castillejo y Fernando de los Ríos, fue profesor de Elías Díaz y Arístides Royo. Fue Defensor del Pueblo entre 1982 y 1986 a propuesta del PSOE por votación casi unánime. Dirigió la tesis de Gregorio Peces-Barba Martínez sobre Maritain.

     La referencia a Guillén como colaborador de Santiago Alba, liberal, antepasado de Lolo Rico y del filósofo Santiago Alba Rico, nos lleva hacia el padre de Jorge Guillén, Julio Guillen Sáez[5] (1867-1950). Diputado, senador y empresario, quien, por las acusaciones de connivencia con el Frente Popular, fue arrestado en los inicios de la guerra civil española, lo que provocó el exilio del poeta Jorge Guillén.

     La Residencia de Estudiantes se convirtió en sus veintiséis años de funcionamiento en el primer centro cultural de España y uno de los focos de creación e intercambio científico y artístico en la Europa de entreguerras[6]. Del epistolario citado se desprende que pretendían crear una institución a imagen y semejanza de los colegios británicos. Su primera ubicación fue en la calle Fortuny 14, edificio que se fue ampliando a los edificios anejos. Tuvo desde el primer momento un edificio dedicado a biblioteca. La biblioteca pasaría al Colegio Mayor Cardenal Cisneros tras la Guerra Civil.

    El traslado a un edificio más amplio para los libros se produce con la llegada a la Residencia de Juan Ramón Jiménez, que ocupará el cuarto 14, que primero había sido biblioteca y tenía ventanas al jardín.

Juan Ramón Jiménez

     En 1915 empieza la etapa en la calle Pinar, tras dos años de obras. Juan Ramón ayudó a organizar la biblioteca. Se alojaba en la Residencia en calidad de huésped, práctica frecuente que permitía a los residentes tratar con intelectuales y artistas. Eso sí, figuró como antiguo alumno de la institución por haber sido discípulo de Giner de los Ríos.

     Estuvo en la institución entre septiembre de 1913 y enero de 1916, momento en que marcha a Estados Unidos para casarse con Zenobia Camprubí. A su vuelta, reside otra vez por dos semanas hasta que se amuebló su nueva casa.

     En la Residencia dieron charlas o comunicaciones Unamuno, Menéndez Pidal, Antonio Machado, Américo Castro, Ortega y Gasset, Marie Curie, Howard Carter, Einstein, Chesterton, Falla y Ravel, entre otros. Y allí estudiaron Buñuel, Lorca, Dalí y Pepín Bello, por ejemplo.

     El nuevo edificio de la calle Pinar se construyó, como decíamos, en el llamado Cerro del Viento o del aire, en los altos del Hipódromo, que Juan Ramón rebautizó como la Colina de los Chopos. Fueron 3.000 y él ayudo en su plantación. Diseñó también los jardines del Patio de las Adelfas, conocido como el Jardín de los Poetas, implicándose con visitas diarias hasta su terminación. En las nuevas instalaciones disfrutó de vistas a la sierra. De esa época son estas palabras del poeta:

     “Este Cerro del Viento, cuando eran sólo aquí viento y cerro, esta hoy Colina de los Chopos (que paran el viento con su nutrido oasis y nos lo entretienen humanamente ya), ¡como baja el cenit!... Aquí se puede trabajar a gusto y mucho. Hay un gran silencio…y este rincón de jardín a que da mi cuarto, me lo respetan y nadie viene a sentarse ni a hablar por aquí cerca". La moderna búsqueda horaciana de la vida retirada de Fray Luis de León.

     En Libros de Madrid se incluye la Colina de los Chopos y la dedica a Alberto Jiménez Fraud. Para el poeta, el lugar simbolizaba el compañerismo, el amor, la vida alta y pura[7].

     Por el epistolario citado, reseñado en Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías, sabemos que a Jiménez Fraud, por otra carta enviada a Castillejo en septiembre de 1915, le preocupaba el canalillo que atravesaba los terrenos. Intentaba solventar y ganar terreno con su cubrimiento. El canalillo aprovechaba las aguas sobrantes del abastecimiento de Madrid por el Canal de Isabel II. A los técnicos le pareció costoso. Y en muchísimas fotos de la Residencia aparece el cauce acuático en sus inmediaciones. A partir de 1915 se ocupó de las obras el arquitecto sevillano Francisco Javier de Luque y López, que sustituía al arquitecto Antonio Flórez, institucionista, en las obras de la Residencia.




[1] Cartas de Alberto Jiménez Fraud, director de la Residencia de Estudiantes, a José Castillejo Duarte, secretario de la Junta de Ampliación de Estudios, 9 de julio de 1913, extraída de Epistolario. Alberto Jiménez Fraud. (2017) Residencia de Estudiantes y Fundación Unicaja. Edición de James Valender y otros. Reseñas 23-11-2022 y 1-12-2022 en Biblioteca Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías).

[6] MIGUEL ALONSO, AURORA: (2011) La biblioteca de la Residencia de Estudiantes hasta su incorporación en la Universidad de Madrid (1910-1943). CIAN. Revista de historia de las universidades. Vol. 14, 1.

[7] FERNÁNDEZ BERROCAL, R.: (2007) Guía del Madrid de Juan Ramón Jiménez. Comunidad de Madrid.

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