"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos;... por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”. (Miguel de Cervantes).

La gala de Medina, la flor de Olmedo

 

El caballero de Olmedo. Flickr. FITCA

     Por Olga Anabitarte Urrutia[1] sabemos que durante los siglos XV y XVI la importancia de las ferias de Medina del Campo estuvo basada en su situación geográfica en la corona de Castilla como punto de encuentro de Castilla y León con la cordillera cántabra que le conectaba con los países europeos. Por otra parte, la economía señorial alcanzó un gran desarrollo con las rentas que venían producidas por la explotación de la tierra, la dependencia del campesinado y la sanción real del régimen señorial.

     Aunque inicialmente parecía una economía cerrada, el hecho de la existencia de mercados y ferias matizaba esta visión porque funcionaba como válvula de escape del sistema. Necesitaba vender la lana y los productos agrícolas para que se mantuviera el propio régimen. Se creaba así una economía mercantil dentro del régimen señorial. Economía mercantil con un sistema monetario y financiero necesitado de transporte. Existieron unas autoridades locales que supieron dar cauce a este comercio y que cumplieron las ordenanzas para el asentamiento de mercaderes que llegaban a las ferias.

     El comercio de la lana supuso la creación de una incipiente industria textil en los países a los que se exportaba dando lugar a estructuras capitalistas que devolvían facturadas en forma de paños y otros productos elaborados.

    Según Antonio Sánchez del Barrio[2], de las transacciones que se realizaron en las ferias de Medina del Campo en su época de mayor esplendor, la mitad de ellas se practicaban entre ciudades castellanas, un cuarto con el norte de Europa (Flandes, Francia e Inglaterra), y el restante con Toledo, Granada, Portugal y Aragón.

     Paños segovianos, tejidos de lana, oro y seda de Sevilla, sedas brillantes de Granada, bordados con oro y plata de Toledo… De Europa llegaban los tapices y terciopelos de Flandes, la lencería francesa y portuguesa y los terciopelos y satenes carmesí de Florencia. Otro comercio eran las obras de arte. Y otro el libro, desde la aparición de la imprenta. Se negociaba, de igual modo, las especias traídas desde cualquier parte del orbe conocido.

     Se modernizaron los instrumentos financieros, se generalizó el uso de la letra de cambio. Hacia 1485 se constituye en feria de pagos. Hacia 1497 se promulga la Real Pragmática de Medina del Campo que reordena la labor de las monedas, caótica hasta entonces.

     Los tiempos de esplendor acabaron en el último cuarto del siglo XVI, con la guerra de Flandes que afectó a las relaciones comerciales con aplazamientos y suspensiones de pagos junto al endeudamiento y quiebra de la Monarquía Hispánica por los gastos de los interminables frentes de guerra.

     Tradicionalmente, se considera a Fernando de Antequera, a principios del siglo XV, como la persona que otorga en nombre de Juan II durante su minoría de edad, los privilegios de las ferias de Medina del Campo. Fernando de Antequera sería rey de la corona de Aragón pocos años después tras el compromiso de Caspe. Y Juan II de Castilla tendría de condestable del reino a Álvaro de Luna.

     En este contexto de ferias se desarrolla “El caballero de Olmedo” de Lope de Vega. Tanto el hispanista Joseph Pérez[3] como el crítico Guillermo de Torre[4] sitúan el origen de la obra en un hecho acaecido el 6 de noviembre de 1521. Juan de Vivero fue asesinado en el camino de Medina del Campo a Olmedo cuando volvía a casa por otro vecino de esta villa, Miguel Ruiz, con el que mantenía distintas disputas. El tiempo olvida el suceso que se mantiene gracias a una copla popular:

     Que de noche le mataron

Al caballero,

La gala de Medina,

La flor de Olmedo

     Lope de Vega conocía la copla y la citó en varias de sus obras. Cuando se encontraba en su madurez, hacia 1620-25, pero puede que antes, ambientó la obra en época de Juan II y el condestable Álvaro de Luna, mostrando un rey mediatizado por su valido, un siglo antes del suceso de Juan de Vivero. Según de Torre el personaje de Alonso es antepasado de este Juan.

