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Industria textil en la Cataluña del siglo XIX |
Hubo un tiempo en que los telares inundaban las ciudades fabriles. Hubo un tiempo en que se viajaba a Calella o Pineda de Mar buscando a los primigenios fabricantes textiles que trabajaban en telares casi rudimentarios, sin ordenadores, ni programas de generación.
Ocurría igual en las calles de La Solana, Montiel o Valdepeñas. En cada puerta había una familia que cosía para un fabricante cercano. En Sonseca, Toledo, estaban más organizados y producían con marca propia o para grandes almacenes, muy preciados o ingleses, la ropa colegial en cantidades muy, pero que muy industriales.
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Ropa colegial. Pecesa. Sonseca. |
Tal vez, en esa provincia toledana, estos ojos que miran la pantalla, vislumbraron el primer ordenador aplicado a la fabricación textil. De forma un tanto rudimentaria tejía una prenda de punto de forma continua, sin parar.
Este telar más industrial llamaba la atención porque era más moderno que los que machaconamente trabajaban en la costa catalana desde principios de siglo XIX-XX. Los telares elaboraban calcetines para don Antonio.
Antoni y su mujer nos recibieron en medio del ruido ensordecedor de los antiguos ingenios. Se maravillaban de nuestra comprensión del catalán. Estos comerciantes del medio oeste manchego nos entienden. Uno de nosotros había comprendido que vermel era rojo o bermejo, como lenguas romances eran el catalán y el castellano. Antoni y su mujer eran la amabilidad personificada. Y más si le pagaban las letras. El ruido del telar era atronador.
Otro fabricante, que también se llamaba don Antonio, no nos enseñó los telares ni las máquinas. Enseñaba su producto: La mercancía que fabricaba, los colores, el diseño y tamaño de las prendas. Se acordaba la cantidad que se quería comprar por tallas y colores, el precio de las cajas o las bolsas, los portes pagados, o a medias o gratuitos, según la cantidad. La fecha de envío y la forma de pago. Tras el negocio, cogía el teléfono y llamaba a su casa:
—Merce: prepara dos bocadillos más y añade los carnets de Antoni y Roger que nos vamos al Camp Nou. Al Barsa-Oviedo.
En aquella época, el delantero del F. C. Barcelona, Stoichkov, pisó a un árbitro durante un partido. Era una especie de gladiador de la antigua Roma, un nuevo Máximo Décimo, que había viajado desde Tracia, o desde Hispania. No hacía prisioneros.
Aquellos fabricantes toledanos son recordados gracias a las manos hábiles de costureras intemporales. Hace unos días, la memoria de quien escribe recordó esas agujas y esas tijeras.
Su memoria venía de cuando desde el taller de Manuel Piña encargaban a unas manos celestiales y toledanas, puede ser lo mismo, que cosieran trozos de punto de una manera determinada porque estaban abducidos por un pintor cubista llamado Juan Gris, el cual después de Braque y Picasso, era uno de sus grandes representantes.
Querían introducir esas piezas en algunos de sus diseños, como el abrigo talar de la colección otoño-invierno 1982-83 que se expone en el Museo Manuel Piña en su segunda sala.
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Colección 1982-83, Manuel Piña. Foto: Expocrítica |
Las manos angélicas cumplieron con su trabajo artesano: Brillante y mistérico; sacrificando vista y dedos para actualizar al diseño moderno las antiguas y tradicionales artesanías, escondidas tras las puertas de las casas olvidadas que flotaban en la llanura manchega.
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