Cultura y sociedad

Jorge y la maldición del dragón


     - Hoy me he levantado borgiano. No sé sí culto, pero sí curioso- se decía ufano mientras se rascaba su barriguita de lechón porcino-.  Se sentía bien, pero se daba cuenta que para los demás se había convertido en un grano en el culo- alguno se lo decía sin pudor-. El se decía- ¡Me palpo y sigo vivo! ¡Una paradoja! ¿Cómo sé que estoy vivo si solo lo sé yo? ¿Lo sabrá más gente? ¿Esto es una paradoja, un acertijo, un bucle o un misterio?
    Sería una paradoja mi existencia- reflexionaba en voz alta mientras Sabra le escuchaba pasmada- si fuera contraria a la lógica[i], una pura contradicción en toda regla, un real poco real, sin precio y fecha. ‘Sobremueres’[ii] decía Borges en Cuaderno San Martín, estás aquí, pero no estás.
     Me gustaría- seguía divagando- ser un acertijo y salir en la sección de crucigramas. Un damero maldito, una sopa de letras que se convirtiera en sudoku o en alineación de estrellas que, todas ellas, se alienaran. Un acertijo fácil muy difícil de resolver. Tan fácil que pudieras dar un traspiés. Al final, la única pretensión sería pasar el rato y, de paso, enredar y ser enrevesado. Lo que me gusta enredar. Enredar me hace humano, decía con cara de botarate. Me gusta ser enrevesado, que no me entiendan, que parezca que somos cultos.
     - ¿En serio, Jorge? Tonto del c… pareces en realidad. Eres oscuro, intrincado y difícil porque no sabes la decisión que debes tomar. ¡Divagas más que vueltas da una peonza recién lanzada por tus hijos!
     - ¿Por qué no me hablar? ¿Tú qué sabes de mis pensamientos mientras como pasteles, mejillones y este elixir de holandas envejecidas que se convierte en brandy?
     - Con esas mezclas sé que tu estómago estará más agujereado que un queso ‘maasdam’. ¡Pasteles, mejillones y brandy! ¿Por qué no te quedaste en Capadocia?
     - No sé si eres bucle o misterio. ¡Sabra, respóndeme! ¿Estoy vivo? ¿Soy un ente visible? ¿Soy un acertijo desentrañable sin dificultad? ¿Vive Ocón de Oro?

