"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos;... por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”. (Miguel de Cervantes).

La ciudad dividida por un río

     

El Danubio a su paso por Budapest. Wikimedia.

     El Danubio es uno de los ríos más caudalosos de Europa. Nace en la Selva Negra alemana y desemboca en el Mar Negro (Ponto Euxino), por Rumanía.

     En la llanura del Danubio medio se encuentra Hungría. En este país, la recepción de la cultura española es minoritaria. Hace poco viajaban dos turistas húngaros que se encontraban por España. Recalaron en medio de Castilla-La Mancha. Más concretamente, en Manzanares. Visitaron la Casa Malpica, lugar en el que se encuentra el Museo del Queso Manchego y el Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías.

     Dicen que hablaban un español casi perfecto, con un leve acento, que parecía indicar que se dedicaban a la enseñanza del español o habían realizado estancias en España durante algún tiempo. Ellos contaron que eran ingenieros de telecomunicaciones, que habían aprendido español en su juventud y que seguían ahondando, mediante lecturas y viajes, el conocimiento de la cultura española. 

     Según parece, se sintieron halagados cuando, al indicar que vivían en Budapest, les dijeron que era la ciudad dividida por un río, el Danubio. También les llamó la atención la existencia de un museo sobre un intelectual torero. 

    Su atención fue en aumento cuando supieron que el intelectual sevillano había escrito un libreto, con pseudónimo, sobre una revista musical que renovaba los ballets clásicos y flamencos en los años treinta del siglo pasado colaborando con Encarnación López (La Argentinita), Falla y García Lorca. A este último sí le conocían, pero el músico y la bailarina eran desconocidos para ellos. 


     Contextualizando, otra persona, les dijo que Falla tenía una fama similar a Béla Bartók y que García Lorca era conocido por sus obras internacionalmente antes de su trágica muerte. Sin muerte trágica, era semejante a la fama conseguida por el escritor húngaro Peter Esterházy, que se había consagrado internacionalmente con Armonías celestiales cuando este siglo daba comienzo, teniendo en cuenta que todas las comparaciones son, pues, arriesgadas.

     La emoción de los turistas aumentó con el conocimiento de la variada y compleja vida cultural del primer tercio del siglo XX, recogida en el Archivo Museo. Hizo que los viajeros húngaros reprodujeran a otro lugareño, quien les indicó dónde podían comer, un video de unos de estos ciudadanos del mundo recitando a Juan Ramón Jiménez en la plaza Mayor de Madrid.

     Olvidaron estos informantes la estrecha relación entre España y Hungría gracias a un deporte de masas. En el primer tercio del siglo XX siempre se recordará el poema que Rafael Alberti escribió al portero húngaro del Barcelona, Franz Platko

     Según parece, hace referencia a los tres partidos del campeonato de copa del Rey celebrados en la primavera de 1928 que se jugaron en El Sardinero. Asistieron José María de Cossío y sus huéspedes en Tudanca, Rafael Alberti y el cantante de tangos Carlos Gardel, que tenía gran amistad con el capitán del Barcelona, Samitier




     Alberti relata, escribe, la prodigiosa actuación del portero marcada por el ritmo con sus pausas del reglamento deportivo de los dos primeros encuentros de esta final. El ausente, en esta ocasión, fue Gerardo Diego, quien manifestó por carta a Cossío que había sentido perderse esta final que calificó de epopeya.  

 

“Ni el mar, que frente a ti saltaba sin poder defenderte.

Ni la lluvia. Ni el viento, que era el que más rugía.

Ni el mar, ni el viento, Platko,

rubio Platko de sangre,

guardameta en el polvo,

pararrayos.”

 

     Tras el mundial de 1954, cuando unos brillantes húngaros fueron subcampeones, y, sobre todo, con el final trágico de la revolución húngara de 1956, muchos de estos futbolistas jugaron al fútbol en los campeonatos españoles. Los más famosos: Puskas en el Real Madrid y Kubala en el Barcelona. 

    En estas letras se defraudará a los que piensen que se hará a partir de este momento un detallado informe futbolístico. Nada es más arriesgado que hablar de historia del fútbol cuando no se conoce el tema con profundidad. Y que dichos conocimientos están más relacionados con las tardes de partido compartidas con sus mayores como vínculo afectivo.

Bandera húngara sin escudo símbolo revolución 1956. Wikipedia

     Se conoce, claro, el éxito que tuvieron en el fútbol español. Del final de la vida de Puskas poco se puede informar. De la vida de Ladislao Kubala se tiene más información. Por medio de unos comerciantes textiles de Castilla-La Mancha se tiene noticia de un lugar que solía frecuentar: El Hotel Vila de Calella en Barcelona. Aseguran que Kubala, que llegó a seleccionador nacional, tenía amistad con los dueños y que alguna vez lo vieron durante los viajes que realizaban en el último tercio del siglo XX para negociar con fabricantes textiles catalanes.

     Hoy, por suerte, hay hispanistas húngaros que analizan la recepción de la obra de autores de la Edad de Plata en la intelectualidad de su país. 



      

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