Contaba Rafael Alberti que, cuando releía la Égloga III de Garcilaso, a su memoria venían tres paisajes o escenas diferentes:
La primera, la habitación en la Residencia de Estudiantes de Federico García Lorca. Una habitación blanca, casi como una celda, o mejor dice jaula, únicamente decorada por un dibujo de Dalí, cercada por flores, árboles, y la sierra de Guadarrama al fondo. Entonaba entre almohadas los versos 225-228 del poema, en medio del gorjeo de los gorriones ocultos en la vegetación cercana:
Todas, con el cabello desparcido,
Lloraban una ninfa delicada (Hacía una pausa Federico…)
Cuya vida mostraba que había sido
Antes de tiempo y casi en flor cortada; … (Otro silencio del poeta granadino).
Una segunda escena se desarrollaba en una sala cuadrada, con olores a barnices y trementinas sobre troncos cortados e impregnados. ¿La duda? El lugar, tal vez un bosque, un río... Es el joven pintor antes escribir ripios. Los rojos, la sangre, inundan el lienzo. Se encuentra cerca de Tintoretto o Tiziano tras pintar La bacanal de los andrios. Es un recuerdo del Prado.
Destas historias tales varïadas
Eran las telas de las cuatro hermanas,
Las cuales con colores matizadas,
Claras las luces, de las sombras vanas…
Una tercera escena le llevaba a un momento de fragor militar, junto a un castillo, en Malpica de Tajo. Un castillo ahora tranquilo por las flores del foso, los cipreses del río y el voznar de los cisnes[1]. Ya no hay arqueros que les ataquen. Tal vez pudo herir a la ninfa que canta Garcilaso:
En el semblante triste, y traían
Cestillos blancos de purpúreas rosas,
Las cuales esparciendo derramaban
sobre una ninfa muerta que lloraba[2].
El Tajo era el río numen de la poesía bucólica y las fábulas clásicas de inspiración castellana e influencia italiana traída por Garcilaso, el poeta y soldado que trajo el itálico modo junto a Boscán. El domingo caminábamos hacia el Museo del Molino Grande de Manzanares y nuestra imaginación volaba a la época en que la madre nueva llevaba agua incluso en el estío. El río es uno de los símbolos del paso de la vida, como la salida y el ocaso del sol diario.
Alberti cuenta, precisamente sobre Garcilaso, que entró en la Orden de Toledo, sobre la que los miembros de la Residencia de Estudiantes hacían pasar por exigente en lo tocante a la admisión. No hubo de ser tanta porque admitieron rápidamente a Alberti, sea por su fama o por amistad. Orden en la que hubo degradaciones como es el caso de Dalí.
Alberti debía vagar la primera noche por las calles toledanas, sin luz apenas, sin transeúntes que le orientaran. Iban a dormir, poco o mucho, a la Posada de la Sangre y de aquí salían en la noche con sábanas utilizadas con fines fantasmagóricos tras un acto poético. Figuras fantasmales que pretendían confundirle. Se dejó llevar. Callejeó sin sentido, buscando el alba, hasta pasar ante un edificio señorial con muros de yedra donde había una losa en la pared con una inscripción que la noche cerrada obligaba a acercarse para leer con la ayuda de un pequeño farolillo:
AQUÍ NACIÓ GARCILASO DE LA VEGA[3]
Unas letras más pequeñas impedían entender bien el texto. Obligaba a forzar la vista. Al final indicaba la fecha, siempre dudosa en su nacimiento: 1503-1536. Alberti sintió el espíritu del poeta toledano que imaginó que bajaba del muro frondoso y le acompañaba persiguiendo el alba.
El portuense dedicó dos poesías a Garcilaso que nosotros recordemos. La primera en Marinero en Tierra, donde se rinde al poeta clásico y quiere ser su escudero, dejando su traje de marinero y destocando su sombrero:
Si Garcilaso volviera
Si Garcilaso volviera,
yo sería su escudero;
que buen caballero era.
Mi traje de marinero
se trocaría en guerrera,
ante el brillar de su acero;
que buen caballero era.
¡Qué dulce oírle, guerrero
al borde de su estribera!
