El
señorito Harvey es maleducado y consentido. Su padre está siempre
ocupado en sus negocios y se despreocupa de su educación que fía a
los buenos colegios, el servicio doméstico y la amplitud en la paga
mensual. Harvey es amoral, creído y soberbio con el prójimo, al que
utiliza para sus fines egoístas, y demostrar su preeminencia social
y económica sobre los demás.
Tras
su penúltima irresponsabilidad, su padre se lo lleva en un viaje
trasatlántico en una cómoda embarcación donde el menor no deja de
avasallar a los demás. El ejercicio de prepotencia termina quemando
al prepotente que cae a las frías aguas oceánicas donde es
rescatado por un marinero portugués enrolado en un pesquero de
bacalao de Gloucester.
La
falta de empatía emocional de Harvey choca contra la dura vida del
pesquero de altura donde todo está sometido a una rutina, un orden y
un ejercicio de responsabilidad compartida entre todos sus
tripulantes. Durante los tres meses que dura la campaña del pesquero
asistirá a un mundo desconocido donde se forjará un nuevo espíritu
basado en el esfuerzo, el compañerismo y la solidaridad. Y, sobre
todo, en apreciar el valor de las cosas sencillas, su servicio y
utilidad. Que es necesario para tomar la sopa que ayude a tirar la
basura de los desperdicios del barco, y que lo debe hacer conociendo
la dirección del viento para que no le devuelva las tripas
fermentadas de la basura.
Harvey
necesitaba cariño, ese que él no demostraba hacia ninguno de sus
semejantes, porque lo desconocía y porque pensaba que se compraba
todo con unas monedas. Aprende que existe sin más. Y sin más coste
que la reciprocidad emocional y el respeto hacia los demás.
Esa
labor emocional deberá ser comprendida también por su padre, que,
al ver como Harvey se ha transformado con la vida en el pesquero,
teme perder el único cariño familiar que tenía, su hijo. Es una
formación y aprendizaje compartido. Moralizante. Como todas las
historias primigenias, como todos los caminos originales. Con cierta
predestinación dentro del claro instinto reformador.
“Capitanes
intrépidos” fue dirigida por Victor Fleming en 19371
adaptando la novela homónima de Rudyard Kipling2.
Manuel rescata a un peculiar “Jonás” al que enseña a pescar
al volantín con respeto y responsabilidad. Harvey fue interpretado
por la estrella infantil Freddie Bartholomew, y Manuel, el pescador
preceptor, por Spencer Tracy, oscar al mejor actor por este papel. En
el reparto, entre otros, destacan Lionel Barrymore (capitán del
pesquero), Melvyn Douglas (padre), Mickey Rooney (hijo del capitán)
y John Carradine (pescador). Las escenas cotidianas del pesquero son
presentadas casi como un documental. El aprendizaje, el compañerismo
y la forja de la responsabilidad es relatado como algo natural de la
escuela que representa la vida. Manuel es un docente atípico,
distinto al Aristóteles de Alejando Magno, o al Guillermo de
Baskerville de Adso en “El nombre de la rosa”. Manuel es un
preceptor de espíritu, de moralidad, compañerismo y valoración de
los semejantes. Con la pesca, con sus artes, rescata al náufrago
'pescadito' de las procelosas aguas de la insensibilidad y le enseña
a navegar por el mundo.
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2KIPLING,
R.: Capitanes Intrépidos. Publicada en 1896 en época
victoriana. Hay múltiples ediciones. Anaya S. A. y Círculo de
Lectores. Barcelona. 1999. 216 páginas. Selección de Luis Alberto
de Cuenca.
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