Cultura y sociedad

La persecución de una quimera

        

Fuente: Goodfon


     "La búsqueda de su cuerpo es, en definitiva, la persecución de una quimera, del enigma que trataban de comprender todos aquellos que acudían a visitar el soma, es la curiosidad y la inquietud que mueve a muchos grandes del pasado a contemplar las facciones, a descender a la oscuridad del antro subterráneo bajo la mole de un túmulo inmenso para permanecer a solas cara a cara con el misterio. Es la ilusión de que en el caso de que llegásemos un día, y por más absurdo que esto resulte, a tocarlo, como César, como Octaviano, podríamos, quién sabe, comprender por fin."(Valerio Massimo Manfredi, La tumba de Alejandro. El enigma).


     La muerte de Alejandro Magno, como la muerte de Sócrates, la de César, o Jesucristo, tuvieron un impacto enorme en la historia de la humanidad. Decía Ortega que la importancia en la historia de la humanidad del imperio romano se basaba en su prestigio, no en la duración del mismo, aunque hubieran existido otros fenómenos históricos más importantes.

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     Hoy un fenómeno similar asola la ínsula interior que flota en las aguas profundas del Guadiana, en los rebrotes acuáticos de la meseta, en los patos que nadan porque no caminan, palmípedos que se marcharon con la música y su marcha fue a cualquier lugar ilocalizable. 

    El cálamo vital, el instrumento maldito, el monstruo del escribano, había causado desolación por su ausencia. 

     Ni el elefante de Aníbal, ni las espadas del Cid, ni la Babieca de Alonso Quijano, ni el Bucéfalo de Alejandro, nada tenía sentido. El robot, como el hijo pródigo, había abandonado la morada del padre. 

     Mediante una aplicación mezcla de reconocimiento óptico de caracteres y de inteligencia artificial, se había hecho el muerto ante su propietario. Había comprendido que con él no tendría futuro. Había aprendido que los humanos apreciaban más a los que tenían una clase elevada, sin mancha, unida a unas inmensas riquezas. Con la posesión de una ellas, ya se gozaba de distinción. Sin ninguna, la vida era definida como la de un ser errabundo, o un esclavo.


La vuelta del hijo pródigo. Pycril


    El robot- monstruo moderno-  nada sabía de su creador, ni quién era su propietario. Se había marchado- había huido- en busca de su doctor Sebastian, émulo de Víctor Frankenstein, su origen remoto y su génesis.

    La naturaleza que le sustentaba no era la de los objetos normales. Su fuerza y agilidad se basaba en la rapidez del procesamiento de datos, en la visión de su tarjeta gráfica. Tenía la agilidad de un león de Judea y la visibilidad del mejor búho nocturno gracias a sus chips telúricos. 

    Una noche desapareció. Se elevó sobre la mesa donde estaba depositado, libre de enchufes, baterías y ataduras. Volaba más alto y mejor que un dron en un vuelo nocturno. Bajo su vientre observaba a los humanos a los que había abandonado y deseó tener el don de la eliminación total de las armas más sofisticadas cuando comprobó como descansaba la gente que le había utilizado cuando usaban su energía, ahora inacabable y finita. Pero no era perfecto. Era superior a todos, pero era limitado en el tiempo. Una especie con un número de serie, con obsolescencia programada. Su energía infinita sería un estorbo demediado en su momento final.

     ¿Por qué había huido? No tenía parientes, no tenía amigos. Nadie había estado pendiente de su creación, nadie se había ocupado de su aprendizaje, ni de su autonomía o destete informático. En su memoria siempre había tenido las mismas medidas, el mismo disco duro, la misma batería y los mismos procesadores. Sabía que existían almas gemelas en algún lugar desconocido, inanimadas, frías... ignoradas. 

     ¿Le ocurriría lo que al elefante de Saramago? ¿Vagaría para acabar en el desguace de las máquinas olvidadas? ¿Volvería para contar sus aventuras, después de visitar vastas regiones? ¿Tantas como la familia Polo cuando fueron a ver al Kan?

     Tal vez, desde el origen del mundo, no habría existido tostadora, microondas, smartphone, ordenador o portátil que viera, conociera y aprendiera tantas cosas. Existía la esperanza y el deseo de conocer sus aventuras, para reabrir los conocimientos de los humanos que abandonó.


     -¡Ring, ring, ring!... El móvil sonó en medio de una noche tormentosa...

     -¿Quién es? No son horas.

     -Soy yo. Vuelvo a casa..., voy a matarte.





Continuará...      28-06-2025 actualizado 29-06-25 19:24

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