     - ¡Eres tonto! Y eres entrañable porque das pena. Te aguanto todos los días desde que mi vida salvaste del ataque de la bestia inmunda que asolaba mi reino. Ahora, ruego a Dios, al que me convertiste, que vuelva la bestia. ¡Qué vuelva el dragón! Me salvas y me condenas con tus disquisiciones. El reino te necesitas y tú te cuestionas, hora a hora, tu vida y tu realidad. ¿Un acertijo? ¿Y tú gobiernas el reino de mis antepasados? Con razón dicen nuestros vasallos y magnates que, para conocer a Jorgito, dale un carguito. Ocurre que el carguito es ser rey. ¡Vístete! ¡aunque sea de negro! Irás elegante. ¡Y gobierna!
     - Siempre lo mismo, reina mía- Los ojos de Sabra era rayos de tormenta eléctrica-. Todos los días igual. Es como un bucle temporal y melancólico. Es como una caída del caballo constante. Un Saulo de Tarso que se cisca la cabeza y los metatarsos. ¡Todos los días! Padeciendo o disfrutando de la revelación divina. Camino de Damasco, ¡todos los días! Quiero salir de este reino. ¡Ya! Yo era soldado romano, caballero cristiano, defensor de entuertos. Ser rey me ata. Las obligaciones diarias. Yo era un caballero. Los caballeros vamos de aventura. Defendemos a las damas en peligro, entuertos que haya que resolver, esperas y vigilias nocturnas al calor del fuego en un bosque, …
     - ¡Alto, alto, listillo! Tu no me defiendes nada más que a mí y nuestro reino. ¡Y de aventuras y aventuritas, nada de nada! ¡Me has dejado preñada cuatro veces! ¡Cuatro! ¡En los aposentos reales no das tantas vueltas, Jorge! Reinar consiste en tomar medidas. Y se debe reinar todos los días. No es un bucle. Tienes a los habitantes del reino con necesidades y alguien debe ejercer, con responsabilidad, para que todos sean atendidos. Tú quieres ser rey para requebrar damas porque ya me ves gorda después de los partos y no soy deseable a tus ojos como cuando me libraste del dragón. Y quieres pasar el rato como un rey sin cargas, pero con cargo. Con todo lo bueno, pero sin decidir porque sabes que a unos beneficiará y a otros perjudicará. Y quieres caer bien a todos, ¡algo imposible!, y, además, quieres libertad para beber, comer y holgar. ¿Dónde queda gobernar, tomar decisiones, arriesgarte? Tienes miedo, eso es. Mucha lancita y mucho escudo, pero te arrugas impartiendo justicia. ¡Y la barriga que estás echando! ¿en serio, Jorge? ¡Menos cochinillo y más trabajillo!
    - Querida Sabra, mi amor, este reino de dos mil años me abruma, me agarrota y me frustra. No sé por qué misterio permanecemos eternamente en este reino. ¿Obedecemos a un plan divino?, ¿diabólico?, ¿ambos planes concurren? Y vine por una vida. Y llevo miles de ellas. Gobierno a seres que veo como nacen, crecen, se aman, conviven, y, al final, mueren. Y así desde hace dos mil años. No somos dioses ni humanos. No encajamos. Somos un misterio por resolver, un bucle antiguo y taciturno, un acertijo cuántico, un pensamiento fenomenológico. Tal vez una paradoja temporal. Tenemos dos mil años y aparentamos cuarenta y cinco. Seríamos casi viejos hace dos mil años y jóvenes en el siglo XXI. Anclados en un reino de difícil ubicación y temporalidad. No entiendo tu realismo en un mundo que no es real.
     - Tú lo has dicho antes. Somos tan supervivientes que estamos sobremuertos. No tenemos fin y nuestro único propósito es ayudar a los que sufren o disfrutan del llamado “valle de lágrimas”. Tu querido Borges decía también que “Ese disperso amor es nuestro desanimado secreto. Una cosa invisible está pereciendo del mundo, un amor no más ancho que una música.[iii]
      Nuestra vida es un misterio- Sabra, sancha, transcendía con realismo- que algún día desentrañaremos, como los augures de la antigua Roma en las grandes epopeyas de nuestros antepasados. El misterio, el bucle, el acertijo, la paradoja es que estamos aquí, pero estamos. ¿Te enteras, Jorge? Mientras no se resuelva…hagamos algo de provecho.
     - Veo que tú eres una paradoja, un acertijo, un bucle y un misterio porque eres capaz de resolver los míos- Sabra no se decidía entre ser comprensiva o ir en busca de la bestia.
      Y siguieron enredando y desenredando ovillos como Ariadna, como Penélope. Eternamente, como Aracne en el cuadro de Velázquez. Y no comieron perdices. ¡No! Todos los días aparecía de un sitio desconocido una fuente con pasteles de diferentes sabores, una fuente de mejillones frescos y unas botellas de brandy Peinado solera 120 años. Su hígado, él de los dos, se regeneraba cada noche para ser maltratado cada día. Y así. Por los siglos de los siglos.
      Era la maldición del dragón. Lo mataron manchándose con su sangre. Su sangre les condenó eternamente a vivir. Sangre que les hacía conocer el lenguaje de los pájaros y las serpientes, herederos de los grandes animales del Cenozoico. Una eternidad.
     ¡Ssssh!


[ii] BORGES, J.L.: Obras Completas, tomo I 1923-1936. Cuaderno San Martín. María Kodama y Círculo de Lectores. Barcelona. 1995. Página 114.
[iii] BORGES, J.L.: Obra citada. Página 117.

Un dulce ruido de alas revolotea


     Un dulce ruido de alas revolotea, espolvoreando partículas diminutas de luz ámbar y esmeralda, esencias de sueño y deseo. Esparce rutilantes ráfagas de rayos irisados que alumbran y ciegan las entrañas del alma, el vientre de la ballena y la luz de la linterna en la oscuridad.

      Estoy en medio de un mundo sin luces, sin aire, sin vida, que me impide ver, que no me deja respirar, que no me deja vivir.

     Enclaustrado, en una caverna, salgo a percibir lo imaginado.  En el tiempo, enclaustrado, busco un instante por donde alterar el curso de cada momento. Mi numen me ha abandonado. Desorientado, firme, falta de oriente. El curso del lugar y momento no tiene sentido.

     El alimento espiritual busca sénecas y bueros, máximas, meninas y escaleras.

     Miltón sacó su satán para impedir, por envidia, la vida idílica de los primeros seres que nos poblaron, seres inferiores a él. Quiso que padecieran porque eran iguales a su otro yo, el dios de todos.  Padecerían por ser la imagen de quien los creó. Ese fue su castigo. Y su salvación. Padecer y disfrutar con el dolor.

