"Tú, si en cuerpo pequeño,
eres, pincel, competidor valiente
de la Naturaleza" (Al pincel, Quevedo)
A mediados del Cinquecento se llamaba poesías a las pinturas que deleitaban los sentidos, lejos de interpretaciones con sentido simbólico o moral. Aunque hoy se ha limitado su significado a la belleza expresada con la palabra en verso o prosa, en el ambiente humanista del Renacimiento tenía un sentido más amplio.
Cuando Tiziano pintó seis cuadros para Felipe II denominados poesías no pretendía acotar su obra al arte de la pintura. Quería que su trabajo fuera semejante al del poeta al interpretar libremente las fábulas mitológicas de los clásicos.
Vasari, al escribir sobre Giorgione y su educación humanística, ante la escasez de datos que se conocían, y conocen, del artista, relataba que tenía afición y gusto por la música como dato que podía indicar un conocimiento culto que explicara la profundidad de sus pinturas. Su discípulo Tiziano profundizó en ese conocimiento humanístico a través de la pintura con la capacidad de interpretar otras artes con el color y la naturalidad de sus pinceles.
El de Cadore mantuvo correspondencia con un literato azote de los poderosos, Pietro Aretino, sirviendo sus armas, literatura y pintura, para promocionarse mutuamente. Aretino le escribió en mayo de 1544 una carta a Tiziano en la que describía un atardecer en su casa cercana a Rialto, en Venecia, cuando el sol se torna tibio y su luz le evocaba la pintura del pintor. Terminaba la carta diciendo:
“¡Oh, Tiziano! ¿Dónde estáis ahora?”. A fe mía que, si vos hubierais retratado lo que yo os cuento, habríais provocado en los hombres el asombro que me confundió a mí.
Tiziano gozó de tal fama en vida que influyó definitivamente en la pintura europea. En la española, primero, tímidamente, ante el dominio toscano romano de los Carducho y compañía, influenciados desde Italia por Zuccari. Pero, más tarde, con Navarrete el Mudo y la llegada del cretense a Toledo, tras su paso por Venecia y Roma, se fue abriendo un camino en el trabajaron las embajadas diplomáticas de Rubens y la lectura velazqueña de todos ellos.
La literatura no fue ajena a la invasión del color en la pintura española. La razón residía en la predilección de los reyes de la dinastía austriaca por Tiziano y sus continuadores, que contribuyó a la distribución de copias y estampas entre la población y las hizo populares. Es conocida la afición de Felipe IV por la pintura y el teatro. Y es famoso un entremés del actor más famoso de aquellos tiempos, Cosme Pérez y su heterónimo artístico Juan Rana, donde salía a escena sujetando un marco, mientras simulaba ser una pintura.
Hubo composiciones poéticas barrocas que nos indican el prestigio de la pintura como una de las bellas artes:
Pedro Espinosa pide mediante un soneto a Antonio Mohedano que pinte a su novia:
Pues son vuestros pinceles, Mohedano,
ministro del más vivo entendimiento,
almas que le dan vida al pensamiento
y lenguas con que habla vuestra mano
Góngora hizo un soneto en recuerdo de El Greco:
Esta en forma elegante, oh peregrino,
De pórfido luciente dura llave
El pincel niega al mundo más süave,
Que dio espíritu a leño, vida a lino.
Lope de Vega manifestaba admiración por Juan Bautista Maíno y Rubens:
Dos cosas despertaron mis antojos,
extrajeras, no al alma, a los sentidos;
Marino, gran pintor de los oídos,
y Rubens, gran poeta de los ojos.
