"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos;... por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”. (Miguel de Cervantes).

El arte de tejer la lana: Las Hilanderas

     

“Las Hilanderas o La Fábula de Aracne”. Velázquez. Museo del Prado

      Zeus bajó del Olimpo y decidió pasearse convertido en toro, mugiendo entre los novillos, paseando sobre la más fresca hierba. Era un toro blanco, musculoso, de pequeños y deslumbrantes cuernos, atrayente, relajante. Lleno de paz y armonía. Se mezcló entre las reses de Agénor y atrajo la atención de Europa, su hija, razón de la transformación y deseo del rey de los dioses.

     Europa admiró la belleza del toro blanco. Temerosa al principio, no puede resistir la tentación de acercarse al noble toro. Poco a poco. Primero le ofreció flores para que las recogiese con su blanca boca. El toro, enamorado del sol y de la luna, empezó a besar las bellas manos de la ganadera Europa. La res retozaba en la blanda y fresca hierba. Corría y se agitaba excitada hacia la suave arena. El toro se queda quieto y le ofrece su noble pecho, agacha sus bellos cuernos para que le imponga guirnaldas de entrelazadas flores.

     La tierna Europa se atreve a montarse en el lomo de la pacífica res. El toro no se lo piensa. Es Zeus y tiene a Europa en su grupa. Avanza hacia la arena, entra en las olas del mar cercano, moviendo sus falsas patas de toro. Europa asustada, ve alejarse la tierra y se agarra a los cuernos para no hundirse en el agua. Comprende que ha sido raptada. Engañada.

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“El rapto de Europa”. Rubens. Museo del Prado


      Aracne había conseguido acreditarse en su trabajo sin tener una ascendencia o posición linajuda. Destacaba por el oficio y la clase conseguida en el arte de tejer la lana.

     Originaria de Lidia, era hija del tintorero Idmon de Colofón, especializado en los tintes de púrpura, el color de los altos dignatarios. La destreza en los tejidos de lana era tal que a su casa de Hipepas se trasladaban algunas Ninfas que trabajaban los viñedos del monte Timolo o aquellas que nadaban en las aguas del río Pactolo. 

     Sus vestidos y su modo de trabajo eran muy apreciados porque Atenea le había enseñado el oficio. Aracne había dado un paso más. Lo había convertido en un arte. Al manifestar Aracne que ella había convertido en arte el oficio que la diosa le había enseñado, Atenea le retó, aceptando que podía ser vencida por la alumna, en reconocimiento tácito del renombre que había alcanzado la tejedora fenicia.

     Atenea se disfrazó de anciana, con arrugas y bastón. Se acercó a Aracne y la reconvino para que aceptase la superioridad de la diosa aunque ella fuera la mortal que mejor trataba la lana. Aracne respondió enfadada al consejo de la anciana y se quejó porque Atenea no había acudido al desafío.

     Atenea se quita el disfraz, Aracne enmudece de pronto, pero fiel a su palabra, se sobrepone y se enfrenta a la hija de Zeus. 

     Aracne tejió,  entre otras obras, a Europa cuando fue raptada por Zeus en forma de toro, a través del mar. Europa, el toro y el mar parecían verdaderos. 

     Atenea tuvo que reconocer su maestría, pero la envidia le corrompió y rompió las telas de Aracne. Le dolió porque todas hacían referencia a las debilidades de los dioses. Aracne se temió un último final ante su cólera. Recibió tres o cuatro golpes en la frente con la lanza del monte Citoro. 

    Se creía morir. En un último instante, la diosa se calmó o se apiadó y con una menor, pero terrible sentencia, queda convertida en araña, madre de todas las tejedoras del mundo, que no respetaron a los dioses y que reclamaron el arte de sus manos.

     Estas dos escenas principales, el rapto de Europa y el desafío de la fábula de Aracne, se desarrollan en un taller de hilanderas en el cuadro de Velázquez La fábula de Aracne o Las Hilanderas (1655-60). Las hilanderas conversan, ajenas a las disputas de los dioses. Trabajan, preparan hilos, mueven la rueca. Maravilla ver la habilidad de Velázquez para captar el instante del movimiento de la rueca. 

     Son tres escenas. El rapto recoge una obra original de Tiziano, que ya no está en el Prado. Se exhibe, por suerte, una copia fabulosa de Rubens. Otra realidad. Atenea aparece revestida con su armadura antes de castigar a Aracne, por su soberbia o por su independencia.

     Cuando se tiene la suerte de acudir al Museo del Prado, al llegar a las salas de Velázquez, los visitantes se arremolinan cerca de Las Meninas. En ese caso, hay algunos de ellos que se dirigen a una de las salas contiguas en dirección a la salida de Murillo y pueden admirar este cuadro junto a Mercurio y Argos y un Marte maduro, con espléndido estudio anatómico. Todos de don Diego.


 

     Para saber más:

     —Metamorfosis de Ovidio. Introducción y notas de Antonio Ruiz de Elvira. Bruguera Clásicos. Barcelona. Reedición de 1984. Páginas 70-71 y 163-169. 

     —Museo del Prado. Las Hilanderas o La fábula de Aracne. Sala 015A. 

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