     Cuando abandonaron el Edén, la falla del Rift se quiso separar del continente llenando de agua el mar Rojo y las aguas del Jordán, descendiendo hasta las cataratas Victoria, deseando que los homínidos evolucionaran buscando como sobrevivir. Sobrevivir les hizo humanos. Como Miltón dijo acabaron su inocencia “asidos de las manos y con inciertos y lentos pasos, siguieron a través del Edén su solitario camino[i]”.

      ¿Qué somos? Estatuas de un cuadro, tal vez. Al principio de “Las Meninas” de Buero Vallejo[ii], las figuras de los cuadros de Menipo y Esopo charlan y discurren, no como ellos, sino como sus modelos Martín y Pedro. No son pinturas porque -dicen- escupen, hablan o callan según va el viento. Son inmateriales. Son intemporales. Han transcendido de la realidad. Tal vez un sueño. El sueño de la vida o el sueño eterno.

     El sueño de maya inspiró a Calderón para la vida es sueño. No discernimos por el velo de maya. Hasta que no lo retiramos, no revelamos lo real de lo ilusorio. El tejido de maya, siempre un tejido, nos aparta, nos mantiene en un mundo de ilusión cercano al karma, no real. Cuando despertamos del sueño, podemos padecer o disfrutar. Salimos del paraíso y de la ilusión de un sueño cuando nos rebelamos ante lo que nos oprime y atenaza, y cuando revelamos el velo o la tela que nos impide proseguir nuestras vidas.  

     Una máxima[iii] de Séneca decía " - Pues ¿para quién aprendí yo estas cosas?- No temas haber trabajado en balde si para ti las aprendiste.”

     El consuelo de esta vida es el conocimiento. De personas, de culturas, de perspectivas. Trabajas pensando que no tiene provecho alguno, pero te equivocas, siempre hay un resquicio por donde conocer y por donde callar lo que sabes, lo que aprendes y lo que ves.

     La abeja reina es reina porque manda a sus zánganos, tal vez. A alguno le da más responsabilidad para conocerle mejor. La abeja reina no sabe que, además de los zánganos, le observan. Los apicultores. El oso goloso. Observan. Desean. Callan, pero observan. Se relamen. Nada se hizo al azar.

     Incluso si huele a azahar, limones y lavanda. Un sueño, una realidad.

     Siempre nos quedará Emma Stone bailando en La, La, Land[iv].






[i] MILTON, J.: El paraíso perdido. Espasa Calpe. Madrid. 1984.

[ii] BUERO VALLEJO, A.: Historia de una escalera y Las Meninas. Espasa Calpe. Madrid. 1984.

[iii] SÉNECA, L. A.:  Tesoro de máximas, avisos y observaciones. Círculo de Lectores. Barcelona. 1999.