     El argumento de la obra trata de los amores entre don Alonso y doña Inés, el uno de Olmedo, la otra de Medina del Campo, que se conocen durante sus ferias. El amor surge a borbotones rápidamente:

Amor, no te llame amor

El que no te corresponde,

Pues no ha materia adonde

No imprima fuerza el favor.

     Hay una intermediaria, Fabia, que ayuda a la consolidación de la relación que es deudora del personaje central de la Celestina de Rojas. Alonso va acompañado de Tello, algo más que su fiel escudero, su mano derecha en las corridas de toros y asustado acompañante de Fabia es sus oscuras correrías. El ambiente feliz y, a la vez gracioso, llega al extremo de hacerse pasar por preceptores de Inés. Ambiente únicamente enrarecido por los excesivos celos del pretendiente rival de la dama de Medina del Campo, Don Rodrigo, que presagia el trágico tercer acto:

Yo he de matar a quien vivir me cuesta

En su desgracia, porque tanto olvido

No puede proceder del honesto intento.

     Alonso a caballo y Tello a pie torean en Medina del Campo. Con acierto en las suertes, al contrario que Rodrigo, quien llega a ser socorrido en un lance por Don Alonso. Este hecho no disminuye las diferencias, las acentúa determinando el celoso en convertirse en actor cruel:

Mala caída,

Mal suceso, malo todo;

Pero más, deber la vida

A quien me tiene celoso

Y a quien la muerte deseo.

     Don Alonso debe volver a Olmedo, sus padres y su cuidado. Se despide de su amada, pero regresa solo. Tello partirá después y le dará alcance. No le asustan premoniciones ni presagios funestos. Una sombra le avisa. Un labrador canta desde la lejanía mientras se acerca la copla que recordará su muerte: Que de noche le mataron/ al caballero/ la gala de Medina/ la flor de Olmedo.

     Dice el labrador que la copla la oyó a una tal Fabia…Recuerda a los presagios que recibe César antes de su asesinato. El encuentro se produce con Don Rodrigo y sus acompañantes. Sus intenciones son claras:

Yo vengo a matar; no vengo

A desafíos, que entonces

Te matara cuerpo a cuerpo.

Tírale.

     El destino cruel se cumple. Nada puede impedirlo. Ni siquiera la justicia posterior del rey. Ha muerto el de Olmedo en un camino al que fue sabiendo que se encontraba en peligro, como el lidiador que vuelve al ruedo en precario.

     David González de la Higuera[5] decía que de la copla popular surgía la fuerza dramática y el misterio. Y es razonable pensar que una comedia burlesca se torna en tragedia.

     Cuenta Pepín Bello[6][7] que todo lo que conocía de Lope de Vega se lo debía a Federico García Lorca. Durante varios años hizo testamento. Se tumbaba en la cama entre dos o tres cojines colocados en la espalda y tapado con una manta se hacía acompañar de un tomo de comedias de Lope que les leía a sus acompañantes. Según Bello, leía maravillosamente, cambiando la entonación según los personajes, solamente diciendo su nombre cuando apreciaba que la atención del público decaía.

     El caballero de Olmedo formó parte del repertorio de La Barraca, el genial experimento ideado en la universidad a instancia de Pedro Salinas, según la mayoría, o de Cipriano Rivas, por otros. La cuestión fue que eligieron a Federico García Lorca, con la inestimable ayuda de Eduardo Ugarte como encargados de la difusión de los clásicos como modernos y de forma distinta, también moderna, para representar sus obras por los pueblos de España. Esa forma nueva de representar impregnó la labor de los teatros universitarios en la posguerra. Y se expandió por los países de habla hispana donde se exiliaron los barraquitos que huyeron de la dictadura. En Puerto Rico tuvo bastante éxito con la ayuda de Pedro Salinas.

     El arte nuevo de hacer comedias que Lope propuso en el Siglo de Oro adquiría un nuevo valor. La idea universitaria fraguó gracias a políticos relacionados con la Institución Libre de Enseñanza: Fernando de los Ríos y Marcelino Domingo.

