"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos;... por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”. (Miguel de Cervantes).

Lágrimas en la lluvia y el moderno Prometeo

Cuando vi por primera vez Blade Runner, no percibí sensaciones que he ido apreciando con los años. En la película, en un futuro distópico, 2019, ahora, un cazador de recompensas buscaba una serie de robots tan evolucionados que parecían humanos. Los Nexus 6 eran replicantes tan perfectos que para descubrirlos eran sometidos a test de empatía o, tal vez, de ‘inteligencia emocional’ para que sus investigadores advirtieran comportamientos alejados de los humanos. Una vida que no era superior a cuatro años. En la película, seis replicantes se fugan en busca de su creador. Son creaciones prototipo de la biotecnología más avanzada, a las que el autor de la película dota de sentimientos semejantes a los humanos. Por el contrario, el cazador de recompensas es un humano con emociones y sentimientos escasos o muy controlados. Durante muchos años se ha debatido si era también un replicante. Podría ser amoral, podría…

El creador de los replicantes se siente abrumado por sus creaciones y las evoluciones posteriores. Es el doctor Frankenstein de Mary Shelley, que está perturbado por la creación del monstruo, que busca remedios a su desdicha, a su castigo, por querer ser como un dios moderno. Por esta razón, la inmortal obra de Mary Shelley, se titula Frankenstein o el moderno Prometeo.

En 1818, la conciencia humana se planteaba ya los límites del progreso humano, de las creaciones distintas, de lo abominable creado por los humanos, de los resultados de los experimentos científicos y de los excesos de la revolución industrial que con escasa protección de los obreros se desarrollaba en las islas británicas desde mediados del siglo XVIII.

Prometeo, titán inmortal, fue condenado a que su hígado fuera devorado por un águila todos los días. Como era inmortal, durante la noche, el órgano era regenerado, por lo que, al día siguiente, el águila volvía a consumir su hígado. Zeus le castigó por dar propiedades de los dioses a los humanos.

Al final de Blade Runner, como al final de Frankenstein, el replicante o la criatura muestra rasgos humanos o empatiza con ellos. Así, el monólogo final del replicante:
“Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.”*

Y el final, similar, de la novela de Shelley:
“Pronto se extinguirá el fuego que me atormenta. Ascenderé, triunfante, a mi pira y exultaré de júbilo en la tortura de las llamas. Lentamente su brillo se irá apagando y el viento esparcirá mis cenizas por el mar."**
Ambos tienen conciencia de su final, ambos saben del mal que han visto o causado. Su corto período de vida, el provecho que han intentado sacar de esa fugacidad y el reconocimiento de su caducidad, les hace fieramente humanos. Al final serán cenizas, o lágrimas en la lluvia.

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*SCOTT, R.: Blade Runner. Película Americana estrenada en 1982. Actores: Harrison Ford, Rutger Hauer, Sean Young, Edward James Olmos, M. Emmet Walsh, Daryl Hannah, William Sanderson, Brion James, Joe Turkel y Joanna Cassidy. Traducción del doblaje en español.

**SHELLEY, M.: Frankenstein o el moderno Prometeo. Unidad Editorial, Madrid, 1999. Página 239. Traducción de Manuel Serrat Crespo. En la edición que poseo dice ‘esparcerá’, un error de imprenta. Espero.

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