Un fenómeno sorprendente


     El fenómeno se produjo. Un evento increible se estableció. Extraordinario. Todos miraban. 
     Sorprendidos.
     - ¿Es posible? ¿Obedece a razones naturales? ¿Es un producto del mercado en horas bajas? ¿Una anomalía informática? ¿Hay posibilidades de crisis, de riesgo?
     Todas estas preguntas eran analizadas por sesudos analistas, tertulianos expertos en todos los temas desde la cría de cebolla temprana a la mecánica aeronáutica. Todos daban su opinión basada en irrelevantes y profundos estudios superficiales. Sus asertos eran tendencia día a día, hora a hora, minuto a minuto en las redes sociales más influyentes a nivel internacional, nacional, autonómico, provincial, comarcal, y local. En resumen, aldeano.
      Los gurús económicos debatieron profundamente sobre el fenómeno. Unos pensaban que su tendencia sería continuada. Otros que tendría picos de subida y picos de bajada. Había un tercio, los más radicales, no importa córner o esquina, que consideraban que su tendencia sería creciente si se tomaban unas medidas que ellos conocían, que no podían descubrir y que ellos eran los únicos capaces y capacitados para llevarlos a cabo. Eran un tercio, al menos, pero había una tendencia creciente a su aumento. Finalmente, había gurús económicos que no tomaban ninguna decisión, ni postulaban ninguna teoría sin, antes, analizar las vísceras de cualquier animal muerto, chupar su dedo índice y elevarlo a las alturas, o coger unos sarmientos de vid unidos con forma de V buscando el acuífero más cercano. Estos últimos eran los mayores creadores de tendencia. Los más televisivos. Los de “Ya lo decía yo…”
     Los historiadores debatieron profundamente la posibilidad del fenómeno como un producto de conocimiento nuevo, o la posible analogía en un suceso anterior. Un grupo de ellos, prehistoriadores y arqueólogos, pensaron establecer similitudes con la revolución neolítica, aunque no supieron indicar qué se domesticaba, o se hacía sedentario, o creaba estructuras societarias. Los especialistas en la antigüedad dijeron que el fenómeno era comparable a la globalización producida tras las conquistas de Alejandro Magno. Pero no acertaron a establecer una línea de influencia, ni el lugar, el espacio y el contenido. Los medievalistas establecieron símiles con la aparición de las universidades medievales, sin embargo, no podían establecer localización, ni pretensiones, ni las doctas explicaciones de sus cátedras. Los historiadores del Renacimiento y el mundo moderno daban explicaciones dispares. Unos comparaban este fenómeno anormal con la explosión artística del renacimiento italiano y, por extensión, europeo; otros consideraron más importante la revolución científica del mundo moderno que coadyuvó a los grandes descubrimientos geográficos que comunicaron a los humanos en todos los hemisferios terrestres. El primer razonamiento era apoyado por los historiadores del arte y conservadores de museos, pero no diagnosticaban su estilo, ni catalogación, ni estipulaban las formas de conservación preventiva necesarias para albergar los efectos de el fenómeno. Los partidarios de la revolución científica, muchos de ellos historiadores de la ciencia y divulgadores del progreso humano, aseguraban que el fenómeno era parecido a los avances rectos de la ciencia que tanto habían hecho con el progreso humano y que en teoría este evento no parecía tener los efectos permisivos de las utilidades perniciosas de la pólvora. Finalmente, algunos historiadores del mundo contemporáneo decían que este fenómeno era comparable a la Revolución Francesa, la revolución industrial, la publicación del Manifiesto Comunista de Marx y Engels, las olas democráticas con la transición española a la democracia o la revolución tecnológica con la red de redes. Pero, otros decían, presagiaban, que este suceso era comparable a todas las guerras y dictaduras que en nombre del pueblo se habían producido durante la contemporaneidad y que el único provecho que se podía recibir era más abono para el campo con las vidas perdidas en conflictos inútiles producidos por líderes fanáticos. Y que como decía un dictador del siglo pasado, la muerte de una persona era una tragedia, una pena. Pero la muerte de millones de personas era una estadística. Un idiota. Y un asesino.
     Sesudos poetas, novelistas, ensayistas escribieron sobre las raíces culturales, líricas y épicas del fenómeno, del suceso. Algún literato forjado en periodismo de guerra ponderó los conocimientos que el tenía sobre el tema y volvió a editar novelas de aventuras, que, obviamente, siempre son necesarias para evadir la rutina ordinaria.
     Decidí escribir un poema, pero, tras los primeros versos, empezó a llover de tal manera que fui a buscar maderas ante la necesidad de construir un arca.
     El fenómeno tuvo repercusiones políticas. Todos los partidos políticos publicaron tuits sesudos de menos de ciento y pico caracteres, definitorios de su hondura intelectual. Las cámaras se reunieron en sesión extraordinaria y tomaron una decisión que fue considerada por todos los grupos políticos con representación parlamentaria como un acierto de infinitas consecuencias.
     Crearon una comisión parlamentaria.
     Con dietas dobles por asistencia debido a la enjundia del tema a tratar.
     Esa misma noche y al día siguiente, todos los medios de comunicación reflejaron el acierto de todos los miembros de la sociedad, especialmente, de la clase política. En una cadena de televisión entrevistaron al presidente de gobierno seis veces en seis horas para hacer honor a su nombre.
      El día que empezaron las sesiones de la comisión parlamentaria no faltó ningún grupo político, ni los nuevos y más radicales, ni los habituales y más moderados. Al comienzo de la comisión, su presidente declaró abierta la sesión y dijo unas palabras sin sentido, difícilmente pronunciables, sin acierto y contenido. Los grupos, asombrados, no entendían nada. Ni el grupo de la minoría mayoritaria, ni el grupo de la mayoría minoritaria, ni el grupo mixto, ni nadie.
     ¿Por qué?
      Por que no sabían el tema o asunto de la comisión. Todos habían hablado del fenómeno, del suceso, pero ninguno lo había visto, percibido, estudiado o investigado.
      Era la estupidez humana.
     La mía, seguro. La de todos. Tal vez.

Bodas de sangre

                       NOVIO ¿Quieres algo?                              MADRE Hijo, el almuerzo                               NOVIO Déjalo....