"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos;... por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”. (Miguel de Cervantes).

#Septiembre: procaína, visiones y lectura.



     - ¿Son ustedes los padres?
     - Si. ¿Qué ocurre?
     - ¿Tomaba alguna medicación especial? ¿Saben sí toma alguna droga?
     - No, que va. Hace mucho deporte y se pasa el día leyendo. ¡Dígame la verdad! ¿Qué está pasando?
     - Su hijo tiene convulsiones en la mesa de operaciones. ¿Hay algún dato que no hayan mencionado?
     - Es una operación de hernia en la ingle. Le dijimos al doctor… que era alérgico a la procaína y…
    - ¡La anestesia!
     El facultativo se marchó a toda prisa.
     Fue un septiembre dulzón con olores de vendimia y melones maduros. El calor se había retrasado abochornando las tardes cercanas al equinoccio.
     La procaína es un anestésico local de corta duración de acción. Bloquea tanto la iniciación como la conducción de los impulsos nerviosos mediante la disminución de la permeabilidad de la membrana neuronal a los iones sodio y de esta manera la estabiliza reversiblemente. Dicha acción inhibe la fase de despolarización de la membrana neuronal, dando lugar a que el potencial de acción se propague de manera insuficiente y al consiguiente bloqueo de la conducción. Su acción es rápida y de poca duración.
    Las reacciones adversas que puede producir, en determinados casos, son excitación, agitación, mareos, tinnitus, visión borrosa, náuseas, vómitos, temblores y convulsiones. Entumecimiento de la lengua. Somnolencia, depresión respiratoria, coma, depresión miocárdica, hipotensión, bradicardia, arritmia y parada cardiaca; reacciones alérgicas[i].
   Álvaro convulsionaba en la mesa de operaciones del quirófano. Cuando despertó de la operación, notaba como su cuerpo se agitaba sin control. Nunca supo qué determinación tomaron los anestesistas y cirujanos.  El pijama con el que había entrado a pie en la sala de operaciones estaba manchado de rojo. En el vientre comenzó a notar, con el paso de las horas, un dolor en la zona inguinal semejante a una enorme pinza que te presiona cerca de los testículos. Cuando se intentó incorporar, tuvo mareos y nauseas.
     En 1979, tras la aprobación de la constitución de 1978, había un estado nuevo por reformar. La necesidad, y la falta, de desarrollo de unos servicios básicos sanitarios hacía que mucha gente siguiera utilizando los hospitales privados de las aseguradoras. Sus padres habían informado de la alergia que padecía, pero algo había fallado entre el aviso dado al cirujano y la posterior actuación del anestesista. La operación se realizaba en…, en la madrileña calle... Recordaba que sus padres, después, dijeron que mientras se solucionaba el tránsito de las convulsiones, los hermanos de su abuela… lloraban en la sala de espera del hospital de forma desconsolada y nerviosa.
     Durante la convalecencia de la operación, comenzó a recibir visitas. Álvaro recordaba tres.
     Influido por la anestesia y los efectos de las convulsiones, recuerda una visión de mujeres muy bellas en el momento en que comenzó a despertar. Como si hubiera recibido una droga maravillosa hasta los médicos parecían las mujeres más bellas de la Tierra. Cuando pasó el efecto, comprobó que era irreal o la belleza había abandonado el hospital.
     Al día siguiente recibió, rememoraba, la visita de su padrino, el tío …, que era…, aunque él creía que era el sumo hacedor del mundo. Su poder residía en los decibelios de sus voces. Nada más pernicioso en un humano que cuando intenta que le comprendan dando voces. Álvaro estaba todavía algo mareado, con dolores abdominales naturales a una intervención quirúrgica, con un malestar generalizado y soportó como pudo esas voces, que se acallaron, cuando entró un celador y conminó a mantener la discusión en otro tono. Deseo que lo hubieran echado. Por maleducado. Años más tarde le comentaron el caso de un enfermo de Alzheimer que los dos últimos años estuvo voceando. Las voces, excepcionalmente, como efecto de una enfermedad.
     Durante la primavera había comprado con sus ahorros, editado por Austral, el Quijote en la librería. Se sentaba por las tardes en un balcón donde leía y releía las páginas con las aventuras de Quijote y Sancho junto a las digresiones o historias que acompañaban el hilo principal.
     Leyó su primer Quijote con seis años. Sus primeras lecturas fueron un Don Quijote de la Mancha ilustrado y una Biblia de Nácar Colunga editado en papel que recordaba a un misal preconciliar. Nunca gustó de cómics ni tebeos.
     En la semana que estuvo en el hospital por las revisiones, para saber el posible efecto adverso de la operación, recibió la visita de su tía …, casada con su padrino. Se presentó con dos libros. Era una mujer con una cultura superior a su esposo. Antes nunca nada recibió y puede que, después, nunca recibiera nada. Al año siguiente comenzaron a separarse y luego se divorciaron. Fue el día del obsequio maravilloso. Llevó como regalo El cardenal de Henry Morton Robinson, un superventas editado por Planeta, y Cuentos de Julio Cortázar, editado por Alianza Editorial. Cortázar fue un descubrimiento. Le divirtió y le hizo pensar. Siempre comentaba el relato angustioso del pulóver que se atascaba cuando se vestía[ii], cuyo final no revelaba. Los libros hicieron trascurrir la semana en un suspiro, le hizo vivir otras vidas, crear otros mundos, introducir pensamientos que hicieran olvidar el mal trago de la anestesia en la operación. Revivió. Fue una cura especial.
     La lectura, con los años y la costumbre, colaboró en la formación de su pensamiento. Casi todas las novelas, como los poemas, como las obras de teatro tenían un principio o un origen. Tenían un desarrollo que podía ser lineal, bifurcarse o tomar forma de meandros, ir hacia delante o volver atrás, tomar vida, crear posibilidades infinitas. Cuando llegaban a su fin, podían acabar o quedar abierto su fin. Podían terminar como un estuario de agua dulce precipitado en el mar o como un delta en época de lluvias, barroco y cadencioso. Los finales abiertos incitaban a la continuación, pero también, tal vez, el autor, pretendía que el lector pergeñara cómo seguir. Las múltiples posibilidades forjaron una mayor amplitud de miras y Álvaro fue consciente que todo o nada estaba escrito y que todo o nada podía estar predicho.
     Lo leyó en un libro.
   

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