"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos;... por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”. (Miguel de Cervantes).

El inicio de la contemporaneidad

       

Las Trece Colonias

     El tres de septiembre de 1783 se firmó en Versalles el tratado que puso fin a la guerra de Independencia de los Estados Unidos que culminaba el proceso de independencia de trece colonias inglesas en América del Norte, el cual se había proclamado el 4 de julio de 1776. Ocho años más tarde, otro tres de septiembre, en 1791, se proclama la primera constitución escrita dentro de los sucesos que conforman la denominada Revolución Francesa.

      Estos hechos históricos están en el inicio de lo que se denomina en la doctrina histórica Edad Contemporánea. Es difícil sentirse identificados con estos acontecimientos siendo como somos ciudadanos europeos del siglo XXI. Los habitantes de las trece colonias o un diputado jacobino en la Francia revolucionaria se rebelaban contra la cultura y sociedad estamental que había conformado su mentalidad y que estaba más cercana a la Baja Edad Media que a la inteligencia artificial. El hecho significativo que inicia un gran cambio fue la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano por la Asamblea Nacional de Francia el 4 de agosto de 1789, más aún que la toma de la Bastilla el 14 de julio, porque en esta declaración se sientan los principios generales de la revolución de Libertad, Igualdad y Fraternidad.

Proclamación de la Constitución de 1791, Francia

      En la constitución francesa de 1791 se garantizaba la libertad económica, se abolían monopolios, los privilegios económicos, y los gremios. Y se intentaba asegurar el establecimiento de la iniciativa empresarial y las relaciones laborales. Administrativamente, fue cuando se dividió el país en departamentos y se permitió que todos los ciudadanos tuvieran acceso a los empleos públicos.

      En cuanto al Tratado de Versalles de 3 de septiembre de 1783, se reconocía la independencia de los Estados Unidos por parte de la Corona británica. Los ciudadanos de las colonias americanas habían recibido el apoyo de Francia y España como parte la pugna de poder entre potencias rivales e impedir la consolidación británica como gran potencia gracias a su poderío naval y al desarrollo de la Revolución Industrial. Y lejos de desear un similar proceso descentralizador en los territorios y posesiones francesas y españolas.

      La contemporaneidad estaría así marcada por la Revolución Industrial en el aspecto económico y por la Revolución Francesa y la independencia de los Estados Unidos de América en el aspecto político. Pero nada sería posible sin los cimientos establecidos por la revolución del conocimiento científico que se produce durante la Edad Moderna con las figuras destacadas de Galileo (1564-1642) y Newton (1642-1727), y con pensadores tan influyentes en las teorías políticas como Locke (1632-1704) y Rousseau (1712-1778)1.

      En la historiografía española se considera que la contemporaneidad se produce con el vacío de poder político tras la invasión napoleónica que da lugar a lo que hoy conocemos como Guerra de la Independencia (1808-1814) y que los contemporáneos de la época llamaron Guerra de la Revolución hasta los años treinta del siglo XIX porque eran conscientes de vivir un nuevo tiempo con la ausencia de los detentadores del poder del Antiguo Régimen y con la intervención popular en la defensa de su país y el la gestión de las juntas. Como reflejo, sería, así mismo, el inicio de la descomposición de Imperio Español por esa ausencia de poder en la metrópoli.

      En el mundo anglosajón, es diferente la periodización porque parten de una revolución que fue precursora de las demás y que marca el siglo XVII británico. Los anglosajones distinguen un nuevo período a partir de la Revolución Gloriosa de 1688 que denominan “Modern History”, que llegaría hasta la Primera Guerra Mundial (1914-1918), y la contemporaneidad que se inicia con este suceso al carecer de una revolución a finales del siglo XVIII y en los principios del siglo XIX. En las últimas décadas se ha matizado esta aparente estabilidad política por la influencia de los aspectos sociales y económicos que se fueron creando a partir de la Revolución Industrial desde mediados del siglo XVIII2.

      Nada hubiera sido posible sin la propia crisis del Antiguo Régimen, con un crecimiento demográfico marcado por una natalidad y mortalidad excesivas dependiente de una economía agrícola afectada por malas cosechas, guerras y epidemias, una sociedad que privilegiaba a la aristocracia y el clero, y unas reformas ilustradas que aminoraban los defectos pero impedían el acceso al poder del estado llano. A esta crisis sucedió el concepto de cambio o revolución con un nuevo régimen, el Estado liberal y el inicio del período de los constitucionalismos3.

Plaza del Dos de Mayo, Madrid

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Notas:

1MARTINEZ, J. (coord): Historia Contemporánea. Tirant lo Blanch. Valencia. 2006. Páginas 17-41.

2LARIO, A. (coord): Historia Contemporánea Universal. Del surgimiento del Estado contemporáneo a la Primera Guerra Mundial. Alianza Editorial. Madrid. 2010. Páginas 21-160.

3BULDAÍN JACA, B. (coord): Historia Contemporánea de España (1808-1923). Akal. Madrid. 2011. Páginas 7-8.

 

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