En la mano, mi sombrero;
que buen caballero era.[4]
Años más tarde publicaría la Elegía a Garcilaso en Sermones y moradas. En el recuerdo permanece su lectura a finales de septiembre de 2022 en la edición de Losada que hay en el Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías. Comienza la elegía imaginando que lloran las yedras durante el velatorio de las aguas tristes ante un yelmo sin alma:
Elegía a Garcilaso, (Luna, ¿1501? -1536)
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Alberti incluyó estas dos poesías en un prólogo homenaje en Editorial Pleamar de las Poesías de Garcilaso que publicó en Buenos Aires (1946), según Robert Marrast[6].
La influencia en los poetas del 27 es muy palpable. Salinas tituló una de sus obras cumbre, La voz a ti debida, por un verso de la Égloga III:
Más con la lengua muerta y fría en la boca
Pienso mover la voz a ti debida; …[7]
José María de Cossío decía que la obra de Garcilaso está colmada de alusiones y recuerdos ovidianos. En el caso de la Égloga III se representan tres fábulas: Orfeo y Eurídice, Venus y Adonis, y Apolo y Dafne[8]. Nosotros vemos referencias menos ovidianas en las citas cultas a Apeles y Timantes, famosos pintores de la antigüedad griega.
La fascinación por poetas renacentistas y barrocos fue producto del espejo donde querían mirarse los jóvenes poetas. Poetas que se consagran en el tercer centenario de Góngora, 1927, y que, por ejemplo, hacen números especiales a Fray Luis de León en el número tres-cuatro de Carmen, y que se sienten subyugados por el teatro de Lope de Vega (Lorca, Bergamín, etcétera) o el misticismo de San Juan de la Cruz (Cernuda).
[1] ALBERTI, R.: Imagen primera de… Turner. Madrid.1975. Páginas 149-151.
[2] VEGA, GARCILASO DE LA: Poesías castellanas completas. Edición de E. L. Rivers. Clásicos Castalia. Madrid. 1982. Página 193-208.
[3] ALBERTI, R.: La arboleda perdida. Seix Barral y Círculo de Lectores. Barcelona. 1959 y 1975. Página 197-198.
[4] ALBERTI, R.: Marinero en Tierra, La Amante, El Alba del Alhelí. Edición de Robert Marrast. Clásicos Castalia. Madrid.1982. Páginas 134-135.
[5] ALBERTI, R.: Cal y Canto, Sobre los Ángeles, Sermones y Moradas. Losada. Buenos Aires. 1952. Página 148.
[6] ALBERTI, R.: Marinero en Tierra, La Amante, El Alba del Alhelí. Edición de Robert Marrast. Clásicos Castalia. Madrid.1982. Página 134.
[7] VEGA, GARCILASO DE LA: Obra citada. Página 193.
[8] COSSÍO, J. M.: Fábulas Mitológicas en España. Espasa-Calpe. Madrid. 1952. Páginas 75-80.
Hola, qué buena entrada, me ha hecho recordar a estos dos geniales poetas, Garcilaso y Alberti. Una maravilla sus poemas.
ResponderEliminarUn abrazo. 😊
Gracias. El material que nos legaron hace más fácil el trabajo
EliminarExcelente artículo. Hago un comentario en plan broma: Aunque la habitación de la Residencia de Estudiantes estuviera únicamente decorada por un dibujo de Dalí, no me parece que estuviera desnuda, no. Y con la sierra de Guadarrama al fondo...
ResponderEliminarMe parece preciosa esta observación: "El río es uno de los símbolos del paso de la vida, como la salida y el ocaso del sol diario". igual de bello que imaginar que "lloran las yedras durante el velatorio de las aguas tristes ante un yelmo sin alma".
Gracias por compartir la belleza de la palabra.
Saludos.
Marcos: Gracias por tus palabras. Saludos
EliminarHola, coincido plenamente con el compañero Marcos... Hace unos días escribí una Égloga. Me quedo con el bello verso: "lloran las yedras durante el velatorio de las aguas tristes ante un yelmo sin alma". Un abrazo
ResponderEliminarNuria: Gracias por tus palabras. Un abrazo.
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