"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos;... por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”. (Miguel de Cervantes).

Capitanes Intrépidos (1937)

    
     El señorito Harvey es maleducado y consentido. Su padre está siempre ocupado en sus negocios y se despreocupa de su educación que fía a los buenos colegios, el servicio doméstico y la amplitud en la paga mensual. Harvey es amoral, creído y soberbio con el prójimo, al que utiliza para sus fines egoístas, y demostrar su preeminencia social y económica sobre los demás.

      Tras su penúltima irresponsabilidad, su padre se lo lleva en un viaje trasatlántico en una cómoda embarcación donde el menor no deja de avasallar a los demás. El ejercicio de prepotencia termina quemando al prepotente que cae a las frías aguas oceánicas donde es rescatado por un marinero portugués enrolado en un pesquero de bacalao de Gloucester.
      La falta de empatía emocional de Harvey choca contra la dura vida del pesquero de altura donde todo está sometido a una rutina, un orden y un ejercicio de responsabilidad compartida entre todos sus tripulantes.   Durante los tres meses que dura la campaña del pesquero asistirá a un mundo desconocido donde se forjará un nuevo espíritu basado en el esfuerzo, el compañerismo y la solidaridad. Y, sobre todo, en apreciar el valor de las cosas sencillas, su servicio y utilidad. Que es necesario para tomar la sopa que ayude a tirar la basura de los desperdicios del barco, y que lo debe hacer conociendo la dirección del viento para que no le devuelva las tripas fermentadas de la basura.
      Harvey necesitaba cariño, ese que él no demostraba hacia ninguno de sus semejantes, porque lo desconocía y porque pensaba que se compraba todo con unas monedas. Aprende que existe sin más. Y sin más coste que la reciprocidad emocional y el respeto hacia los demás.
      Esa labor emocional deberá ser comprendida también por su padre, que, al ver como Harvey se ha transformado con la vida en el pesquero, teme perder el único cariño familiar que tenía, su hijo. Es una formación y aprendizaje compartido. Moralizante. Como todas las historias primigenias, como todos los caminos originales. Con cierta predestinación dentro del claro instinto reformador.

      “Capitanes intrépidos” fue dirigida por Victor Fleming en 19371 adaptando la novela homónima de Rudyard Kipling2. Manuel rescata a un peculiar “Jonás” al que enseña a pescar al volantín con respeto y responsabilidad. Harvey fue interpretado por la estrella infantil Freddie Bartholomew, y Manuel, el pescador preceptor, por Spencer Tracy, oscar al mejor actor por este papel. En el reparto, entre otros, destacan Lionel Barrymore (capitán del pesquero), Melvyn Douglas (padre), Mickey Rooney (hijo del capitán) y John Carradine (pescador). Las escenas cotidianas del pesquero son presentadas casi como un documental. El aprendizaje, el compañerismo y la forja de la responsabilidad es relatado como algo natural de la escuela que representa la vida. Manuel es un docente atípico, distinto al Aristóteles de Alejando Magno, o al Guillermo de Baskerville de Adso en “El nombre de la rosa”. Manuel es un preceptor de espíritu, de moralidad, compañerismo y valoración de los semejantes. Con la pesca, con sus artes, rescata al náufrago 'pescadito' de las procelosas aguas de la insensibilidad y le enseña a navegar por el mundo.


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2KIPLING, R.: Capitanes Intrépidos. Publicada en 1896 en época victoriana. Hay múltiples ediciones. Anaya S. A. y Círculo de Lectores. Barcelona. 1999. 216 páginas. Selección de Luis Alberto de Cuenca.

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