"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos;... por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”. (Miguel de Cervantes).

Fábula y magnificencia sobre Aretusa, Alfeo y Hércules

                                


                                                                   


    

Aretusa y Alfeo (Wikimedia commons)
     Cuenta Ovidio[i] que el nombre de un profundo manantial sagrado llamado Aretusa se debe a una ninfa cazadora que recorría el norte de Grecia siendo reconocida por su hermosura y virtud. Un día de calor, cansada, encontró unas aguas tranquilas y transparentes en medio de bosques ribereños de ensueño. Se desnudó y entró en las aguas del río deslizando sus brazos entre las ondas, que comenzaron a emitir un rumor que la sobresaltó. Salió de las aguas por la ribera contraria a la que pasó cuando Alfeo, porque así se llamaba el río, empezó a hablarle preguntando a dónde iba, lo que asustó a Aretusa que se dio a la fuga, desnuda, lo que alimentó más el deseo del río. Ella sabía que una cazadora estaba acostumbrada a correr, pero el río era persistente en su camino y persecución. Agotada, Aretusa, imploró la ayuda de Diana que le facilitó una de sus nubes para que pasase desapercibida ante los ojos de Alfeo, que había tomado forma humana mientras gritaba su nombre para encontrarla. Alfeo se paró junto a la nube cuando vio que no podía seguir el rastro de Aretusa y comenzó a mirar la curiosa nebulosa. Dentro de ella, Aretusa tuvo un sudor frío que resbaló por sus pies y en sus cabellos se condensó un rocío, dando comienzo a su conversión en caudal acuático. Alfeo reconoció en las aguas a Aretusa y abandonó la figura humana para mezclar sus aguas con las nuevas de la ninfa. Diana, la diosa cazadora, rompió la tierra dirigiendo las aguas de la náyade Aretusa por caminos subterráneos en dirección a Ortigia, por donde, desde entonces, mana como un manantial.

     En la época de Rameau y Lully, André Campra, hacia 1701, compuso una ópera ballet con el nombre de Arethusa o la venganza del amor, basado en el mito del manantial y río.

Hércules desvía el cauce del río Alfeo-Zurbarán (Wikimedia commons)

  

   Cuenta otra leyenda que uno de los trabajos de Hércules consistió en desviar las aguas de los ríos Alfeo y Peneo hacia los establos de los rebaños de Augias, rey de Élide, porque acumulaba mucho estiércol que privaba a los campos de abono y fertilidad. Hércules rompió la pared de los establos y consiguió que las aguas pasaran por allí. Los establos se limpiaron y las tierras volvieron a ser fértiles. Otros dicen que era tanta la suciedad de los establos que contaminaban la región e impedían el desarrollo de la ganadería.

Maíno_La recuperación de Bahía (Museo del Prado, detalle, uso personal)

     Zurbarán, en la década de 1630, pintó este trabajo dentro del encargo sobre Hércules que recibió de la Monarquía Hispánica para el Salón de Reinos que pretendía incidir en el carácter poderoso del gobernante que está pendiente de sus súbditos. Clemencia, poder y magnificencia se aunaban en el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro para sorprender a los visitantes extranjeros. A toda esta grandeza se añadía la colocación de los cuadros del Salón a una altura de 1,40 metros. Altura que obligaba al visitante a un esfuerzo adicional para ver en toda su extensión la serie de Hércules de Zurbarán, La recuperación de Bahía de Maíno, donde el centro de la escena no son los poderosos sino la atención a los heridos, y/o La rendición de Breda de Velázquez.

La rencdición de Breda_Veláquez (Pycril)

     Hace unos meses, en la primavera de 2022, el Museo del Prado colocó a esa altura, en la sala 9 A, varios de los cuadros que estuvieron en su momento en el Salón de Reinos para que los visitantes pudiéramos apreciar el efecto sobre la vista y las cervicales.

     Volviendo a Aretusa y Alfeo, hace poco más de cien años, un joven Gerardo Diego encontró en la Biblioteca de la santanderina Menéndez Pelayo una poesía sobre la fábula de Alfeo y Aretusa con algunas hojas rotas, enmiendas y tachaduras, que mostraban un poema del siglo de oro en fase de elaboración. Supo apreciar su calidad, copió el poema, que según parece desapareció en 1921, y elaboró un artículo o estudio que nunca publicó, pero que situaba al autor en el periodo de las Soledades gongorinas.

Gerardo Diego. Wikimedia Commons.


     En 2012, con la ayuda de la Fundación Gerardo Diego y la hija del escritor, Elena Diego, una de las expertas en el descubridor de la poesía, Rosa Navarro Durán, defendió que la autoría del poema del siglo XVII era obra de Pedro Soto de Rojas[ii], discípulo de Góngora. Se da la casualidad de que, entre los poetas del Siglo de Oro a los que prestaba atención Gerardo Diego, uno era este Pedro Soto de Rojas, a quien dedicó su vanguardista Fábula de Equis y Zeda.

 

     Para saber más:

       Para ambientarse en el siglo de Oro, la serie de novelas de Arturo Pérez Reverte sobre el Capitán Alatriste. Muy entretenidas. José Calvo Poyato tiene una novela interesante sobre esa época, Los galeones del Rey.

       Los hispanistas británicos Elliot, Brown y Parker para historia y arte del siglo de oro, cualquiera de sus obras. Españoles: Martínez Shaw, Luis Antonio Ribot, Alicia Cámara, Diana Carrío, entre otros muchos.

Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías. (BMRE)
       Sobre el papel de Gerardo Diego en la generación del 27: Sus obras y artículos son muy extensos. Además de las antologías del 27, de Gerardo Diego hay editadas las obras completas en poesía y prosa. Yo he consultado las depositadas en el Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías. Y Gerardo Diego, como uno de los grandes poetas del 27, tocaba muchos espacios y tiempos culturales.

— Para ver pintura del siglo de oro: Museo del Prado, Museo de Bellas Artes de Sevilla, Museo de Bellas Artes de Bilbao. Otros: En el Museo provincial de Cádiz, por ejemplo, están los zurbaranes de La Cartuja de Jerez. Hay más…

 

       A Carmen y Lola, por esperar.



[i] OVIDIO.: Metamorfosis. Bruguera Libro Clásico. Barcelona. 1984. Introducción, traducción y notas de Antonio Ruiz de Elvira. Para la fábula de Aretusa y Alfeo, canto V, páginas 158-161.

[ii] Granada, 1584-1658.

 

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