Sin duda, Quevedo expresó de manera más definitiva el amor al arte de la pintura con la silva “Al Pincel”:
…Tuya es la gala, el precio y la belleza;
tú enmiendas de la muerte
la invidia, y restituyes ingenioso
cuanto borra cruel. Eres tan fuerte,
eres tan poderoso,
que en desprecio del Tiempo y de sus leyes,
y de la antigüedad ciega y escura,
del seno de la edad más apartada
restituyes los príncipes y reyes,
la ilustre majestad y la hermosura
que huyó de la memoria sepultada…
…Los Césares se fueron
a no volver; los reyes y monarcas
el postrer paso irrevocable dieron;
y, siendo ya desprecio de las Parcas,
en manos de Protógenes y Apeles…
Evoca como le salva la pintura, junto a la lectura y la escritura, en sus tiempos de destierro. Recuerda que Apeles fue el pintor preferido de Alejandro Magno. Y Protógenes fue coetáneo a ambos. Continúa:
…Ya se vio muchas veces,
¡oh pincel poderoso! en docta mano
mentir almas los lienzos de Ticiano...
Tiziano había fallecido en 1576 con la consideración de uno de los grandes pintores del Renacimiento, era el pintor preferido del César Carlos que pasa el nuevo Rubicón en el cuadro de la batalla de Mühlberg, y asimilaba su relación con Tiziano con la de Apeles y Alejandro.
…Contigo Urbino y Ángel tales fueron,
que hasta sus pensamientos engendraron,
pues, cuando los pintaron,
vida y alma les dieron.
Y el famoso español que no hablaba,
por dar su voz al lienzo que pintaba…
De Urbino era Rafael, y el Ángel era Miguel Ángel Buonarroti. El famoso español que no hablaba un español que había pasado por Italia, Juan Fernández de Navarrete el Mudo, de quien decían que pintaba las personas con tal realismo que parecía que estaban hablando.
Emulando a los poetas del Siglo de Oro, que
tanto admiraban, uno de los poetas que quiso ser pintor, Rafael Alberti,
escribió poesías a la pintura. Ya era la Edad de Plata.
Decía Castiglione que ser Apeles significaba emplear en todas las cosas un cierto descuido que oculte el arte y haga que aquello que se hace y se dice parezca realizarse sin esfuerzo y casi sin pensar. Este digno descuido o sprezzatura se evidenciaba en la pintura del más grande de los artistas, Tiziano.
Contaba Pepín Bello algo parecido de la facilidad para la poesía de Rafael Alberti con respecto a Federico García Lorca que elaboraba sus poesías con mayor tiempo de elaboración, independientemente de la calidad conseguida, que eso es otro asunto.
Alberti rimaba con facilidad poemas propios y de encargo. Bello Lasierra le pidió un poema para su novia Araceli Durán y Alberti le regaló el poema Araceli, contenido en Cal y Canto, que empieza así:
No sé si de arcángel triste ya nevados
Los copos sobre ti, de sus dos velas.
Si de serios jazmines, por estelas
De ojos dulces, celestes, resbalados…
En el Archivo Museo Ignacio Sánchez Mejías está expuesto el original de Joselito en su gloria, poema pedido, y obligado a rimar durante el encierro que Ignacio Sánchez Mejías sometió a su amigo el poeta. Como la necesidad obligaba, el poema que apareció en El alba del alhelí decía en su inicio:
Llora, Giraldilla mora,
Lágrimas en tu pañuelo.
Mira cómo sube al cielo
La gracia toreadora…
Alberti escribió sobre el color o sobre Goya; sobre sus inicios adolescentes en la pintura, cuando llega a Madrid desde El Puerto de Santa María. Sobre el asombro por los colores claros, la vida que tienen las pinturas, la piel de Venus, Tiziano, Tintoretto, Veronés y Rubens. La hermosura mitológica y los colores venecianos.
El disfrute posterior ante Fra Angelico, Rafael y Mantegna.
Y con Murillo, El Greco y Zurbarán. Hasta llegar a la cumbre de Velázquez y Goya.
Son las sensaciones que le produjo la visita juvenil al Museo del Prado. Sensaciones que casi todos los que visitamos por primera vez durante la adolescencia la pinacoteca entenderemos y que, a continuación, reproducimos:
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