     Desde el principio tenía en mente representar El caballero de Olmedo según una entrevista que concede al diario La Voz de Madrid el 1 de febrero de 1932:

     - ¿Qué obras clásicas preparan?

     -Por lo pronto, El caballero de Olmedo, de Lope; los entremeses de Cervantes, tal como están, con su parte de música y baile…estudiamos La vida es sueño, Eco y Narciso y La púrpura de la rosa, de Calderón los tres[8].

     Lo cierto es que El caballero de Olmedo fue el último montaje de teatro clásico en el que participó García Lorca en La Barraca. En ello influyó el recorte de presupuesto del gobierno republicano de 1935 y el gran éxito conseguido como autor individual en los teatros de España y Argentina, éxito que le impedía compaginar unas obras o montajes con otras actividades.

     Según David Rodríguez Solas[9], con la adaptación de las obras de Lope, a partir de 1933, Fuenteovejuna y El caballero de Olmedo se mantiene la intermediación entre las obras del Siglo de Oro y la educación de los nuevos espectadores, pero, también, se politizan estas prácticas como expresión de los ideales de la República.

     Sin embargo, los componentes de La Barraca matizan en cierta medida esta idea. Sus componentes corrieron suertes desiguales. Unos pasaron al exilio, otros formaron parte de la dictadura, y otros fueron fusilados o murieron en los dos bandos enfrentados en la guerra. García Lorca buscó un grupo de universitarios en el que no puso la ideología delante de la afición teatral. No le libró su mentalidad abierta de su asesinato, desgraciadamente.

     Tanto en Bodas de sangre, como en Llanto por Ignacio Sánchez Mejías y la representación de El caballero de Olmedo[10] colaboró un pintor nuevo que presentó unos decorados e ilustraciones brillantes, José Caballero[11].


     Es curioso pensar en el mes de agosto. Es el mes donde se recuerda cuando pasaron a la inmortalidad literaria e histórica Ignacio Sánchez Mejías, Federico García Lorca y Lope de Vega[12]. Es curioso pensar que tanto el Llanto como El Caballero tengan un tema taurino. Que el caballero fuera representado por La Barraca tras la desaparición del diestro. Y es curioso pensar en el carácter supersticioso de Federico. El montaje fue el número trece. El presintió la muerte del torero cuando decidió volver a los ruedos. La habitación que concedieron en su última noche a Sánchez Mejías fue la trece. Y el caballero de Olmedo, como Sánchez Mejías y Federico García Lorca tuvieron un viaje o paseo hacia un camino final que los condujo a la muerte.


 

 

 

 

 



[3] LOPE DE VEGA.: El caballero de Olmedo. Edición y notas de Joseph Pérez. Clásicos Castalia. Madrid 1981. Releído el 17 de agosto de 2023.

[4] LOPE DE VEGA: Teatro. Estudio crítico y dedición de Guillermo de Torre. Océano grupo editorial. Barcelona. 1999.

[6] Boletín de la Institución Libre de Enseñanza número 69 2008.

[7] SARDÁ, M. y CASTILLO, D.: Conversaciones con José ‘Pepín’ Bello. Anagrama. Barcelona. 2007. Leído en noviembre de 2022 en Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías, Casa Malpica de Manzanares.

[8] GARCÍA LORCA, F.: Palabra de Lorca. Declaraciones y entrevistas completas. Edición de R. Inglada y V. Fernández. Malpaso. Barcelona, México, Buenos Aires y Nueva York. 2017. Páginas 63-66. Leído en el Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías el 27-06-2023.  

[12] Félix Lope de Vega y Carpio (25/11/1562-27/08/1635); Ignacio Sánchez Mejías (6/06/1891-13/08/1934); y Federico García Lorca (5/06/1898-19/08/1936)

2 comentarios:

  1. ¡Qué bien estructurado está tu blog! Y pleno de conocimiento. Cada vez me gusta más, felicitaciones!

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  2. ¡Gracias mil! Me anima a seguir creando contenido.

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