¿Cuándo empezó? No lo sé. No fui consciente. Pronto, como una casualidad, comenzaron a decir: Te lo cuento en dos minutos. ¿O fue en veinte segundos?. Me dio cierto mareo. Conocimiento rápido y sencillo. Y todo era así:
Te explicamos, la
teoría de la relatividad, en dos minutos.
La transición española a la democracia, en dos
minutos. Te lo explicamos.
En dos minutos,
te lo explicamos: La revolución de los claveles.
Santiago Ramón y
Cajal, que es uno, en dos minutos. Te lo explicamos.
Te explicamos la
crisis financiera en dos minutos…
Tiene mérito.
Condensar o comprimir temas de enjundia en un
tiempo mínimo para atraer a un público que no le interesa casi nada esos
asuntos, tiene mérito. Cada cierto tiempo, con motivo de una noticia
impactante, que se remite a un hecho anterior relevante, o bien, para
contextualizar el impacto de una noticia, nos ofrecen un resumen de un hecho
histórico, un descubrimiento científico, o una explicación de las razones
económicas de determinado proceso. Junto a infografías claras y de gran
belleza, se coloca un enlace: Te lo explicamos…
Ayer me senté frente
al televisor. Lo encendí. En un canal necesitaban varias horas para explicar la
vida de unas personas que no conocía. En otro canal, iban por el capítulo casi
milenario donde el amor era eterno. Había dos canales con series turcas durante
horas. Y en otros repetían, casi a fuego lento, la vida de una comunidad de
vecinos. Es admirable que ciertos temas atraigan al común de los mortales y no
importe ni el tiempo ni el espacio.
“Diez Minutos”[i],
una revista de crónica social o rosa, no creo que haya pensado cambiar su
nombre a “Dos minutos” para informar sobre Isabel Pantoja. Es el ocio, el
derecho al ocio. Cada uno elige el que más le gusta. ¿Y qué hacemos?
Hay veces que ser
tan ameno y breve puede banalizar el mensaje. Pero ser largo y tedioso, mucho
más
Estoy haciendo,
aunque no lo parezca, un elogio a lo breve. En el idioma, la economía del
lenguaje y la capacidad de expresar algo con el mínimo de palabras no debe
confundirse con la banalidad ni el mal uso o deterioro del idioma.
Hoy he leído un tuit
de una empresa de restauración que decía “estaréis tan art@s como yo”.
Informando brevemente sobre restauración patrimonial, se le olvidó restaurar la
h de hartas, patrimonio inmaterial de nuestra cultura, el lenguaje.
Todos admiramos a
Monterroso. Su dinosaurio se utiliza para todo. Incluso para equivocarse. Oí a
un político decir que era el dinosaurio el que se despertaba. A veces pienso
que los únicos textos que crecen son los menús de los restaurantes. Utilizando
al dinosaurio, otra vez, en vano:
‘Sellado pectoral
de dinosaurio evolucionado’ por
‘Pechuga de pollo
a la plancha’
El fin de semana
produce estos escritos ligeros, fútiles y evanescentes. El pretexto era otro. Era escribir
un soneto que sonara a soneto, pero de principiante. Y en el día de San Ramón
Nonato hacer un soneto que suene a otros sonetos:
Soneto suena soneto.
“Un Soneto me
manda hacer Violante[ii]”,
¿Violante? Que es de Lope, ¡so mostrenco!
Prueba, si puedes, en otro intento,
Ruega que no te llame ¡botarate!
“Yo te untaré mis
obras con tocino[iii]”,
¿Copias a Quevedo? ¿plagias? ¡despierta!,
Recuerda que ya estás atascado.
“Mientras por
competir con tu cabello[iv]”.
¿A don Luis Góngora requiebras, zote?,
Mira a tu alrededor que estás pasmado,
Piensa que la
rima fácil no brota,
Ni el verso sale deprisa, corriendo,
Pues la gracia, con rima, si se nota.
Uno se posiciona en redes sociales, blog, y redes profesionales, sin embargo, donde más se visualiza es con uno mismo. Después, con los demás.
[i] www.diezminutos.es . En formato online
existe.
[ii] LOPE DE
VEGA.: ‘Un soneto me manda hacer Violante’. En La Niña de Plata, 1617. Tercer acto. Primer atrevimiento: Ni cien
mil años alcance lograr semejante empeño.
[iii]
QUEVEDO, F.: Poesía Varia. Catedra.
Madrid. 1981. Página 554. Acusa de judío a Góngora. Imposible llegar al ingenio
del señor de la Torre de Juan Abad. ¡Voto a bríos!
[iv] MICO,
J.M. y SILES, J.: Paraíso Cerrado. Poesía
Española de los siglos XVI y XVII. Galaxia Gutenberg. Círculo de lectores.
Barcelona. 2003. Luis de Góngora: ‘Mientras por competir por tu cabello’,
página 303. Culto, refinado, barroco. Lejos de alcanzar la estrella con el
escribano que dirige el cálamo.
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