"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos;... por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”. (Miguel de Cervantes).

Hermes y Argos Panopte

      Hera estaba celosa de la infidelidad de Zeus. Encargó a Argos Panopte, el gigante de los cien ojos, que vigilara a una bella ternera porque creía que era la ninfa Io que había sido encantada por su esposo para engañarle tras seducir a su amante cubriendo la tierra de una densa y extensa neblina.

      Según Ovidio, la cabeza de Argos estaba rodeada de cien ojos, de los cuales, dos por turno se entregaban al sueño, mientras los demás vigilaban todo el tiempo fuese cual fuese su postura y situación.

      Como Zeus deseaba salvar a la ternera, ordenó a Hermes, el hijo de Maya por otro desliz, que adormeciera a Argos con la música de su caramillo y se presentó bajo el aspecto de un pastor. Argos le pregunta quién ha inventado el bello instrumento que suena tan bien y que lenta y blandamente le induce al sueño, y el descendiente de la atlántida Maya, el Mercurio romano, le cuenta que fue Pan cuando creyendo que tenía sujeta a la Náyade Siringe agarraba, en realidad, unas cañas del pantano porque así lo había solicitado la perseguida a sus hermanas ninfas. Pan suspiró amorosamente las cañas y el viento producido fue semejante a un bello lamento que le hizo declarar que sería la forma de comunicarse con Siringe y utilizó cera para juntar las cañas creando un nuevo arte, la música, que se expresaba con dulces notas.

      Mientras, el panóptico Argos había cerrado todos sus ojos adormecidos por la música y el relato, momento que Hermes aprovechó para cortarle la cabeza al guardián de la ternera que deja de iluminar el entorno con sus múltiples pupilas. Cuando Hera se entera, recoge sus ojos y los coloca en el pavo real al que está consagrada dotándole de un adorno semejante a las estrelladas perlas12.

      En el Museo del Prado la escena de Hermes y Argos es tratada por Velázquez y Rubens desde dos puntos de vista distintos. Velázquez representa el adormecimiento de Argos por Hermes3 en presencia de la ternera como un asunto pastoril, nada mítico, nada violento. Adornará junto con otras tres escenas mitológicas el Salón de los Espejos del Alcázar de Madrid y única superviviente de las cuatro al incendio de 1734.


     
     Argos deja la vigilia y pierde el poder de ver todo a todas horas. Lo que no sabe es que perderá la vida. Y este momento previo a la muerte es el que retrata Rubens, que plasma el prólogo a su decapitación siendo un momento de máxima tensión con la ternera expectante. Este cuadro del pintor flamenco formaba parte de la decoración de la Torre de la Parada, el pabellón de caza cercano al monte del Pardo, a la que el pintor contribuyó4

Mercurio y Argos. Rubens. Museo del Prado. Madrid

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1OVIDIO: Metamorfosis. Bruguera Libro Clásico. Barcelona. 1984 Páginas 29-34

2MARTÍNEZ DE LA TORRE, C., ALEGRE CARVAJAL, E.: Mitología Clásica e Iconografía Cristiana. Editorial Universitaria Ramón Areces. Madrid. 2010. Páginas 77-78

 

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