Tartessos. Wikipedia |
Uno de los libros que ayuda a contextualizar el fértil primer tercio del siglo XX es la perspectiva que nos presenta de La Barraca Luis Sáenz de la Calzada.
Sin entrar en todo el detalle de la obra, no se puede dejar de señalar la visión que el autor tuvo del amigo torero e intelectual de García Lorca, Ignacio Sánchez Mejías.
Para describir los conocimientos musicales de Lorca, Luis Sáenz se retrotrae al neolítico para asegurar su amplitud. Relata Sáenz de la Calzada que Sánchez Mejías les contó en una cafetería de la calle de la Victoria que los tartessos habían subido desde las marismas del Guadalquivir, a través de Portugal, hasta Galicia y Asturias. Irónico, Luis Sáenz añade que irían dirigidos por la Blanca Paloma. Insistía Ignacio. Y añadía las similares características de Huelva, Sevilla, Rías Baixas y las costas asturianas. En ese momento, García Lorca terciaba y entonaba cosas de Asturias por soleares, o un fandango en versión muñeira. Así daba razón al torero y mostraba el conocimiento musical de Federico que el autor consideraba inconmensurable.
Hay otra referencia emotiva sobre lo que representó y afectó al habitual trajín de la compañía universitaria teatral La Barraca la muerte de Ignacio Sánchez Mejías. Federico García Lorca abandonó la compañía durante unos días cuando se enteró de la cornada de un toro de Ayala en Manzanares que produjo su muerte en Madrid dos días después. Luis Sáenz dice que su muerte sembró de luto el corazón del literato. Y ese luto pudo ser la razón de la elección para el repertorio de La Barraca de una obra de Lope de Vega en su centenario, El caballero de Olmedo. La número 13. Eran tiempos complicados. La asignación de la compañía se redujo a la mitad. Y era la época en que Federico preparaba Yerma para Margarita Xirgu.
Para saber más:
- Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías, Casa Malpica de Manzanares
- Saénz de la Calzada, L.: La Barraca, teatro universitario. Revista de Occidente. Madrid. 1976.
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